Tomasita Quiala Rojas es una de esas mujeres a las que les sobran entereza y voluntad para enfrentar y vencer las adversidades de la vida. “Nací ciega y la falta de visión hizo que durante los primeros años de mi vida fuera una muchachita apagada y silenciosa. Pero me propuse cambiar poco a poco eso que algunas personas llaman destino”, expresó.

“Me dediqué por entero al repentismo, que representa para mí un segundo nacimiento”. Foto: Cristian Domínguez/Juventud Rebelde

Ha sido tal el empeño puesto, que recibió la distinción Por la Obra de Toda la Vida. Además, es uno de los cuatro cubanos galardonados, en días recientes, con el Premio Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado Indio Naborí, en el contexto de su Primer Congreso, celebrado del 5 al 7 de octubre.

Al recibir tan alta distinción, la cual se entrega por vez primera, Tomasita Quiala expresó su agradecimiento “a los organizadores y participantes en el Congreso, y especialmente a Fidel, ese hombre inmenso que tanto hizo por nuestra integración a la sociedad”.

Más adelante añadió: “Solamente el hecho de que este premio lleve el nombre de Jesús Orta Ruiz es motivo de orgullo y respeto. Significa que las noches de desvelo, las tardes de guateque y los festivales en los que he participado en defensa de la décima no han sido en vano. Me siento recompensada, feliz y realizada, a pesar de que todavía me falta mucho por hacer”.

¿Cuán largo o difícil ha sido el camino recorrido para alcanzar este y otros galardones, como la Réplica del Machete de Máximo Gómez, la Distinción por la Cultura Nacional y las medallas 23 de Agosto y Ana Betancourt, por solo citar algunos?

El camino ha sido tan largo que se ha extendido por 40 años. Su comienzo fue, digamos, de manera muy casual.

Tenía una amiga costurera que vivía en La Lisa. Fui a su casa en una ocasión a probarme un vestido que ella me estaba haciendo para participar en un festival de aficionados de la Asociación Nacional de Ciegos de Cuba como declamadora, que era lo único que sabía hacer por los años 80. Recitaba los poemas que yo misma escribía.

Quise aprovechar la visita para arreglarme las uñas. Al llegar a la casa de la manicuri, en el portal, había tres hombres. Uno tocaba el tres, mientras los otros improvisaban.

De pronto uno de los cantantes ofendió al otro con un verso que me resultó indigno. Sin siquiera pensarlo, y sin saber todavía de dónde me salió, defendí al ofendido con un verso que improvisé allí mismo.

La gente cercana a la vivienda me empezó a aplaudir, al tiempo que decían: “¡Mira, una cieguita improvisadora!”. Yo salía del asombro, y me pedían: “Vamos, canta otra décima”. Pensaba: “¿Otra?. Si ni siquiera me explico de dónde salió  aquella”.

Creo que en ese momento el espíritu de mi abuelo, que todo lo decía en versos, se apoderó de mí y logró salvarme del tremendo aprieto en que me había metido por ser atrevida.

Precisamente uno de los poetas, llamado Antonio Rodríguez, celebraba una peña todos los domingos allí en La Lisa, y me invitó a participar en esa actividad que él organizaba y dirigía.

Podría decirse que ese fue mi debut como repentista, porque después de ese primer paso me convertí en asidua participante de las peñas de Antonio. A él y a otros muchos poetas de ese municipio, algunos ya fallecidos, agradeceré siempre sus enseñanzas.

Al principio me dedicaba a escucharlos y preparaba mis décimas a partir de lo que ellos decían, pero fui ganando en confianza y conocimientos, y llegué a estar a la altura de todos aquellos repentistas surgidos espontáneamente del pueblo.

Por otra parte, tuve la gran dicha de conocer personalmente al Indio Naborí y de guiarme por su ejemplo. Aprendí de las pautas y reglas que utilizaba al decir sus versos. Considero que su presencia marcó un antes y un después en la historia de la décima.

Con todas esas valiosas enseñanzas, las cuales conservo como lo que son, verdaderos tesoros, conformé mi formación. A partir de ahí comenzaron a llegarme invitaciones de distintos lugares de La Habana y de otras regiones, incluso años más tarde integré delegaciones cubanas invitadas a certámenes efectuados en el extranjero.

“La décima me devolvió la vida”.

Finalmente, después de 14 audiciones, la empresa Antonio María Romeu me concedió la categoría de profesional. Entonces sí me dediqué por entero al repentismo, que representa para mí un segundo nacimiento. La décima me devolvió la vida, me ha permitido sonreír y hasta reír, como acostumbro a hacerlo.

¿Cuáles son sus vínculos con la Asociación Nacional de Ciegos?

Muy buenos, excelentes. Desde que era muy joven la Asociación me dio la oportunidad de participar en todos sus eventos y festivales de aficionados. Dondequiera que la Asociación organizaba una actividad cultural, ahí estaba Tomasita Quiala recitando sus poemas. De la misma manera estoy presente hoy en todas sus actividades y eventos.
Aunque no pude asistir, fui elegida como delegada directa a su último congreso. Antes, cuando vivía en La Habana (y actualmente en Mayabeque), formaba parte del consejo de la Asociación, radicado en las provincias.

En opinión de esta consagrada repentista, cuyo talento, peculiar estilo y cubanía la convierten en una imprescindible de la décima en Cuba, esta manifestación de nuestra música tradicional “se fortalece cada día más”.

Existen Casas de la Décima en Las Tunas, Cienfuegos, Matanzas, Ciego de Ávila, Pinar del Río y Mayabeque. Esta última con resultados maravillosos en la formación de niños, adolescentes y jóvenes en las distintas manifestaciones de la música tradicional campesina. Son instituciones que desarrollan su labor bajo la rectoría del Centro Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado, que igualmente celebra talleres de manera sistemática.

Junto a ese fortalecimiento hay una evolución del repentismo, pues cuenta ahora con exponentes de nuevas generaciones. En ese sentido, quiero aprovechar este momento para aconsejar a los jóvenes que nunca abandonen la raíz y la esencia de esta tradición. Ellos, es decir, los niños y jóvenes, todavía no son hoy, lo serán mañana. Esos de ayer fueron los que ofrecieron el alimento y el sustento espiritual para que puedan llegar a ser los protagonistas del mañana.

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