El día que Ana nació su madre guardó las botas de escalar montañas, vendió la moto, despidió a todos sus amantes de uno en fondo, y les dijo: “se acabó la gozadera”. El día en que Ana nació el miedo tocó a la puerta, y no cualquier miedo, sino ese de ser insuficiente y no poder proteger a su única hija. Ese tipo de miedo que se mezcla con la impotencia.
Así, con la declamación de una larga lista de renuncias de la madre de Ana —en la piel de la actriz Arianna Delgado— inició la obra El diario de Ana Frank, apnea del tiempo, texto original de la dramaturga Agnieska Hernández, que durante todo octubre presenta la compañía Ludi Teatro.
Antes de comenzar el espectáculo, como si fuese un ritual, los actores forman un círculo. Meditan. Se toman de la mano. Saltan. Se abrazan. Del otro lado de la sala está expectante el público que entró antes por la fuerte lluvia, intentando entender esa “ceremonia íntima”. Los asientos están ocupados. Otras personas se amontonan en el suelo. Todos quieren ver a Ana.
Inspirado en la adaptación teatral realizada por los artistas estadounidenses Frances Goodrich y Albert Hackett, y puesta en escena de Miguel Abreu, El diario… dialoga con el encierro, y es, a su vez, un juego con la etapa pospandémica y los cambios que trajo consigo.
“Este proyecto lo empezamos a procesar en el 2019, de conjunto con la Embajada de los Países Bajos y la Casa de Ana Frank”, refiere el director. “Después de la COVID-19 retomamos la obra, pero esa primera versión había quedado desfasada. Esta compañía es un teatro vivo, que habla de nosotros mismos. Nuestra teatralidad se ha constituido a partir de la presentación en Cuba de autores internacionales, o de algunas poéticas que no se conocen del Líbano, Polonia o Alemania. Claro, siempre buscando cómo dialogan esas dramaturgias con los cubanos y este tiempo”.
“Esta compañía es un teatro vivo, que habla de nosotros mismos”.
Por esos motivos, Miguel Abreu le pide a Agnieska Hernández hacer una adaptación pospandémica que sintiera y asumiera toda esa experiencia. “Que no fuera solo hablar de la historia de Ana que ha sido muy versionada en el cine y el teatro. Había que hacerle una revisión más profunda”.
La música del espectáculo, compuesta por Llilena Barrientos, es el elemento que guía la narrativa de la obra. Y como plus, esta música parte de las raíces sonoras cubanas, que permite que el público conecte con el ritmo del montaje.
“La manera y la lectura de la historia habla de nosotros y de nuestras vivencias porque la intención es que lo que hacemos dialogue con el público y que este se sienta parte de la representación que están disfrutando”, explica Abreu.
Con cada mensaje de la pieza —a veces directo, otras subliminal—el espectador se adentra en sus propios miedos del encierro. El pánico y la angustia. El poder de algunos y la sumisión de otros. Pinceladas a asuntos como la familia, la emigración, la herencia o la memoria histórica a partir de los conflictos internos de la joven judía, recorren de inicio a fin la obra de Ludi Teatro.
Con cada mensaje de la pieza el espectador se adentra en sus propios miedos del encierro.
Es una pieza desgarradora, pero con un poderoso mensaje ético-humanista que generará sensibilidad. Es El diario… una crítica social mediante un juego con la historia y toques de humor. Este montaje, con un carácter marcadamente intimista —así como la versión literaria— inicia y termina con lo que significa realmente la palabra libertad.