El machismo en juego. Sexismo en la comunicación deportiva (II)
¡En tres y dos! (Lo masculino y lo femenino en la prensa deportiva)
Si analizamos a qué modalidades deportivas se les presta mayor atención en los medios de comunicación cubanos —y extranjeros—, obviamente se advierte que son los mayormente practicados por hombres: béisbol, fútbol, boxeo, tenis, deportes de motor, lucha, entre otros.
Un estudio realizado en 2012, que analizó la cobertura de los Juegos Olímpicos de Londres 2012 en los periódicos Granma y Juventud Rebelde, demostró que el 70% de las referencias aludían a deportes practicados por los hombres de la delegación cubana.
A lo anterior se suma que la prensa deportiva suele privilegiar las construcciones estereotipadas que sitúan a las deportistas como dependientes, algo menos usual en el caso de los atletas.
Ellas son las “alumnas de”, “las pupilas de”, “las muchachitas de”, mientras que ellos son los “conducidos por” o “dirigidos por” en descripciones que denotan una relación más clara de entrenador-adiestrado, alejada del matiz paternalista y dependiente.
En cuanto a los recursos discursivos, se advierte que ellos aparecen más en primeros planos, como centro de la noticia, y sus actuaciones son más empleadas para las portadas informativas, un elemento importante de destaque editorial.
Algo similar ocurre con la fotografía. ¿Cuántas veces en una redacción no hemos tenido que buscar una imagen general alusiva a un deporte por no contar con la instantánea de alguna atleta? ¿Acaso ellas no compiten? Obviamente, sí lo hacen y con grandes resultados, pero nuestros lentes a veces las obvian o colocan en segundo plano, sobre todo si se trata de eventos multideportivos o mixtos.
Los desbalances suelen ser más notables cuando se trata de roles ajenos al de atleta, porque ellas no suelen ser mencionadas como entrenadoras, directivas, expertas, periodistas especializadas en deportes, entre otras labores.
Pese a sus avances en el universo atlético, este sigue siendo un espacio regulado desde visiones masculinas. La lógica sería la siguiente: ellas participan, pero están menos involucradas en la toma de decisiones.
Al respecto, habría que afirmar que en años recientes, la presencia de mujeres directivas en el ámbito deportivo ha aumentado, incluso, Cuba ha contado con algunas de ellas en puestos de jerarquía en organismos o federaciones internacionales. Dos casos han sido muy llamativos: Yumilka Ruiz, quien integró la Comisión de Atletas del Comité Olímpico Internacional (2008-2016) y Mireya Luis, actual vicepresidenta de la Federación Internacional de Voleibol.
Otra cuestión que sigue generando debate es el uso del masculino genérico, sin duda uno de los ejemplos más recurrentes de sexismo en el lenguaje. Frases como “los atletas”, “los cubanos que irán a Río de Janeiro”, “los judocas que estarán en el Grand Slam de Bakú” son comunes, siempre redactadas como si ellas, que también estuvieron presentes en la lid, no existieran.
Como generalidad, también en el uso de las fuentes se privilegian los criterios de hombres, incluso en artículos donde las atletas debían ser, por los resultados obtenidos, protagonistas de la historia.
¡Out!: ¿reinas de belleza o atletas?
Las referencias a los estereotipos de belleza no abundan en las páginas deportivas de los medios de comunicación cubanos, que en su afán informativo no dedican tiempo a estas cuestiones. Sin embargo, no han faltado las alusiones al físico de las atletas, como detallan las siguientes líneas del artículo titulado “Belleza”, publicado en un diario cubano de circulación nacional.
El sexismo está presente casi en cada línea: “Tal vez a estas alturas no sea noticia, pero no fue hasta ahora que me topé con un listado de las atletas más bellas de esta cita estival. También hicieron un escalafón de hombres, porque bajo los cinco aros no puede haber discriminación, pero…”, escribieron.
De igual modo, descalificaron sobremanera a una deportista, cuando afirmaron lo siguiente: “…la espectacular jabalinista paraguaya Leryn Franco, sin duda mejor modelo que atleta…”.
Al redactor —la firmó un hombre— le pareció interesante que se publicara un listado de las mujeres más “agraciadas” del evento (Juegos Olímpicos de Londres 2012), lo que constituye una postura machista que las coloca como “objetos de deseo”.
La práctica, si bien no es usual, también se repite en otros momentos, como la reciente justa olímpica en Río de Janeiro 2016, donde los comentaristas de la televisión cubana hicieron alusión a “la belleza sin igual de las muchachas” que circulaban en las calles de la urbe sudamericana, a quienes otro diario nacional calificó como poseedoras de “cuerpos de infarto”.
Doble play: ¿hombres de acero?
Algo similar ocurre con los atletas hombres, quienes suelen ser estereotipados en el discurso como parte de una interpretación binaria y machista de la realidad, en la cual lo masculino y lo femenino deben situarse en oposición.
Al macho, varón, masculino del deporte se le identifica por las alusiones a la fuerza, al valor, la capacidad para reponerse de un mal momento, de tener el control, de competir aun con el riesgo de lesionarse, así como la represión de los sentimientos y emociones.
Los atletas cubanos suelen ser todo “entrega y heroísmo”, capaces de competir lesionados, enfermos o sometidos a otras situaciones límites, aspectos que se reiteran y se emplean como “gancho” periodístico para atraer la atención.
Esos elementos forman parte de la identidad masculina tradicional, que según el profesor mexicano Juan Guillermo Figueroa “celebra la vivencia de situaciones de riesgo (…), el descuido y abuso de las capacidades corporales”.
Las investigaciones hacen referencia al “mito del héroe”, como la razón que obliga a los varones a no dar la espalda a las situaciones adversas o incluso a provocarlas intencionalmente como una forma de reafirmación de la masculinidad. En el caso de un atleta, el resultado suele pasar a un segundo plano y el reconocimiento se obtiene por la exigencia más allá del límite de lo habitual.
Otro rasgo identificativo de las coberturas de eventos deportivos es el empleo excesivo de palabras con matices bélicos (“armada”, “combatir”, “batalla”, “ráfagas”, etc.) y agresivos (“apabulló”, “liquidó”, “doblegó”, “arrolló”, “salir a matar” y “habrá que morirse en el terreno”), todo ello como reafirmación de las relaciones de dominación-subordinación en el ámbito atlético.
La tendencia a trasladar el ámbito bélico a los escenarios atléticos es habitual desde los orígenes del deporte. A dicha tendencia, el investigador B. Roosevelt le ha llamado “metáforas de la guerra” o “balacera lingüística”.
¡Grand Slam!: discurso emancipado
La comunicación deportiva, pese a las deudas en cuanto a la utilización de un lenguaje inclusivo y la erradicación de la violencia simbólica, también muestra signos de evidente progreso, con representaciones que esbozan feminidades y masculinidades emancipadas del machismo.
Los ejemplos más llamativos se encuentran, quizás, en las referencias a las mujeres como personas independientes y destacadas en modalidades deportivas no tradicionales como levantamiento de pesas, lucha libre o béisbol.
Gracias a los relatos periodísticos, no son ajenas las hazañas de Katherine Videaux, la primera luchadora cubana que intervino en Juegos Olímpicos (2012), o Marina Rodríguez, quien hizo debutar a las pesistas antillanas en Río de Janeiro 2016, en ambos casos con buenos resultados.
Algunos trabajos no se limitan a reseñar la excepcionalidad del suceso, sino que colocan antecedentes y refieren —aunque tímidamente— el machismo que durante décadas ha limitado el desarrollo de las atletas cubanas en esas disciplinas.
También sobresalen las transmisiones, aunque esporádicas, de juegos de torneos de béisbol para mujeres, y recientes referencias al boxeo femenino enfocando el derecho de las cubanas a practicarlo de forma oficial.
En el caso de los hombres es menos frecuente encontrar esos espacios donde las construcciones discursivas “dan la espalda al machismo”, pero algunos trabajos periodísticos han llegado a exhibir a los atletas en situaciones de “vulnerabilidad” y reivindican la expresión de sentimientos y emociones, así como aspectos relacionados con la práctica de una paternidad responsable.
Game over (fin del juego)
Contrario a lo que anuncia el título de estas conclusiones, el juego apenas comienza y las reflexiones en torno a la construcción de los discursos en cualquier ámbito del periodismo y la comunicación deben ser cada vez más abundantes y profundas.
La reproducción de contenidos anclados en patrones tradicionales y machistas constituye una manifestación de violencia simbólica, que se verifica cuando se hace un tratamiento sexista de las imágenes y representaciones sociales de lo femenino, y se invisibilizan las voces y problemáticas de las mujeres en los medios de comunicación y las industrias del ocio y el entretenimiento, como afirmara la investigadora y periodista cubana Isabel Moya.
Las reflexiones sobre la violencia simbólica también permiten visualizar que si bien constituye en sí misma una manifestación de violencia de género es, a su vez, la que más contribuye a normalizar otras variantes, mediante la construcción de imaginarios que legitiman las agresiones de índoles económica, verbal, patrimonial psicológica, entre otras.
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