En la portada de la revista se registra número y fecha: 2 del 2020. ¿Salida a destiempo, falta de actualidad? No nos dejemos engañar. Una buena parte de las publicaciones periódicas culturales de las últimas décadas, sobre todo después de los años 90, se han visto abocadas a remontar dificultades cíclicas logísticas y financieras, factores externos e internos. La revista Artecubano no es la excepción.
Pero si nos atenemos a la función y el lugar que ocupa una publicación como esta en la vida cultural cubana, más aún en las adversas circunstancias en que nos hallamos inmersos, convendremos en que meses de más no hacen mella a lo que aquí presentamos. Artecubano respira, circula, vive y sus contenidos y, todavía más, lo que de ella se espera, configuran una realidad de cinco lustros, 25 años contantes y sonantes, plazo que, como veremos, va mucho más allá de la revista misma.
En torno a ello gira esta nota. Con toda intención evado el ritual de las presentaciones al uso, que dan cuenta del índice del número, de sus autores, y glosan, con mayor o menor precisión, los contenidos. Con toda intención coloco el punto de partida y de llegada del paginado: los perfiles conmemorativos de Roberto Diago y Carmelo González por sus centenarios, y las reseñas de Nelson Herrera Ysla y Moraima Clavijo sobre la experiencia gráfica material de Dennys San Jorge y la reciente publicación de un libro sobre la modernidad artística en Cuba debido a Roberto Cobas, respectivamente, y las notas que el doctor Francisco Durán y el escritor y periodista Félix López pronunciaron en ocasión del lanzamiento del libro El mundo después del coronavirus, que este último concibió junto a Arístides Hernández Guerrero, ese extraordinario dibujante que conocemos como Ares.
Historia y actualidad, tradición y puesta al día, diríamos, en el pórtico y el cierre del número de la revista. Esos fueron los presupuestos que de inicio se planteó el equipo fundador de Artecubano desde que en el verano de 1994 comenzamos a gestar la publicación.
La trayectoria de la revista es repasada por Margarita Ruiz, Rafael Acosta de Arriba y Rubén del Valle Lantarón, quienes por su responsabilidad al frente del Consejo Nacional de las Artes Plásticas (CNAP), en diversas etapas, ejercieron la dirección de la publicación. El dossier conmemorativo se completa con una aproximación al papel de esta como receptáculo dinamizador del ensayo cubano sobre arte, escrito por Ramón Fernández Cala, una atinada introducción del editor Alain Cabrera, y una breve pero imprescindible nota editorial firmada por la actual presidenta del CNAP, Norma Rodríguez Derivet. En cada uno de esos textos se puede hallar información, retrospección y valoración acerca de intensas y enriquecedoras experiencias colectivas, que de algún modo completan el dossier que vio la luz en el vigésimo aniversario.
No obstante, me permito hacer una observación y evocar a tres personas que insuflaron aliento y acompañaron los primeros compases de la publicación.
La observación es la siguiente: en la mismísima acta de bautismo estaba presente la idea de que la revista fuera el núcleo irradiante de una empresa mayor, un sello editorial. Hasta ese momento no solo faltaba una publicación especializada sino también una saga editorial consistente de libros sobre arte. Aclaro, no libros de arte ni catálogos razonados, muy necesarios, sino que abordaran de manera integral la historia, evolución, líneas de desarrollo, novedades y, por qué no, conflictos, contradicciones, debates y polémicas inherentes a la creación artística visual cubana, sin obviar, como después se hizo, los espacios dedicados a la teoría del arte. Incluso soñábamos con producciones multimediales en una época en que tan solo pensarlas era una utopía.
“Historia y actualidad, tradición y puesta al día, en el pórtico y el cierre del número de la revista. Esos fueron los presupuestos que de inicio se planteó el equipo fundador de Artecubano desde que en el verano de 1994 comenzamos a gestar la publicación”.
Y aquí vienen las evocaciones pertinentes. Yo no era —no soy— un crítico de arte, pero sí un revistero y editor cuya misión consistía en organizar, convocar y consolidar el estadío inicial del proyecto. De la revista y los restantes proyectos. Por aquellos días conversé con la entrañable profesora y crítica Adelaida de Juan. Recuerdo sus palabras de aliento y un concepto que no olvido: “No te preocupes por ser correcto, preocúpate por ser justo”. El gestor tiene un nombre: Omar González Jiménez, poeta, narrador, editor, promotor cultural, de obra reconocida. Me gusta subrayar esas cualidades puesto que la memoria suele ser flaca al punto que para algunos Omar solo fue y es un funcionario. Pero si de algo estaba impuesto Omar era de una idea defendida hasta la saciedad por Armando Hart y que todavía requiere ser bien entendida y extendida: la cultura no se administra, se promueve. Y Omar, en medio de la crisis de los 90, con graves implicaciones para el sistema editorial, gestó la revista y soñó el sello editorial.
El director artístico fue decisivo, José Gómez Fresquet, Frémez. Experimentado revistero y artista experimental. Con sólidos fundamentos estéticos y un conocimiento a fondo del ámbito de las publicaciones de arte. Ante todo, Frémez y Omar sabían lo que no querían de Artecubano. Que no se pareciera a otras, sin desdeñar aportes y señales de las que circulaban en Estados Unidos, Europa y América Latina. Sabían que una revista y un sello como el que nacía debían poseer identidad propia y vuelo autónomo, dentro y fuera de los espacios institucionales; que debía ser plural, diversa, inclusiva, al margen de gustos personales y capillas. También que debía tocar muchas puertas, conquistar circuitos, penetrar el tejido de la vida cultural, y en eso desempeñó un papel primordial alguien a quien tampoco olvidamos, Luis Piedra, el dinámico y carismático comercial prematuramente fallecido.
Logramos menos de lo que nos propusimos, pero sembramos. Ahí está la revista, el sello y Noticias de Arte Cubano. Ahí están expresiones digitales cuya potenciación se hace más necesaria que nunca. A los actuales responsables de la empresa queda mucho por hacer. Dejo tres interrogantes: ¿toda publicación corresponde al pensamiento cultural que se espera de una sociedad donde la descolonización es una tarea inexcusable y permanente?, ¿toda crítica contribuye al debate, movilidad y establecimiento de jerarquías culturales?, ¿conocemos a ciencia cierta cuál es el impacto de las publicaciones en sus reales y potenciales receptores? Espero no consideren tales desafíos como una intromisión.
¿Como es su distribución y elvalor en cup