Raquel Revuelta: Mucho más que una gardenia

Esther Suárez Durán
24/1/2019

1988. El Ministerio de Cultura es objeto de una transformación estructural que busca desburocratizar su gestión, sobre todo en las áreas donde se produce la relación con los artistas y los procesos de creación. Entonces surgen los Consejos Nacionales, que suplen a las anteriores Direcciones de cada expresión del arte; uno de los primeros es el Consejo Nacional de las Artes Escénicas. Por indicación del Ministro Armando Hart Dávalos, la reconocida actriz Raquel Revuelta es su Presidenta.

 Actriz cubana Raquel Revuelta. Fotos: Internet
 

1941. Se funda Teatro Popular; más que un grupo teatral se trata de una institución cultural dirigida por el director Francisco (Paco) Alfonso, con un nexo raigal y expreso con los sindicatos de trabajadores y los sectores más humildes de la nación. Raquel integró sus filas y con ello selló un pacto de compromiso social y político con la vida de la nación, con el cual fue consecuente hasta el final de su vida. Tenía solo 16 años.

Había nacido el 14 de noviembre de 1925, en una familia muy humilde. Sus padres eran amantes del arte, su padre era actor aficionado. Paco Alfonso era visita frecuente en la casa. Raquel había triunfado en La Corte Suprema del Arte y en La Escala de la Fama, espacios dedicados a la identificación de nuevos valores.

1989. Raquel, por su disciplina partidaria, acata las orientaciones de Hart; pero era persona ajena a las mieles del poder si bien lo había ejercido al frente de Teatro Estudio desde 1964, en un momento de particular dificultad para la vida del grupo, y conocía muy bien su valor. Desde esa posición, al frente del conjunto, pudo ayudar en cada ocasión a colegas cercanos que habían sido víctimas de errados procederes en el ámbito de la cultura.

1943. El Partido Unión Revolucionaria Comunista define crear una emisora radial. Aparece Mil Diez, La Emisora del Pueblo. Paco y Raquel trabajan en ella. En este mismo año interviene en una de las temporadas de la Compañía de Eugenia Zuffoli en el Teatro Campoamor. Desde 1947 en adelante participará con frecuencia en los espectáculos auspiciados por el grupo ADAD, la institución de vanguardia en el arte teatral, como El despertar de nuestra muerte, de Henrik Ibsen; Juana de Lorena, de Maxwell Anderson; Teresa, de Thomas Job —versión teatral de la novela Teresa Raquin, de Emile Zola—; Monserrat, de Emmanuelle Robles; Auto de fe, de Tennessee Williams, o por el Patronato del Teatro, entre los más significativos El Hombre, la bestia y la virtud, de Luigi Pirandello y Ardel o la margarita, de Jean Anouilh.

En 1947 obtiene el primer gran reconocimiento profesional: el Premio Talía a la mejor actuación femenina por su desempeño en la obra Nada menos que todo un hombre, de Miguel de Unamuno, bajo la dirección de Luis Amado Blanco, con el Patronato del Teatro. Vuelve a obtenerlo en 1952, junto con el Premio de la Unión de la Crónica Tele Radial Diaria (UCTRD) y el Premio de los diarios Avance e Información. En 1954 recibe el Trofeo Antillana, de los Redactores Cinematográficos y Teatrales, por las películas filmadas en Cuba y México; el Gran Premio Avellaneda, de los Críticos Asociados de Radio y TV, como la Actriz Más Valiosa del Año, y, en 1956, el Premio de la Agrupación de Redactores Teatrales y Cinematográficos (ARTYC) como la Mejor Actriz del Año por su encomiable interpretación en la versión de Juana de Lorena, firmada por Julio García Espinosa y Vicente Revuelta, y llevada a la escena por este último (mientras García Espinosa era perseguido por actividades subversivas) y que resultó el antecedente de la fundación, dos años más tarde, de Teatro Estudio.

La casa de la familia Revuelta es allanada y Vicente conducido a prisión, de donde saldrá gracias a los buenos oficios de la rutilante estrella de la radio y la televisión (iniciada en Cuba en 1950) que era su hermana Raquel. Ambos integraban la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo junto a los artistas e intelectuales cubanos más progresistas.

Su calidad ya probada y sus especiales atributos: excepcional belleza, hermosa voz, en una personalidad a la cual su raigal timidez dotaba de un halo de misterio y distancia, la llevaron a los lugares cimeros de la televisión y la radio (en la primera protagonizaba dos espacios semanales), una fama que Raquel no dudará en poner al servicio del teatro tomando parte con frecuencia en sus obras. Eran ya los tiempos en que colaboraba transportando propaganda revolucionaria, armas y compañeros de un lugar a otro, escudada en su figura pública.

Cuando a fines de los ochenta Raquel comienza a desempeñarse como Presidenta del Consejo Nacional de la especialidad, ya estaban diseñadas las bases de la nueva forma de agrupación artística que la estructura emergente implicaba. Resultó la última tarea encomendada al Departamento de Organización y Desarrollo de la antigua Dirección de Teatro y Danza. Dichas bases, resumidas en poco más de una cuartilla, brindaban a los artistas del teatro, la pantomima y la danza —pues para ellos se hicieron inicialmente—, la opción de agruparse en torno a un Director y a objetivos estéticos y artísticos comunes, y por ello, compartidos por todos, en un número de personas que garantizara la eficaz distribución del trabajo a la par que la eficacia económica.

Hasta aquel instante habían existido las grandes agrupaciones artísticas con plantillas inamovibles y esclerosadas que no permitían el libre flujo y empleo del talento artístico ni el ingreso de nuevos integrantes. Era común en aquellas estructuras encontrar un buen número de actores sin ser incorporados a ningún reparto, durante años, por ninguno de los directores artísticos de las compañías, manteniendo, sin embargo, una retribución mensual.

El nuevo Sistema de Proyectos Artísticos —este era su nombre— tuvo por finalidad la dinamización de los recursos humanos en el sector y venía con acotaciones muy precisas que debían garantizar su real funcionamiento. Algunas de estas eran que los proyectos aprobados tendrían, por naturaleza, vida limitada y esta se relacionaría con la constante evaluación de su funcionamiento por las instancias superiores y capacitadas para ello, teniendo en consideración otros mecanismos de valoración, entre los que figuraba la crítica teatral y danzaria. Cada proyecto estaría dotado de un presupuesto que debía ser conocido y administrado por el mismo, en el afán de garantizar el diálogo entre creación y administración de recursos en la propia persona de los creadores, y debían disponer de una base material —un espacio para funcionar— para desarrollar su trabajo.

Por supuesto, la primera contradicción con el sistema que se anunciaba la tenían los Directores Generales de las compañías realmente existentes, en la medida en que se trataba de instituciones que concurrían debidamente al espacio de presentación artística. Y la primera persona que hubo de dialogar con sus propios fantasmas, por llamarlo de alguna manera, fue Raquel. No sé si el Ministro Hart haya tenido tal circunstancia en cuenta, pero difícilmente se pueda concluir que no, tratándose de un hombre de su inteligencia y su agilidad en el discurrir. Sin dudas, aquí se ganó la primera batalla.

Raquel Revuelta, Pancho García y Michaelis Cué en Madre Coraje y sus hijos. Teatro Estudio
 

En un proceso complejo, de intensas negociaciones, donde Raquel tuvo un papel crucial, las compañías realmente existentes defendieron, con recursos legítimos, su posibilidad de continuar con aquella parte del personal técnico, artístico y administrativo necesario en las nuevas condiciones y dispuesto a hacerlo, en tanto todo el que así lo consideró tuvo la posibilidad de intentar nuevos caminos.

Tras un período de ajuste y conciliación con las demandas de las nuevas circunstancias fue apareciendo un mapa teatral distinto. Algunas agrupaciones anteriores desaparecieron; otras, paulatinamente, se extinguieron; otras se mantuvieron un tanto renovadas, y emergieron unas cuantas nuevas y pujantes, algunas de las cuales han llegado hasta hoy.

En medio de este clima se logró realizar la tercera edición del Festival de Teatro de Camagüey, en 1988, con Raquel al frente, y el Consejo Nacional que ella dirigía se propuso muy seriamente llevar a cabo la evaluación sistemática de los resultados artísticos de cada proyecto aprobado, absolutamente conscientes de las dificultades y complejidades de todo tipo que entrañaba tal proceso.

Fue esta, además, la primera vez que un artista genuino ocupaba un cargo de dirección semejante. Conozco las opiniones y argumentos de quienes piensan que vale más tener a un político como directivo en lugar de un artista, y las respeto. Ambas posibilidades muestran luces y sombras. Pienso que para un artista el asunto mismo puede ser más complejo. Raquel asumió esa complejidad hasta donde le fue posible. Continuó liderando Teatro Estudio e hizo lo imposible por no separarse de su esencia, de la razón que la había llevado allí, que era su labor artística. Llegado un punto decidió no continuar, pero no lo hizo hasta que supo que el Consejo Nacional podía pasar a mejores manos, en su opinión, en este caso a las de otra figura femenina, la Dra. Lecsy Tejeda del Prado, una profesional con amplia experiencia en la dirección, a quien debemos algunas valiosas iniciativas en la organización y el funcionamiento de la institución.

La tarde del 24 de enero de 2004 nos dejó. Quizás porque había tenido que frecuentar el medio burgués de los cincuenta, tal vez por fidelidad a su origen humildísimo, Raquel era ajena a toda frivolidad y ello llegaba hasta el cuidado de su salud, de su bienestar, a lo cual se sumaban agotadoras jornadas de trabajo donde apenas existía vida personal.

En el 2003 pudo ver terminada e inaugurar ella misma la Sala Adolfo Llauradó, uno de sus empeños, en el nuevo ambiente creado en los espacios de las otrora cochera de La Casona de Línea, inmueble de alto valor patrimonial entregado a ella por el Comandante Juan Almeida. Este local no demoró un segundo en integrarse a Teatro Estudio y convertirse en espacio de ensayos, reuniones, almacenaje, elaboración de atrezo, unido indisolublemente a la mejor historia del grupo insigne que junto a su hermano Vicente y otros actores e intelectuales fundara en el lejano 1958. Esa noche de 2003 estrenó el que fuera su último espectáculo, una depurada versión del Tartufo, de Moliere, con los primeros actores Mario Aguirre, Alina Rodríguez y el joven Osvaldo Doimeadiós. Antes, algunos proyectos fílmicos quedaron por hacer. Tartufo estuvo a su altura y repletó la sala. No olvido el momento en que durante los primeros ensayos me comentó su plan y la interrogué al respecto. ¿Moliere?… ¿Tartufo? Su finísimo olfato y su vasta experiencia en escudriñar el alma humana me proporcionaron la más divertida, veraz y contundente respuesta de cara a la época que vivimos.