Premio Nacional de Música: entre la maestría y la perseverancia

Emir García Meralla
11/12/2018

Es diciembre; ya es un hábito anunciar quienes son los ganadores del Premio Nacional de Música. A puertas cerradas un jurado de sus iguales sesiona valorando los potenciales ganadores entre una lista bastante secreta de nominados. Un listado que involucra el nombre y la trayectoria de hombres que viven y existen por y solo para la música, sin importar el género, formato o trascendencia de su trabajo.


El Dr. Jesús Gómez Cairo y Marcos Urbay reciben el Premio este año. Foto: Internet

El jurado es una suma de premiados y algunos notables dentro de la música; pero como todo jurado siempre está bajo el escrutinio público —al menos de aquellos cercanos e involucrados en el asunto música—y no exento de cometer errores o posibles exclusiones (algunos le llaman omisiones) involuntarias; y es que premiar en el entorno de la música cubana siempre es complicado. Difícil. Una tarea que raya por momentos en lo injusto.

Sin embargo; mientras más tiempo pasa, más salomónicas y atinadas son sus determinaciones. El equilibrio y la cordura imperaran. Al menos hay un punto de inflexión en el que convergen todos. A ello se le llama consenso.

Nuevamente el Premio se entrega de forma compartida. Existen precedentes que todos han aplaudido: Cesar Pedroso y Adriano Rodríguez; Sergio Vitier y Leonardo Acosta; y este año el Dr. Jesús Gómez Cairo y Marcos Urbay. Si se analizan estas decisiones se verá que se premia lo histórico y lo contemporáneo en dos de los casos; y se combinan los estudios con el papel  como ejecutante o intérprete.

La tradición del premio estaba marcada por haber sido entregado en su totalidad a músicos de una larga trayectoria o de importantes aportes a la música cubana. Sin embargo; aquella tradición se rompió cuando se le entregó en 2016 el premio a Leonardo Acosta; fue el reconocimiento a quienes habían dedicado su vida y obra a la investigación, análisis y estudio de todos los fenómenos y procesos que rodean a la música cubana; un lustro antes Leonardo había recibido el Premio Nacional de Literatura; no haberle otorgado el de música hubiera sido una muestra de total orfandad cultural. El precedente abrió el espectro del premio a otras áreas involucradas con la música cubana de peso.

Ahora lo recibe el Dr. Jesús Gómez Cairo; que aunque no tiene la obra literaria e investigativa de Acosta; se ha convertido en uno de los referentes más importantes en temas como estudios sobre determinados procesos evolutivos de la música cubana; pero lo más importante es su labor incansable al frente del Museo Nacional de la Música y todos los temas y acciones colaterales que ello implica.

Gómez Cairo es un hombre de probada vocación conservacionista; de un incasable liderazgo en un colectivo en el que convergen algunos de los más importantes estudiosos de la música cubana y preside una institución a la que solo el sacerdocio permite liderar en tiempos tumultuosos, difíciles, de marcada incertidumbre. Igualmente es un soñador que apuesta a empresas complicadas y de vanguardia; no se debe olvidar su tesón acompañando aquellos tiempos en que arriesgó su prestigio para que circularan diversas revistas de música apelando a la máxima de que la diversidad de puntos de vista es el aporte más dialectico al estudio de nuestra música.

Su premiación ahora, antes la de Leonardo, reconoce una tradición de estudiosos sobre la música cubana que tuvo su antecedente más cercano en el Seminario de Música Popular que fundara y dirigiera por años Odilio Urfé.

El caso de Marcos Urbay es significativo. Es el patriarca de una familia de músicos reconocidos; pero igualmente su nombre se asocia a grandes momentos de la música cubana del pasado siglo, sobre todo en la pedagogía una vez que fue fundada la Escuela Nacional de Arte en la que fungió como profesor primero y posteriormente como jefe de la Cátedra de Trompeta. Si en los últimos 50 años hay trompetistas notables en Cuba; de amplio registro y dominio de las técnicas más complejas en parte se debe a su tesón y empeño.

En lo personal su mayor contribución a la música cubana es la familia musical que creo; una familia que ha dejado huellas profundas en la cultura cubana y de la que siempre ha dicho estar orgulloso. A sus recién cumplidos 91 años este blasón es el cierre dorado de una vida dedicada a la música cubana. Eso también es una forma de sacerdocio.

Urbay recibe este premio tras su retorno a sus raíces, a la ciudad de Caibarién; en el norte de Las Villas. Una ciudad a la que la música y la cultura cubana deben más que un premio de música y de la cual fue creador de la Banda Municipal de Conciertos. Esa es la tierra de hombres que han prestigiado nuestra cultura en diversas manifestaciones; algunos en el pasado, otros en el presente.

Un hombre que aún cada mañana toma el instrumento en sus manos, ajusta sus labios y sueña con grandes melodías y que siempre está listo para ocupar un atril si alguien le llama.