Pabellón Cuba: un gran espacio para el arte

Rubén Ricardo Infante
18/4/2019

Con una larga historia en la expresión y visibilidad del arte contemporáneo, el Pabellón Cuba posee una tradición entre los mejores espacios expositivos. La funcionalidad del área, sus dimensiones y la capacidad para vincular obras instalativas y esculturas, lo hace ideal para eventos como la XIII Bienal de La Habana.

Es el lugar donde se efectuó el Salón de Mayo en La Habana, en el mes de julio de 1967, un evento de alta significación para la difusión del arte y la promoción del quehacer cultural en los años de esa década fecunda para el arte cubano en cada una de sus manifestaciones. En años recientes, el Pabellón Cuba ha acogido amplias muestras en eventos como el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, la Feria Internacional del Libro y otros, que deciden apostar por este espacio privilegiado por su ubicación en la arteria principal del Vedado.

El Pabellón Cuba posee una tradición entre los mejores espacios expositivos. La funcionalidad del área,
sus dimensiones y la capacidad para vincular obras instalativas y esculturas, lo hace ideal para eventos
como la XIII Bienal de La Habana. Foto: Maité Fernández

 

Por estas razones, presentía que las muestras a exponer en esta área dialogan con el espacio. Que refuerzan sus discursos artísticos en la medida en que se vinculan con un paisaje donde se fusiona la naturaleza, lo fabricado por el hombre, y se establecen relaciones de bienestar con el medio circundante.

De esta forma, el interesado en apreciar las muestras que permanecen abiertas al público como parte de la programación de la XIII Bienal de La Habana, lo mismo puede entrar por la calle 23, por N o por 21. Considero que una de las virtudes en la concepción general de cada una de estas propuestas es que no hay un orden establecido. Quizás la elección personal, el azar concurrente lezamiano o la circunstancia de la causalidad, permiten que cada uno establezca su propio recorrido, que asuma la libertad de ordenar, de montar y desmontar los discursos artísticos desde una visión personal. Ninguna obra de arte escapa a la manera en que el público la hace suya, y esa ha sido una constante en el empeño de la Bienal de La Habana por dialogar con los participantes, con el objetivo de convertirlos en actores de una obra colectiva, de una gran muestra del arte.

Con el trabajo del curador Nelson Herrera Ysla, uno de los principales gestores de la Bienal, el espacio expositivo acoge una diversidad de propuestas que enriquece la multiplicidad de enfoques, países de origen, temas escogidos, soportes y formatos, en aras de consolidar la idea de que el arte contemporáneo es viva representación de los procesos sociales que transita la Humanidad: desde el uso de las plataformas digitales, los nuevos patrones de consumo del arte, el mercado y su función (des)reguladora de las prácticas y otros aspectos.

Sobre la marcada influencia de lo digital sobre el arte transcribo un fragmento de un análisis mayor (mejor) al respecto: “No es posible entender el arrojo de las prácticas artísticas contemporáneas en el espacio público, en tanto expresión de continuos gestos transdisciplinares sin atender el tamiz que empapa el escenario colectivo desde hace más de dos décadas, el desarrollo de los nuevos medios que ha dado paso a la cultura digital, que ha permeado las clásicas nociones de público y privado en todos los ámbitos, desde la esfera personal a la colectiva, cambiando el escenario de las ciudades y de nuestras vidas”. [1]

La influencia de los medios de comunicación es lo que también aborda la propuesta de Karlo Andrei Ibarra, con la serie Basamentos (2018-2019). Sus esculturas de libros de uso y cada uno de ellos unido a la fuerza con otros, expone un tejido conectivo de la Historia y del tiempo. Detenerse en las cubiertas de los libros nos hace evaluar el significado que algunos textos han tenido para varias generaciones y que después se han convertido en parte sustancial de una expresión crítico-simbólica sobre lo qué somos y el lugar que ocupamos en el imaginario de una región, un país o una zona geográfica. Una de las intenciones de sus obras, confiesa el artista, es abordar “temas relacionados con las fronteras sociales, políticas, culturales y geográficas”. El proceso de construcción —nunca mejor dicho— pues el elemento unificador es una masa encementada, sobre una cuchara de albañil, principal instrumento para homogeneizar la mezcla, transportarla y echarla sobre una pared desnuda.

Relacionada también con la inserción de una cultura digital, la muestra Arquitectura del amor Versión 1.0, de Narda Alvarado, es un proyecto que vincula un planteamiento arquitectónico con la investigación de carácter conceptual, con la cual persigue definir el concepto amor de dos. En las paredes de la sala encontramos fragmentos que constituyen verdaderos postulados de la búsqueda del amor “original” o “auténtico”. Uno de ellos denuncia que: “En nuestro mundo hay más parejas disparejas que compañeros que se quieren. Porque cada día hay más divorcios. Porque el sexo está sobrevalorado como una mercancía. La práctica del sexo amoroso se ve disminuida. Porque cada día hay más violencia y luchas de poder. Porque del poder se habla mucho y del amor poco. Porque aunque el amor es simple (en esencia), cuesta encontrarlo. Es difícil practicarlo. Porque la búsqueda del amor de pareja (amor de dos) se ha convertido en un objeto de consumo virtual (apps, sitios de citas). Porque en los templos del saber, del amor aprendemos poco y porque, puesto que el amor es radical, revolucionario, subversivo, necesario, universal, tiene que poderse y empoderarse públicamente”.

En las tres muestras referidas podemos concluir que el diálogo con la tecnología, y la crítica a la influencia de los nuevos medios y la cultura digital en los patrones de la vida contemporánea es el principal punto de encuentro. Sobre el resto de las muestras que se exponen en el Pabellón Cuba como parte de la programación de la XIII Bienal de La Habana, expondremos otros criterios en próximos textos en este mismo espacio.

Notas:
 
[1] Lynda Avendaño Santana: “Toponimias de la relación entre arte y nuevos medios como arte público en el contexto del capitalismo cognitivo (1999-2016)”. En: Artecubano, No. 1, 2017, pág 59.
 
Artículos Relacionados:
 
La censura como un reino en sí mismo
 
Metáfora de vida en la instalación interactiva de Tamara Campo
 
De los constructos posibles, en el Pabellón Cuba
 
Camino de muerte