Nelson Domínguez: Mi amiga Alicia, siempre
22/10/2019
Lejos estaba de suponer Nelson Domínguez que, mientras montaba las piezas de su exposición Mi amiga Alicia, en la sala principal del Centro Provincial de Arte de Holguín, lo llamarían para confirmarle la partida de la prima ballerina assoluta este 17 de octubre de 2019.
La exposición llegó a Holguín desde Santiago de Cuba, como parte del espacio Lote, en la Feria Iberoamericana de Artesanía Iberoarte 2019, de la Jornada por la Cultura Cubana y de la Fiesta de la Cultura Iberoamericana, pero su inauguración terminó convirtiéndose en un homenaje póstumo de Nelson a su amiga, y de la cultura y el pueblo holguinero a la fundadora de la compañía con su nombre, base del Ballet Nacional de Cuba y de la Escuela Cubana de Ballet.
“Muchos no disfrutamos el tiempo vivido en la contemporaneidad con grandes figuras, y confundimos en ello su fama social con su verdadera naturaleza. Siento orgullo de haber sentido la proximidad que nos tocó vivir a mi generación; conocer a los grandes pintores, a los que guardo en sagrado recinto. Así también apareció Alicia en mi camino. La he pintado y la pintaré, porque de su grandeza se nutre la cultura de la nación cubana y universal”, asegura Nelson.
“Tuve que aguantarme para no llorar”, le dice a su esposa, por teléfono, poco después. En la inauguración, una de las más concurridas de los últimos años en el Centro Provincial de Arte, alumnos de danza de la Escuela Vocacional de Arte Raúl Gómez García interpretaron fragmentos de obras que marcaron la carrera de Alicia: Giselle, Carmen, Coppelia, El lago de los cisnes…
Nos encontramos en el céntrico y cómodo hotel Caballeriza, detrás de la Catedral de Holguín, sitio que marca, con su construcción y primera misa, el nombramiento de este territorio como ciudad en 1720. Casualmente la exposición que hace poco Nelson ha inaugurado se enmarca dentro de las actividades por la jornada que, desde ahora, celebra los 300 años del pueblo de Holguín.
Nelson Domínguez es un pintor reconocido, Premio Nacional de Artes Plásticas 2019, una de las firmas más importantes del arte contemporáneo cubano, un hombre que ha expuesto en medio mundo y posee piezas en importantes galerías y colecciones privadas: desde el Museo Nacional de Bellas Artes, el Palacio Imperial de Japón, las casas presidenciales de México y Guatemala y el Museo de la Universidad de Cornell, en Estados Unidos, hasta las colecciones personales de la Reina de Holanda, Steven Spielberg, Robert Redfort y Liv Ullman… Pero aun así vemos mucho del niño que nació en 1947, en Baire, Santiago de Cuba, en las inmediaciones de la Sierra Maestra: “Toda mi obra parte de allí, de mi infancia, de mi relación con la naturaleza”, dice.
Comenzamos hablando de la muestra —compuesta por un promedio de 60 piezas, la mayoría realizadas con su impronta expresionista en técnica mixta sobre tela, pero también en papel manufacturado, serigrafía, resina, madera— y su amistad con Alicia Alonso, pero el diálogo se enrumbó hacia otros territorios más abarcadores: su infancia y la relación con su familia; su paso por la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos; la llegada a La Habana para estudiar en la Escuela Nacional de Arte; los profesores; Antonia Eiriz; su generación; Picasso; el expresionismo; los años 70 y su inserción en el panorama plástico nacional; el Premio Nacional de Arte…
Por todos estos caminos de la memoria fuimos transitando hasta casi la medianoche, aunque aquí solo reproduzca una parte, pequeña, por cierto, del diálogo, esa donde conversamos sobre Alicia. Nelson hablaba de ella —había mucho de luz y humedad en sus ojos— en presente, como si aún viviera y él pudiera regresar a su casa y dibujarla, al natural, como otras tantas veces.
Alicia, ave nacional es la primera obra donde retratas la figura de la prima ballerina assoluta, está firmada en 1998. ¿Cómo nace la idea de hacer una obra sobre Alicia Alonso?
Hubo un exordio de amistad primero, por causa de mi apoyo a las escuelas de ballet, por una donación que hice: se subastó un abanico que realicé, el Hotel Parque Central lo compró y yo lo doné para las escuelas de ballet. Eso, al parecer, fue algo que a ella le llegó y le gustó la idea.
También tengo dos hijos que estudiaron ballet… En dos o tres ocasiones la invité a mi casa, le cociné, le gustó ir a mi casa a comer, en fin… Hubo el nacimiento de una amistad, que empieza por las cosas más íntimas, como puede ser comer, sentarse a conversar, hablar de algo que uno pueda compartir, de sentimientos paralelos, cosas así… Así nacen las amistades. Pero no recuerdo todavía la razón que me indujo a mí a hacer ese primer retrato de Alicia. Si fue una petición, alguien que me lo propuso, mi propio interés… Solo sé que un día fui a verla de bien cerca para proponerle la idea del retrato Alicia, ave nacional. Lo hice, y al final de aquel encuentro, después de que yo había partido de su oficina en el Ballet Nacional de Cuba, ella le preguntó a Miguel Cabrera cómo era yo, pues había sentido el peso de mi mirada escudriñando detalles. Entonces supe que ella para ver no necesitaba de sus ojos. Alicia me bautizó, un día, como “El Amigo”, para orgullo mío. Dice su esposo, Pedro Simón, que si un día se quema el Museo de la Danza, el primer cuadro que él salvaría sería ese; eso lo ha dicho él…
La pieza pertenece a los fondos del Museo de la Danza…
Sí, al igual que la orquídea, el palillo de pender —la presilla, la mordaza— y la urnita que está con las zapatillas. Son piezas que pertenecen a la colección del Museo de la Danza. Así nació la amistad, después vinieron otros encuentros. Ella, cuando había funciones, le decía a las personas que trabajan con ella —pues, como te comenté antes, me tildó de “El Amigo”—: “Recuerden enviarle las invitaciones al Amigo”. Me quedé como “El Amigo”. Por eso le puse a la exposición Mi amiga Alicia; a mí nunca se me hubiera ocurrido decirle “mi amiga” si ella no me llama antes amigo. Hubiese sido una insubordinación afectiva hacerme llamar su amigo… Nuestra relación de amistad no fue de esas de vernos todos los días, yo creo que los amigos reales son aquellos que no se ven todos los días; aunque en muchas ocasiones tuvimos contactos. Ella usó mi galería para hacer eventos de ballet, exposiciones… De hecho, la silla que está en la muestra, “El trono de Alicia”, está firmada por ella. Cada vez que iba se sentaba allí, por eso le puse así. Después hice otra, que es “La silla de Alicia en los oficios”, que tiene los pies como de bailarina… Ha sido una relación de amistad progresiva, hasta el punto de que el día 2 de marzo yo le hice el último dibujo en su casa, del natural, un dibujo que está hecho como un apunte, de unos quince minutos… Fue la última pieza que hice, pues la exposición cada vez que se hace en un lugar se le agrega una pieza nueva. A esta se le agregó la xilografía grande.
Te enteraste de su fallecimiento ayer, durante el montaje…
Ayer un amigo común que vive en Artemisa me llamó… Me dolió, claro, mucho, pero me dije: ojalá yo viviera esa cantidad de años de forma tan fructífera como lo hizo ella. Nunca perdió su claridad, lúcida completamente. No hay que sentirse triste, porque Alicia logró durar, vencer la muerte y ganar la vida, y elevarse habiendo dejado los árboles llenos de frutos. Eso fue su vida, una mujer muy luchadora, que realizó hasta el final de sus días todo lo que se propuso.
Al principio de la Revolución, Alicia se incorporó absolutamente al proceso, y a partir de ese momento, pienso que uno de los valores más sobresalientes de su vida y obra fue llevar lo culto a lo popular… Hay un abanico en la exposición, una pieza que se llama “¿Culto o popular?”, que va sobre la disquisición esa de qué es lo culto y qué lo popular: si las bases africanas son populares o son cultas; si el ballet es lo culto y las danzas africanas lo popular… Ese es el sentido que tiene. El abanico está dividido, Santa Bárbara en el medio… Para mí esas danzas son tan cultas porque vinieron en la mente de los esclavos; ellos no trajeron nada, venían amarrados en los barcos, sin instrumentos, nada… Su cultura, esa que hoy predomina en Cuba, básicamente, la trajeron en sus mentes, con la fuerza espiritual… Yo creo que Alicia ganó un terreno muy grande para la cultura cubana al hacer del ballet, algo elitista, un arte también popular, porque a la gente aquí le gusta el ballet. En otros sitios es un arte que corresponde a una clase. Ella desclasificó las categorías sociales del ballet y lo convirtió en lo que es hoy.
Nelson, y a ti te gusta el ballet, eres, digamos, un balletómano…
No soy balletómano, pero sí me gusta el ballet, la música de los ballets. He trabajado mucho con el ballet, he realizado escenografías para obras, carteles, cosas que he hecho. Y además, el hecho de que mis hijos estudiaran ballet también me acercó bastante al mundo de ese arte.
Has dicho anteriormente que la naturaleza es el gran tema de tu obra —lo podemos ver en tus primeras series, de la década de 1970—, pero también está la naturaleza humana…
La naturaleza y la naturaleza del hombre. Nunca sería un pintor abstracto, ni un pintor realista. Si yo optara por ser un pintor realista, preferiría ser un fotógrafo. En mis temáticas al final hay un apego antropológico a la naturaleza del hombre, el hombre universal que incluye al animal… Aunque para mí un tema no es importante. Las batallas no han sido importantes por haber sido batallas, sino por cómo se pintaron: Saratoga, La rendición de Breda, el Guernica…
Y cómo entender entonces la naturaleza de Alicia en tu obra…
Esta es una muestra un poco monográfica, que está hecha para un público que debe relacionar todo con Alicia. Hay una dosis figurativa muy fuerte, que no es exactamente la forma.
Me llama la atención que en todas las obras vemos a la Alicia bailarina, la maestra…
Yo la veo como lo que es ella, como una bailarina. Una gran bailarina vista por un pintor. El último retrato que pude hacer representa una pose de ella, sentada, descansando, y aún no le he puesto el título, quizás no he pensado aún en eso. Mi relación en sí era de admiración, una admiración que puede tener un pintor hacia toda la estética del ballet. Con todos los movimientos, que son sugerentes, siempre se refleja que ha estado muy cerca de las artes plásticas.
Y además asocias su personalidad a elementos naturales, por ejemplo, flores, el colibrí…
Ella se viste así, su ropa es así. Alicia, ave nacional tiene un manto rojo, que es un poco la inspiración de un cuadro de Carlos Enríquez que se llama Retrato de Marta, que tiene un paño rojo…
Sabías que Alicia pintaba… ¿Viste alguna de las obras?
Estuvimos muchas veces intentando organizar una exposición de su obra en mi galería, Los Oficios, pero no lo logré. Y en su casa nunca vi un cuadro suyo, quizá los tenga en otro lugar. Sabes, esas despedidas duelen, saber que esa persona no va a regresar más, que es una despedida definitiva. Tengo una amiga que dice: “Todo lo perdemos y todos nos perdemos”. Pero creo que el ser humano va dejando rastros, y lo importante es dejar algo para los que vienen detrás.