El Caribe es, ante todo, un sentimiento identitario indestructible
27/6/2018
Cuando se habla sobre los conocedores profundos del Gran Caribe su nombre aflora de inmediato. No existe prácticamente ningún espacio académico en la región en el que se le excluya de la relación de expertos relevantes. Es tal la ascendencia de su producción intelectual, en la que se entremezclan diversos saberes, que su sola asistencia a un evento le confiere al mismo matiz especial. Así de simple.
Luego de algunos años sin estar en nuestros predios —demasiados para alguien con vínculos tan sólidos con Cuba— don Pablo A. Maríñez recorrió las calles habaneras con el mismo ímpetu que en 1984, la primera de las muchas veces en que lo hizo. Entonces ya era Profesor e Investigador Titular de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). En esa ocasión, fue uno de los puntales del intercambio que se produjo con el Centro de Estudios de América (CEA) y otras instituciones de la Mayor de las Antillas.
El pretexto para desandar ahora diversos espacios capitalinos (el detonante en realidad, pues los amigos verdaderos, como es su caso, no necesitan de artificios para reencontrarse) fue la celebración de la 43 Conferencia Anual de la Asociación de Estudios del Caribe (AEC), la cual tuvo lugar entre el 4 y el 8 de junio bajo el lema “Educación, cultura y pensamiento emancipador en el Caribe”.
Nació en República Dominicana tres cuartos de siglo atrás, pero ha desarrollado su vida profesional, fundamentalmente, desde la principal urbe mexicana. “Llegué allí en septiembre de 1978. Desde que me gradué en Madrid en 1972 hasta ese momento trabajé como profesor en la Universidad de San Marcos en Lima, y más tarde en Ecuador”, rememora.
Otro ámbito en el que acumula vasta experiencia es en el diplomático. Entre 1997 y el 2000 fungió como embajador dominicano en México, responsabilidad que repitió entre el 2004 y el 2008. Desde el 2009, y hasta el 2016, laboró como embajador quisqueyano en Chile. “Cuando el presidente Leonel Fernández me nombró en la oportunidad inicial me dijo que estaba oficializando lo que sucedía desde hacía mucho tiempo, considerando mis nexos con el pueblo mexicano. En la presentación de las Cartas Credenciales le expresé al presidente Ernesto Zedillo el honor que significaba ocupar tan alta responsabilidad, en la que constituye mi segunda patria. Conocí al Dr. Fernández desde el primer viaje que hice a Santo Domingo en 1978, luego de que se me levantara el impedimento que me prohibía hacerlo que me impuso Joaquín Balaguer. Había tenido la oportunidad de ser su anfitrión, en diferentes visitas que realizó a la nación azteca, en su condición de docente en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Leonel es un intelectual en todo el sentido de la palabra. Recuerdo, por cierto, que la primera vez que lo vi interrumpió el diálogo, pues debía presenciar una conferencia del profesor Juan Bosch en la UASD”.
Maríñez es autor de múltiples libros y un sin número de artículos en revistas científicas. En uno de los más recientes afirma: “La región del Gran Caribe —las Antillas, Centroamérica y los territorios continentales bañados por el Mar Caribe como lo son México, Colombia, Venezuela y las Guyanas— ha jugado un papel geopolítico de singular importancia histórica y contemporánea en América, para las potencias hegemónicas, por lo que en su momento cada una —España, Inglaterra, Francia, Holanda y Estados Unidos— se trasladó hasta allí, para tener presencia y disputarse la posesión de dichos territorios (…) Una mirada, o más bien un análisis, de la cartografía del Gran Caribe desde una perspectiva geopolítica, nos permitirá comprobar que dicha región se conformó como la síntesis o condensación de las diferentes perspectivas, visiones teóricas y escuelas de la geopolítica que han desarrollado los geo-estrategas más destacados de los últimos tiempos, en lucha permanente por el poder. En otras palabras, el Gran Caribe es una expresión condensada del gran tablero mundial, de cómo han sido movidas y colocadas sus fichas”. [1]
Lo apasiona investigar, al igual que trabajar frente a los jóvenes en las aulas universitarias. “He retomado mi quehacer académico lleno de entusiasmo. Imparto dos cursos sobre la historia de América Latina y el Caribe y los desafíos de la región. Siempre he tenido alumnos muy motivados, particularmente los de Relaciones Internacionales. Cuando comienzo las clases les pido que hagan honor a su nombre: estudiantes, lo cual entraña el deber de preparase previo a las conferencias de los profesores. Medio en broma y muy en serio les digo que universidad implica ver si usted da en realidad como profesional. De esa manera los motivo a actuar con rigor y no desaprovechar el tiempo. Lo esencial es crear un ambiente para, desde el respeto, dialogar y polemizar sobre cualquier aspecto”, precisa.
Desde que conocí que asistiría como una de las figuras especialmente invitadas en el evento de la AEC (el cual no se realizaba en Cuba desde 1991) albergué la esperanza de poder entrevistarlo. “Me dijeron que las doctoras Yolanda Wood, quien presidió este congreso de la CSA (por sus siglas en inglés), y esa poetisa excepcional que es Nancy Morejón, tenían interés en que asistiera. No hubo que decirme más. Me alegro enormemente de ser parte de este encuentro entre una representación de la gran comunidad académica y cultural que analizamos disímiles cuestiones sobre el Caribe”.
Su ponencia “Colonización y controversias territoriales en el Gran Caribe”,[2] me confirmó que no podía desaprovechar la oportunidad de lanzarle varias interrogantes. Milagros Martínez Reinosa —secretaria de la Cátedra sobre Estudios del Caribe “Norman Girvan” de la Universidad de La Habana y una de las bujías de los intercambios con instituciones de diversos países—, ayudó en el empeño. “Don Pablo, me gustaría que dialogara con este profesor miembro de nuestra Cátedra, quien lleva adelante una investigación sobre Juan Bosch. Quiero invitarlo además al panel de mañana dedicado al Comandante en Jefe Fidel Castro, en el cual él es uno de los expositores”, le dijo con la naturalidad que la distingue. “Por supuesto que asisto al homenaje a Fidel y también converso con él”, respondió de inmediato. Pocas horas después todo se concretó en el Salón Solidaridad, y sus inmediaciones, del emblemático Hotel Habana Libre. [3]
Años más tarde, el líder de la Revolución Cubana se refirió a los orígenes de la relación entre ambos. “Estando en la isla, un día llegó un grupo de dominicanos y, entre ellos, Juan Bosch. Muy pronto hicimos amistad. Entre tanta gente en el cayo a mí me gustaba conversar con él; de todos los dominicanos que conocí fue el que más me impresionó. Lo recuerdo como un hombre mayor. Cumplí 21 años en el cayo, y pienso que Bosch ya tendría unos 36 ó 37 años. Su conversación realmente conmovía, la forma en que se expresaba; parecía un hombre muy sensible. Vivía muy modesto allí, al igual que todos los demás, y creo que sufría lo mismo que la gente. Yo no lo conocía, no sabía que era el escritor, el historiador, el intelectual. Lo vi como un dominicano honorable, de conversación agradable, que decía cosas profundas y sensibles; transmitía todo eso. Se le veía como una persona que sentía los sufrimientos de los demás, estaba sufriendo por el trabajo duro de la gente. Además vivía la emoción, porque era el intelectual, al fin y al cabo, que se incorpora a la acción, llegada la hora de la lucha —un poco como hicieron Martí y otros muchos intelectuales de nuestra propia guerra—. Pudiéramos decir que era allí el hombre de mayor calibre, el más destacado. Muchas veces nos íbamos para el extremo de la isla y conversábamos; sus palabras me marcaron mucho. Así nos hicimos amigos. La amistad tiene un mérito por su parte, él ya era una personalidad y yo era un estudiante joven que no significaba nada entre tantos jefes, coroneles… Yo era un teniente y mandaba un pelotón. Sin embargo, Bosch me trató con mucha deferencia y consideración”.[4]
Maríñez, no solo conoció durante décadas al insigne escritor y político dominicano, sino que es uno de sus principales estudiosos. Con un hablar pausado, donde cada palabra forma parte de una reflexión conceptual de alto vuelo, evocó a su mentor en la medida en que desgranaba recuerdos sobre pasajes de su trayectoria. Con humildad impresionante aseguró, ante la sugerencia de que escribiera sus memorias, “Mi vida no ha tenido relevancia para ello. Estoy más interesado en aportar en el examen sobre nuestra región desde una perspectiva amplia”.
“Mi interés por el Caribe, me dijo durante el intercambio, se produjo en España. Allí comienzo a darme cuenta, dentro de ese contexto europeo, de quien soy y cuáles son los pilares que me sostienen. Es así que me adentro en el estudio de la historia de América Latina y el Caribe y de temáticas como la negritud. Una figura actuó de pórtico: Frantz Fanon, a quien conocí a través de los textos publicados en este archipiélago. Su cosmovisión me atrapó y me introdujo al laberinto caribeño desde la integralidad de ir más allá de lo hispano, anglófono o francófono. Después Erick Williams consolidó la idea de apreciar ante todo el Caribe como un sentimiento identitario indestructible. Cuba, y sus instituciones de vanguardia como Casa de las Américas y el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficas (ICAIC), resultaron vitales en justipreciar lo que me rodeaba. Una contribución especial la realizó Fidel con sus discursos, en los cuales aportaba elementos claves para entender nuestro pasado y, sobre todo, mirar hacia el futuro desde la perspectiva emancipatoria. Tuve el privilegio de formarme integrando las contribuciones de la literatura, la novelística, la poesía y el resto de las esferas culturales”, confesó.
Pese a lo intenso de la agenda concertada por él, para aprovechar al máximo el reencuentro con el pueblo cubano, no demostró premura. Por el contrario, cada valoración lo llevó a sumergirse en esa parte muchas veces insondables del pasado, a la que solo se accede en oportunidades especiales. En medio del análisis tuvo tiempo para sugerirle a un joven matrimonio chileno, acabado de llegar a La Habana por vez primera, sitios que no debían dejar de recorrer. “El Museo y la Plaza de la Revolución son dos de ellos. Al igual que la Universidad de La Habana, el Callejón de Hamel y el Cementerio de Colón. Este último con elevado valor artístico y patrimonial”.
Arranquemos por el principio, ¿cómo y dónde conoció a Juan Bosch?
Debo referirme antes a la caótica situación imperante en mi país, luego de que el gobierno democrático del profesor Juan Bosch, el primero en la República Dominicana después de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, fuera derrocado por un golpe de Estado, el 25 de septiembre de 1963. En 1965 la denominada Revolución de Abril, que se propuso recolocar a Bosch en el Palacio Nacional, de donde no debió salir, fue ahogada con la invasión de más de 40 mil marines de la 82 División Aerotransportada. Son imborrables las imágenes de heroísmo del pueblo quisqueyano, el cual resistió a lo largo de numerosas jornadas la embestida imperialista. Recuerdo que escuchamos, un grupo de jóvenes, con el silbido de las balas pasando sobre la cabeza (esto no es una metáfora) el discurso de Fidel el 1ro de mayo en el que examinaba la situación. Con su sentido extraordinario para adelantarse a lo hechos, Fidel afirmó que Bosch no era marxista, ni comunista, pero que después de aquella masacre era probable que lo fuera. La vida le dio la razón, debido a que el propio profesor planteó que cuando asumió las ideas de Marx su vida cambió por completo. [5]
En esa etapa se instauró como delito ser joven y estudiante. La represión que sobrevino a la ocupación estadounidense tachaba a todos quienes teníamos esa condición de comunistas. Mis padres, preocupados por ello, en un contexto donde a diario proliferaban los asesinatos, encarcelamientos y torturas, decidieron enviar a tres de sus hijos a estudiar a España. Fue un momento en que centenares de estudiantes dominicanos salimos al extranjero a proseguir nuestra formación, particularmente en la nación ibérica. Arribé en 1966 y a los pocos meses lo hizo Bosch, quien había planteado que necesitaba analizar con detenimiento lo que sucedió. Con la irreverencia de los jóvenes en cualquier latitud conseguí el teléfono de donde se hospedaba en Madrid, cerca del estadio de fútbol Santiago Bernabéu.
Le pedí una cita y me la concedió. Al llegar a la casa me dijeron, “Espere a que regrese. Fue a devolver un martillo que le prestaron”. Esa noticia me estremeció. No solo se trataba de que un ex presidente pidiera prestada esa herramienta (lo cual en sí mismo ratifica la manera sencilla en la que vivió invariablemente) sino que él mismo se tomara el trabajo de retornarle y agradecerle el préstamo a dicha persona. A lo largo de la conversación que sostuvimos escuchó con mucho interés lo que le contaba. Yo estaba matriculado entonces en Ciencias Políticas y Sociales. Para mi generación era, sin discusión alguna, la máxima figura política quisqueyana. Desde ese instante se inició una amistad entre nosotros que no culminó nunca. Él era el maestro y yo el discípulo y seguidor. Siempre me referí a él como el “Profesor Juan Bosch”. Esos encuentros se convirtieron asiduos en Madrid, al igual que en París, a donde se trasladó más tarde durante ese periplo europeo que se prolongó poco más de tres años para él.
En 1972 tengo que salir de España. Partí rumbo al Chile de Salvador Allende, que tanta ilusión despertó de uno a otro confín planetario pero, por los azares de la vida, me quedé en Lima, donde me ofrecieron trabajo en la Universidad de San Marcos. Desde allí mantuve comunicación con el Profesor, al igual que al trasladarme a Ecuador. Él me pidió incluso unos reportes sobre un proceso electoral que aconteció en esta nación andina. Años más tarde comprobé que no los recibió. En 1978, en que se me permite regresar a Santo Domingo luego de que Balaguer saliera del poder tras 12 años ejerciéndolo, me reúno de inmediato con él. El intercambio se produjo en el mismo departamento que utilizó durante muchos años. Tenía en la pared un cuadro gigante con la imagen de Emiliano Zapata. Me preguntó si recordaba lo que platicamos en el último contacto. Tenía una memoria prodigiosa.
Háblenos un poco más sobre los intercambios que sostuvieron en Europa…
En Madrid, en la segunda o tercera oportunidad en que acudí a su hogar, fui con una amiga dominicana. Al verla le dijo que tenía algo diferente. Después de unos segundos fue más explícito. “Se trata de la montura de los lentes”. Ella, que no recordaba la fecha en que los cambió, quedó atónita. La única vez en que conversaron, antes de aquella tarde, fue cuando la muchacha lo visitó en San Juan, Puerto Rico, hacia donde fue enviado Bosch después de la asonada golpista que lo derrocó. Era un observador fuera de serie. En otra ocasión me aparecí con un amigo ecuatoriano de apellido Malo. El Profesor le hizo una genealogía sobre la procedencia del mismo. Dije para mis adentros, que sepa de la historia dominicana está bien pero que tenga tanto dominio sobre estas cuestiones de otros países…
Todos los encuentros con él me impactaron. En la capital española lo invitamos a dar varias conferencias. Una de ellas la concebimos en el Instituto de Cultura Hispánica, de los lugares más frecuentados. Dijo que no aceptaba porque este representaba una expresión del bastión colonial que aún permanecía. Cuando le propusimos hacerla en el Colegio de Nuestra Señora de Guadalupe, respondió sonriente, “Todo lo que guarde relación con México es bienvenido”. Así era Bosch.
Otra vez participó en una de las reuniones que frecuentemente sosteníamos la comunidad dominicana en aquella ciudad. Fue en el momento en que manejaba la tesis de que no había existido una burguesía nacional, en toda la extensión de la palabra, a lo largo de la historia dominicana. Esa idea despertó rechazo en los sectores de izquierda, muchos de los cuales querían superponer de forma mecanicista los postulados del marxismo al devenir nacional, ignorando las singularidades que caracterizaron el mismo. El Profesor es la antítesis de la repetición dogmática. No toleraba declamaciones, a manera de versículos. Su desvelo era analizar con todo rigor los acontecimientos y las personalidades, para arribar a conclusiones que pudieran sustentarse. En ese encuentro participó Antonio Guzmán, quien más tarde sería presidente de mi país. Participó también en otra reunión de nuestra comunidad, a la que estaba invitado el embajador dominicano, el cual no asistió. Décadas después encontré, en el Archivo General de la Nación de Santo Domingo, el memorándum que este le remitiera al presidente Balaguer, en el cual descalificaba a nuestro grupo estudiantil. Le pedía además mayor presupuesto para desplegar una labor de contención efectiva contra nosotros. Concluía con la idea de que Bosch debía ser aislado, por el efecto cautivador que ejercía en quienes los escuchábamos.
Dentro del quehacer intelectual desplegado por Bosch descuellan sus investigaciones históricas. A ello se une el peso del conocimiento de lo que sucedió en sus análisis de la más variada naturaleza. ¿Qué tipo de historiador considera que fue Bosch?”
No estamos en presencia de un historiador profesional, en el sentido académico que implica estudiar una carrera universitaria, y desarrollar después otros estudios en la materia. En realidad tampoco es un politólogo, economista, o experto en relaciones internacionales,[6] desde el punto de vista clásico, ya que no cursó estas disciplinas ni ninguna otra en casas de altos estudios. Fue, eso sí, un autodidacta con una cultura descomunal que sobresalió, de una manera u otra, en todas las ramas en las que incursionó. Si solo hubiese escrito De Cristóbal Colón a Fidel Castro. El Caribe, frontera imperial, ocuparía por derecho propio un lugar prominente entre los historiadores. Es un texto inigualable para comprender el decursar en el tiempo de la región. En su elaboración hay una perspectiva geopolítica en la reconstrucción de la historia del Caribe. Uno de los grandes aportes de este libro, y de muchas otras de sus obras, es que nos permite comprender el presente desde ópticas que apuntan hacia el futuro.
En sus estudios existe una concatenación entre los acontecimientos y procesos. Cada pieza importa para él, a la hora de reconstruir el rompecabezas. Cuando escribe este libro monumental necesita reinterpretar, con método propio, la narrativa que se acendró sobre nuestro pasado. Ello le permitió, al mismo tiempo, fortalecerse como político y tener más acabada y completa una visión sobre el papel imperialista de Estados Unidos, el último de los imperios que se asomó al Mare nostrum caribeño.
He escrito con antelación que en gran parte de la producción bibliográfica de Bosch, en ocasiones, se hace difícil encontrar la frontera entre la historia y otras disciplinas, como la política, la sociología, la antropología, e incluso la psicología, debido a la formación interdisciplinaria de este notable pensador dominicano. Ello es vital para aproximarnos mejor al historiador con el que nos encontramos; quizás por estas mismas razones Bosch utilizó la historia —alejado de la forma tradicional de la historiografía, para conocer los hechos pasados— como una herramienta que le permitiera explicar el presente, a la vez que prever el futuro. Por tales motivos, no cometeríamos ninguna exageración si planteamos que Juan Bosch era un historiador innato, si es que tal personaje existe en las ciencias sociales y humanas.[7]
¿Por qué Bosch se traslada de Madrid a Benidorm?
Por una razón simple y a la vez de enorme importancia. Todo el mundo quería verlo, saludarlo, conversar con él. Resultaba imposible que avanzara en sus investigaciones, en medio de ese ritmo trepidante de actividades. Enrique Marín, a quien agradece en el libro, se encargó de las gestiones para que consiguiera un sitio más reposado, en el cual pudiera concentrarse en sus meditaciones. Emergió así esa porción levantina. En realidad otras veces le sucedió lo mismo. Mientras estuvo en Chile, a mediados de la década del 50, tuvo que mudarse a un pequeño pueblo cerca de Valdivia, para que vieran la luz los textos en que trabajaba para la fecha, entre ellos Cuba la isla fascinante, el cual se escribió en diversos sitios de Cuba y Costa Rica entre 1951 y 1952.
Considero que esa etapa europea resultó la más productiva para el Profesor, justo en el momento en que se produjo un cambio cualitativo dentro de su pensamiento. Fue en ese período que creó varias de las obras de mayor calado. De Cristóbal Colón…, por ejemplo, le permitió profundizar su visión sobre la dominación imperialista, bajo el prisma de lo que hoy llamamos el funcionamiento integral de la superpotencia hegemónica.
Usted tiene varias anécdotas relacionadas con este libro. Cuéntenos lo concerniente al nombre del mismo…
En uno de los tomos sobre las Obras Completas del Profesor a los que les realicé el ensayo introductorio hablo sobre ello. Aunque pueda parecer intrascendente, debemos aclarar que el título que su autor le dio al libro —lo cual nos consta, por haber estado muy cerca de él, primero cuando lo escribía en Benidorm, y después cuando concluyó los arreglos finales en París para que entrara en imprenta, a mediados de 1969— fue el de “El Caribe, frontera imperial”. Y lo hizo así porque con dicho título se expresaba de una manera sencilla la tesis sostenida y desarrollada en la obra, como podrá comprobar el lector. Pero la editorial Alfaguara de España, que fue la que primero lo publicó en 1970, le sugirió modificar el título, por el que todos la conocemos hoy día, De Cristóbal Colón a Fidel Castro. El Caribe, frontera imperial. De manera que el título que originalmente le dio Juan Bosch, quedó como subtítulo de la obra. Y lo cierto es que fue un gran acierto de los editores, por varias razones.[8]
¿Qué ocurrió en torno a El Pentagonismo, sustituto del imperialismo?
Cuando lo estaba escribiendo me pidió que le consiguiera El imperialismo, fase superior del capitalismo, de Lenin. Lo busqué con un compañero dominicano de estudios y se lo llevé a su casa de Madrid. Creía ingenuamente que el Profesor desconocía la obra del revolucionario ruso. Todo lo contrario, la había leído mucho antes. Ahora solo necesitaba precisar algunas de las ideas planteadas por el genial pensador, en el contexto de las dos primeras décadas del siglo XX.
Quiero aprovechar para remarcar una idea de suma importancia que también he explicado en otras ocasiones. Sería un simplismo, como han hecho algunos analistas, plantear que en Juan Bosch se produjo un cambio radical en su pensamiento político —o incluso que se había convertido en un amargado y resentido—. Es cierto, se había producido un cambio en su pensamiento político, pero sólo en algunas dimensiones, como la democracia y el partido político, pues en las demás dimensiones encontramos una continuidad, tema que no es el caso abordar en este momento. Lo que no se puede perder de vista es que el verdadero cambio se había desarrollado en la estructura del capitalismo, y en la coyuntura de la región del Caribe, pues el orden geopolítico se había transformado. Y siendo Bosch un actor político de primer plano en los hechos que allí se producían, no podía quedarse aferrado a un viejo libreto, que pertenecía a una etapa de la historia que había sido modificada, al menos en la correlación de fuerzas económicas, militares, políticas y sociales.
Desde una perspectiva metodológica de análisis del pensamiento político de Juan Bosch, lo correcto sería plantear un enfoque dialéctico para una adecuada comprensión del mismo, dejando a un lado el simplismo de las subjetividades antes señaladas. Las condiciones de producción se habían modificado como resultado de los cambios políticos internacionales, y en consecuencia se tenía que producir un cambio en el enfoque y análisis políticos, incluso recurriendo a otras propuestas teóricas paradigmáticas, pues al modificarse la problemática objeto de estudio los viejos instrumentos teóricos no son suficientes para dar cuenta, de manera rigurosa, del curso que estaban siguiendo los nuevos acontecimientos.[9]
Todo esto lo señalo como evidencia de que el rigor e intensidad con que trabajó en esa etapa hizo que produjera una obra colosal. Hay planteamientos en De Cristóbal Colón… que igualmente sostiene en Composición social dominicana, otro de los textos relevantes del período. Uno de ellos es que España no tenía sustancia como imperio, pues no disponía de burguesía. Era la idea que quería demostrar en República Dominicana. No hace Composición social… como un historiador cualquiera. Necesitaba entender ese presente complejo con el que estaba lidiando. Su propósito central era llevar adelante una revolución antioligárquica. Nada de lo que afirmaba era producto de la improvisación.
Se dio a la tarea de rastrear si en algún tramo de la historia quisqueyana existió, con toda exactitud, una burguesía bien definida en todos sus contornos. No la encontró, al menos en el sentido con que ella parece en otras latitudes.[10] Ello le hizo entender, asimismo, la manera en que fracasó su gobierno, sustentado en los cánones de la llamada democracia representativa. De ahí nace con vigor su aspiración de organizar una revolución antioligárquica. En América Latina se habían dado diferentes casos, marcados por las particularidades del desarrollo histórico de cada país. Hoy en día interpreto todo su esfuerzo como parte de un trabajo en aras de la “decolonialidad”. Es una dimensión que debemos estudiar dentro de su pensamiento.
Toda su obra está marcada por la necesidad de explicarse con claridad y amplitud lo contemporáneo, desde una interpretación rigurosa y creativa de lo que sucedió antes. No era repetir por repetir. Ello no conducía a ningún lado. Lo esencial para él anidaba en sumergirse en las raíces con una mirada desprejuiciada, y comprometida, a la vez, con nuestras tradiciones de lucha. En él la historia representa también la posibilidad de la comprensión. La tesis de la pentagonización de la sociedad es una especie de conocimiento abarcador de lo que ocurría en nuestros países, dentro de un marco hemisférico.
Sus investigaciones están encaminadas a un fin social concreto…
Es algo que lo caracteriza. Sus análisis se orientan a la búsqueda de un proyecto. Ello explica su ruptura con el Partido Revolucionario Dominicano (PRD). Para él ese partido respondía a otro tipo de condiciones y por lo tanto sus métodos no eran los que demandaba ese momento nuevo de la historia dominicana.[11] Al fundar el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), el 15 de diciembre de 1973, dio forma a un proceso inédito: crear una organización de esas características, luego de un estudio tan completo de la realidad nacional e internacional que lo rodeaba. El Profesor meditaba cada paso a dar. Era serio y responsable en todas las esferas de la vida. En su conjunto, algunos libros hay que entenderlos como capítulos de una idea central. Ellos son aportaciones a ese plan estratégico en el que estuvo inmerso durante décadas.
¿Cuál considera su mayor legado?
Su contribución fundamental está en su obra humana, en la ética con la que se desempeñó a lo largo de toda su existencia. En él hay una coherencia total entre pensamiento, acción y forma de vivir. En su actuación política, por ejemplo, refrendó siempre la idea de decir la verdad y no ocultarle nada al pueblo. Es una concepción que está también en Fidel cuando dice que Revolución es no mentir jamás.
En Bosch fue trascendente la manera en que se produjo su ruptura con los patrones de la democracia representativa burguesa occidental. Durante la intervención estadounidense, el presidente Lyndon B. Johnson y el resto de las autoridades de ese país mintieron desfachatadamente, sobre lo que originó su presencia en Santo Domingo. Se arrogaron un derecho que no les concedió nadie, mediante el cual colocaban sobre el tapete lo enunciado desde la Doctrina Monroe y que tantas veces llevaron a vías de hecho en el panorama latinoamericano y caribeño. La Voz de las Américas y el resto de su maquinaria no se cansaron de propalar falsedades.
El Profesor sintió la necesidad de “viajar a las antípodas”, para conocer de cerca otras realidades. En el contexto nuestro los políticos tradicionales decían una verdad y 997 mentiras. Quienes le precedieron, de una u otra forma en el ámbito de mi país, eran más de lo mismo. Juan Bosch inauguró en República Dominicana otro sendero. La política no podía ser un negocio. En él todo era orgánico. No había altisonancias entre la agudeza de sus exámenes, por ejemplo, y la forma en la que se desenvolvía en la cotidianidad. Su forma de vestir estaba en esa línea.[12]
Para usted fue una inspiración…
En todos los sentidos. No solo yo, sino muchos de mis contemporáneos, estábamos movidos más por seguir sus postulados que por una agrupación en específico. En otras palabras, éramos boschistas ante todo. Ello da una idea de hasta dónde calaron en nosotros sus enseñanzas.
En mi caso mantener un contacto sistemático con él profundizó ese sentimiento. Una vez me iba a reunir, llegando a la capital, con Domingo Mariotte, quien fue su asesor en España. Domingo me llamó, para sorpresa mía, y me dijo que el Profesor me preguntaba si podía participar en el intercambio. En todos los planos su sensibilidad afloraba. El Profesor, en resumen, es un hombre que tiene mucho que aportar en las horas presentes y futuras de Latinoamérica y el Caribe.* Profesor Auxiliar del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU) de la Universidad de La Habana.
Notas, citas y referencias bibliográficas.
Notas:
[1] Pablo A. Maríñez: “Geopolítica, colonialismo y conflictos territoriales en el Gran Caribe”, en: CariCen, Revista de Análisis y Debate sobre el Caribe, Centro de Estudios Latinoamericanos, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México, Número 7, Marzo-Abril de 2018, pp. 29-30. Dirección URL: <http://investigacion.politicas.unam.mx/caricen/flips/flip_7/caricen7.pdf>.
[2] La misma se insertó dentro del debate “El Gran Caribe: perspectivas geopolíticas y proyectos emancipatorios”, el cual contó también con las presentaciones de Nayar López Castellanos, Coordinador del Centro de Estudios Latinoamericanos de la UNAM, “Dimensión geopolítica, intervencionismo y alternativas emancipatorias en el Gran Caribe”; Luis Suárez Salazar, del Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”, “Las utopías de la Revolución Cubana: una mirada a sus aportes a los proyectos de emancipación del Gran Caribe”, y Juana Tania García, del Centro de Investigación Cultural Juan Marinello, con “La integración del Gran Caribe: ¿una desafío a la geopolítica imperial?”.
[3] El panel sobre el Comandante en Jefe, con el título “El legado de Fidel Castro en el Caribe”, fue uno de los foros que concentró mayor número de asistentes. En el mismo presentaron ponencias los doctores Alberto Prieto Rozos, Profesor de Mérito de la Universidad de La Habana, “Fidel Castro y el Gran Caribe”; Luis Suárez, “Fidel Castro en Nuestra América: el internacionalismo anónimo”; Jacqueline Laguardia Martínez, del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad de las Indias Occidentales en Trinidad y Tobago, “La cooperación entre Cuba y el Caribe como ejemplo de cooperación Sur-Sur: el caso de la Asociación de Estados del Caribe”; el autor de estas líneas con “La relación deportiva entre Cuba y el Caribe: expresión del pensamiento solidario de Fidel” y la Premio Nacional de Literatura Nancy Morejón, “Impronta de Fidel en las relaciones culturales de Cuba y el Caribe”. La reconocida poeta estremeció al auditorio al leer uno de sus poemas dedicados al Comandante.
[4] Katiuska Blanco Castiñeira: FidelCastro Ruz. Guerrillero del Tiempo. Conversaciones con el líder histórico de la Revolución Cubana, Primera Parte, Tomo I, Casa Editora Abril, 2011, pp. 382-383.
[5] En un discurso en el que analizó en detalles los acontecimientos ocurridos en Santo Domingo, Fidel se preguntó: “¿Acaso Juan Bosch es, o ha sido alguna vez, comunista? ¡Nunca! El señor Juan Bosch no tiene que aclarar que él no es comunista, porque nadie ha tenido nunca a Juan Bosch por comunista. (…)… nosotros sabemos que Juan Bosch nunca ha sido, y posiblemente nunca será, comunista. Decimos esto, que posiblemente, porque quién sabe si después de todo lo que le han hecho algún día empieza a pensar de una manera distinta de la que piensa hoy”. Años después, Bosch declaró: “El conocimiento del marxismo me convirtió en un hombre nuevo, nuevo en ideas y en la concepción de la vida real y del mundo pero también nuevo fisiológicamente porque la renovación de la máquina de pensar que tenemos en la cabeza se refleja en una renovación de todo el cuerpo”. Ver en: Fidel Castro Ruz: “Discurso pronunciado en la conmemoración del día internacional del trabajo, celebrado en la Plaza de la Revolución, el 1ero de mayo de 1965”. Dirección URL: <http://www.cuba/gobierno/discursos/1965/esp/f010565e.html.> y Víctor Grimaldi: Juan Bosch y García Márquez (Entrevistas), Editora Corripio, Santo Domingo, 2009, p. 117.
[6] “En su condición de analista de política internacional, en Juan Bosch se pueden establecer dos etapas bien diferenciadas. Una primera etapa de veintiséis años, que va desde sus inicios en la vida política en 1939 —cuando junto a otros exiliados en Cuba funda el PRD—, hasta 1965, en que se produce la segunda ocupación militar de Estados Unidos de América en República Dominicana. (…) Es en esta segunda etapa (1965-1990) donde encontramos una importante y amplia producción de análisis internacionales, aunque muy pocos como libros propiamente dichos, sino más bien consistentes en ensayos, artículos, conferencias, discursos radiales y entrevistas diversas”. Pablo A. Maríñez: “Prólogo”, en: Juan Bosch: Temas Internacionales (Ensayos y artículos), Fundación Juan Bosch, Editora Búho, Santo Domingo, 2006, pp. 30-36.
[7] Sobre este particular puede verse Pablo A. Maríñez: “En torno a De Cristóbal Colón a Fidel Castro. El Caribe, frontera imperial”, en: Juan Bosch: Obras Completas en 40 Tomos, Tomo XII, Historia del Caribe, Edición dirigida por Guillermo Piña-Contreras, Comisión Permanente de Efemérides en ocasión del Centenario de Juan Bosch 2009, Serigraf, S.A., Santo Domingo, 2009, pp. XXXIII.
[8] Ibídem, pp. XXII-XXIII. Maríñez realizó esos ensayos introductorios, cada uno de ellos textos de gran valor y extensión, a cinco de esos tomos. Además del mencionado lo hizo con los trabajos “Continuidad y ruptura en el pensamiento político de Juan Bosch”, Tomo XIV, Historia del Caribe; “El pentagonismo… y Dictadura con respaldo popular: nuevas concepciones ideológico-políticas de Bosch”, Tomo XV, Tesis Políticas; “Juan Bosch: La política como método para la educación del Pueblo”, Tomo XXVII, Capacitación Política y otros Textos; “Juan Bosch, ¿arquitecto del nuevo sistema de partidos en República Dominicana?”, Tomo XXVIII, Informes al PLD y otros Textos. Los dos últimos textos vieron la luz en el 2012.
[9] Ver: Pablo A. Maríñez: “El pentagonismo… y Dictadura con respaldo popular: nuevas concepciones ideológico-políticas de Bosch”, en: Juan Bosch: Obras Completas en 40 Tomos, Tomo XV, Tesis Políticas, Edición dirigida por Guillermo Piña-Contreras, Comisión Permanente de Efemérides en ocasión del Centenario de Juan Bosch 2009, Serigraf, S.A., Santo Domingo, 2009, p. XIII.
[10] En un ejemplo de la forma en que se apropió del instrumental marxista señala que: “Si no es expuesta desde el punto de vista de la lucha de clases se hace muy difícil comprender la historia de una país como la República Dominicana. (…) La República Dominicana era un país supuestamente capitalista porque como estado había sido organizado según el modelo norteamericano y sus leyes eran copiadas de la legislación francesa, pero la realidad social no respondía ni a la organización estatal de Estados Unidos ni a las leyes de Francia. Para responder a la una y a las otras era necesario que la sociedad fuera capitalista, esto es, compuesta de burgueses, obreros y terratenientes productores de bienes de consumo, y en el país no se conocía nada de eso. Debido a que la sociedad dominicana era una cosa en la forma y otra en la realidad, el pueblo se comportaba en todos los aspectos de manera inestable, y nada lo demuestra mejor que la vida política de Buenaventura Báez, que fue presidente de la República cinco veces llevado al poder y sacado de él por los embates de fuerzas sociales que se movían hoy hacia un lado y mañana hacia otro a efectos de la permanente inestabilidad que lo sacudía, y con el pueblo a todas las capas sociales que lo componían”. Juan Bosch: La pequeña burguesía en la historia de la República Dominicana, Colección Bosch para Todos, Impresora Soto Castillo S. A., Santo Domingo, 2012, pp. 83-85.
[11] Reflexionando sobre esto escribió: “El PRD era el típico partido populista que se forma con hombres y mujeres del pueblo en países donde para esos hombres y esas mujeres no hay posibilidades de conseguir trabajo que no sea en el campo de los servicios personales, razón por la cual ninguno de ellos se prepara para tal o cual tarea. (…) Naturalmente, en un partido así nadie se preocupa por formarles a sus miembros conciencia política, y se explica que no haya quien tenga esa preocupación porque para el perredista la política es una forma de negocio; la forma más fácil de hacer dinero dado que seguir a un jefe de una tendencia perredeísta no requiere ningún esfuerzo sostenido”. Meditando sobre el papel a seguir en el campo político añade: “La Política debe ser ejercida solo por aquellas personas que se proponen servir al Pueblo en ese campo de acción, teniendo en cuenta que como todas las ciencias sociales a la hora de aplicarla es también un arte y en su condición de arte embellece la de los que se ponen a su servicio; en cambio, los que escogen la política como vía para hacer dinero son altamente dañinos para sus pueblos porque cuando adoptan medidas de orden político lo que persiguen es beneficiarse a sí mismos aunque ese beneficio sea de carácter político, no económico”. Juan Bosch: La política no es un negocio, A 50 años de la elección presidencial de Juan Bosch y la victoria popular, Colección Bosch Vive, Folletos, Fundación Juan Bosch, Impresora Soto Castillo, Santo Domingo, 2012, pp. 39; 45 y 51
.[12] Un estudioso de la cuestión dominicana afirmó, en cuanto al ejercicio presidencial de Juan Bosch, que: “En su obsesión de elevar las normas morales de la vida pública, Bosch adoptó resoluciones cuya significación iba más allá de las consideraciones económicas. (…) Esta vez el ejemplo venía de arriba. Después de reducir su propio salario de 2400 a 1500 dólares por mes, Bosch dio el paso —sin precedentes en la historia dominicana— de declarar que él y su familia vivirían de su salario, sin emolumento adicional alguno. Bosch salió hacia el exilio como había venido ´en la pobreza, se dice que habiendo dejado 101, 04 dólares en un banco para pagar a sus acreedores´. Dejó también al pueblo dominicano un recuerdo que atesorar, como incluso Martin (el embajador estadounidense en Santo Domingo –HPC-), no precisamente un amigo de Bosch tuvo que admitir: ´el hecho indiscutible de que su breve Administración haya sido tal vez la más honesta en la historia dominicana, si no en la historia de América Latina”. Piero Gleijeses: La Esperanza desgarrada. La rebelión dominicana de 1965 y la invasión norteamericana, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2011, pp. 159-160.