Rilke desde Cuba a cien años de Elegías de Duino
Rainer Maria Rilke, una de las voces poéticas más universales, nació en Praga, entonces parte del imperio austrohúngaro, el 4 de diciembre de 1875. Su escritura —que traspasó las fronteras del idioma alemán— gira alrededor de una sucesión de temas y obsesiones donde lo divino, el paso del tiempo, lo bello, la mujer y la poesía, aparecen como constantes en la obra de uno de los “poetas paradigmáticos que han influido a tantos y fue leído por millones lo largo del siglo XX, y sigue siendo hito lírico cuando ya se aproxima el centenario de su deceso”, el 29 de diciembre de 1926, en el sanatorio de Valmont, en Suiza, con apenas 51 años.
La anterior afirmación la debemos al poeta, ensayista y crítico literario cubano Virgilio López Lemus (Fomento, Sancti Spíritus, 1946), quien encontró en el autor de Libro de horas, Sonetos de Orfeo y Elegías de Duino, cuyo centenario de publicación se celebra este 2023, “un equilibrio altamente poético de la sensibilidad humana de todos los tiempos”. Y además, “puntos de convergencia” con su “manera de ver e indagar el hecho poético”. Tanto es así que dos de los empeños recientes de Virgilio se sumergen en el universo rilkeano: Umbral para una era imaginaria. Acercamientos a Rainer Maria Rilke (Ediciones Matanzas, 2017; Premio de la Crítica, 2020) y Antología poética (Editorial Arte y Literatura, 2018); dos libros —el primero es un ensayo, y el segundo, una antología con selección, versiones, prólogo y notas de tu autoría— que dialogan y se complementan, y cuya lectura es necesaria para conocer no solo la trayectoria del poeta y realizar un bosquejo sobre su presencia y recepción en Cuba, sino para atisbar, junto a Virgilio, su encanto expresivo y su espíritu lírico.
Has investigado poetas, poemas y poéticas a lo largo de varias décadas. Recientemente el lector cubano tuvo en sus manos dos textos que subrayan tu fascinación por el universo de Rilke. Cierto es que estamos frente a una de las voces líricas más universales, pero ¿qué encontraste como poeta e investigador para dedicarle páginas, desvelos y anhelos?
Encontré vigencia total de una captación poética escrita, al parecer, para que mantenga esa validez época tras época, porque Rainer Maria Rilke halló, a mi juicio, dos elementos clave a la hora de escribir poesía: la esencia poética, lo esencial en la comunicación poética despojado de lo inesencial; y la resonancia del texto sin omitirle grados de “misterio” en sus connotaciones, que un lector debe descifrar desde su propia perspectiva (siempre múltiple, siempre diversa).
Lo esencial reviste grados emotivos, sensoriales e intelectivos; lo inesencial es el adorno excesivo, la polución emocional, la compulsión extrema de lo sensorial, la sobredosis de lo intelectivo. Rilke halló un equilibrio altamente poético de la sensibilidad humana de todos los tiempos. Y yo encontré en su poética puntos de convergencia con mi manera de ver e indagar el hecho poético.
Todo clásico es, de alguna manera, un contemporáneo, una voz cercana que habla en similar lenguaje sobre temas que uno habría querido decir, pero al mismo tiempo corremos el riesgo (citando a Harold Bloom) de realizar “malas lecturas” de su obra, mucho más cuando lo leemos en una traducción. ¿Por qué crees que la poesía de Rilke se sigue publicando y traduciendo a múltiples idiomas y aún influye en diferentes autores del mundo?
La llamada “mala lectura” es inevitable, porque depende del lector y su contexto, de su marco de referencias y sensibilidad, y de la propia diversidad interpretativa a que un texto da lugar; es el inevitable resultado de la pluralidad de lectores y de sus variadísimas lecturas. No creo que haya una manera única de leer, interpretar o definir un texto, sobre todo lírico, lleno de connotaciones y lecturas posibles. Los poemas de Rilke enfrentan toda dificultad interpretativa, están abiertos a la pluralidad de sentidos. Esto hace que una alta escritura lírica sea recepcionada en cada tiempo y lector con olvido (total o parcial) o con la gracia de su permanencia. Esto último ha sucedido con la obra poética de Rilke, más allá de la “fama” o leyenda que el poeta haya tejido (o le hayan tejido) en torno de sí. Haber captado el latido lírico de nuestra especie lo hará un poeta de constantes ediciones, lecturas e interpretaciones.
Escribes que “leer la obra total de Rilke es ir desmenuzando un destino”. Desmenuzar es como desgranar fragmentos de un cuerpo mayor que anuncia una vida, un sistema, un pensamiento y un destino fiel en todo momento a la poesía. ¿Qué elementos, desde Libro de horas (1899-1905) hasta Elegías de Duino (1923), dan cuerpo al universo poético rilkeano? ¿Qué constantes, temas y obsesiones podemos encontrar al leer las páginas de tu Antología poética?
Son dos cuestiones complejas y largas para resolver. Para solventar lo que me preguntas se precisa uno o más libros. A veces un solo poema desprende numerosas interpretaciones, por su trascendencia y sentido polisémico, y se acumulan en torno a él (o a ellos) muchísimas más páginas que las que componen al propio texto. Eso sucede con la obra de Rilke. No puedo enumerarlos todos, valga como botón de muestra decir que Rilke alcanzó a develar algunas cuestiones esenciales del ser, de lo que nos hace humanos. Él logró hallar belleza en nuestras propias percepciones de la realidad, hacer del detrito algo poético, o advertir en lo que consideramos “sublime” su dimensión humana y a la vez angélica, trascendente. Las constantes, los temas y las obsesiones en la poesía de Rilke refieren al “hombre moderno”, al homo universalis, y definir cuáles son todos ellos equivale a develar su obra total. No obstante, diría que Rilke se apasionó por el hecho de morir (la “muerte propia”), por lo trascendente que radica en cada vida humana, por el acierto del amor y la eticidad en torno a él, por las cosas como compañeras de viaje del ser. Y por mucho más, porque su labor poética contempla una interpretación del mundo y de la vida humana en el universo.
Muchos catalogan la poesía de Rilke como oscura, críptica y atravesada por símbolos de difícil comprensión. Consideras, en cambio, que es de una oscuridad extraordinariamente bella y que posee el don del nocturno, de la alusión y la sugerencia. ¿Qué anuncia esta belleza? ¿Qué elementos subrayan este don?
Pues diría que El Capital es oscuro, críptico y de difícil comprensión. Diría que Kant, Hegel o Nietzsche, por ejemplo, no son materia de fácil dilucidación. Lezama Lima nos enseñó que solo lo difícil es estimulante e incita a la creación. Hay la poesía del día luminoso, del nublado, del tenebroso, y la poesía del nocturno, de lo oscuro y dramático. Hay la poesía de la imagen y la del titán, de la reflexión y del suceso. Entonces no hay que ir a ella pensando en su dificultad, sino en que ella es dadora de placer y es una manera de interpretar, ver, gozar el mundo. La belleza enuncia a la realidad, se anuncia sí misma como cualidad de aprehensión estética del mundo.
Un poeta como Rilke muestra el don de nuestra especie de gozar en la reflexión, de inquirir para conocer y, en el proceso del conocimiento, hallar la belleza del entorno, que va desde lo sublime (emotivo) hasta lo terrible (misterioso), por eso “todo ángel es terrible”, o sea, sobrepuesto a la realidad adyacente, incomprensible para el ser envuelto por su inmediatez. El ángel es el reto, lo que está más allá de nuestra comprensión contigua, lo que nos resulta terrible de explorar y comprender.
En Antología poética ofreces una traducción de traducciones o una versión personal de traducciones, partiendo de varias publicaciones conocidas y de tu relación con su obra. ¿Qué crees ha sido lo más difícil a la hora de traducir la poesía de Rilke, un autor que, como vimos, porta el “don de la oscuridad”? ¿En tu caso, de qué elementos partiste y cómo se desarrolló esa relación entre el investigador y el poeta devenido traductor de la obra de un gran autor?
No sé alemán, no puedo desentrañar los semas y problemas de la lengua original de Rilke, del que se ha dicho que tampoco fue un dechado de perfección dentro de ese idioma. De modo que no lo puedo traducir. Por eso me armé de más de una docena de versiones y traducciones, algunas muy oscuras, otras poco acertadas en el manejo del español, pocas esplendorosas, que me permitieron hacer mi propia versión a partir del lenguaje del español caribeño, para hacer de la lectura nuestra de Rilke algo más diáfano, menos enrevesado, más deleitable. Creo sinceramente que lo logré. Mis versiones de las Elegías de Duino a lo mejor no son fieles a las propuestas de estructuras originales de Rilke, pero mantienen su esencia a través de las muchas versiones que he leído; no pocas me dejaron insatisfecho.
En mis versiones aparece un Rilke más diáfano para un lector del español caribeño, en especial cubano. Por cierto, nadie lo ha reconocido de manera escrita (estoy acostumbrado a que se soslaye mi trabajo), pero ahí está “mi” Rilke como una propuesta entre muchas existentes. Por ejemplo, la versión de las Elegías hecha por el gran Juan Rulfo en verdad refuerza su oscuridad y me deja acezante.
Elegías de Duino —libro que ha sido considerado “una de las obras más bellas de la poesía universal” y que refuerza la reflexión metafísica y existencial donde lo legendario, lo enigmático, el destino humano y la trascendencia espiritual confluyen— celebra este año el centenario de su publicación. ¿En la obra de Rilke qué lugar crees que ocupan sus Elegías? ¿Cómo estas dialogan con su anterior obra?
Rilke estuvo consciente del papel de las Elegías de Duino en su obra. Cumple el centenario de su publicación, pero no de su hechura, que duró al menos diez años en concluirse: escritas, dejadas a un lado, vueltas a ver, hasta que entre 1922 y 1923 él pudo darle cuerpo por completo, unitario, definitivo. Lo que esos textos decían en esos años no debe ser lo mismo que leemos un siglo después; la polisemia de un texto crece o disminuye con el tiempo, se hace interesante o no para diversas épocas, y he aquí las Elegías vivientes, más que sobrevivientes. No habría que comenzar la lectura de la obra de Rilke por ellas, mejor por su poesía que va de principios de siglo XX hasta el final de la primera década (1900-1910). Tras ello, la lectura de las elegías no resulta tan oscura como algunos dicen, y como en efecto, puede ser para un lector no habituado a leer poesía y menos la poética esencial de Rilke. Allí está todo lo que él se propuso en su poesía, en sus diversas etapas creativas, de modo que las Elegías ayudan a ver los más difíciles Sonetos a Orfeo, e irradian sobre la obra más “sencilla” de Libro de horas, que es una lectura preciosa. En 2026 Rilke llegará al centenario de su muerte. Habrá que recordarlo también.
“La lectura de las elegías no resulta tan oscura como algunos dicen”.
Has recomendado más de una lectura de las Elegías: una primera sin la información y las interpretaciones existentes en torno a los diez textos; y la otra, informado de la vida y obra de su autor y las circunstancias. ¿Por qué lo crees así?
Elegías de Duino son los diez poemas capitales de la poética de Rilke. Por eso no se entregan en una sola lectura, precisan referencias, conocer la obra anterior del poeta, sus credos esenciales, su planteamiento estético y la propia vida itinerante que llevó desde castillos y palacios prestados hasta cuartuchos y pocilgas que alquilaba. Vida y obra se entretejen de modo tal, que quien lee las Elegías con devoción ve a Rilke asomado a sus versos.
Hay que advertir que nacieron inmediatamente antes de la Gran Guerra, y concluyó su escritura después del trauma de dicha contienda, entre 1914 y 1918. Qué tiempos convulsos tienen detrás estos poemas. Si se leen teniendo esto en cuenta y admirando el desplazamiento vital de un Rilke que algunos llamaron “irresponsable”, las Elegías no son solo un mero testimonio de época, sino un argumento del cruce de una especie sensible e inteligente, depredadora y violenta, sobre un planeta. Hay la lectura virgen, desinformada, y la lectura que apela a la reacción crítica sobre una obra, que devela entresijos de su valía y belleza. No hay que negar a ninguna de las dos, cada una dará unas Elegías distintas.
¿Era en verdad Rilke —como muchos podrían pensar— un poeta del amor y la belleza?
Así se le tuvo en vida. Luego se descubrió, poco a poco, que es mucho más complejo y que su obra va más allá de temas directos para prefigurar el destino humano, el don de una especie enfrentada al Bien y al Mal, a lo que también afronta la obra lírica de este enorme poeta.
La poesía de Rilke “no ha pasado inadvertida para los cubanos, incluso mientras él estuvo vivo”. ¿Qué ventanas se han abierto en nuestro país hacia su obra y qué autores cubanos dialogan, de una manera u otra, con el gran poeta checo? ¿Por qué crees necesaria su obra poética en la Cuba de hoy?
Creo que los mayores aldabonazos cubanos sobre la obra rilkeana los dieron algunos de los integrantes de Orígenes: Lezama, Baquero, Diego, Vitier, etc. Los anteriores fueron atisbos, pero entre los origenistas Rilke trajo un aire novedoso. Se hallaban influidos por Juan Ramón Jiménez y saliendo de las vanguardias (sobre todo del surrealismo), de modo que no pocos de los presupuestos teóricos de la poética de Rilke se hallan en algunos de ellos, principalmente en la compleja poética lezamiana. Incluso los tan alejados poetas coloquialistas reverenciaron en su mayoría la labor extraordinaria del gran Rilke (Fayad Jamís, Luis Suardíaz, David Chericián, César López y otros).
“Estudiar, asimilar la obra rilkeana da claves para entender mejor el discurso poético de la nación cubana”.
De este modo, esa manera de mirar y escribir la poesía se convirtió en un referente para la poesía cubana, y lo ha seguido siendo, toda vez que nuevas generaciones de poetas de Cuba (dentro y fuera del territorio nacional) lo “descubren” y lo aplauden. Entonces, estudiar, asimilar la obra rilkeana da claves para entender mejor el discurso poético de la nación cubana.
Si “realmente todo ángel es terrible” y “la belleza no es sino el principio de lo terrible”, entonces ¿el ángel porta la belleza?, ¿y dónde queda la poesía?, ¿acaso abriendo caminos entre lo terrible y lo bello?
No exactamente, la belleza es antorcha humana. Lo “terrible” es lo que se contrapone a ella de manera “extraterrestre”, en la dimensión angélica. No es un ángel vocero de algún dios, es el (lo) que puede pasar desde la vida humana por sobre la “vida” o sobrevida de los muertos (reino de la muerte) hacia la trascendencia, la universalidad, lo cósmico. Eso es lo terrible de la dimensión angélica, no si ellos (los ángeles) son o no portadores de la belleza, cuyo deslumbramiento de la belleza puede parecerse al principio de lo “terrible”, de lo trascendente cósmico, de la “belleza-en-sí”. La poesía escrita, como género literario, puede develar esos “misterios”, porque la poesía como expresión plural del cosmos es parte de ellos.
“La belleza es lo que emana de las cosas, de la energía misma y del saber”.
La belleza es nuestra antorcha en el interior de la oscuridad cósmica, de los millones de secretos por develar, de leyes y estructuras materiales por conocer, porque la belleza es lo que emana de las cosas, de la energía misma y del saber; y esas emanaciones son poéticas (forma, luz, sonido). En el ángel, según Rilke, no vibra el sentimiento, la emoción, la pasión humana que oscurecen el saber; él es la entidad terrible de la belleza más allá de nuestras pasiones. Nosotros somos los portadores, los conscientes develadores de la belleza, y el “ángel” es la entidad (sobrenatural, extraterrena) que nos permite advertir su trascendencia, la de la belleza del cosmos, desde la flor hasta la estrella.