Una fiesta multicultural, latinoamericana y caribeña

Taissé del Valle Valdés
16/7/2018

Las chispas de la Fiesta del Fuego que incendiaron la urbe santiaguera del 3 al 9 de julio quedaron atrás. Pero no el espíritu latinoamericano y caribeño que dejaron los más de 700 participantes en el Festival del Caribe. Esta edición 38 estuvo dedicada a la Isla del Encanto: Puerto Rico. No es la primera vez que la dedicatoria se extiende hasta la tierra borinque, pues a finales de los 80 los puertorriqueños trajeron hasta aquí su cultura y ritmos contagiosos.


 Foto: Cubadebate
 

De aquellos días de 1989 en los que se celebraba el 9no. festival, el director de la Casa del Caribe, Orlando Vergés, recuerda que “los antecedentes datan de hace casi 30 años, en que la ciudad de Santiago de Cuba abrió sus parques y plazas para acoger a Puerto Rico. Era la quinta vez que se dedicaba a una nación caribeña, y qué mejor elección que esa hermana isla que comparte con la nuestra tanta historia y cultura. Dos islas que se enaltecen con la tenacidad de seguir defendiendo lo que por derecho nos pertenece”.

Las islas de Cuba y Puerto Rico tienen mucho en común. A ambas las bañan las aguas del mar Caribe y su gente baila salsa, reggaetón… Sus pueblos son antillanos, mestizos y criollos de sangre africana, española e indígena. Son, como dijera la poeta Lola Rodríguez de Tió, "de un pájaro las dos alas". La riqueza cultural de ese país lo acreditó como una de las naciones que mostró y aportó una espiritualidad de mucho valor al proceso de enriquecimiento de la identidad caribeña y al ideal de integración de nuestros pueblos.

A pesar de la dificultad económica y de los estragos causados por el huracán María en el territorio, no es casual que la delegación más numerosa en la historia de la Fiesta del Fuego haya sido la puertorriqueña, con más de 300 participantes. A la cita asistieron Majestad Negra —una agrupación de bomba y plena, música autóctona de Puerto Rico—, Tony Mapeyé y los grupos Patria y Cultura, Plena Combativa, Bombazo Dance Co., Taller Tambuyé, Las Atípicas, y el boricua Andy Montañez, quien recibió la Llave de la Ciudad mientras realizaba su esperado concierto junto a la orquesta santiaguera Los Karachi en el Complejo Cultural Teatro Heredia.

Si algo no faltó en esta algarabía fue el despliegue de sonoridades —música jíbara, la bomba y la plena—, y de las faldas danzarinas sobre el batey —así es conocida la zona de baile en un toque de bomba. Las matrices de la bomba puertorriqueña se desarrollan fundamentalmente en cinco regiones: los pueblos de Cataño, Mayagüez, Loíza, la zona sur que comprende los pueblos de Ponce, Guayama, Arroyo, Patillas, y la bomba cangrejera, ejecutada en el pueblo de Santurce en el norte de San Juan de Puerto Rico.

Precisamente el Taller Tambuyé fue una de las propuestas con mayor acogida, debido a la fusión de la bomba con bailes temáticos; estos últimos en defensa del empoderamiento femenino y contra las armas. Para Marién Torres López, integrante de la agrupación, “el festival fue un regalo para la bomba, porque nos revitalizó y unió a elencos de la isla con los de la diáspora. De esta alianza saldrán muchos proyectos y todo lo que sea bueno para la música de mi país, me invita a seguir. No imagino a mi borinquen sin la bomba”.

También podríamos resaltar las presentaciones nocturnas en el Instituto de Amistad con los Pueblos, convertido por esos días en la casa del país invitado. Cómo olvidar a Las Atípicas, un conjunto femenino integrado por señoras de la tercera edad, quienes se movían con una destreza y fuerza vocal inusitadas, o al incansable Bombazo Dance Co., un grupo danzario al que definitivamente le corría sangre africana por sus venas.

Rasgos característicos de las galas puertorriqueñas fueron la proclamación de un Puerto Rico libre, muestra del ferviente deseo de soberanía de los participantes. De modo que el festival se convirtió en una tribuna abierta para reclamar un derecho que les pertenece hace casi ciento cincuenta años y que todavía no han podido alcanzar. De igual forma se destacó la lucha por los derechos de las féminas y la reafirmación de la caribeñidad que nos une. Para estas luchas de los borinques, Cuba resulta una inspiración.


Foto: Internet
 

Como cada año, fueron organizados coloquios y festivales internos, entre los que se destacaron El Caribe que Nos Une, el Taller Internacional de Religiones Populares en el Caribe, el Salón Internacional del Caribe, el Encuentro de Poetas del Caribe, así como talleres de danza y teatro. Cada uno de estos espacios se desarrolló con especial coordinación, integrándose a las dinámicas propias del evento; en total fueron realizadas 250 actividades diarias y 17 grandes espectáculos. Además, se condecoró al Historiador de La Habana, el Dr. Eusebio Leal, como Hijo Ilustre de la Ciudad, y le fue otorgado por la Casa del Caribe el mpaka, símbolo de protección espiritual y de unidad caribeña y latinoamericana.

Cabe distinguir el programa destinado a las Artes Plásticas, en el cual se realizaron 19 exposiciones. Con motivo de la exposición inaugural en la Casa del Caribe, el artista Alberto Lescay invitó a Eduardo Roca (Choco), Premio Nacional de Artes Plásticas. Juntos concibieron la muestra Navegar, una oda a nuestras raíces africanas, reafirmación cimarrona e identitaria. "Es un título estelar, siempre estaremos navegando entre la gente que queremos y mirando al futuro", puntualizó Choco. El Premio Nacional recibió también un homenaje en su barrio natal del Nuevo Vista Alegre, allí le fue concedida la Llave de la Ciudad.

Tampoco faltó el Desfile de la Serpiente, tradicional y colorido pasacalles de las delegaciones asistentes, así como la Quema del Diablo, oportunidad para exorcizar los demonios y fundirnos en un mismo fuego caribeño. Con el cese de la llama, queda abierta la convocatoria para la próxima cita, "ininterrumpida", como se empeña en recalcar Vergés, motivado siempre por el legado de Joel James, quien fuera el principal artífice del Festival del Caribe.

Ahora ya está abierta la convocatoria para la edición 39, la cual tendrá a la República de Uruguay como país invitado de honor y estará motivada por la celebración del aniversario 60 de la Revolución Cubana.