Otra edición de reencuentros, éxtasis y mucho swing

Miriela Fernández
23/1/2018

El Festival Jazz Plaza 2018 culminó este domingo con un concierto que unió a dos escenas musicales: la del jazz y la música urbana. El pianista Roberto Fonseca estuvo junto a X Alfonso, frente a un público que ya reconoce y sigue esos cruces atmosféricos y sonoros, pues han marcado la trayectoria del autor de Yo.

Si siguiendo a Chucho Valdés, este género “se trata de la forma en que un artista demuestra la imaginación, el talento, la variedad y, al mismo tiempo, sus condiciones técnicas y su habilidad”,  Roberto Fonseca tiene los modos de actualizar el jazz hecho en Cuba, a partir de un interés por alcanzar desde las palpitaciones de lo social, como lo han hecho X; Alexei, “El tipo ese”; Telmary, y otros en sus respectivos mundos creativos.

El pianista también tuvo entre sus invitados a Orlando Valle “Maraca”, lo que le permitió entrar a otra dimensión del jazz cubano. Antes, el espacio había pertenecido a César López y Habana Ensemble. Su presentación fue un momento de homenaje a John Coltrane y Charlie Parker, a los que versionó magistralmente. También se introdujo en el danzón y el bolero, a los cuales él y sus músicos llegaron con sus propias coordenadas jazzísticas.


No es la primera vez que Roberto Fonseca imanta con sus efectos sonoros al cierre del Jazz Plaza.
 

Tras estos días dedicados al género, y todavía sin ofrecer una valoración profunda de lo que aconteció durante el festival, ni penetrar en las zonas sobre las que algunos coinciden deben mejorarse, puede decirse que resultó otra edición memorable. La presencia de artistas como el saxofonista Joe Lovano, la instrumentista —más que cantante —Dee Dee Bridgewater, y el saxofonista Ted Nash prestigiaron el evento que, como varios han recordado, siempre ha contado con figuras interesadas en tocar en Cuba desde Dizzy Gillispie, Ronnie Scott, hasta Wynton Marsalis. Igualmente fue un tiempo para apreciar lo que músicos del patio desarrollan en España, Nueva York o, en general, lo que ofrecen hoy al circuito internacional del jazz.

El domingo fue un día efervescente que dio muestras, precisamente, de la interrelación musical dentro del género. Mientras Kelvis Ochoa desenvolvía su maquinaria bajo las miradas atentas de músicos de la altura de Edsel Gómez (Puerto Rico), y en las afueras del Cine Yara se aplaudía a los niños de Philippe Thomas y The Mo Zar Jazz Band, a los que el público esperó algo después del horario anunciado y a quienes pidió más de su rítmico y atrayente sega jazz proveniente de la isla Mauricio, otros lugares también olían a jazz de diferentes regiones.

En ese sentido, el Festival Jazz Plaza sigue siendo relevante. Posibilita un viaje más hondo al mundo del jazz, y a las formas diversas que adquiere hoy. Mucho ha llovido para el género desde que fue haciéndose en el espejo de las improvisaciones, que tienen en la historia musical un punto de desarrollo en el barroco. En la actualidad es una escena con fieles adictos y conocedores en cualquier parte, por su fuerza y posibilidades creativas. A través de esos caminos musicales que confluyen en ella, otros se están aproximando y descubriendo las esencias jazzísticas.