La poesía de Margaret Atwood llega a Cuba

Karel Leyva Ferrer
18/1/2017

Un sufrimiento que no puedes ni curar ni asimilar es lo que retrata Margaret Atwood, con una endurecida ternura que los años y la vida han formulado hasta el mínimo detalle. Esta mujer plural llega desde su Antología poética a los predios de la Isla, como parte de las novedades de la 26 Feria Internacional del Libro de La Habana. La Colección SurEditores asume esta edición bilingüe para que la sensibilidad cubana deguste a toda palabra la creación de Margaret Atwood, multipremiada en diversos escenarios de las letras universales y guerrera que sostiene a diario su defensa de la identidad de lo canadiense desde cada nueva creación, entendida esta en todas sus dimensiones humanas.

Al decir de Nancy Morejón y Pablo Armando Fernández, “La poesía de Margaret Atwood es una prueba contundente de su refinado talento, de su mirada tan especial, que nos sumergen en la contemplación más viva de una historia nacional compartida”. Sin dudas, es un privilegio ver a través de las letras de la premio Príncipe de Asturias un poco de lo que somos a este lado del Atlántico: seres en constantes renacimientos tras someter las muertes cotidianas, las inevitables y fatales partidas, pero que dejan sus testimonios en una foto, una canción, un verso.

Los 27 textos que a partir de este 10 de febrero estarán a disposición de los lectores cubanos, se agrupan en uno de los títulos que acompañarán a la dedicatoria de la 26 Feria Internacional del Libro, que tiene como país invitado a la República de Canadá. Dejamos a los amigos de La Jiribilla el segundo texto que se compila en este nuevo libro de la Colección SurEditores.

Esta es una foto mía

Fue tomada hace algún tiempo.
A primera vista parece
una embadurnada
impresión: líneas borrosas y manchas grises
mezcladas con el papel;

pero luego, cuando la examinas,
ves aparecer en la esquina izquierda
algo que asemeja una rama: parte de un árbol
(bálsamo o abeto)
y, a la derecha, de la mitad hacia lo alto
en el que debió ser un apacible
declive, una pequeña casa de madera.

Al fondo hay un lago
y más allá, unas pequeñas colinas.

(La foto se tomó
el día después que me ahogara.

Estoy en el lago, en el centro
del retrato, justo debajo de la superficie.

Es difícil decir dónde
precisamente, o decir
cuán grande o pequeña soy:
el efecto del agua
sobre la luz es una distorsión

pero si miras con detenimiento,
finalmente
podrás verme).

Traducción de Pablo Armando Fernández