La adversidad no es excusa, sino acicate

Thais Gaes
27/9/2017

La temporada Septiembre de Acosta Danza tuvo lugar del 14 al 17 de ese mes, en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, con el estreno mundial de Imponderable, del español Goyo Montero.

Previstas inicialmente para dos fines de semana, las funciones de la compañía sufrieron una vez más los pronósticos negativos de la ciencia meteorológica. Si meses atrás se vieron obligados a suspender presentaciones debido a las fuertes lluvias que afectaron el fluido eléctrico del teatro, esta vez el clima volvió a jugarles una mala pasada con el azote de un huracán, y nada menos que de categoría cinco. Mas, el colectivo danzario salió a escena con los bríos que caracterizan a este grupo de jóvenes y profesionales bailarines. La adversidad no es excusa, sino acicate para lo próximo por venir.


"Imponderable, una obra que su mismo autor clasifica de abstracta”. Fotos: Kike
 

Reconforta saber que varios de ellos descuellan no solo como bailarines, sino también como intérpretes totales en Imponderable, una obra que su mismo autor clasifica de abstracta. El título alude a la introspección, a esa parte insondable del ser humano, a lo inasible, precisamente a lo imponderable.

El montaje se centra en el trabajo grupal, y a la vez sostiene una escisión entre el grupo y el bailarín principal de la pieza prácticamente durante todo el tiempo de la puesta en escena. Este se separa como una rama que se desgaja del árbol, y vuelve a integrarse con el todo, es decir, con el grupo, que lo aleja y atrae.

La canción “Fábula de los tres hermanos”, de Silvio Rodríguez, impele a la búsqueda incesante y a no capitular en ese trayecto de la existencia que se llama vida. Ni siquiera ante contratiempos que nos superan, como una catástrofe natural, nos está permitido deponer voluntades. Obstáculos siempre habrá, sin importar cuánto hagamos para evadirlos; el mérito está en superarlos.

La iluminación tiene un rol preponderante en esta pieza. La luz en tanto metáfora y elemento fundamental de la escenografía es clave en este montaje, tanto a nivel visual como conceptual. Para lograr este resultado, el coreógrafo utilizó linternas que los bailarines encendían y apagaban en instantes determinados cuando el escenario quedaba a oscuras. Esa penumbra se reforzaba con el vestuario negro y el humo que expulsaban los bailarines mediante un aparato al efecto.

Goyo Montero tiene un modo especial de conectar el lirismo de su creación con la de otros, así lo hizo en Alrededor no hay nada con los versos de Joaquín Sabina y Vinícius de Moraes, y así lo hace ahora con Silvio Rodríguez.  

El programa lo completaron Belles Lettres, de Justin Peck; Twelve, de Jorge Crecis y El cruce sobre el Niágara, de Marianela Boán.

A Twelve la han modificado en algunas partes sin alterar su esencia. La pieza es tan dúctil como para realizarle esos cambios. Su naturaleza lúdica y su libertad de movimiento le permiten introducir pequeños cambios sin afectar la estructura. Cambios que por demás son bienvenidos y hasta agradecidos.

Belles Lettres fue el momento más clásico de estas presentaciones. Creada por Justin Peck, bailarín y coreógrafo residente del New York City Ballet, se estrenó originalmente por esa compañía en 2014, y por Acosta Danza en abril de 2017, durante su Temporada de Primavera. Las cuatro parejas y el solista de esta obra recuerdan en su interrelación a Sueño de una noche de verano, la comedia de William Shakespeare.


La coreografía de Twelve le han modificado algunas partes sin alterar su esencia
 

En el relato shakesperiano un duende (Puck) hechiza a las parejas principales en el transcurso de una noche, y ello desencadena una serie de sucesivos enredos. La hilarante trama termina en un feliz desenlace, después de que el duende retira el hechizo. Tanto en la comedia como en el ballet Belles Lettres, el duende y el solista, respectivamente, son responsables de la cadena de sucesos o escenas que van aconteciendo.

Acosta Danza continúa apostando por el Cruce sobre el Niágara, la última obra que montara Marianela Boán para Danza Contemporánea de Cuba en 1987. Cada dúo que la ha interpretado la ha hecho suya; y siempre que retorna asombra la vigencia y humanidad de su mensaje universal. Traerla a escena tantos años después de su estreno es más que una sabia elección.

Muchas expectativas se crearon alrededor del segundo estreno anunciado en el programa inicial: Mermaid, de Sidi Larbi Cherkaoui. La pieza fue creada especialmente para ser bailada por Carlos Acosta y Marta Ortega; sin embargo, debido al deterioro de las condiciones climatológicas en la fecha cercana a las presentaciones, estas se suspendieron. Finalmente, solo resta aguardar, con el deseo en pausa, por la próxima temporada de Acosta Danza.