Hondo estudio sobre nuestra identidad cultural

Virgilio López Lemus
21/2/2018

¿Alguien me podría decir si La canción en Cuba no trata, también, sobre poesía cubana? El sello editorial Ojalá, de la Oficina de Silvio Rodríguez, se dio el lujo de inaugurarse con una publicación de gala, de alta calidad de edición, de diseño y de textos incluidos.


Cubierta del libro
 

Con propiedad, el volumen recién presentado en la Feria Internacional del Libro de La Habana, con 686 páginas, se llama La canción en Cuba a cinco voces. Sus coautores son Dulcila Cañizares, notable ensayista y magnífica poetisa, cuya obra encuentra en este libro el relieve que ella tiene en el campo de la exploración de la música cubana; Marta Valdés sorprende por la calidad de su prosa, siendo ella una compositora avant la lettre; Guillermo Rodríguez Rivera, acucioso conocedor del asunto; Margarita Mateo Palmer, Premio Nacional de Literatura, mujer brillante, y el muy bien documentado Joaquín Borges-Triana.

Con tan portentoso equipo, Silvio Rodríguez contaba con la certeza de lograr este producto editorial singular en Cuba y en América Latina. Ya convertido en obra referencial, suerte de clásico naciente, La canción en Cuba… exalta la cancionística trovadoresca desde sus comienzos hasta nuestros días.

Tres siglos de canción atañen a criterios más amplios que el de la estricta musicología. No hay duda de que la canción nacional tiene letras de rango poético que van desde “Longina” hasta “Unicornio”. La justicia de tal afirmación no ha sido sostenida por la crítica literaria cubana, por las antologías poéticas, que han virado la espalda a esa veta de nuestra poesía, poesía cantada, a veces con letras de poetas, otras con las propias de compositores de gran sensibilidad lírica.

La canción en Cuba…, bella y ricamente ilustrado, es un aporte al necesario estudio de este género, de influencia internacional. Es asimismo un tesoro para los estudiosos del devenir identitario cubano. Para los que nos ocupamos de la literatura, resulta un ejemplar modo de mirar hacia la creatividad popular inmensa en un mundo que no ha estado nunca lejano del devenir poético de la nación. Trova, filin, bolero, son, expresiones de origen campesino, afros, música para escuchar o bailar…, han donado composiciones exultantes de poesía. El promotor del libro, Silvio Rodríguez, es uno de los mejores poetas vivos del país, y el título demuestra los lazos entre compositores musicales y bardos de Cuba.

Mucho hay que decir al respecto de las canciones de Sánchez de Fuentes, de Sindo Garay, de María Teresa Vera… de Marta Valdés. Mucho hay que decir de las letras de Sánchez Galarraga, Martí, Guillén, desde la voz de cantautores como Pablo Milanés, estelar, o Teresita Fernández, Liuba María Hevia, Amaury Pérez… Sin mucho espacio para mi reseña, quiero saludar los ensayos de las tres mujeres que escriben en este libro. Maggi Mateo no tenía que hacer esfuerzo para que su prosa, elegante y de finezas de expresión, mostrara su sabiduría en la materia que trata, la nueva trova, que ella ha vivido desde su surgimiento.

Marta Valdés resulta capaz de crear un ensayo hondo que comienza por la cuarta década del siglo XX, hasta el advenimiento de la Revolución, con conocimiento de fondo y belleza de escritura. Qué acto de hermosa justicia realiza con la extraordinaria Esther Borja. Dulcila Cañizares incluyó todo un libro suyo dentro de este volumen, y denota no solo saber, sino una sensibilidad refinada, al grado de donar un estudio ejemplar y de larga trascendencia desde los orígenes de nuestra canción en el siglo XIX hasta las tercera (1920) y cuarta décadas (1930) del siglo XX.

La canción en Cuba a cinco voces es un hito en el panorama de los estudios, además de buena parte de la identidad cultural de nuestra patria. Quizás merezca una edición popular más económica, al alcance de todos. Como jalón de mérito en la historia de la canción cubana, ¡qué hermoso sería poder hacer un libro así, plenamente ilustrado, sobre la poesía de Cuba! Si tiene lunares, que lo vean otros, a mí me rinde su recepción en entusiasmo.

Fuente: periódico Trabajadores
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