Industria musical cubana: entre el deber ser y la realidad
Ser críticos y autocríticos constituye una premisa indispensable en el proceso de mejorar y perfeccionar la industria musical cubana. Sobre todo observando los sucesos y realidades actuales en un contexto atípico provocado por una pandemia mundial y donde a nivel internacional la brecha tecnológica aumenta cada segundo.
Respecto a las adversidades externas, a Cuba le tocan grandes desafíos al ser un país bloqueado y sopesar disímiles dificultades, tanto para promocionar su música en las grandes plataformas comercializadoras de música online, como para adquirir el equipamiento actualizado para el desarrollo y actualización de su industria. Sin embargo, lejos del conformismo y la resignación, se torna imprescindible crear estrategias eficaces que permitan la superación de dichos obstáculos. El primer paso radica en detectar las grietas a nivel interno y subsanarlas a tiempo para seguir creando sobre una base sólida que permita la expansión.
Precisamente sobre esas grietas conversamos con Indira Fajardo, presidenta del Instituto Cubano de la Música (ICM), una joven con una visión bastante objetiva de la realidad, que cuenta con más de diez años de experiencia laboral en el sector de la cultura, con énfasis en la gestión institucional, el trabajo artístico comunitario y la educación artística en la música. Además, ha participado en disímiles eventos nacionales e internacionales, como la reciente Feria Internacional de la Música, Womex 2021, en la ciudad portuguesa de Oporto.
El primer paso radica en detectar las grietas a nivel interno y subsanarlas a tiempo para seguir creando sobre una base sólida.
¿Cuáles son las debilidades de la industria cubana de la música en la actualidad?
Dentro de las debilidades, existe un poco de desarticulación entre las propias identidades e instituciones que conforman el universo de la industria de la música. Por eso era importante el proyecto ONUDI-Mincult, porque de cierto modo nos permitía diagnosticar el estado real en que estaba la industria de la música en Cuba, nos dejaba una estrategia de trabajo a seguir y, sobre todo, nos daba la posibilidad de que todos estuviéramos sentados en una misma mesa discutiendo al respecto, y que cada cual tuviera claro el rol que le tocaba protagonizar.
Esta industria también tiene un rol social, porque la música tiene la responsabilidad de satisfacer determinadas demandas. En ella también se articulan otros organismos de la administración central del Estado y otras entidades externas que se insertan, por ejemplo: en la programación en determinados espacios a los que accede público, lo que se programa en el turismo o también en socializar los productos musicales en los espacios de ventas.
Otro aspecto a tener en cuenta es la superación y preparación del personal que está interactuando en la industria de la música. Nosotros tenemos muchas o algunas personas que conocen muy bien su trabajo dentro de la industria de la música; pero no podemos decir que la formación que tenemos hoy para los profesionales de la música —me refiero a los niveles elementales de la enseñanza artística y el nivel superior— tampoco satisface una demanda o da determinados espacios formativos para que el propio músico conozca cómo se forma la industria. Por lo cual, ahí tenemos un vacío que es real y estamos haciendo determinadas acciones para que se puedan introducir materias desde el nivel medio y hasta el nivel superior, para que de algún modo se esté familiarizando con eso.
Al propio individuo que trabaja en la industria —me refiero a aquel que va a estar al frente de una agencia, al frente de una empresa, a los que están al frente de una institución cultural que defina política— hay que prepararlo, como pasa en el sector de la cultura en sentido general. Muchas veces las personas que están trabajando en las instituciones no provienen del sector de la cultura, eso debilita, aunque tenga determinado acercamiento con el entorno cultural, pero a veces, si no están formados, si no provienen de alguna carrera afín, realmente limita en determinadas cosas. Por lo cual, ese es otro de los puntos que debemos trabajar con mayor fortaleza o con mayor sistematicidad: el sistema de la formación y preparación.
La otra premisa consiste en establecer determinadas estrategias de cara al mercado internacional. Nosotros hoy no estamos trabajando para ello, pero no contamos con una estrategia de exportación de la música coherente o, más bien, a la altura de lo que la música cubana pudiera ser en el mundo hoy. Los principales ingresos que se generan por la exportación de la música hacia el exterior no se generan en su mayoría por la gestión de las instituciones, se generan, en la mayoría, por lo que pueden hacer los músicos en su propia autogestión. Todavía estamos trabajando para ello, pero no hemos sido capaces de poder articular lo que pueda gestionar el músico por su vía y lo que pueda gestionar la propia institución. Ponerlos a dialogar a los dos y que se haga un solo producto en función de que todo el mundo gane, gane Cuba, que es lo más importante.
Esta industria también tiene un rol social, porque la música tiene la responsabilidad de satisfacer determinadas demandas.
¿Considera que, dentro de nuestro sistema político, la industria musical cubana pudiera apegarse a las nuevas condiciones del mercado?
Yo creo que sí, nosotros —sin perder la esencia socialista ni la soberanía que tiene este país— tenemos el reto por delante de adquirir una autonomía económica en ese sentido. Debemos poner las reglas del mercado en su justa medida y saber cómo articular con él, porque eso ha sido una debilidad que también hemos tenido. A veces, hemos temido hablar de que existe un mercado, y eso ha limitado también la presencia o la acción de determinados entes, de determinadas personas que tienen el conocimiento, quieren a Cuba y desean ingresar dinero al país y que, a veces, les ponen como determinada limitante, como determinados tabúes, justamente por no querer enfrentarse al mercado. Lo que nosotros tenemos que saber es cómo adecuamos esas reglas del mercado a nuestro contexto.
Nosotros en estos últimos meses hemos estado trabajando en un subgrupo de perfeccionamiento para todo lo que tiene que ver con el sistema de gestión empresarial de la música. Incluso, hemos previsto cómo ese sistema de gestión empresarial tiene que interactuar con los nuevos autores de la economía cubana, como puede tener una expresión en una Mipyme, como puede relacionarse bien con bares privados y restaurantes y con los espacios que tiene hoy el sector cuentapropista. Lo cual, necesariamente, tiene que dinamizar la economía del país, donde la música, los servicios culturales y artísticos, en general, deben tener un papel lícito, deben tener un papel consciente, además, en función de la ciudadanía porque están prestando un servicio. Entonces, poner a jugar o poner a actuar a cada uno de esos entes económicos que están funcionando hoy en la sociedad cubana es totalmente necesario. Pero hay que saber, con las reglas del juego establecidas, cómo pueden tributar también más ingresos a la economía cubana, porque lo pueden hacer en la medida en que nosotros vamos a aprovechar las potencialidades que se tienen desde esos autores económicos que, en beneficio de la propia cultura, nos pueden dar mejores resultados. No creo que haya que temerle al mercado, porque al final el mercado existe, bien lo hacen por su cuenta, bien lo hacen con el Estado, pero al final el mercado va a estar ahí.
Entonces, una de las inquietudes o insatisfacciones que, a veces, han tenido los músicos es que en Cuba no se ha desarrollado —Israel Rojas lo ha dicho en algunos espacios— un mercado interno lo suficientemente fuerte como para que los músicos puedan vivir únicamente del mercado que se genera en Cuba y no tengan que salir en una gira para lograr determinados ingresos con los que puedan vivir aquí. Por lo tanto, eso siempre va a existir. No vamos a hacernos ilusiones, porque somos un país bloqueado y el bloqueo incluso existe para eso, siempre se van a generar las condiciones para que el músico tenga que salir a buscar ingresos en el exterior de algún modo para solventar lo que pueda ganarse en Cuba.
Sí, es cierto que tenemos que diseñar una mejor estrategia para que dentro de Cuba se desarrolle el mercado interno para la música y eso genere un ingreso para nuestros músicos. Porque tampoco vamos a pensar que todas las unidades artísticas existentes hoy salen al exterior a ganarse un dinero extra, porque no lo hacen ni lo van a hacer. Por lo cual hay que desarrollar, efectivamente, un buen diseño hacia lo interno y no vamos a ser únicamente las instituciones estatales ni la empresa estatal socialista las que tienen que participar, también serán sus nuevos autores que necesariamente van a contribuir al desarrollo económico del país.
¿Qué variaciones debe considerar el sistema legal que abarca las áreas estratégicas del sector de la música?
Debe variar el tema de la contratación del músico con las empresas nuestras. Deben variar los modos de gestión empresariales también, y eso implica modificaciones, sobre todo en la relación del artista con la entidad, esa relación que hoy está marcada para que la empresa tenga que satisfacer determinadas necesidades de ese artista o, más que satisfacer determinadas necesidades, correr con determinadas responsabilidades para con ese artista, por lo cual se descuenta un porciento de representatividad de la empresa. Hay que modificar esos mecanismos de representatividad, hay que modificar esos modos de relación entre el artista y la empresa. Bajo el entendido de que la empresa represente al artista hasta donde tenga posibilidades reales de representarlo, y que no sea en una mirada general como hasta ahora se ha visto, que al final tampoco lo cumple, porque es el artista quien, a veces, tiene que correr con su transporte, alquiler de audio, alquiler de los instrumentos y todo los demás.
“Hoy estamos pensando en la creación de una nueva figura, que sería el registro de los profesionales de la música”.
Entonces, por ahí sería un camino: esa modificación de la relación contractual con el artista desde las empresas, la modificación, incluso, de los porcientos de negociación con los artistas y estas entidades. Habría que cambiar, también, los modos en los que hoy, desde la institución, se manejan todos los términos para la evaluación artística, todo lo que se relaciona con el análisis cualitativo del propio artista.
Hoy estamos pensando en la creación de una nueva figura, que sería el registro de los profesionales de la música, y eso ayudaría armónicamente a tener una mirada mucho más general del corpus real de artistas profesionales que trabajan en la industria y también daría la posibilidad para que todos tengan igualdad de oportunidades. Todo se convierte en un sujeto, un actor económico para el Estado y que tenga que pagar sus impuestos y hacer sus contribuciones como cualquier ciudadano, pero tiene un respaldo jurídico que hoy solamente lo tiene si pertenece a una empresa o si pertenece a un centro o una agencia de representación, con lo cual eso sería un gran cambio en materia legal para la industria de la música en Cuba.
Pensamos que puede ser un paso realmente revolucionario en ese sentido, porque estaríamos poniendo a ese profesional en una posición de responsabilidad ante la propia sociedad y ante la propia institución, porque ya también recae en él la necesidad de poder ser bueno en lo que está haciendo, de querer también pertenecer a una empresa o sencillamente tener un espacio de autonomía donde gestionarse a sí mismo y gestionar su unidad artística y aportarle también a este país.
Si desea saber más sobre el tema, puede escuchar el resto de la entrevista en el siguiente podcast: