Como un rey se ha de sentir un dramaturgo en la “sociedad del espectáculo”. Cuando la mayoría de las relaciones sociales están mediadas por imágenes, se cree en el poder de lograr, en cualquier contexto y circunstancia, que la representación se muestre más real que la experiencia vivida, más real que las propias necesidades de los actores. Que parte de la sociedad se vuelva multitud, y que, inmersa en el espectáculo, salga del régimen del diálogo para entrar en el del contagio, en el de la imitación compulsiva.

Basta que representen el guion convincentemente. Que produzcan y reproduzcan mediáticamente “situaciones”, que actúen y actúen sin que quede muy claro de qué va la obra. Generar acciones extrovertidas y jubilosas, para entrenar a los que se sumen a su rol de meros “instrumentos para producir ilusiones”; para vivir un eterno presente, el que dicta el guionista del sistema-mundo. Incrementarlas hasta provocar que la ciudadanía, devenida multitud y más propensa a imitar que a tener criterio propio, salte entusiasmada al escenario de la postverdad y de la manipulación.

“Como un rey se ha de sentir un dramaturgo en la ‘sociedad del espectáculo’”. Foto: Tomada de Pixabay

De eso tratan las “revoluciones de colores”, son las versiones postmodernas de las revoluciones “clásicas”. Lo que importa es presionar, desestabilizar, tumbar, no resolver contradicciones sociales. Se copian ciertos tips de aquellas transformaciones profundas para el stiling de las marcas en juego y del espectáculo del “desbalance”. Como “todo vale”, se recurre a lo que sea por capitalizar reacciones. Más que programas políticos, las “regresiones de colores” tienen como guías, las lógicas del espectáculo. Para su triunfo, más que sujetos conscientes, se necesitan muchedumbres enardecidas, ávidas de nuevos credos; los que en la “puesta en escena” se improvisan. Se demandan más que políticos (comprometidos, estrategas y elocuentes oradores), habilidosos performers; líderes capaces de borrar toda experiencia histórica y construir una imagen de la realidad, artificial y carnavalesca, donde sus seguidores canalicen sus emociones más instintivas.

Gene Sharp se apropió de los métodos de “lucha no violenta” de los oprimidos para estandarizarlos en sus manuales, teniendo como soportes las tecnologías desarrolladas por los medios masivos de fragmentación y por las imperialistas industrias culturales, para el entretenimiento y la dominación. Dígase, la instrumentalización de los símbolos, el desvío humorístico de ciertos mensajes, el uso de eslóganes y memes de internet, la producción de pequeños escándalos que funcionen como disloques perceptivos; cual se enumeran en su libro De la dictadura a la democracia. Un sistema conceptual para la liberación. Allí, dentro de los métodos de protesta y persuasión no violentas, se anuncian como “actos públicos simbólicos” el drama y la música, las presentaciones teatrales y musicales, con sátiras y burlas incluidas.

Según el experto, “los actos de protestas y persuasión son actos simbólicos de oposición pacífica o intentos de convencimientos que van más allá de la expresión verbal (…). Su mensaje puede ser dirigido a influir en el adversario, el público en general, el mismo grupo quejoso o una combinación de los tres”. Para esta especie de “judo político”, recomienda conseguir que se “vea mal” el opresor”, que “reciba cada vez menos apoyo”, explotando el hecho de que “la violencia contra un grupo no violento hace que el agresor se vea mal, despreciable, antipático, a tal grado que la opinión pública y privada se puede volcar en su contra”.

El espectáculo, decía Guy Debord (1967), es la reconstrucción material de la ilusión religiosa, el “cielo” donde los seres humanos sitúan sus propios poderes separados de ellos, las “nubes” donde proyectamos nuestros deseos, capacidades y posibilidades. “De ese modo, es la vida más terrena la que se vuelve opaca e irrespirable”, concluía el revolucionario francés.

El joven dramaturgo Yunior García Aguilera le promete al pueblo cubano, aterrizar ese “cielo” virtual que es su “archipiélago”. Una “Cuba plural”, he aquí su “nube”. Para inaugurar la pista de aterrizaje, convoca a una marcha para el próximo 15 de noviembre. El mismo mes en que se iniciara la primera “revolución de colores”, la de Terciopelo en la Checoslovaquia de 1989. A pocos días de “conmemorarse” el año en que se subió al escenario, montado frente al Mincult, para representar el “Diálogo”, haciendo mucho ruido.

Por lo general, “oímos” ruidos y “escuchamos” lo que nos dicen. La RAE explica que escuchar es “poner atención o aplicar el oído para oír”. Y que “la acción de escuchar es voluntaria e implica intencionalidad por parte del sujeto, a diferencia de oír, que significa, sin más, percibir por el oído (un sonido) o lo que (alguien) dice”. En tal sentido, resulta significativo que, en nuestro insustituible Himno Nacional, se use el término “escuchar” el sonido del clarín, con lo que se alude a la intención y voluntad de corresponder a ese signo sonoro, a la convocatoria de la Patria, a ser libres o morir.

La atención, la actitud y la empatía marcan la diferencia entre oír y escuchar, y redundan, por tanto, en precondiciones para un diálogo efectivo. Dialogar es compartir la actitud de escuchar, la voluntad de aminorar todo ruido o código extraño al interlocutor, que se interponga en el intercambio de las ideas o argumentos. Solo con la motivación de escuchar, de verdad, activamente, podemos percibir ciertos matices del mensaje del otro y hasta sentir empatía; lo que no se consigue si solamente oímos, o si se va a la mesa para hacer ruido, buscando aplausos. Si lo que interesa a unos de los interlocutores es, precisamente, llamar la atención, “vender” la imagen o el gesto representativo del diálogo, espectacularizarlo, no es posible la comunicación, ni el consenso.

Las “revoluciones de colores” son las versiones postmodernas de las revoluciones “clásicas”. Lo que importa es presionar, desestabilizar, tumbar, no resolver contradicciones sociales.

Por ahí circulan los videos del 27 de noviembre de 2020, donde se ve que el dramaturgo devenido activista, luego de recibir la llamada del viceministro de Cultura Fernando Rojas para entrar al Ministerio a dialogar, lo primero que hace es acercarse a una cámara de un medio “independiente”, para publicitar su postura. Y frente a estas no habla de diálogo, sino de negociación, y subordina la motivación que lo llevó hasta allí a las decisiones del grupo emergente, que hasta entonces no conocía. En entrevistas posteriores ha esclarecido que su propósito era introducir a un tercer dialogante, que debe entenderse como el público, para los aplausos.

El final de aquella sentada, ya es bien conocido. Ese día, los del llamado Movimiento San Isidro (MSI) y los del INSTARde Tania Bruguera le robaron el papel protagónico a Yunior. Es menester recordar que, en la reunión con el viceministro de Cultura, la mitad de los participantes, selección realizada sin intervención institucional alguna, eran integrantes del MSI, gestoras del equipo de Tania Bruguera y cuatro periodistas de medios “NEDependientes” (Diario de Cuba, Hypermedia, Cubanet y ADN).

Horas después del impositivo correo “de los 30”, imponiendo condiciones y rompiendo con el diálogo, el graduado de la ENA y del ISA se desmarcó públicamente de estas agrupaciones. En un post de Facebook auxiliado de su cercano amigo Juan Pin Vilar, Yunior expuso que nada que saliera posteriormente, firmado por los 30 que habían entrado al Ministerio de Cultura aquella noche, podía llevar su firma. “Mi postura firme es la siguiente: mi agenda no es la del MSI. Estoy a favor del diálogo que se pactó el 27 de noviembre”, concluyó. Se suponía que había roto con ellos, por mandar aquel correo sin su consulta.

En aquel contexto, el mencionado amigo de Yunior y realizador audiovisual comentó en su muro: “Es lamentable que se interrumpa el diálogo y que lo quiera capitalizar grupo alguno. Lo dije y lo sostengo: a mí me convoca Cuba, el Cardumen y todo aquel que no quiera vender la independencia y la soberanía”.

Por su parte, el prestigioso trovador Silvio Rodríguez opinó en su blog Segunda Cita: “A mí no me asombra que ahora se estén delimitando fronteras. Al principio muy revuelto el río y algunos `pescadores´ se frotaron las manos. Es justo que se converse e incluso que se discuta, lo que no es justo es que los destructores capitalicen el diálogo y se apoderen de un derecho ciudadano”.

La tan cercana a Tania Bruguera y coordinadora de INSTAR, Camila Lobón, increpó a Silvio por este criterio. El autor de “El Necio”, le respondió: “Camila, allá los que te ninguneen y no te mencionen o te tergiversen. No es mi caso. Por supuesto que tienes razón al luchar por los derechos que consideres que son tuyos, pero plantear dialogar un día y al siguiente exigir que se siente contigo el presidente del país me parece un tanto creído. ¿En qué lugar del mundo eso sucede? ¿No será que se saben noticia y están pidiendo lo que suponen que no les van a conceder, para quejarse más? Si han conseguido llamar la atención busquen solidez, no arrogancia. Es lo que con muy buena voluntad atina a decirte alguien que puede ser tu abuelo”.

Semanas después, el 27 de diciembre, se vio a Yunior frente a la iglesia de Reina, junto a manifestantes del naciente movimiento 27Ny a los del MSI; solidarizándose con Luis Manuel Otero, Maykel Osorbo y Tania Bruguera. Sus actos y manifiestos posteriores no han hecho más que evidenciar su alianza y respaldo con tales actores, “puestos” para la subversión y con financiamientos extraños.

En un texto anterior nos preguntábamos: “¿Por qué solo las manchas del sol? ¿Por qué drena los venenos de otros un joven artista con respaldo institucional, con un discurso crítico y que no tiene experiencias de censura? ¿Por qué lastrar su tránsito hacia la cumbre intelectual de Lezama y Piñera, e intoxicarse con resquemores prestados? ¿Por qué, frente a un camino pletórico de realizaciones concretas a favor de la cultura y del arte contemporáneo, solo señalar el quinquenio gris o la UMAP, sin mencionar, ni una vez, los análisis sobre estos temas? ¿Por qué mencionar a los pocos que se fueron y no a los muchos que decidieron quedarse o “se fueron quedando”, haciendo obras? ¿Por qué congelar y publicitar las censuras y los errores, y no las rectificaciones o restauraciones?”.

“Para él y su cofradía, el diálogo ya no resulta la posibilidad de concertar, ni tan siquiera un medio para construir una agenda de debate”. Foto: Tomada de Pixabay

Lejos de responderlas, lo que hizo fue ningunear al autor de estas líneas. Un forista le colocó el link de mi artículo en su muro, con la sugerencia de “Una buena lectura”; después de inspeccionarlo le respondió: “Es un pastiche interesante, pero no encontré ideas propias”. Esa misma madrugada del 17 de enero, les pidió un respiro a sus seguidores, no aguantaba más. “Me voy de Facebook unos días…”, anunció en un post. “Les agradezco su compañía y sus abrazos. Y pido perdón si no soy todo lo fuerte que esperaban. Todavía no es el fin, es una pausa” (sic), anotó y bajó el telón.

Al volver a su escenario, la aún “promesa del teatro cubano”, arremetió contra los observadores críticos de su espectáculo político, que habíamos publicado en La Jiribilla. Entre estos, el Dr. Ernesto Limia con su documentada cronología “De patria y cultura en tiempos de Revolución”, donde se señala laparticipación del dramaturgo, del 12 al 14 de septiembre de 2019, en uno de los talleres del proyecto Diálogos sobre Cuba.Un concilio no convocado por cubanos, sino que forma parte del programa de formación de liderazgo que organiza la estadounidense National Endowment for Democracy (NED) y realizado en Sant Louis University-Madrid Campus.

De mi texto comentó que no había pasado del primer párrafo, cuando antes lo había calificado de “interesante” y de “pastiche”; lo que solo se constata al leer mucho más que el inicio. Y ciertamente, suelo compartir ideas de pensadores lúcidos; no me creo politólogo por tan solo pasar una Maestría en Ciencia Política. Tampoco era cierto que la revista digital no le hubiese prestado atención a su obra teatral; lo había hecho antes y lo siguió haciendo, pese a sus desafíos a la institución.

A esta altura de la puesta, resulta evidente que a Yunior no le interesa dialogar, sino provocar.

Se rehusó a participar en la primera sesión de diálogos de la máxima dirección del Ministerio con jóvenes artistas e intelectuales, celebrada el 5 de diciembre de 2020 en el teatro Abelardo Estorino. El director de Trébol Teatrotenía el móvil del viceministro al frentedel CNAE,podía ir al Ministerio u otra institución cultural a dialogar y disentir sobre lo que quisiera. Como él mismo contó, en diciembre de 2020, cuando se le puso vigilancia domiciliaria, la institución gestionó para que esta cesara. Además, se le escuchó en ocasión del análisis de las propuestas presentadas por un grupo de actores y actrices para fundar una asociación y plantear otro conjunto de problemas relacionados con la ineficiencia de la gestión institucional.

Para él y su cofradía, el diálogo ya no resulta la posibilidad de concertar, ni tan siquiera un medio para construir una agenda de debate. Lo instrumentalizaron para el chantaje mediático, para la provocación y la estigmatización de los dirigentes del Mincult, para la deslegitimación de las instituciones gubernamentales, para la movilización emotiva de una multitud que represente ante las cámaras del mundo un “estallido social” en Cuba; para subvertir, en definitiva, el socialismo cubano.

Vale apuntar que el término “diálogo” brilla por su ausencia en el referido libro de Sharp, De la dictadura a la democracia. Y “dialogar” aparece solo una vez, precisamente para minar su agenciamiento, para prejuiciar su empleo en una “revolución de colores”, donde se persigue presionar al poder y agitar a las masas.

Para su extensa marcha escénica, el dramaturgo se ha “montado” nuevos personajes, con sus respectivos storytellings. Uno de ellos, como alude en la serie de Facebook “Síndromes cubanos”, el de Cristóbal Colón.

La apetencia imperialista y el ejercicio de su poderío para obstaculizar las necesarias relaciones de Cuba con el mundo son el principal obstáculo para la concreción en nuestras tierras del “reino de la justicia”. Imagen: Tomada de Trabajadores

El Movimiento San Isidro y Tania Bruguera con su instituto (INSTAR) han estado ahí por mucho tiempo, relacionados de una y otra manera con la subversión financiada contra Cuba. Sin embargo, según su relato, Yunior los descubrió a finales de noviembre del 2020, cuando se representó la huelga en San Isidro, interrumpida por las autoridades sanitarias, la noche del 26.

Más recientemente, descubrió que Cuba es un “archipiélago”. Aunque su “hiperreal” mapa no apunta en el sentido de aquellos reclamos patriotas, inaugurados en la Constitución de La Yaya de 1897, para defender y sostener la soberanía de todo el territorio nacional frente a las apetencias foráneas, como fundamenta en su valioso libro El archipiélago, el revolucionario geógrafo Antonio Núñez Jiménez.

El “ideologema” de este nuevo almirante se orienta en el sentido de fragmentar, en base a particulares intereses y fidelidades, precisamente la soberanía. Como se asume el sentido de la libertad negativa de los liberales (como no interferencia), la aspiración libertaria de cada isla radica en la no interferencia de los demás fragmentos de la nación. De modo que, a la larga, se reduciría el poder de la totalidad “plural” de demandar al “poder real”, ese que comporta la principal contradicción con los intereses del pueblo cubano, el de las elites imperialistas. Ese que impactaría sobre todas ellas; no en la virtualidad, ni en la abstracción de vivir fuera del mundo globalizado y globalizador, sino en la concreta de producir para todos, de repartir los panes y la poesía, como bienes de todos.

En su campear sobre la teoría política, Yunior desconoce los años de reflexiones de cientistas políticos de todo el mundo, incluidos los descolonizados del Sur. Califica a otro de “colonizados” o “autonomistas”, mientras obvia cualquier cultura alternativa a la occidental, no las escucha. Suelta, como si de un guion se tratara, teorizaciones vacuas, desperdigadas y contradictorias entre sí. Conceptualiza una categoría política, haciendo uso de otra de mayor abstracción. Las descontextualiza y construye versos para los “bocadillos” de su puesta.

Para armar esta parafernalia retórica, toma como núcleo el “pluralismo”, que suena bonito en los discursos, pero tiene una historia de teorizaciones; precisamente, por su imposibilidad práctica, al menos en la telaraña del capitalismo real. Desde la cosmovisión hegemónica (neo)liberal, tal como han hecho con otras categorías, el “pluralismo” termina siendo una distinción de la cultura política occidental. “Occidente es el mejor sistema de los que ha habido hasta ahora en la historia: no se ha inventado nada mejor para la protección del individuo, para el respeto a la vida y a las personas”, planteó Sartori.

Para los defensores de este pluralismo (liberal), la democracia queda “representada” por la representación política o parlamentaria y esta solo puede ser imaginada mediante la pugna de partidos políticos, bajo la lógica (mercantil) de la competencia. Para concretar su ideal de “sociedad abierta”, el “pluralismo” se constriñe a “la libre creación y existencia de los partidos políticos”. De ahí que, cuando el nuevo “almirante” habla de “construir una Cuba plural”, simbolizada como un “archipiélago”,a lo que llama es a establecer otro sistema político, pluripartidista. Por ello califica de “obsoleto” al actual “contrato social” y convoca a la “construcción” de otro, mediante plebiscito. El “pluralista” desconoce así a los 6 816 169 cubanos que aprobaron la actual Constitución, en el referéndum del 24 de febrero de 2019. Tampoco los escucha.

“La libertad consiste en el conocimiento de la libertad y en la práctica fundada en ese conocimiento; en obrar según un plan consciente para el consensuado ‘bien común’”.

Con lo tanto que ha llovido, sobre las toneladas de reflexiones escritas acerca de la dialéctica libertad/necesidad, el joven dramaturgo se yergue sobre su muro de Facebook y repite lo que el viejo Epicuro: “Es una desgracia vivir en la necesidad, pero no es una necesidad vivir en ella”. Un buen discurso, pero falso. El deseo humano de realizar ciertas acciones, “movimientos”, está determinado por las condiciones objetivas de la naturaleza y la sociedad. Ser libres es decidir sobre las posibilidades para la realización, sin límites, de la naturaleza humana. La libertad consiste en el conocimiento de la libertad y en la práctica fundada en ese conocimiento; en obrar según un plan consciente para el consensuado “bien común”. No es actuar en el cielo virtual, ni “representar” al libre albedrío. La histórica apetencia imperialista y el ejercicio de su inmenso poderío para obstaculizar las necesarias relaciones de Cuba con el mundo son el principal obstáculo para la concreción en nuestras tierras del “reino de la justicia”. Nos atacan y castigan para borrar “el sueño de lo posible” en territorios excolonizados, por pretender nuevas formas de expresión y de relacionamientos humanos, socialistas y “socialísticos”.

El capitalismo, queda más que demostrado, no puede ser democrático y mucho menos fraternal. Solo al superarse el “reino de la necesidad”, sin la explotación del hombre por “el lobo del hombre”, será posible hablar de libertad, de soberanía y de democracia plenas. Cuando todos los seres humanos no tengan que reducir su tiempo de esparcimiento (su momento para enriquecer su espíritu y expresar en todas direcciones su naturaleza bio-psico-social) para poder sobrevivir junto a su familia. Y esa no es la meta que proponen los reformistas y anexionistas que aúpan al Junior, los de adentro y los de afuera de la “desgracia” cubana, los que aplauden su espectáculo de provocaciones.

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