Hay una fotografía de Eusebio Leal Spengler que resume simbólicamente el cometido de su vida y obra. No es una imagen posada ni tampoco gestual, aunque el retratado parece haber reparado en el lente de la cámara. Todo indica que se trata de una instantánea tomada con teleobjetivo. La figura del Historiador de la Ciudad predomina con todos sus detalles, mientras que a sus espaldas se vislumbra la efigie gigante de Martí en la Plaza de la Revolución, aunque borrosa y difuminada por el desenfoque.

“Sus ojos traslucen cierto regocijo desde la mirada interior”. Imagen: Cortesía del entrevistado

Leal Spengler ya peina canas, y al no molestarle el sol se ha quitado el sombrero de Jipijapa que desde hacía unos años llevaba para protegerse. Aunque las arrugas de su rostro ponen de manifiesto el cansancio acumulado, sus ojos traslucen cierto regocijo desde la mirada interior. Porta la insignia de Héroe del Trabajo de la República de Cuba en el lado izquierdo del pecho; la bandera con la estrella de oro hincada sobre su indumentaria gris. Aquel acto del Primero de Mayo de 2013 marca un antes y un después en su trayectoria vital. Ese es el verdadero trasfondo de esta imagen que ahora ha cobrado un significado icónico tras su partida física el 31 de julio de 2020. Por eso preside la Sala de los Honores en la Casa Eusebio Leal Spengler.

A Roberto Chile, el autor de esta foto emblemática, le unía una relación fraternal con Eusebio; una relación diáfana y espiritual a la vez. Ambos se profesaban un respeto mutuo como poseedores de un mismo privilegio: haber compartido momentos de gran trascendencia histórica, cada uno desde su perspectiva personal. Por muchos años, desde 1982 hasta 2016, Chile fue el camarógrafo personal del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, acompañándolo en sus viajes por Cuba y el extranjero. Después se dedicó a las artes visuales como fotógrafo profesional, documentalista, productor y curador de arte. Sirva esta pequeña entrevista para dejar una constancia testimonial que no pueda ser borrada por el olvido; la breve historia de una fotografía que nos trascenderá en el tiempo.

¿Hasta qué punto yace implícita en tu obra artística la faceta del oficio de camarógrafo? ¿Cómo definirías tu relación profesional con la imagen visual, tanto estática como en movimiento?

La manera en que afronto una y otra labor —filmar y fotografiar— es similar, porque siempre lo hago con la misma pasión y los mismos conceptos artísticos y estéticos, poniendo el ojo, la mente y el corazón en el mismo eje, como lo definió el célebre fotógrafo francés Cartier-Bresson. Sin olvidar las diferencias entre la imagen estática y la imagen en movimiento, siento que mis fotografías se parecen a mis videos y viceversa. Mi relación profesional con ambas disciplinas se caracteriza por una incesante búsqueda de la poesía. Si la he encontrado no lo sé. Yo sigo tras ella.

Aunque has sido testigo de importantes acontecimientos históricos, registrándolos con el lente, siempre has sido muy renuente a cualquier forma de protagonismo. ¿Cuál consideras que haya sido tu contribución personal a la historia de Cuba?

He sido, como muchos, testigo de importantes acontecimientos de la vida y la historia de nuestra nación. Tuve la suerte, y hasta podría decir que el privilegio, de perpetuar momentos cruciales del acontecer de nuestro país durante años. Mi trabajo creativo, como realizador audiovisual, camarógrafo y fotógrafo, esencialmente, ha sido intenso y diverso. Pero, sin duda, lo más meritorio de mi contribución personal a nuestra historia fue perpetuar durante décadas —cámara en mano— la trayectoria de Fidel al frente de la Revolución Cubana. Hoy parece un sueño, pero fueron días, meses y años de consagración al deber y al trabajo con la misión principal de seguir a Fidel a todas partes sin reparos y sin miedos. Y así lo hicimos. Y aquí estamos.

Tengo conocimiento del cariño y respeto que le profesabas a Eusebio Leal. De igual manera me consta que él te distinguía con especial consideración y cariño. ¿Podría decirse que esa fraternidad mutua se reúne en tu foto de Leal en la Plaza portando la Orden Nacional de Héroe del Trabajo en su pecho y con la efigie de José Martí al fondo? ¿En ese momento sabía él que le tomabas esa foto que hoy es un verdadero ícono?

Esa foto la tomé el Primero de Mayo de 2013 a las 8:43 a.m., durante el desfile del pueblo habanero en la Plaza de la Revolución. Yo estaba a unos metros de Eusebio con una cámara fotográfica en mis manos tratando de captarlo todo. Lo miré, él me miró, me saludó, lo enfoqué instintivamente y le tomé esa fotografía donde él está con la mirada hacia adentro y la efigie de Martí detrás. Esa es una de mis fotografías predilectas, porque como tú bien dices, encierra la fraternidad mutua, y sobre todo, el respeto, la admiración y la amistad que siempre sentí por él.

A Roberto Chile lo unía una relación fraternal con Eusebio; una relación diáfana y espiritual a la vez. Imagen: Salvador Combarro

Unos días antes de su muerte, a través de su fiel colaboradora y amiga Magda Resik, le hice llegar el siguiente mensaje: “Querido Eusebio, en estas horas más que nunca oramos por ti. Sabes cuánto te queremos y admiramos. Lleguen a ti todas las luces del mundo. Eres fuerte y virtuoso, y aunque no lo creas, eres inmortal. Nadie va a perder la fe, menos ahora. Hasta siempre. Tu amigo Chile”.

Minutos más tarde Magda me respondió: “Le acabo de transmitir tu mensaje a Eusebio y está sinceramente conmovido”.

Tengo en mis manos el libro de Eusebio Leal con el título Hijo de mi tiempo, publicado en 2013, teniendo como preámbulo un exergo de José Martí y un apunte de Fina García Marruz. De Martí se ha escogido un fragmento de sus palabras de despedida a Antonio Bachiller y Morales; de la gran origenista, un texto corto pero rotundo que resume la trayectoria vital del Historiador de la Ciudad y que concluye con la frase lapidaria: “Cuando lo olviden los hombres, todavía lo recordarán las piedras”.

Entre las palabras de elogio que, como editor personal de Leal, compilé para ese libro, está un breve texto con el título “A Roberto Chile”. Estas palabras aparecieron primeramente en el catálogo de tu exposición fotográfica Afrodescendientes, Guanabacoa-Cuba, inaugurada el 23 de septiembre de 2011 en la Fototeca de Cuba.

Ahora que ya no está Leal, ¿no sientes que esas palabras suyas cobran una resonancia actual? ¿Pudieras “reingresar” en ese texto y comentarnos qué significado tienen para tu desempeño como artista y revolucionario?

Esas palabras de Fina García Marruz sintetizan la huella de Eusebio en su paso por la vida, y dejan claro que su recuerdo permanece, no solo en la memoria de los que le admiran y quieren, sino también en cuanta obra se levanta en La Habana, en los sitios restaurados bajo su tutela, en las calles por donde caminó incesantemente sembrando amor y belleza, haciendo historia.

Me detengo en el párrafo final de las palabras que Eusebio dedicó al catálogo de la exposición que mencionas, las cuales atesoro entre mis joyas más preciadas por el significado que estas tienen para mí: “En este libro flotan la reflexión y la sonrisa, la sencillez de lo cotidiano, la búsqueda en el diario quehacer del sentido de la vida. De expresión auténtica y convincente, sus imágenes conforman un universo de fe y espiritualidad, perceptibles para aquellos que, como Roberto Chile, son capaces de amar”.

“Jamás permitiré que el odio me victimice, ni que los golpes y avatares de la vida siembren en mi alma sentimientos de renuncia y soledad”.

Es que Leal interpretó de esa manera la esencia de mi obra, con la que he perseguido en todo momento emocionar, estremecer, transmitir —como él afirma— fe y espiritualidad para despertar en los demás el amor y la ternura que todos llevamos dentro. Así serán mi obra y mis actos hasta mi último suspiro. Jamás permitiré que el odio me victimice, ni que los golpes y avatares de la vida siembren en mi alma sentimientos de renuncia y soledad.

¿A qué lugares de la Habana Vieja llevarías a tu nieto Adam —nacido hace solo unos días— cuando comience a entender que existe un mundo externo a él mismo?

Primero lo llevaré a la Calle de Madera, esa que está a la entrada del Museo de la Ciudad, antiguo Palacio de los Capitanes Generales, para que vea y acaricie con sus manos la escultura en bronce de nuestro insigne Historiador que lo perpetúa y lo pone a deambular eternamente por las calles de la ciudad que tanto amó.

El 7 de septiembre de 2017 escribí estas palabras que, aunque tardíamente, se hicieron realidad: “Ya aparecerá la mano virtuosa, que en vida y no después, lo funda en bronce o talle en piedra, y lo plante en el centro de la ciudad para que su efigie, y no solo su alma, permanezca eternamente entre nosotros. Así, quien visite la hermosa capital podrá estrechar su mano y ofrendarle una flor”.

De allí nos iremos a la Casa Eusebio Leal Spengler, ubicada en la calle Amargura número 65 entre Mercaderes y San Ignacio. Iré con mi familia en pleno; esa que ha estado a mi lado y lo está siempre y por la que soy capaz de dar mi vida. Allí respiraremos el aire para sentir de cerca el espíritu del más apasionado defensor de La Habana: Eusebio, nuestro amigo Leal.

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