El Palacio de los Torcedores: casa de la Revolución y la cultura del movimiento obrero
14/7/2020
Este 14 de julio de 2020 se cumplen noventa y cinco años del hermoso y emblemático inmueble que los obreros del sector tabacalero levantaron, con el sudor de su trabajo, para que sirviera como lugar de reunión y hermandad de los torcedores de tabaco; y así contribuyera a los altos fines de difundir la cultura y la educación entre sus miembros.[1]
En junio de 1924, en Junta General Extraordinaria, se aprobó la propuesta de Manuel Suárez, entonces presidente de la Sociedad de Torcedores, para recoger dinero a favor de la construcción del edificio social. Cada torcedor recibiría un bono que cubriría con sellos, mediante el pago de veinte centavos semanales. Con el dinero que se recaudó acordaron invertir en la compra de un terreno para levantar el edificio, en el espacio ubicado en las calles San Miguel y Marqués González, en el barrio de Cayo Hueso, a un costo de treinta y cuatro mil pesos. La obra estuvo a cargo del arquitecto e ingeniero Abel López Fernández y el costo total de la edificación y su habilitación fue de alrededor de cien mil pesos.
Dos fechas de gran simbolismo en la historia universal sirvieron para marcar el origen de su construcción. La primera piedra, cuya tarja podemos admirar todavía, se colocó el 28 de septiembre de 1924 con la presencia, entre otros, del dirigente comunista Alejandro Barreiro; del gran líder anarquista Alfredo López, artífice de la Federación Obrera de La Habana y de la Confederación Nacional Obrera de Cuba; de Carlos Baliño, veterano luchador contra el colonialismo español, fundador del Partido Revolucionario Cubano al lado de Martí y Secretario de la Federación de las Sociedades de Torcedores de las provincias de La Habana y Pinar del Río; y del joven de veintiún años Julio Antonio Mella, reconocido ya como líder estudiantil revolucionario.
La efeméride recordaba el aniversario sesenta de la creación en Londres (en 1864) de la Asociación Internacional de Trabajadores, también llamada Primera Internacional, en la cual colaboraron activamente Carlos Marx, Federico Engels y Mijaíl Bakunin. Aquel día se escucharon las notas del himno de los trabajadores, “La Internacional”, y las palabras restallantes de Mella, invitado por sus maestros y amigos Alfredo López y Carlos Baliño.
De manera natural, la Casa de los Torcedores acogió la velada artística y cultural por el primero de mayo de 1925, pocos meses antes de ser inaugurada, donde otra vez Mella fue el orador, con el simbolismo de ser aquel el último primero de mayo que el líder de la FEU estuvo en Cuba. Luego, amparó las actividades de la Liga Antimperialista de Cuba, otro de los ideales venerados por Mella, y que compartía con el Palacio la misma fecha de fundación.
Al fin, el Palacio de los Torcedores abrió sus puertas el 14 de julio de 1925. Esta vez la fecha elegida fue la del estallido de la Gran Revolución Francesa, proceso histórico que legó al mundo los conceptos modernos de Libertad, Igualdad y Fraternidad; y que para Cuba representaba la recordación de la gran Huelga de la Moneda, realizada en el año 1907. Entre los oradores de aquel día estuvo el destacado pedagogo Arturo Montori, precursor de la escuela nueva y de la enseñanza laica; y quien el poeta chileno Pablo Neruda llamó “El discóbolo de la juventud cubana”, Julio Antonio Mella, para quien la unidad entre el liderazgo estudiantil y los obreros era imprescindible en el proceso de luchas por la revolución social. Se escucharon poemas de Gabriela Mistral y José Santos Chocano en la voz de la joven luchadora Sara Pascual.
El Palacio de los Torcedores tuvo entre sus más trascendentes funciones, durante la que Juan Marinello llamó “década crítica” (desde 1923 hasta la caída de Machado), la de acoger la Universidad Popular José Martí (entre 1925 y 1927) en un estratégico intento de unir a estudiantes, profesores y obreros; para ofrecer educación y cultura a la clase trabajadora, con la colaboración de destacados intelectuales comunistas como Rubén Martínez Villena, Julio Antonio Mella, Juan Marinello, Gustavo Aldereguía, Alfonso Bernal del Riesgo, José Zacarías Tallet y Sara Pascual, así como docentes de otros países latinoamericanos.
En sus aulas, los trabajadores recibieron clases de Matemáticas, Literatura, Gramática, Historia y otras disciplinas académicas, pero también se les explicaban los fundamentos del sistema capitalista de explotación al que estaban sometidos. En una magnífica foto que se puede admirar en el museo del palacio, vemos a un nutrido grupo de aquellos profesores, entre los que se destacan el perfil apolíneo de Mella y la figura gallarda de Villena.
En consonancia con lo anterior, en el Palacio los Torcedores existieron varios espacios culturales. Tuvo una biblioteca, con antecedentes que se remontan a 1914, cuando se creó la Sociedad de Resistencia de Torcedores de la fábrica La Corona, y cuyos fondos documentales y bibliográficos atesoran una hermosa historia. Del mismo modo se fundó una imprenta, con el simbólico nombre de El Ideal; donde se publicaron diversos materiales clandestinos durante la lucha frente a la tiranía de Gerardo Machado, entre ellos folletos de propaganda con llamados a huelgas y manifestaciones contra la dictadura. Otros hitos destacados en la historia de la imprenta fueron la publicación de la revista Alma Mater y la preparación de los documentos para el congreso constitutivo del Sindicato Nacional de Obreros de la Industria Azucarera, en 1932.
En ese periodo, un líder estudiantil que estaría llamado a jugar un papel decisivo en el despertar de la conciencia del pueblo cubano durante los años ’40 e inicios de los ’50, Eduardo Chibás, fue detenido en ese local en enero de 1931, cuando preparaba materiales de los estudiantes universitarios contra la dictadura machadista. Como símbolo de la importancia que le concedía a este lugar, Chibás llamaba al Palacio de los Torcedores, “la Casa de la Revolución”. Años más tarde, aquel joven y Lázaro Peña sostendrían, en ese mismo lugar, una discusión pública donde expusieron sus puntos de vista sobre la conducción del movimiento obrero.
El Palacio de los Torcedores fue la sede del Primer Congreso Regional Obrero de La Habana, celebrado en diciembre de 1933 y sirvió como lugar de fundación de varias organizaciones obreras: como fue el caso del Congreso Provincial de Unificación Obrera, de cuya reunión surgió la Federación de Trabajadores de la Provincia de la Habana, en el cual fue elegido como Secretario General de dicha Federación, el líder sindicalista del sector del transporte José María Pérez Capote.
También fueron recibidos allí los miembros de la delegación sindical cubana que viajó a México, para asistir a la creación de la Confederación de Trabajadores de América Latina en 1938, y que preparó el congreso constitutivo de la CTC en enero de 1939. Asimismo, le cabe el honor al Palacio de los Torcedores haber sido la sede transitoria de la Confederación de Trabajadores de Cuba, antes de su construcción misma; de la Asociación de la Prensa Obrera en Cuba; de la Sociedad Popular de Conciertos y del Teatro Popular dirigido por el actor y dramaturgo comunista Paco Alfonso, en los años ’40 del siglo XX. Del mismo modo fue baluarte de la CTC unitaria hasta abril de 1948, después que fueran desalojados de su sede, por la policía, Lázaro Peña y sus compañeros, en julio de 1947.
Estas palabras de homenaje no estarían completas, si no mencionáramos que fue allí donde los obreros, intelectuales y el pueblo habanero progresista les rindieron postrer tributo a los restos mortales del poeta y dirigente máximo del partido comunista, Rubén Martínez Villena, cuyo cuerpo minado por la tuberculosis expiró el 16 de enero de 1934. El día 17, se realizaron allí sus exequias.
Años más tarde, como consecuencia de la aplicación de la política de Guerra Fría y su corolario anticomunista, se desató una feroz persecución contra los principales líderes obreros por parte de los gobernantes auténticos Ramón Grau San Martín y Carlos Prío Socarrás. En el año 1948 fueron asesinados el dirigente azucarero y Representante a la Cámara Jesús Menéndez, el 22 de enero; el líder del sindicato tabacalero y afiliado activo de la Sociedad de Torcedores Miguel Fernández Roig, el 2 de abril; y el adalid de los trabajadores portuarios Aracelio Iglesias, el 17 de octubre. Otra vez, fue en el Palacio de los Torcedores donde tuvieron lugar las honras fúnebres de dos de aquellos paladines obreros: Fernández Roig y Aracelio. Durante un tiempo, se guardaron allí, como sagradas reliquias, las mascarillas mortuorias de Mella, hecha por el escultor Juan José Sicre, que se custodian hoy en el Aula Magna de la Universidad de La Habana; y la del General de las Cañas Jesús Menéndez, lamentablemente perdida.
Tras el triunfo de la Revolución, el 1ro. de enero de 1959, el Palacio de los Torcedores devino lugar de culto para honrar la memoria de las luchas del movimiento obrero y convertir esa evocación en patrimonio vivo para las presentes y futuras generaciones de cubanos. Por tal motivo, el XII Congreso Obrero de la CTC, celebrado en 1966, propuso crear el Museo Histórico del Movimiento Obrero, idea que se materializó en 1967 bajo la dirección de la dirigente comunista Haydée Guash, viuda del también destacado intelectual, dirigente sindical y comunista Carlos Fernández Rodríguez.
Una década más tarde, en 1978, y tomando en consideración sus notables valores históricos y patrimoniales, el Palacio de la Sociedad de Torcedores de La Habana fue declarado, por el Consejo Nacional de Patrimonio, Monumento Nacional. Sin embargo, no fue posible conservar unida la colección del Palacio, la cual, por motivo de deterioro del inmueble, fue dispersada en otras instituciones, como el Instituto de Historia de Cuba, el Museo de la Revolución y la sede nacional de la Central de Trabajadores de Cuba.
Tras ser sometido a una cuidadosa restauración, desde el año 2012 la institución lleva con orgullo el nombre de Centro Cultural Palacio de los Torcedores, integrado por la biblioteca, el teatro, el salón de actos, las oficinas y las aulas. Su misión actual es cumplir, a cabalidad, el objetivo de conservar y perpetuar la memoria histórica del movimiento obrero y sindical cubano.
En tal sentido, la institución ha sido testigo en los últimos años de un activo programa cultural comunitario, donde se destacan las acciones relacionadas con la historia del movimiento obrero cubano, y de manera especial con la vida y obra de su gran capitán Lázaro Peña; los talleres internacionales por el Primero de Mayo; la realización de exposiciones de pintura y fotografía, y de festivales de música tradicional cubana; la coordinación de encuentros de la Sociedad Abakuá con el Comité Provincial del Partido; la presencia de importantes personalidades de la cultura y de la historia en actividades de la Bienal de Artes Plásticas y de la Feria Internacional del Libro de La Habana. De modo particular, ha sido relevante la participación en todas sus actividades de la colectividad que rodea al Palacio, el combativo y martiano barrio de Cayo Hueso.
Teatro Cimarrón, con la Peña «La Vega de los Cuentos» y presencia permanente en diversos actos y espectáculos, se ha integrado a la intensa programación cultural del Palacio de los Torcedores.
El niño de las estrellas.
26 estrellas elegidas,
cavalgando desde siempre:
el antes, el hoy y La Vida.
El niño que nace solo
descubre Historia y Futuro
y se proyecta seguro
sobre Pasados y Miedos.
¡ Ya le sigue un pueblo todo
sobre 26 estrellas
que cansadas mucho y poco
esta’n viviendo en La Tierra !
26 estrellas sabias,
secreto del Universo,
derramadas sobre un suelo
y, cual un misterio a gritos,
acompañaron al niño
reescribiendo viejos libros.
Ya no esta’ y esta’ el niño,
hombre-estrella, infinito,
casi real, o más leyenda,
o promesas de guajiros
que escribieron epopeyas.
¡ Una hilera de cometas
se acerca a tanta belleza.!
Ellos lo entienden Todo,
Don Oscuro, casi nada
y el niño canta que canta,
carne y estatua en si’ mismo.
¡ 26 estrellas cantan
en la mirada del niño.!
MIGUEL OJEDA.
Distinción por la cultura cubana.
Laureado de la cultura.
Artista de mérito del ICRT.
Miembro de la UNEAC.