Y haremos teatro en Cuba… hasta que se seque el malecón

Marilyn Garbey Oquendo
20/10/2016

El camino a Camagüey está signado por el teatro. Por eso, cada dos años las campanas de las iglesias de la ciudad tocan a rebato anunciando que llegó la hora del encuentro entre teatristas y espectadores. Freddys Núñez, director de Teatro del Viento y también del Festival Nacional de Teatro, afirma que la urbe agramontina “es un saco gigante que guarda dentro de sus viejos muros y en el alma de su gente tanto teatro…” [1].

Pero la incertidumbre pesó mucho sobre la edición del 2016: la amenaza de Matthew, catalogado por el doctor José Rubiera como “poderoso huracán”, pendía sobre la realización y la organización del evento. Urgía confrontar maneras diversas de concebir el teatro, era impostergable el diálogo entre las diferentes generaciones de teatristas que conviven hoy en Cuba, apremiaba la exigencia de pensar entre todos el teatro que hacemos en este mundo en franco estremecimiento, cuyas vibraciones sacuden los cimientos del oficio teatral. Era necesario encontrarnos en Camagüey, vaya el agradecimiento a sus organizadores.

Desde el cartel del evento, las gafas amarillas recomendaban prestar atención a cada acto teatral, habida cuenta de su carácter efímero y de las numerosas posibilidades de recepción generadas por el hecho escénico. Parafraseando a la filósofa Marina Garcés, el teatro, como la filosofía, “no acepta la normalidad ni el sentido común” [2]. Por eso, en tiempos de ciclón, el teatrista  debe cultivar con eficacia la lucidez y la responsabilidad,  pues corre el riesgo de ser arrasado por vientos de 250km/h y, ante un fenómeno meteorológico de tanta magnitud, solo caben la prevención y la solidaridad para enfrentarlo y sobrevivir.

 

Caminos que no se hicieron solos

Veinte  años después de la dura confrontación que tuvo lugar en Camagüey  en torno al montaje de Lila la mariposa, la maestra Flora Lauten y su Teatro Buendía protagonizaron la noche inaugural del Festival. En Éxtasis. Un homenaje a la madre Teresa de Jesús, Flora volvió a la escena, encarnando un personaje rebelde ante la intolerancia, cultivadora del milagro de la poesía y el teatro. Con la tensión por la amenaza de Matthew, la maestra subió al escenario del Teatro Avellaneda y su presencia conjuró el peligro.


10 millones, Argos Teatro. Fotos: Abel Carmenate

 

Carlos Celdrán expuso su alma al público en Diez millones, texto de su autoría que llevó a escena junto a Argos Teatro. Pero no se trata de un acto de vanidad, no lo impulsa la frivolidad que mueve el reality show, ni sigue la moda de lo autorreferencial. La confesión desgarradora hurga con transparencia, con los recursos del teatro,  en un pasaje de su vida familiar, signada por hechos que pertenecen a la Historia del país. Léase la separación de las familias por la emigración hacia Estados Unidos, piénsese en hijos becados lejos de sus madres consagradas a labores sociales, recuérdese el año 80 marcado por los sucesos del Mariel.  En un escenario minimalista —tan solo dos escalones—, donde prevalecen los tonos grises y negros en el vestuario, los cuatro actores trazan con fuerza sus personajes, y estremece tanto que no se sabe si aplaudir o llorar cuando llega el final.

Rubén Darío Salazar, junto al Teatro de Las Estaciones, trajo Los dos príncipes, a partir del poema de José Martí, y El irrepresentable paseo de Buster Keaton, de Federico García Lorca, autores en los que vuelve a inspirarse. La joven María Laura Germán versiona el texto martiano donde el Apóstol revela a los niños el dolor provocado por la muerte y les expone las injusticias generadas por la desigualdad y pobreza. El director de la puesta en escena parece animado a hacer teatro total, de ahí que la interacción entre actores y títeres encuentre plena realización en este montaje. El rigor de Zenén Calero para crear tanta belleza escénica con el diseño de los títeres y las siluetas empleadas en las sombras, el vestuario y la escenografía, vuelve a sorprender al espectador, cualquiera que sea su edad.


Balada del pobre BB, Impulso Teatro.

 

Alexis Díaz de Villegas formó Impulso Teatro, grupo con el cual presentó Balada del pobre BB, dedicada a Vicente Revuelta, voz fundacional de la escena nacional, maestro del director y de tantos otros que nos reconocemos en la vitalidad creativa del hombre que se empeñaba en romper moldes acomodaticios, atento a las renovaciones teatrales que sucedían en el mundo para incorporarlas, creadoramente, al tronco de nuestras vidas. Tampoco puede pasarse por alto el hecho de que haya elegido a Bertolt Brecht para abrirse camino en la selva oscura del teatro cubano de hoy. Teatrista incómodo para muchos burócratas de su tiempo, fue capaz de dibujar magistralmente los conflictos entre el individuo y su contexto social. De la escena emana una rara belleza, son actores que toman a BB como pretexto para echar una mirada a su entorno, habitado por mendigos, madres sufridas, campesinos y obreros, gente que padece la dura cotidianidad. El piano en vivo, la voz del director que corrige el tino, la fuerza de los actores, son impulsos para seguir viendo teatro.

Me detuve en las obras presentadas por Celdrán, Salazar y Díaz de Villegas en el Festival de Camagüey, porque quiero resaltar algunos rasgos de sus respectivas trayectorias que me parecen ejemplares. Son creadores  en plena madurez, aprendieron de sus maestros los gajes del oficio y rompieron con ellos para emprender el camino propio. Recorrieron buena parte del mundo, estudiaron, se entrenaron, se han equivocado, han trabajado con el grupo  en duras circunstancias para construir el lenguaje artesanal del teatro que eligieron  hacer para compartir sus ideas y sus sueños. Desde sus respectivas poéticas —porque, como afirma Celdrán, “nadie puede tener la certeza de cuál es la forma, la metodología definitiva que atrape el presente…” [3]— han labrado las condiciones para comunicarse con el espectador.

 

Un camino largo hasta llegar al mañana

La primera noticia que tuve de CCPC Cuban Coffe by Portazo’s Cooperative, fue una reseña publicada por Rubén Darío Salazar, tan atento a las señales  del mundo donde vive y hace teatro. El director de Teatro de Las Estaciones subrayaba el carácter provocador del montaje y dejaba nota del compromiso social de sus creadores, gentes con formaciones diferentes: un poeta como Israel Domínguez, un teatrólogo como Eberto García, una dramaturga formada en el ISA como María Laura Germán; actores  de experiencia como William Quintana y Sarahí de Armas, y un director-actor, Pedro Franco, que ha trabajado con varios directores del país. Creadores con biografías de orígenes diversos se juntan en un grupo de teatro y se entrenan a su manera para realizar largas temporadas de presentaciones ante el público. Así recuerdan a la sociedad que es posible el diálogo —más allá de discrepancias, más acá de disensos— para construir un país más inclusivo donde se preserven nuestras conquistas sociales y se respeten las elecciones del otro. El público asiste a un cabaret que cumple con rigor las leyes del género: música, lentejuelas, alimento para los  sentidos, bebidas, placer, baile. Y se asocian a la vertiente del cabaret  político —tan de la preferencia del pobre BB —para compartir ideas muy críticas sobre la sociedad en que viven, acaso correspondiendo a una sugerencia de Boaventura de Souza cuando pedía a los más jóvenes “pensamiento no solo crítico sino también propositivo”. Tal vez ahí radique la fuerza que emana de tanta juventud reunida en un escenario para cuestionar las razones que impulsa a uno de la tribu a partir hacia otras tierras en busca de un Iphone, increpando al que se queda y se acomoda.


Superbandaclown, Teatro Tuyo.

 

Superbandaclown es la propuesta de Teatro Tuyo, una hermosa metáfora sobre el sentido de la vida, que cierra a paso de conga y arranca las lágrimas del público. La antiquísima técnica del clown es la columna vertebral del montaje, pues se desprenden del lenguaje verbal para llegar al espectador. La música es interpretada en vivo por los actores, personajes de una banda de concierto que esperan la llegada del director para comenzar el ensayo, atrapados en situaciones que oscilan entre la comedia y el drama más desgarrador, pues abordan temas disímiles que van desde el cuestionamiento al poder hasta las relaciones entre compañeros de trabajo, desde satirizar las mezquindades humanas hasta propiciar la armonía y la paz. Ojalá esta banda de músicos recorra el país de punta a cabo, ojalá llegue a Baracoa y a Maisí, y aquellos en quienes Matthew volcó su furia devastadora encuentren razones para continuar trabajando en pos del renacimiento de la vida.

Durante mi estancia en Camagüey, viví momentos extraordinarios recorriendo una ciudad fascinante en su trazado arquitectónico, preservada por sus habitantes,  con calles limpias y servicios variados y eficientes. Como espectadora me aburrí en ocasiones, pero también disfruté mucho, como en las obras que antes mencioné. Los grupos de la zona oriental del país no pudieron llegar porque Matthew les impidió el paso. No asistí a la primera etapa y no puede ver a Teatro D´ Dos ni a Teatro La Rosa, ni a Alas Teatro.

El último día vi Charlotte Corday o el animal, motivada por asistir a la representación de un texto de Nara Mansur  y  por ver en escena a Andrea Doimeadiós, una de las más talentosas actrices recién salidas de la Escuela de Arte. Confieso que no alcancé a entender el sentido de aquel acto. La actriz y la directora Marta Luisa Hernández reivindican el punto de vista femenino para indagar en su educación sentimental, atravesada por la historia del país. Son jóvenes en camino de encontrar el lenguaje para expresarse, pero no pude descifrar en el acto teatral sus razones para subir a un escenario. 


Charlotte Corday o el animal, Teatro El Público-AHS.

 

Coda

 

“…o nos condenan juntos o nos salvamos los dos”

José Martí

 

Cada vez que concluye el Festival Nacional de Teatro vienen las reflexiones sobre lo sucedido, surgen cuestionamientos al sistema de gestión y promoción de las artes escénicas. Después uno se pregunta adonde irán a parar los criterios emitidos, o si habrá oídos receptores para tanto debate. A veces me siento tentada a repetir la frase del personaje de Time ball [4]: “Esto ya pasó”. Pero vuelvo a la tarea como si fuera la primera vez, aunque en esta ocasión solo apuntaré dos aspectos sumamente inquietantes. Es excesiva la cantidad de agrupaciones teatrales, 235 entidades artísticas [5], todas subvencionadas por el Estado, de las cuales solo 32 pasaron la selección para el Festival, habida cuenta de que Teatro de Las Estaciones y Argos Teatro presentaron dos obras, respectivamente. ¿Cómo trabajan las restantes? ¿Qué razones impidieron su presencia en Camagüey en este 2016? ¿Debe continuar la subvención estatal a agrupaciones que desde hace años no pueden asistir a los principales eventos del país?


Encuentro de la crítica. Centro de Convenciones Santa Cecilia.

 

El otro asunto tiene que ver con el rol de la crítica en estos tiempos. Es cierto que la crítica acompaña la vida escénica del país, algunas veces desde la concepción de los montajes en el papel de asesor de los grupos. Otras veces participa en desmontajes o en visionajes antes del estreno. Entrevistas y reseñas conforman muchas páginas en Internet, algunas llegan a la letra impresa. Todos los eventos exigen la presencia de la crítica, marcada por la Teatrología, carrera universitaria que celebra 40 años como parte del curriculum del Instituto Superior de Arte de La Habana. La Teatrología nació, y sigue así, en estrecha unión con la práctica escénica, lo cual es un gran logro. En Cuba no se escribe la crítica teatral desde un buró. Pero hace tiempo se nos exige que contribuyamos al establecimiento de las jerarquías en nuestro contexto teatral y, seamos honestos, las respuestas demoran en llegar. Ahora mismo en Camagüey, en las mañanas del Encuentro con la Crítica, se alzaron demasiadas voces excesivamente laudatorias con todo lo que se presentó. A juzgar por lo escuchado en el Centro de Convenciones Santa Cecilia, todo marcha bien en el teatro cubano, y todos sabemos que no es exactamente así. En esta hora no valen los llamamientos. Tan solo vale trabajar, con honestidad y con lucidez. Nos va la vida en ello.

 

Notas:
 
1-Freddys Núñez: “¡Que se haga la luz y lo ilumine todo!”. Tomado del catálogo del FTC 2016.
2-Marina Garcés: “La filosofía nace como arte callejero”. El País, 7 de septiembre de 2015
3- Carlos Celdrán: “¿Un director de escena? Tomado del Catálogo del FTC 2016.
4- Time ball o el juego de perder el tiempo. Texto teatral del dramaturgo cubano Joel Cano.
5. Yanetsy León González: “Epílogo del Festival de Teatro de Camagüey”.  Adelante, 11 de octubre de 2016.