Veinte años para, con, desde la memoria

Víctor Casaus
28/7/2016

Esa podría ser una de las maneras de sintetizar la labor realizada por el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau en estas dos décadas de esfuerzos, solidaridades, riesgos y otras hierbas (aromáticas o no), que han poblado estos segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años contenidos en la cifra que ahora celebramos, a lo largo de este 2016, acompañados de tanta gente fraterna que hizo posible, junto a nosotros, esta apuesta a favor de la imaginación y la belleza.

Ahora los hermanitos del éter de La Jiribilla han preparado este dossier para repasar, en las voces de colaboradores de ambos territorios (periodistas, escritores, ensayistas, historiadores, especialistas, amigos y amigas), algunos de los tantos acontecimientos que el Centro Pablo realizó en estos años, dentro de sus programas culturales, siempre con la participación decisiva de sus principales hacedores: trovadores, artistas de la plástica y el arte digital, diseñadores, gentes de la investigación y el pensamiento.


Foto: Cortesía Centro Pablo

En estas palabras necesariamente breves para iniciar esta fiesta de la complicidad que La Jiri ha organizado, no cabrían los recuentos pormenorizados ni alcanzaría el espacio para los agradecimientos múltiples y queridos.

Por eso la síntesis de lo que quisiéramos compartir en esta breve introducción es la que aparece en el borde superior del texto: la palabra memoria. No es fortuito ni caprichoso que muchos de los programas, las acciones, los sueños y las realizaciones del Centro Pablo lleven esa palabra en su denominación: cuadernos y boletines electrónicos Memoria, Premio Memoria, Ediciones La Memoria, Premio Documental Memoria, libros Arte digital Memoria y Memorias de A guitarra limpia

Esa memoria mencionada, convocada, rescatada, difundida ―a través de diversos lenguajes artísticos, navegando por distintos senderos de comunicación― ha sido nuestra inspiración y razón de ser.

Esa memoria mencionada, convocada, rescatada, difundida ―a través de diversos lenguajes artísticos, navegando por distintos senderos de comunicación― ha sido nuestra inspiración y razón de ser. Hoy continúa acompañándonos en esta voluntad de seguir siguiendo, de recordar, revivir y agradecer lo que ha sucedido en, desde, gracias al Centro Pablo, en estas dos décadas que no han tenido un desarrollo lineal o fácil ―como recordábamos recientemente―, pero sí la inmensa fortuna de comprobar ―salvo excepciones mínimas, ínfimas, mediocres― la capacidad de dar y recibir, de compartir, de crear a pesar de las dificultades, de no erigir nuevos obstáculos en los caminos de la imaginación y el pensamiento por obra y (des)gracia de las prácticas burocráticas.

En esa labor que muestran seguramente los trabajos incluidos en este dossier, se recuerdan seguramente los hechos que construyeron la memoria que les decía. A la necesidad de contribuir al rescate y la conservación de la memoria de la nación cubana (inspirados en la vida y la obra fecundas de Pablo de la Torriente Brau), incorporamos la creación de lo que será ―ya es, en estos 20 años― la memoria del futuro.

En estos tiempos complejos y difíciles, en que la amnesia ―interesada o ignorante― propone no mirar al pasado, resulta útil, necesaria y prácticamente imprescindible ―en muchos sentidos y territorios― esta vocación que hemos practicado durante dos décadas: saber de dónde venimos, para comprender quiénes somos y hacia dónde vamos. Esa vocación es necesario ejercerla con profundo sentido ético y (auto)crítico, para que los fantasmas siempre tentadores del triunfalismo, la banalidad y el oportunismo, no impidan ver (y tratar de esquivar) los obstáculos que tenemos en los caminos que hoy transitamos. No hay otro camino: recordar para entender, participar y construir. Y seguir siendo y siguiendo.