Una caja de herramientas

Omar Valiño
28/10/2016

Con la celebración de esta 7ma. Semana de Teatro Alemán, entre el 21 y el 30 de octubre, el evento cumple diez años. Ha sido toda una década de fluidos intercambios entre Alemania y Cuba en ambas direcciones.

Pura expectativa en su origen, la Semana desbordó sus modestas fronteras iniciales. Aunque conservó su nombre, pasó de semana a evento, de evento a festividad, de lecturas dramatizadas a casi un festival. Atrajo hasta La Habana a figuras importantísimas de la escena germana: actores, dramaturgos, directores, críticos, curadores, editores. Participó del Festival de Teatro de La Habana en los años impares en que este se realiza y acogió complejas puestas en escena.


Foto: Cortesía del Autor

Generó proyectos de colaboración aquí y allá: talleres, libros, residencias, muestras, visitas y participación del teatro cubano en circuitos del país centroeuropeo; así como incontables ejercicios escénicos cubanos sobre la dramaturgia alemana actual, con sus consiguientes desafíos de traducción. No del idioma, o no tanto del idioma de Goethe, sino de lenguajes y paisajes que precisaban de coordenadas nuestras para dialogar con el público cubano.

En todas las direcciones, la Semana ha crecido. El interés por conocernos mutuamente también. Ha sembrado nociones que actualizan la caja de herramientas del teatro cubano. De eso se trata, de ser otros siendo los mismos, o al revés.

Todavía la 7ma. Semana de Teatro Alemán le habla a usted. Este fin de semana se estrena El último fuego, donde Irene Borges, con el Espacio Teatral Aldaba, vuelve a la dramaturgia de Dea Loher, acompañada por la actriz Amada Morado, también en rol de directora. Pedro Villarreal da vida a Diarios de campaña, como resultado del Taller sobre Teatro documental impartido por Sarah Israel en la Semana precedente. Y visita La Habana Teatro del Viento con Los caballeros de la mesa redonda, de Christoph Hein, puesta de Freddys Nuñez Estenoz.

Ya se estrenó Aprender a nadar, de Sasha Marianna Salzmann, por
Ludi Teatro, con dirección de Miguel Abreu; y El niño que vuela, de Roland Schimmelpfennig, puesta de Eric Morales con Victoria Teatro, núcleo de creación del propio Espacio Teatral Albaba. También derivado de los proyectos del mencionado Taller de Teatro documental es Baque Strit Boys, de José Ramón Hernández con Osikán, plataforma escénica experimental.

Terminó su temporada Áyax y Casandra, de Reinaldo Montero, a partir de la novela Kassandra, de Christa Wolf, asumida por Sahily Moreda con la Compañía del Cuartel; e Impulso Teatro realizó dos nuevas funciones de Balada del pobre BB, con textos de Bertolt Brecht, bajo el mando de Alexis Díaz de Villegas.

A esa gran figura del teatro mundial, a medio siglo de su muerte, estuvo consagrado el panel “El cubano Bertolt Brecht”, con las intervenciones de José Milián, Mario Guerra, José Alegría y el propio Alexis Díaz de Villegas, moderados por Reinaldo Montero.

Otro panel fue “Práctica de lo real: dramaturgias en contexto”, con José Ramón Hernández y Pedro Villarreal, sobre sus procesos y puestas arriba mencionados, asistidos por Marta María Ramírez y con Yohayna Hernández como moderadora.

Destacadísimo ha sido el ciclo de conferencias ilustradas a cargo del invitado especial de esta Semana, Stefan Kaegi, fundador y líder, junto a otros dos colegas del colectivo Rimini Protokoll, de Berlín. Stefan nos ha paseado, mediante la documentación exhibida en la pantalla y sus explicaciones, por su inusual trabajo en torno al teatro documental que inserta y revela, a un mismo tiempo, las álgidas realidades de distintas partes del mundo.

La Semana de Teatro Alemán ha dicho todo en presente, de manera tan múltiple como amplia y abarcadora de distintos caminos. Así ha sido su trazado y así se ofrece diez años después. Luego habrá que hacer un balance crítico de esta edición, puesta por puesta y acción por acción, así como de su primera década de presencia entre nosotros.