Trece maneras de conversar con Edelmis Anoceto

Melissa Cordero Novo / Fotos: Cortesía del entrevistado
28/1/2016

Edelmis, como Brodsky, sabe que el lenguaje vive. En busca de la rectitud mayor piensa el ejercicio de la escritura en silencio, con respeto. Sabe que “si un poeta tiene una obligación respecto a la sociedad, es la de escribir bien”, y el alma de sus libros prueba la servidumbre espiritual con la ágil letra y con la idea de la ágil letra. Sabe, como Martí, que “la literatura es necedad si no es belleza”, y que la poesía es un símbolo de esperanza como creía Jorge Guillén.

Villa Clara contempló su nacer poético desde toda altura. Sus premios literarios dispersos entre una gran parte de los concursos de la Isla (Fundación de la Ciudad de Santa Clara, el nacional de poesía Manuel Navarro Luna, premio Dador de poesía, etc.), amén de las características según las cuales se mantienen a flote, confirman que Edelmis Anoceto Vega, como Paul Auster, no tiene más remedio, no puede hacer otra cosa más que escribir.

Resulta difícil ganarse la vida con la literatura, Baquero se preguntaba por qué se llamaría así a lo que en rigor era perder la vida. “Sé —afirmaba— que el deber verdadero de un aspirante a poeta es exponerse a no comer, y a que su familia no coma, a cambio de hacer su obra”. ¿Cómo enfrenta esto una persona que quiere escribir y tiene necesidad de hacerlo por realización personal u otros objetivos, en un escenario literario como el cubano?

Es un error vocacional concebir la literatura como una forma de ganarse la vida, aunque sea lícito hacerlo. Para el verdadero escritor la literatura no es un oficio ni una profesión (claro, mucho menos un hobby o un pasatiempo), aunque ha existido siempre esa persona a quien se le paga por lo que escribe, ese que incluso llega a ser, digamos, asalariado: Mark Twain se ganó la vida como reportero y Bukowski publicando por encargo en pequeñas revistas.

Lo que Baquero quería decir es que para el poeta no existe nada más importante que su poesía. En ese sentido el poeta es un aberrado, un raro, y eso puede ser algo insólito para quienes lo rodean, es algo que solo pueden comprender los poetas (los artistas en general). ¿Es el poeta un egoísta porque es capaz de sacrificarlo todo por la poesía? Desde algún punto de vista lo es. Esto tiene su basamento en el hecho de que el poeta “verdadero” es esa persona que ha llegado al convencimiento, no importa si de forma inconsciente, de que la poesía (su creación) es eso que Vitier definió como “un yo más yo que yo mismo”, y por lo tanto constituye la única cosa que en este mundo no lo abandona, no lo traiciona.

Alguien con habilidad para escribir, redactar, componer, puede acercarse a la literatura como un medio de vida, eso está permitido, pero pronto descubrirá que la bisutería, la gastronomía o la peluquería son mejores negocios. Esa persona no es un escritor. No importa si es en el escenario cubano o extranjero.

No vivo de la literatura, ni siquiera por o para ella, vivo en la literatura, es mi manera de ser, no de vivir. Me gano la vida con mi trabajo como editor y diagramador de revistas y libros, y con algunos derechos de autor que me mal pagan; pero ya con libros publicados fui ayudante de carpintero.

Cuando me siento a escribir un poema lo menos que estoy haciendo es buscarme el sustento, más bien podría decirse, con Baquero, que estoy dejando de hacerlo. Me gusta el pensamiento lezamiano de que la creación es la única manera de derrotar la muerte, pero siento la creación también como una manera de derrotar la vida, y sobre todo lo que ella acarrea, especialmente buscarse el sustento. La creación es una especie de venganza del espíritu contra el cuerpo.

En casi la totalidad de tu producción literaria —dígase ensayística, de traducción, poética o de crítica literaria— hay un escenario enmarcado en la literatura universal y la lengua inglesa. Además de haber sido esa la carrera que estudiaras de manera profesional, ¿qué atractivos o potencialidades encuentras en esos entornos que no descubres en otros sitios?

Nada en literatura debe serle ajeno al escritor, y en ese sentido hay que tener en cuenta que la literatura es un fenómeno universal —quizá acabo de decir una perogrullada. Lo primero que debe hacer quien tenga intenciones de escribir es indagar dónde se halla en principio la literatura, que no es en otro sitio que en Homero, Dante, Chaucer, Shakespeare…, no en los talleres literarios. El hecho literario, la lectura digamos, es individual, aunque te lean, como María Kodama a Borges.

Leer a los clásicos, como comúnmente se piensa, no es desactualizarse, es en realidad actualizarse en materia de literatura. Ninguna literatura es desfasada. Y como el escritor no puede leerlo todo debe saber discriminar sus lecturas. El poeta, por ejemplo, no puede obviar a Rilke, Shelley, Whitman, Vallejo o Martí…, hacerlo va en detrimento de su condición, es sacrílego.

Mis estudios y el conocimiento de la lengua inglesa me han permitido formarme una noción, digamos vasta, de la literatura. Cuando leo a Hemingway en inglés entro en contacto con la magia de sus palabras, no con las de un traductor, eso es ventaja del lector bilingüe. Leer literatura en dos idiomas por supuesto ha marcado mi creación, la cual no hace reflejo de los asuntos cotidianos de los hombres y mujeres cubanos, aunque algo de ello siempre habrá, ya que escribo aquí y ahora.

La mayor parte de tu obra publicada ha sido consecuencia de premios literarios. ¿Qué es lo primordial para Edelmis en su condición de escritor?, ¿los premios significan solamente, podría decirse, el medio más rápido de publicación en Cuba, aunque casi nunca van acompañados de la justa remuneración, o el propio hecho de escribir textos con un apropiado nivel estético, aunque no salgan de tu casa, reconforta tu misión?

Lo primordial ya viene planteado en tu propia pregunta: la condición de escritor, aunque no como un mero título que me distinga de los demás hombres, sino como mi simple condición. Y la condición humana es primordial ante la de escritor, agricultor, carpintero o sacerdote, pues ninguna función, tarea u oficio es inferior, todo es digno de ser llevado a cabo, y cada cual debe estar orgulloso de ejercer lo suyo. He ahí uno de nuestros más graves problemas: pocos aman lo que hacen, pero continúan haciéndolo por necesidad.

Es preciso hacer una distinción: una cosa es la literatura y otra la vida literaria. La primera es esencial, sin ella no existe la segunda, no debe perderse esa perspectiva. El verdadero escritor siente la literatura como la meta final, no como un medio para alcanzar eso que es la vida literaria y que comprende los premios, la promoción, las instituciones… que a la larga se convierten en un desvío para quien quiere sumirse en, y consagrarse a, la creación.

Ahí afuera hay un sistema de premios, tanto en Cuba como en el extranjero, que el escritor puede o no tener en consideración, pero sin obra, o sea, sin trabajo paciente, sin insomnio, sin muchas horas de constancia y dedicación no existe verdadera gratificación. La creación puede llegar a ser angustiosa, porque la obra nos agobia y nos consume.

Los premios traen reconocimiento institucional y social, pero nada es comparable a la satisfacción propia, y a esa los premios tienen poco que aportar. Estos traen remuneración monetaria y en muchos casos la posibilidad de publicar, eso es importante para el escritor.

En nuestro país se produjo una inversión debido a una política trazada por quienes mueven los hilos de la cultura. En un momento era relativamente fácil ganar uno de los tantos premios, acceder a una publicación, ya sea con un libro o en una revista o antología. En cada provincia se instaló una pequeña editorial, en cada municipio debían surgir nuevos talentos. También se “decretó” la fundación de una revista en cada provincia (todas muy parecidas: con el mismo corte, formato, perfil editorial, tipo de impresión, tipo de papel, tirada…).

No existe por otra parte la crítica como un sistema que valide y jerarquice lo que debe publicarse y se forman escritores de la nada. La vida literaria pasa entonces a primer plano. Los escritores son aclamados y admirados por sus premios pero resulta curioso y sospechoso que nadie cite sus versos, comente un recurso, el emotivo pasaje de una novela o el ingenioso diálogo de un cuento. La literatura, en su esencia, queda anulada, y el sistema institucional de la cultura cae en descrédito.

Esto es algo de lo que me doy cuenta pero por lo que no me siento afectado particularmente. Creo que en Cuba estamos asistiendo a un proceso de desinstitucionalización de la cultura debido a que las instituciones están trabajando con métodos obsoletos (la ley vigente de derecho de autor para publicaciones seriadas es de 1987, por ejemplo) y a que quienes están al frente de las mismas son muy recelosos con el pensamiento de nuestra vanguardia artística.

Los artistas siempre van delante de las instituciones, por lo tanto estas, si quieren cumplir su misión social deben seguirle los pasos bien de cerca. Pero respondiendo a tu pregunta, sentirme contento con lo que escribo reconforta sobremanera. Mientras pueda escribir no tengo mucho de qué quejarme.

¿Cómo se posiciona Edelmis a la hora de elegir los temas a desarrollar en cualquiera de los géneros que practicas, teniendo en cuenta que Manuel Azaña afirmaba que una cosa es la actualidad efímera y otra muy distinta la modernidad atemporal de las obras destinadas a perdurar?

Cuando escribo poesía lo que estoy haciendo es una búsqueda en lo más profundo de mi ser, casi visceral. Busco una verdad individual, y por lo tanto única, que se refleje en la verdad del mundo, la naturaleza y la humanidad. Tenemos la creencia común de que existe algo que está fuera del poeta que es en sí portador de poesía. No existe ningún yacimiento poético, por así llamarle, fuera del poeta. Ninguna materia prima o zona de la realidad es portadora de peculiares sublimidades que garanticen la conquista de la poesía. Pero el pensamiento de que nada es especialmente poético fuera del poeta nos lleva a la conclusión lógica de que todo es materia poética en potencia. La realidad toda es poetizable porque de ella emana todo flujo poético.

Por lo tanto la actualidad efímera y la modernidad atemporal son categorías relativas en cuanto a los temas, asuntos y motivos contenidos en las obras literarias. En este sentido Eliot expresó algo muy interesante en su ensayo sobre la tradición y el talento individual del poeta cuando expuso la idea de que la emoción en el arte es impersonal, y el poeta no llega a esa impersonalidad a no ser que se desprenda y se entregue por completo a su obra. Según Eliot el poeta entra en la tradición cuando logra, ya sea de manera conciente o inconciente, ubicar su obra no en el presente, sino en un momento presente ya pasado, no en lo que ha muerto en materia de literatura sino en lo que continúa con vida. El poeta anglonortamericano quiso decir de alguna forma que para entrar en la tradición literaria hay que conocerla, y únicamente conociéndola puede romperse con ella, ser novedoso. Luego de esa ruptura la tradición entonces puede acoger nuestra obra.

Pero hablando con propiedad filológica considero que los motivos poéticos siempre han sido los mismos desde los griegos, son atemporales, aunque también inagotables, es la manera de asumir lo que cambia en cada poeta en particular. Todo poema tiene como tema la propia poesía, es la única finalidad de todo poema, independientemente de que tenga como motivo el mar, la noche o el ser amado.

Una vez expresaste que “la narrativa es un género de la madurez”, además de los años, ¿qué otros elementos te han llevado a concientizar que eres poseedor de esa madurez creativa?

Quise decir —quizá no lo dije bien— que en mi caso la narrativa es un género de la madurez, sin demeritar otros géneros. Sommerset Maugham decía que la novela es la reina de la literatura y la poesía la princesa, pero no creo que cultivar uno u otro género tenga que ver con la madurez. Hay muchos jóvenes escribiendo y publicando buena narrativa.

Si acabo de publicar una novela y un relato largo ya en mis 40 se debe a que anteriormente solo me salían poemas, críticas y ensayos. No puedo decir con exactitud que escribí esas obras narrativas porque estaba preparado para ello, como si se tratara de un enfermo que recibe un largo tratamiento antes de entrar al quirófano. Simplemente hay cosas que uno debe contar, y ni los poemas ni los ensayos sirven para ello. Las ideas literarias piden su género. Cuando piense que he alcanzado la madurez creativa estaré muerto como escritor. Es algo parecido a la inmadurez lo que me estimula a seguir escribiendo, lo que puede parecer una esclavitud.

Martí, en un pequeño ensayo escrito mientras traducía “Mis hijos” de Víctor Hugo, apuntaba que traducir es estudiar, analizar, ahondar; es pensar en español lo que en su idioma pensó otro escritor; es transparentar.

Arturo Carrera, poeta argentino, asevera que un traductor de poesía no hace otra cosa que querer ser el poeta a quien traduce, ¿qué complicidad existe entre Edelmis y aquellos autores —como Percy B. Shelley, Robert Frost, Wallace Stevens, William Carlos Williams y Emily Dickinson— a los cuales has traducido?

Quizá una complicidad mayor que la que hubiera tenido con ellos de haber estado vivos y podido leer mis traducciones. Traduzco solamente a los poetas por los que siento gran simpatía y porque traducir un poema es la mejor manera de comprenderlo, de entrar en su intríngulis. La obra de traducción poética es en toda su dimensión una legítima obra de creación, reporta las mismas dichas y tormentos. Por lo tanto considero esos libros que han resultado de mis traducciones como obra propia. Traducir a Frost, por ejemplo, fue sentir su magisterio, su extraordinario ser poético, y un poco ser también ese poeta, experimentarlo a cabalidad.

Alguien puede pensar que traducir un poema constituye algo tan simple como transcribirlo directamente en otro idioma, sin ningún ejercicio del intelecto de por medio. Traducir a esos poetas me ha ampliado mi noción y mi concepto de la poesía, que en definitivas es la base y el trasfondo, “espuma y nata”, para decirlo con Martí, de todo lo que escribo y por lo tanto de mi vida.

La mayoría de esas traducciones no son resultado de encargos editoriales, las he emprendido como emprendo la escritura de un poema, se han publicado porque luego las he propuesto a las editoriales, con bastante suerte por cierto. Ahora mismo estoy traduciendo al inglés a poetas cubanos, créeme que la experiencia no es menos aportadora.

El elemento problemático: —afirmaba Hebbel— he ahí la fuente de toda poesía (…) solo allí donde se quiebra la vida, allí donde la situación interior se complica y extravía, tiene algo que ver la poesía”. A través de libros como Cantos del bajo delta, Mortgana, Imago Mundi o Desertor del cielo, ¿cuál ha sido tu elemento problemático y cuál (o cuáles) crees que podrías seguir explotando?

El verdadero elemento problemático de todo poema es el mismo lenguaje. En su principio son las palabras y en su final son las palabras. El poema es un artefacto hecho de palabras, así sin más, como la música es un artefacto hecho de sonidos organizados y la pintura otro hecho de formas y colores. Un poema no es la poesía sino una forma muy particular a través de la cual se expresa la poesía. Y cada poema está determinado por sus signos de valor y la disposición de los mismos, la relación que se establece entre estos, sus múltiples acuerdos íntimos. Elementos de valor en el contexto del poema son la rima (o su ausencia), la métrica (o su ausencia) y el ritmo, de conjunto con las figuras pertenecientes a otros planos del lenguaje, que afectan al poema de manera global y, de hecho, lo constituyen como una especificidad.

Para decirlo de manera metafórica, en comparación con el lenguaje común, perfectamente limpio, ordenado y lógico, un poema viene siendo como un basurero, porque más que un vehículo de comunicación directa, constituye una especie de obstáculo, una dificultad que al ser rebasada se traduce en goce.

Mathew Arnold dijo que “el futuro de la poesía es inmenso”…

Y lo es por su carácter profundamente humano. Mientras haya humanidad habrá poesía. La poesía es inmanente al hombre, solo que lastimosamente este no siempre llega a conocerla. Por eso las culturas africanas necesitaban del griot, y los antiguos anglosajones del scop, el hacedor de versos, y del gleeman, cantor trashumante. Al insensible hay que preguntarle con Martí quién es aquel que piensa que la poesía no es imprescindible a los pueblos. “Es más necesaria a los pueblos que la industria misma, pues esta les proporciona el modo de subsistir, mientras que aquella les da el deseo y la fuerza de la vida”.

¿Crees que se necesita, en los días de hoy, más poesía?

Es precisamente lo que más necesitamos. La ambición es el mayor de los males del hombre y la causa de todas sus desdichas, a ese mal se suma uno de última generación en nuestro siglo: el de la prisa. Los hombres y mujeres cubanos del siglo XXI no se detienen a estar consigo mismos, a descubrirse, solo existen en una relación de competencia con los demás, en una carrera de velocidad, como si se tratara siempre de llegar primero que el prójimo. Con respecto a eso la poesía es una desviación, algo que no encaja, y como dije antes: un lujo.

Escribió Feijóo: “Los hombres mortales pueden, más que el pájaro, el agua y las frondas, cantar. Y, como los inocentes cantores de la naturaleza, señalar un destino sin esterilidad”. ¡Destino sin esterilidad! Ahora debemos preguntarnos si no es esta una respuesta hiperauténtica ante los vacíos estereotipos culturales de nuestra maravillosa actualidad.

En sentido antropológico el hombre se ha desarrollado en los últimos tiempos solo en materia de tecnología, pero en detrimento de otros valores primordiales. Nada nos demuestra, por ejemplo, que el hombre actual sea más sensitivo, que sus órganos sensoriales sean más agudos, que los de sus iguales del siglo XIX; es algo muy poco probable si tenemos en cuenta el hecho elemental de que cada vez nos alejamos más de la naturaleza, y por lo tanto de nuestros orígenes.

¿Estás de acuerdo, realmente, con lo que afirman algunos de que tu poesía es feijosiana, o están presentes con mayor énfasis otros autores?

Feijóo es un excepcional rapsoda de nuestra naturaleza, en plena identificación con ella, no el poeta de odas bucólicas o alabanzas a la belleza del paisaje. Es el hombre-naturaleza que siente que su creación es un elemento natural más. Me gusta más sentirme e identificarme en el espíritu ejemplar de Feijóo como ser humano y hombre de la cultura que en su poesía, de la cual he escrito ya tres ensayos. Siento gran simpatía por el Feijóo frugal, desprendido y automarginado, el Sensible Zarapico, como él se autodefinía y que llegó a lanzar piedras a las palomas para que estas aprendieran a huir de los seres humanos, para salvarlas, ¿no es ese un hecho poético?

Simpatizo con el Feijóo que se hizo fotografiar con un tibor en la cabeza porque pensó que ese día se había levantado con el ego demasiado alto. Admiro su dualidad de hombre culto al mismo tiempo que amigo de los sencillos creadores populares, de los anónimos cultores del pueblo; y también su capacidad de infatigable editor, investigador, compilador, promotor y trabajador de la cultura. Admiro al Feijóo que se autodefinió como una oscura raíz porque “este es el triunfo, trabajar en lo oscuro, ignorado, para que arriba pueda vibrar una flor visible”.

Otros autores estarán presentes en lo que escribo y en mi idea de la literatura, de disímiles tendencias, lenguas, épocas y géneros, pero es algo que no puedo definir, detallar con ejemplos. El legado de Feijóo sobrepasa la literatura y creo que asumirlo es muy saludable en nuestros tiempos.

¿Cómo encuentras o defines tu arte poética?

Me resulta en extremo difícil, pero hay algo que puede ayudar, son unas décimas:

Con el esfuerzo persigo
alimentar mis quimeras,
y esas falsas primaveras
son todo lo que consigo.
Mi sostén viene del trigo
pero la cosecha es poca.
Cada enigma me provoca
un mirar siempre hacia dentro.
Para comprender su centro
es que yo esculpo en la roca.

Moldear y moldear la vida
lentamente, cual orfebre,
y que el objeto se quiebre
en las manos. No hay subida
a la gloria, no hay caída
del edén. Alguien separa
esa música tan rara
del sitio donde subsisto
en silencio. Yo desisto,
aunque la música ampara.

Como un solitario auriga
en el desierto, a merced
del cansancio y de la sed,
hice un alto. Vi la espiga;
dibujo de quien mendiga
de los dioses un visaje.
No tuve más que el carruaje
inmóvil de un vagabundo
que quiso aferrarse al mundo,
pero el mundo era un lenguaje.

El escriba que persiste
en mí sus jardines riega
y con las palabras juega
a una verdad que no existe.
Triste cual un ángel triste
veo pasar el convoy
de la muerte y en él voy
harto de soñar en versos
y nombrar mis universos
como el sitio donde soy.

Heidegger predicó que por la poesía y el poetizar el hombre hace habitable el mundo. ¿Hasta qué punto crees que en la Cuba de hoy (y los públicos de hoy) funciona esa misión poética?

Heidegger estuvo claro en todo a no ser por pensar que la solución de los problemas del hombre estaba en un movimiento político como el nazismo, lo que después constituyó una gran desilusión para él. Luego, desengañado por su incursión en los asuntos mundanos, retornó a encerrarse en el sitio que nunca debió abandonar: su mente. Más que un filósofo era un poeta, porque pensar que no somos nosotros quienes hablamos sino que es el lenguaje quien nos habla; asumir el lenguaje como algo autónomo y regidor de todos los fenómenos, como la estructura del mundo, es el pensamiento de un poeta.

Que el mundo sea habitable gracias a la poesía es algo que logra tener ahora más sentido que nunca, pero solo si se asume como una posibilidad factible y no como una frase quimérica y vacía, solo si concebimos la poesía como un bien común y no como algo indefinible, enigmático, mágico y misterioso, exclusivo de unos pocos elegidos o cosa de locos.

Otro gran poeta villaclareño, Carlos Galindo, escribió que los enemigos del espíritu del hombre son también los enemigos de su libertad. El hombre no es solo espíritu, pero lo grave resulta que cada vez lo sea menos, como ya sabemos.

Quizá la poesía sea nuestro último reducto, porque el hombre lo ha intentado todo excepto la poesía: ha intentado sistemas sociales, guerras, conquistas, revueltas, Bastillas, Hiroshimas, partidos, leyes, convenciones, ONUs, FAOs, ha intentado religiones, guerras santas, inquisiciones, creencias, doctrinas, dogmas, sectas, profetas, santos, orishas, todo excepto aquello que le sería menos costoso (la poesía, el amor, el espíritu).

A nosotros los cubanos a veces los árboles no nos dejan ver el bosque, y cuando vemos el bosque ignoramos los árboles. El mayor y mejor ejemplo poético que tenemos es Martí, porque el Apóstol viene a fin de cuentas a ser lo único en que todos los cubanos estamos de acuerdo. Repetimos casi de manera mecánica la frase martiana de que ser culto es el único modo de ser libre, pero desconocemos que en la línea anterior se lee “Ser bueno es el único modo de ser dichoso”, y desconocemos además que en la línea siguiente nuestro mayor poeta escribe: “en lo común de la naturaleza humana, se necesita ser próspero para ser bueno. Y el único camino abierto a la prosperidad constante y fácil es el de conocer, cultivar y aprovechar los elementos inagotables e infatigables de la naturaleza. La naturaleza no tiene, celos, como los hombres. No tiene odios, ni miedo como los hombres. No cierra el paso a nadie, porque no teme de nadie”. Creo profundamente que la poesía puede ayudar a que el hombre recupere el camino del regreso a casa.