Theo Clinkard y los intérpretes cargados de energía

Dayana Stable Ramos
7/6/2016

La experimentación es uno de los caminos más transitados por quienes se adentran en la búsqueda de un nuevo lenguaje. Llegar a la esencia para encontrar realmente una nueva idea y partir de ella, se hace cada vez más complejo en tiempos tan mutables.

Theo Clinkard nos propone en The Listening Room, por medio de Danza Contemporánea de Cuba, un método distinto de relacionar las manifestaciones artísticas, donde la música escuchada por la audiencia se desconecta de la acción que observamos y es el público el encargado de reconectarla a su propia elección.


The Listening Room, Theo Clinkard
 

Aunque la idea puede observarse en otros panoramas y contextos, es válida la forma en que se retoma y permite el surgimiento de nuevas propuestas a partir de una existente. Si el público puede decidir cómo enlazar sonido y acción, ¿cuántas nuevas obras no surgen en cada psiquis?

Este método de confluencia hace que la música toque a la danza desde la periferia, pero a la vez la danza nace de una melodía que alimenta al cuerpo danzante. Es una contraposición de ideas donde la música escuchada por el público, a pesar de no tener aparentemente relación con el movimiento, toma un nuevo sentido para quien la observa gracias a ese sonido que guía a otra posible lectura; a su vez, la danza ejecutada se sustenta en otra melodía que no escuchamos, pero que impulsa a la manifestación de esos cuerpos en el espacio.

Analizar la puesta desde la traducción de su título al idioma español es otro posible camino para comprenderla. En esta Aula de Audición cada participante trae su propuesta, la comparte, la exterioriza. Todos muestran el interior de su personalidad. La esencia de cada uno se impone ante el otro sin que haya ganadores, todos forman un gran cuerpo que danza. No sabemos si escuchan la misma música al unísono aunque, si nos guiamos por sus manifestaciones, podríamos decir que no. 


The Listening Room, Theo Clinkard
 

El espectador es el jurado, decide quién aprueba esa posible audición. Es quien determina, tiene en la mano la dirección de su propio espectáculo.

Despojar el escenario de patas y telones de fondo cambia la perspectiva y naturaliza un tanto el espacio para familiarizar concepto y realidad.

La obra muestra frescura, ligereza y homogeneidad. Sus intérpretes nuevamente la asumen como todas las piezas realizadas con anterioridad. Profesionalidad no falta, disfrute sobra.

El movimiento es esencia. Se relaciona conjuntamente con dos melodías distintas y sostiene todo el espectáculo. Es inspiración personal. Brota de los intérpretes cargado de energía, con fines concretos y direcciones definidas. El interior se expone, la diversidad flota.

Descubrir el camino correcto para lograr una puesta en escena es, quizá, una de las interrogantes más discutidas en la actualidad nuestra. Danza Contemporánea de Cuba asume este principio para no dejarlo caer. La dirección es válida, pueden seguir el camino.