Sensibilidad de artista genuino
5/12/2018
El azar hizo que se me diera la oportunidad de conocer a Alberto Lescay Merencio y dármelas de periodista, teniendo como carta de presentación Agenda de notas. 1863 días en la URSS, una publicación que descubrí gracias al diálogo de Ernesto Limia (coordinador del espacio La Sabatina, que se realiza en el Centro Cultural Cinematográfico Fresa y Chocolate) con Albertico Lescay, uno de los hijos del artista.
Alberto Lescay. Foto: Internet
No es un texto cualquiera, sino una especie de diario donde el reconocido y multipremiado santiaguero de pura cepa plasmó su sentir durante seis años de estudios en la antigua URSS. Para suerte de los lectores ávidos de conocer la historia, estos apuntes han sido transcritos y llevados a un libro que, según algunos entendidos, presenta un estilo sencillo y coloquial, capaz de mostrar la disciplina y el constante reto de Lescay.
La noche antes de nuestro encuentro en la filial de la Fundación Caguayo en La Habana, que dirige hace 23 años, me dispuse a preparar un cuestionario que me permitiera acceder de primera mano a mucha información. Cuando tuve a Lescay delante, solo le pedí atrevidamente leerle uno de los pasajes que más me ha impactado del libro. Y accedió:
12 de octubre.
Hoy he tenido un día fatal, todo lo he hecho por inercia, ahora quiero hacer un recuento y no veo nada en particular. Todos los días tienen que aparecerle a uno cosas nuevas, es la única forma de que sean productivos, y así la vida y el tiempo.
Vi televisión en colores por primera vez, se trataba de un reportaje muy bien hecho sobre la catástrofe de Chile y Salvador Allende.
Hay que estar lejos de la tierra para apreciar a distancia cómo brilla el filo de América, cómo su luz se extiende por el mundo.
Nuestra Cuba, nuestra Revolución, nuestro Fidel, nuestro Che, son puestos como vanguardias de la época. Siempre que en una clase de Historia del Partido se menciona a alguno de ellos, muchos se reincorporan en sus asientos. A Enrique y a mí se nos agita el cuerpo, pero no lo hacemos notar.
Los pozos de agua en las calles estaban congelados [1].
Se me hizo un nudo en la garganta al ver su evidente emoción, como si al escucharlo reviviera aquellos momentos, y el silencio fue mutuo. Ahí fue donde el cuestionario perdió su valor y la improvisación ganó terreno.
De no conocerlo personalmente, no hubiese ni imaginado que el artista de esas grandes obras altamente conceptuales que destilan libertad, sería capaz de impregnar tanto sentimiento a los benditos papeles. Su hablar pausado y la paciencia con la que fue explicándome las circunstancias en las que escribió estas notas, me mostraban al Lescay de espíritu soñador con los pies en la tierra.
Encontramos varios puntos en común de nuestras vidas y, sin proponérmelo, terminé contándole parte de mi historia para agradecerle por este texto que puede ser todo lo vigente que considere el lector. Sin lugar a dudas, la transparencia y la naturalidad con la que fue escrito son las que incitan a repasarlo reiteradamente.
Agenda de notas… es un mensaje desde esos días que lo ayudaron a formarse como artista. El viaje no es solo para conocer de historia; es añoranza, identidad, convicción revolucionaria. Un texto sin intenciones de publicarse, pero, una vez concretado en una tirada de solo 1000 ejemplares por Ediciones Holguín, constituye un referente no solo para los jóvenes artistas a los que ansía llegar Marina Lourdes Jacobo, investigadora y poetisa cubana responsable de la transcripción; sino a todos los que en estos tiempos apostamos por defender lo nuestro, independientemente del lugar donde estemos. Es este tipo de literatura que no necesita lírica, ni poesía, ni siquiera un escritor de escuela, tan solo ser sincero o (parafraseando a Limia) poseer esa “sensibilidad de artista genuino que molesta a los que no viven la realidad”.