Selección de poemas

Odalys Leyva Rosabal
20/1/2016

A VECES MUDA

Estoy aquí tal vez un poco muda;
indiscutible, sí, pero desnuda
(golondrina que nunca jamás vuele).
A veces soy la piedra y no me duele
del mundo cómo oscilan sus perfiles.
Y soy la dama ciega sin alfiles
(Artemisa, Penélope, Cleopatra).
Nadie grite, no soy quien idolatra
el símbolo ilusorio que nos dicta
un negligente azar.
………………………Soy la convicta.

TESTAMENTO DE TOLOMEO XII

Esta es mi voluntad, mi certidumbre.
Proclamo a Egipto mi pasión y gloria
y no puede fallar en la memoria
el trono en que se asienta la costumbre.

Cleopatra ha de regir la muchedumbre,
y el hermano también. Es el trofeo
mejor si compartido. Sólo creo
que no acude a la sangre la certeza.
Será duro que reine la tristeza
como desquite a mi mayor deseo.

ORDEN DE TOLOMEO XIII

Bendito seas, Aquilas,
dale muerte a esa impostora
de mi hermana. Ya demora
su condena. Si destilas
la verdad, pronto mutilas
su rostro. Yo he de pagar
mis tesoros porque el mar
ofrezca su cautiverio
a la diosa del misterio
donde pude naufragar.

DESDE CLEOPATRA

Ave César, aguardo tu llegada
y tiembla de fragor mi pubis duende.
Agoniza esta llama que pretende
ungir mis labios de tu miel sagrada.
Ante la impavidez de tu mirada
blasfeman mis cadenas el delito:
ambiguo talismán, fuego proscrito
en mis carnes purgadas de soborno.
¡César, clava tu cruz como un adorno
contra el volcán de sueños donde grito!

EXPULSIÓN DE ARSINOE
POR CLEOPATRA

Ha conminado a la joven doncella
lejos de la fecunda Alejandría
mi voluntad, perpetua lejanía
que impulsa la oración de una querella.
Pude embestir mis dioses contra ella
pero sufrí memoria de la cuna.
Sin embargo, la Reina es sólo una
y es ambiguo el ardor del vasallaje.
Cómo no he de rabiar, si el homenaje
espanta y martiriza mi fortuna.

SÚPLICA DE ARSINOE AL EUNUCO

—Ven, mi dulce Arsinoe, en la redada
la sangre se me ha vuelto una tormenta.

—Ganímedes, si dura fue la afrenta
no permitas que llore tu escapada.
He de morir sin ruidos por la espada
del odio que provoca un maleficio
en el ardid fatal de mi suplicio.
No siempre fue mi ejemplo la obediencia;
pero no me abandones. La violencia
es hija de la senectud del juicio.

II

Mis ojos son el trono, y como diosa
por mi sangre va el Arca sin Noé
huyendo de mi estirpe. Pronto he
de saltar la codicia que me acosa
(A los pies del eunuco no reposa
el porvenir; no obstante los tropeles
claman por mi ventura, pero infieles
adoran a mi espalda al adversario.)
Si la cruz no me busca, ¿qué santuario
habrá de desterrarme a los burdeles?

III

Contra el César me erijo, contra Roma,
contra el yugo que muerde a Tolomeo;
y es mi sangre bañada por el reo
que mezcla su dolor con el aroma
de mi aliento prohibido.
…………………………….El odio asoma
su temor sobre el odio más profuso.
La traición es la paz, mas no rehúso
al trono que mi padre me arrebata
Y no voy a morir, no si me mata
el amor que imposible se me opuso.

LOS CÉSARES PERDIDOS

César tuvo también amores con reinas, entre otras
con Eunoè, esposa de Bagud, rey de Mauritania,…;
pero a la que más amó fue a Cleopatra, con la que
frecuentemente prolongó festines hasta la nueva aurora.

Suetonio

Porque he llorado al César tantas veces
en mi difícil traje de ermitaña
la soledad en mí no es cosa extraña
aunque el fuego desnuda mis reveses.
¿Dónde guardo el calor que largos meses
disfrutara mi cuerpo lisonjero?
¿Adónde ha de partir mi desespero?
Ave César, desata tu lujuria
que mi cuerpo se funde en la penuria
como el magma en volcánico aguacero.

II

Me perturba tu indómito ostracismo
(mi remedio es oculta paradoja).
Si no valgo ante ti, si soy la floja
mordedura, si el trono no es el mismo…
¿por qué voy a rendir a tu egoísmo
una lágrima más?
Tu ciencia fría
se resume en vulgar paleografía
mientras yo, de tu inútil parquedad
construyo lentamente una ciudad
sin la praxis de tu filosofía

III

Será la piromancia tu obituario
cuando el cuerpo su llanto ya no calme
pero serán mis lágrimas la oxalme
que guardará tu grito reaccionario.
Roma tendrá en secreto el relicario
de aquel dolor pasado, ya neolítico.
Tu recuerdo caerá sobre lo mítico
de mi propia leyenda sin fisuras.
Será un placer cargar mis helgaduras
con tu obsoleto salmo de amor crítico.

IV

Qué absurda la marioneta
que en las noches sin relente
echó su savia elocuente
en mi paciencia discreta.
Fui rehén, la fácil treta
quedó escondida en mi espejo
(alguien frunce el entrecejo
cuando, en pequeña venganza,
pongo infiel en la balanza
el rostro del que me alejo).

V

¿Por qué mi ropa raída
si los dulces manantiales
que conservo son iguales
al agua de mi partida?
¿Por qué la herida? ¿Mi herida
no acaba en el Coliseo?
¿Quién soy? ¿Quién soy si ya veo,
como Ariadna, roto el hilo?
Soy Penélope y vigilo
el retorno de Odiseo.

VI

César, ¿sabes qué presagio
se hunde en mis carnes? Traición
purgada en la salvación
es mi suplicante adagio.
Roma no sabe el naufragio
que en tus paredes se oculta.
César, el placer sepulta
las piedras de mi paciencia
porque en mí estalló la urgencia
de un abandono que insulta.

¿Temes a la maldición
al acoso de una brújula
que te guía hacia mi esdrújula
y noctámbula pasión?
¡No soy la superstición
que huyendo del espectáculo
echa flor en el umbráculo
ciego, de una luz proterva!
César, la dama y la cuerva
se redimen ante el báculo

VII

Porque en Roma no ha llovido
al fragor de la costumbre,
es que padezco esta herrumbre
con fantasmas del olvido.
¡Qué terrible es el descuido!
Al final sólo hay el muro
de un hospicio donde abjuro
de todo…
…………….Que nada importe
cuando he perdido en el norte
de otro cuerpo mi futuro.

Tomado del libro Los Césares perdidos. Premio Iberoamericano Cucalambé 2008. Publicado por la Editorial Sanlope (Las Tunas, 2009)