Redes sociales y vida pública del intelectual en Cuba: polémicas, silencios y continuidades

Carlo Figueroa
20/8/2018

El ámbito cultural cubano está viviendo un momento que se mueve entre las polémicas, los silencios compartidos y un país que apuesta por la continuidad de su proyecto social en medio de una coyuntura histórica particular. No solo vivimos un creciente impacto de la obra de nuestros artistas dentro y fuera de Cuba, también asistimos a un momento de inflexión que incluye desde un nuevo Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros hasta una Reforma Constitucional que involucra a toda la sociedad.


La Casa de la Guayabera, proyecto que defiende el autor en su natal Sancti Spíritus. Foto: Internet

 

Polémicas

Sobre las polémicas que han revuelto el panal de algunos sectores de la creación artística nacional, llama la atención la que surge alrededor de la 17 Muestra Joven del ICAIC 2018, que a la par trae a la palestra pública las llevadas y traídas “Palabras del cardumen. Declaración de jóvenes cineastas cubanos”[1], demandas publicadas en redes sociales: “un hábitat menos censurado en el que se han naturalizado los más recientes debates sobre el cine cubano, los creadores y la política cultural de las instituciones cubanas que la gestan y la practican”[2] según OnCuba, obviando de golpe espacios, revistas, periódicos, blogs, páginas y grupos en esas mismas redes que mantienen hace años el cuestionamiento de esos y otros asuntos medulares de la cultura nacional. La censura aparece como detonante. Y como fue en las redes sociales el mencionado “manifiesto”, legítimamente fueron respondidas en el mismo escenario y más: en los medios digitales e impresos del país.

Del otro lado —y quizá un poco más sosegada—, estuvo la polémica que trajo la posposición de la XIII Bienal de La Habana para el año 2019, como consecuencia del impacto del huracán Irma y la consecuente Declaración de la Presidencia de la Uneac y la Dirección de la Asociación Hermanos Saíz[3]. La censura oficial y no la realidad de un país que acaba de atravesar un suceso traumático para varios cientos de miles de sus habitantes, es otra vez el eslabón de enlace, la suspicacia, el grano de arroz dejado caer casi al descuido. Si no hay Bienal, organizamos la nuestra para “demostrar la posibilidad de hacer arte y convocar artistas al margen de las instituciones culturales del Estado cubano”[4]. El Toque, otra publicación digital, revelaba: “A un grupo de artistas la posposición no les agradó y decidieron lanzar su propia iniciativa”[5].

Pero, ¿se pueden ver estos sucesos o demandas como hechos aislados? ¿Casualidad? ¿Rebeldía juvenil? ¿Derecho asistido? Evidentemente, nada sucede porque sí. La 17 Muestra Joven del ICAIC 2018 se celebró y permitió la exhibición de “más de 60 realizaciones durante cuatro días en importantes cines de La Habana”[6]. Lo que sí no pudieron exhibir fue el largometraje Quiero hacer una película, como obra en proceso. Razones de peso llevaron a la negativa del ICAIC: “En el filme, un personaje se expresa de forma inaceptable sobre José Martí. Un insulto a Martí, sea el que sea y en el contexto que sea, es un asunto que no solo concierne al ICAIC, sino a toda nuestra sociedad y a todos lo que en el mundo comparten sus valores. No es algo que pueda admitirse simplemente como expresión de la libertad de creación”[7]. Medio país quedó enmudecido con el diálogo ofensivo alrededor de la figura del Apóstol. La Bienal de La Habana, por su parte, sigue su camino hacia 2019 y la Bienal 00, pasó sin penas ni glorias, con una discretísima cobertura de la prensa alternativa que tanto la ponderó.

Silencios

A no ser en los medios establecidos e institucionales, el silencio, la omisión, el no existir para un determinado sector de la intelectualidad y los artistas cubanos de lo que ocurre en la cultura nacional, incluso más allá de nuestras fronteras, parece entronizarse por momentos. Muchos sucesos tienen una cobertura cuasi nula. Los que están al margen de lo oficial y los que pululan en el extranjero para intentar desmontar Cuba, cuando más presentan unas historias de vida, replican entre ellos o toman las fuentes oficiales para dar cierta legitimidad a su periodismo centrista, y lo hacen sin tapujos, sin remilgos, con plena conciencia.

Pero no está ahí el peor de los silencios. Artistas, intelectuales, figuras de ascendencia pública callan en medio de las polémicas o discusiones. Enmudecen cuando deben aportar, cierran la boca en momentos de dolor o alegría revolucionaria. Un recorrido por sus perfiles en las redes sociales como Facebook, Twitter o Instagram es suficiente para ver cuánto Meme, Gif, fotos de comidas y celebraciones, imágenes de nostalgias por tiempos pasados son el epicentro de sus publicaciones. Tal parece que el mundo a su alrededor no se mueve, no le entregan contenidos objetivos de la obra que se teje bajo las balas en una nación rica y mano suelta cuando se trata de alimentar el alma de sus hijos. Y no es un reproche, cada quien tiene la libertad de expresarse libremente en esos sitios-comunidad. El detalle está en que los que callan, apuestan al silencio o ponen su mirada en el pasado o en otro lado, tienen acceso a la Internet y las redes por el presupuesto que el Ministerio de Cultura eroga mes tras mes y el Estado subvenciona a su favor. Se trata de ser consecuentes, objetivos y responsables, aunque critiquen, cuestionen, digan lo que está mal, porque eso es genético en los artistas y ser complacientes no es una opción para ningún intelectual que viva, trabaje y se promueva en la Revolución.

Continuidad

Las recientes elecciones cubanas, la instalación de una nueva Asamblea Nacional, la entrega del mando del país a una generación formada y cultivada en las batallas de estos 60 años, la discusión por estos días de un nuevo y revolucionario Proyecto de Constitución de la República es un reto para el país. Un reto que conlleva —como mencioné más arriba— una profunda reforma, atemperada a la Cuba del siglo XXI. Pero a este momento no se ha llegado porque sí ni por presiones externas (esas nunca nos abandonan). Vivimos un instante que se fue sedimentando con estrategia y orden desde hace varios años. Que no ha sucedido como algunos se esperaban e incluso quisieran, es cierto. No hay renuncia a los principios éticos, morales y socialistas de la Revolución cubana. No se van a borrar de un golpe.

Entre los sucesos de los últimos tiempos en el mundo cultural está el establecimiento de una línea programática de trabajo del Ministerio de Cultura que involucra a toda la sociedad. Son prioridades debatidas en todos los espacios del sector. Precisamente la continuidad que nos corresponde defender está allí y no en dos o tres lineamientos o artículos constitucionales, es más abarcadora: identidad, nación, libertad, democracia participativa, creación, formación académica, unidad, aceptación de nuestras diferencias estéticas, promoción, comercialización… En ningún caso se pretende dar espacio a lo fatuo, la mediocridad y el irrespeto.

La continuidad entraña, además, que se abran más y mejores espacios al diálogo con los creadores, dejarnos de tertulias sosas donde se ven muchas manchas y se proponen pocas soluciones, que la negatividad de algunos tenga una contraparte fuerte y vital, que las discordancias no sean vistas como sesgos de debilidad revolucionaria, que las instituciones sean fuertes y justas, que los que tienen la responsabilidad de conducir los procesos culturales lo hagan con honestidad y convencimiento, se respeten las jerarquías, se potencien proyectos que beneficien colectivos y no individuos, que se tenga conciencia de lo que cuesta cada paso que damos, cada violín que se adquiere para una escuela, cada lápiz que se destina a la enseñanza de las artes plásticas.

La vara está alta, es cierto, pero en cuestiones de arte y nación no hay concesiones. Ese es un principio que atraviesa, cual fino hilo, toda la vida cubana. Intentar romperlo es un disparate de soñadores trasnochados. Las polémicas seguirán ayudando a crecer y afincarse más a las raíces de esa ceiba hermosa que es Cuba. Los silencios serán borrados por el viento. Las palabras de los que esperan seguir trabajando en armonía con los cubanos decentes y honestos, continuarán defendiendo apasionadamente su mejor arma: la cultura.

Notas:

[2]Ídem 1.
[4] Hernández, Leidys M. Expediente 00 de una Bienal Alternativa. El Toque. Mayo 6, 2018, Cultura.
[5]Ídem.