Por La Habana…

Paquita Armas Fonseca
22/10/2019

En 1977 me mudé a la Habana. Ya conocía a la ciudad, había venido en otras oportunidades.
Pero en enero de aquel año me propuse su conquista. Tomaba ómnibus y hacía los recorridos completos. Así caminé…

el capitolio

 

Sé que mi primera visita al Capitolio fue en uno de los viajes que hice antes de mudarme a la capital. ¿Cómo iba a regresar a Holguín sin una foto en la escalinata de uno de los edificios emblemáticos de Cuba? Guajiros y extranjeros se retratan en esas escaleras (55 escalones) desde 1929, cuando terminó de construirse, pero mi primera vez, la de verdad, la que recuerdo, fue una mañana de invierno, fría, de cielo gris cuando crucé la vía frontal (El Prado) desde otro sitio histórico, donde radicaba entonces el Periódico Juventud Rebelde, que antes fue El diario de la Marina y hoy es la Editora Abril.

Foto: Ariel Cecilio Lemus
 

Allí tenía un hueco la revista Somos Jóvenes y ese era mi espacio. Aquella mañana, supongo haya sido en febrero, había un frío tremendo y, junto a una colega, me senté en la escalinata a recibir un poquito de sol y fumarme un cigarro. No sé el tiempo que estuvimos hablando, pero aún recuerdo que el débil sol me llegó al cuerpo, mis manos dejaron de temblar y regresé a la revista luego de dar otra vuelta por el Salón de los pasos perdidos.

Es gigante, bello. Tiene 1 740 metros cuadrados, con variados tipos de mármol, 42 puertas, hay, finamente trabajados, 25 bancos italianos, 32 candelabros, se dice que elaborados en Francia. El espléndido lugar estaba destinado a las recepciones que ofrecieran el Senado o la Cámara de representantes de entonces.

Esa es una mínima parte de un edificio que en solo tres años y 50 días fue construido, tomando como referencias el Panteón de París, San Pedro, de Roma, y el Capitolio en Estados Unidos. Tiene en total 13 484 metros cuadrados de área edificada, en la que destaca la decoración, se le añaden 26 391 metros de jardines, que fueron diseñados por el urbanista francés Jean Claude Forestier. Las plantas son solo una parte de un conjunto de paseos, aceras, bancadas y un centenar de farolas.

Sus dimensiones hacen de nuestro Capitolio un ícono arquitectónico de La Habana, y para algún experto es “uno de los seis palacios de mayor relevancia a nivel mundial”.

Con una fachada de columnas neoclásicas, en el interior está el kilometro cero de la red de carreteras cubanas. Ese punto estuvo marcado con un diamante que fue hurtado y luego encontrado, en una historia medio rocambolesca, hoy hay una réplica. Muy cerca se levanta la Estatua de la República, laminada en oro, sobre sólido pedestal de mármol ónix. Es la tercera mayor bajo techo en el mundo, superada por el Buda de Oro de Nava, en Japón, y el Lincoln de Washington, en Estados Unidos.

Esa estatua y la cúpula (61 metros y 75 centímetros de altitud desde el Salón de los Pasos perdidos y 92 metros y 73 centímetros sobre el nivel del mar) han sido restauradas, con el trabajo de especialistas y técnicos rusos, que laminaron lo que el tiempo había logrado destruir.

Además de Forestier, en la concepción del monumental edificio trabajaron otros artistas extranjeros, como el escultor italiano Angelo Zanelli, y los cubanos Juan José Sicre, Esteban Betancourt, Alberto Sabas, entre otros, a los que se unieron los pintores Leopoldo Romañach, Armando Menocal, Enrique García Cabrera y Manuel Vega.

No sé si alguien se ha detenido a medir el tiempo en el recorrido por el Capitolio. Sus guías afirman que no se puede hacer bien en menos de dos horas y de todas formas se quedarán cosas por aprehender.

Para uno de los grandes amantes de La Habana, Emilio Roig de Leuchsenring: “El Capitolio es de innegable belleza, serena y majestuosa, de líneas puras y severamente clásicas, de proporciones admirables donde contrasta la horizontalidad de las fachadas con la elegante esbeltez de la cúpula”.

Con otro hombre que le ha dedicado su vida y amor, Eusebio Leal Spengler, tuve el privilegio de recorrer El Capitolio en agosto de 2018, junto al equipo de Cubadebate, en el contexto del aniversario 15 de ese sitio digital.

Fue un regalo para todos los que estábamos allí, escuchar cómo era y cómo sería cada pedazo de ese edificio que nos susurra recuerdos a quienes vivimos cerca.

Al terminar los trabajos de la cúpula, la inauguración será en el cumple 500, Eusebio dijo que habría “Un rayo de luz que, junto al faro del Morro, constituye un símbolo de La Habana de todos los tiempos”.

Me lo imagino… mientras tomo Obispo en busca de La Catedral, en esta vuelta Por La Habana.