Pianistas chinos deslumbran al público habanero
22/6/2016
La era de los pianistas chinos es una realidad. Si con el advenimiento del siglo XXI el mundo descubrió los talentos de Lang Lang, a quien disfrutamos en Cuba en octubre del año pasado, y Li Yundi, en la actualidad pueden citarse no menos de diez intérpretes de altísima calidad, avalados por su participación en certámenes internacionales y con una presencia notable en los principales circuitos de la música de concierto.
Chun Wang, 26 años, y Jie Yuan, 31, hicieron valer sus méritos en la tercera semana del IV Encuentro de Jóvenes Pianistas de La Habana —ambos transitaron por el célebre conservatorio Julliard y recibieron clases en la Escuela de Música de Manhattan de Salomon Gadles Mikowsky— y ya los aficionados esperan al conocido Yuan Sheng, primer premio del concurso internacional Ignacio Cervantes 2000 en la capital cubana, anunciado para los carteles de los próximos jueves y viernes a las 6:00 p.m. en el teatro Martí y la sala Cervantes, respectivamente.
Al comparecer con la Sinfónica Nacional, dirigida por Enrique Pérez Mesa, en el Martí el último domingo, Chun optó por una partitura apenas interpretada en nuestro país: Burlesque en re menor (1886), de Richard Strauss (1864–1949). El maestro Juan Piñera recuerda haberla escuchado únicamente en Cuba por Ñola Sahig. No por ser una obra de juventud del compositor alemán, deja de ser un botón de muestra de su ingenio creador.
Una idea de sus complejidades técnicas la dio el director y pianista Hans von Bulow a quien Strauss dedicó Burlesque: “Es preciso cambiar la posición de las manos a cada compás. ¿Cree que me voy a pasar cuatro semanas estudiando una pieza tan imposible de tocar?”.
Las violentas transiciones de un discurso, que no pocas veces se mueve entre la parodia y la exacerbación de los tópicos románticos, demandan del ejecutante una entrega exigente, como la asumida por Chun en todo momento.
Jie situó al auditorio en tierra abonada por la memoria: el Concierto no. 1 opus 23(1875, revisado en 1879 y 1888), de Piotr Ilich Chaikovski (1840–1893), figura entre las más populares composiciones para piano y orquesta. No hay pianista de clase que lo deje de interpretar y se cuentan por decenas las grabaciones de muy alto nivel a lo largo del siglo XX.
En el cuidado por los detalles, la articulación dinámica y, sobre todo, la definición de las cualidades de una obra que alterna pasajes impetuosos y pletóricos de bravura con arranques líricos de gran intensidad —particularmente ostensibles en el tercer movimiento— el joven pianista chino tuvo sus cartas de triunfo.