Paul Seaquist: “El arte ilumina el cambio”

Thais Gárciga
5/10/2016

Por estos días se celebra la tercera edición del Concurso de Danza del Atlántico Norte y Grand Prix Vladimir Malakhov. Paul Seaquist, uno de sus creadores y compañero de fórmula de Malakhov, ofrece sus impresiones acerca del movimiento danzario en Cuba y las oportunidades de crecimiento profesional que el certamen brinda a intérpretes y creadores del lenguaje corporal.


 Paul Seaquist. Foto: Tomada de Internet

¿Cuáles son sus perspectivas para esta tercera edición? He visto que han modificado algunas bases del concurso, por ejemplo, el premio a la mejor puesta en escena es nuevo este año.

Después que realizamos nuestra primera producción, Un regalo de Malakhov para Cuba, nos dimos cuenta del interés que existía por la danza. Se nos unieron cinco o seis compañías en ese entonces y de pronto se transformó en un regalo de Cuba para Malakhov. Fue muy bonito: lo que nació como una simple función se convirtió en un espectáculo bilateral.

Al año siguiente (2014) creamos el Grand Prix Vladimir Malakhov, que no es exactamente eso, sino un festival de danza. Claro, tenemos el concurso, pero todo lo que sucede aledaño a la competición es un festival. Allí se imparten masterclass por el propio Malakhov y maestros invitados, además de tertulias, charlas y debates con la idea de intelectualizar la danza.

Empezamos en la mañana a las 9:00 a.m. con clases magistrales de Malakhov sobre el ballet e invitados que imparten clases de contemporáneo. De 11:00 a.m. a 2:00 p.m. hacemos la preselección de los concursantes, y luego, de 3:00 a 6:00 p.m., las charlas y debates. En las noches tenemos las funciones de compañías invitadas los primeros días, hasta que comienza el certamen.

Las bases no las hemos modificado. Lo que hicimos fue cambiar el nombre, en vez de premiar a la mejor compañía decidimos hacerlo a la mejor puesta en escena. La razón es que el término compañía en Cuba se ve como algo sagrado, y temíamos que eso pudiera asustar un poco al lanzar la convocatoria.

El premio de interpretación es único tanto para hombres como para mujeres. ¿Por qué no hacer distingo del lauro entre ambos sexos?
Es la calidad del intérprete lo que buscamos. En danza no influye el hecho de tener un sexo u otro, lo que vale es el trabajo que estás exponiendo.

Porque lo que nosotros evaluamos trasciende el hecho de ser hombre o mujer. Es la calidad del intérprete lo que buscamos. En danza no influye el hecho de tener un sexo u otro, lo que vale es el trabajo que estás exponiendo.

¿Piensan mantener las categorías actuales de premiación?

Sí, además, tenemos el premio del público, que es una manera de integrarlo al proceso de selección y así ofrece su opinión de algún modo.

Desde la pasada edición añadieron un premio que lleva su nombre, el cual consiste en una beca de estudio y especialización para cursos de verano en prestigiosas compañías de EE.UU. ¿Cuán importante es este tipo de reconocimiento que, a diferencia de los otros, no es un estímulo material, sino que implica un compromiso concreto a mediano plazo por quien lo recibe?

Cuando ganas un diploma lo puedes colgar en la pared, o si es un premio en metálico lo gastas y ahí queda. Sin embargo, este premio en específico trata de educar no solo al bailarín, también al ser humano. El ganador disfruta a la vez la experiencia de viajar y conocer otro país, a otras personas, y recibir un entrenamiento diferente que lo va a enriquecer más.

¿Por qué escogió a Alvin Ailey y Joffrey Ballet como las compañías destinos del Premio Paul Seaquist? ¿Cómo pueden ayudar en la formación de los bailarines?

Las elegí porque están entre las más importantes compañías del mundo hoy día; tanto Alvin Ailey, de danza contemporánea, como el Joffrey Ballet, que es de ballet clásico y neoclásico. Quería tomar los dos estilos danzarios que más se presentan en el Grand Prix y ofrecerles la oportunidad de especializarse fuera.

Una de las aspiraciones del concurso es impulsar la carrera de los bailarines y coreógrafos fuera de Cuba.

Sí, claro, casi todos los que han sido premiados bailaron en nuestras galas fuera de Cuba. Lisbeth Saad bailó dos o tres veces con nosotros, el propio Yoel está incluido en el repertorio del Tokio Ballet para montar una obra con ellos el próximo año. Nosotros estamos tratando de posicionar constantemente las piezas ganadoras en el extranjero. En noviembre iniciamos el Grand Prix en República Dominicana.

¿Sería la primera edición fuera de Cuba?

Sí, del 1 al 7 de noviembre en Santo Domingo. Como parte del proyecto, queremos llevar a uno de los ganadores de aquí a la apertura de la noche de premiación del Grand Prix Dominicana.


Foto: Coretesía de la Autora

El estilo contemporáneo es el que predomina hasta ahora.

Curiosamente, sí. El primer año se presentaron una cantidad de bailarines de contemporáneo que no imaginábamos, prácticamente el 90%. Como Malakhov es una figura proveniente de la danza clásica, pensamos que la mayoría de los participantes sería de ballet. Más tarde entendí el porqué: la danza clásica está monopolizada entre La Habana y Camagüey, donde se encuentran las dos compañías más importantes de ese estilo: el Ballet Nacional de Cuba y el Ballet de Camagüey; esta última se presentó al primer Grand Prix.

El resto de los grupos en el país bailan básicamente danza contemporánea, que además conlleva una producción mucho más barata. La infraestructura y producción de montajes contemporáneos es menos costosa porque no requiere de zapatillas de punta, por ejemplo, a veces ni siquiera de zapatillas, porque bailan descalzos casi siempre; tampoco requiere una escenografía ni una inversión a gran escala en vestuario. Por eso el Grand Prix Vladimir Malakhov se transformó más en un certamen contemporáneo.

Usted advierte firmas coreográficas que pudieran calificarse como trabajo de autor, al igual, digamos, que sucede en el cine de autor.

A mi juicio, Yoel González y Liliam Padrón. Ella tiene una visión de movimiento y argumento muy especial, y eso es lo que nos interesa. Yoel posee una visión de vida muy propia de él, crea su vocabulario, además de que es un artista completo: canta, escribe poesía… Su obra crece en contenido, pero no en temas, al igual que sucede con el cine de autor; o sea, el tema de Yoel es uno, como el de Almodóvar es uno también.

¿Qué distingue a los bailarines que se presentan al Grand Prix?

Considero que la danza clásica está en declive como forma de arte en el mundo. Cada vez más, la danza contemporánea tendrá un peso mayor como espectáculo. La técnica del ballet es fundamental en la formación del bailarín, pero eventualmente, como espectáculo, lo contemporáneo va a ser en los próximos 100 años lo que fue el ballet en su época de auge.
La danza clásica está en declive como forma de arte en el mundo. Cada vez más, la danza contemporánea tendrá un peso mayor como espectáculo.

El arte es un foco que alumbra el camino de las cosas malas y buenas que están por venir. El arte ilumina el cambio, y lo veo en Cuba con los jóvenes que comienzan a manejar nuevos vocabularios y tendencias. Los jóvenes artistas sienten más libertad para crear. La danza clásica está basada en cinco posiciones cerradas, mientras que la contemporánea es mucho más libre y abierta.

Eventualmente, un coreógrafo que se presenta en el Grand Prix puede llegar a ser un gran creador a nivel internacional, como es el caso de Yoel González, a mi juicio, uno de los mejores coreógrafos que he visto en mi vida. Si él decide internacionalizar su carrera, va a ser gracias al certamen.