Orígenes: sueño, huella y fervor de una generación (IV)

Cira Romero
2/6/2016

En una carta que el mexicano Octavio Paz remite a José Lezama Lima, el autor de El laberinto de la soledad le expresa: “… su revista [Orígenes] no la conocí hasta hace poco […] es magnífica y lo felicito muy de veras. La encuentro muy inteligente, muy sensible, muy universal y al mismo tiempo muy nuestra, muy Hispanoamericana”. Mucho después, en su conocido “Encuentro con Lezama”, el argentino Julio Cortázar afirmaba:

La revista Orígenes ―y con ella sus autores― nos enseñaron, esa es al menos mi experiencia, qué es y qué debe ser en realidad la  literatura. Si ese grupo y esa revista no hubiesen existido, nuestra literatura  sería de una pobreza que es mejor no imaginar, hecha solo de algunos nombres aislados y de algunos intentos de escasa  trascendencia. Orígenes enriqueció nuestra percepción de la cultura de una forma antes alcanzada por algún que otro creador en nuestro  país, y contribuyó de modo sustancial a llegar muy adentro en nosotros en tanto herederos de una tradición que podríamos llamar inmediata y en tanto individuos inmersos en la historia universal.

Y Luz Merino, en “Orígenes: otra cara de la modernidad”, incluido en   Orígenes y la vanguardia cubana, asevera:

En observación de esa reanimada y cuidadosa apariencia, la inserción de imágenes artísticas en la revista Orígenes —viñetas, ilustraciones,  portada e interiores, reproducciones de obras, tanto de pinturas y dibujos como de esculturas—, no obedece a la habitual noción que de ellas se tiene en los opúsculos literarios, de servidumbre y supeditación funcional a los textos que acompañan, de ser solo recursos visuales para aliviar la densidad de lectura de  la página… En Orígenes esas imágenes están estrechamente ligadas a un concepto de identidad de la cultura ejercida en tiempo y espacio inherentes, por individuos que la interpretan como una proyección —óntica, histórica—, y no como la continuidad de una herencia que se debilita o desvanece en la tradición reiterativa, sino como estado recreativo,  es decir, creativo, centro ebullente de irreversible asunción para que la  historia se haga y se cumpla realmente.

Tales calificativos, venidos de figuras esenciales de las letras de nuestro continente y de otros estudiosos confirman, entre otras apreciaciones conocidas, el valor de esta revista. En ella se nucleó un destacado grupo de intelectuales cubanos preocupados por inquietudes estéticas semejantes, pero no solo fue eso. Significó una expresión de rechazo de estos —Lezama Lima, Rodríguez Feo, Eliseo Diego, Cintio Vitier, Fina García Marruz, et al— al contexto deshonesto y corrupto donde se desarrollaba la vida nacional y fue, a la vez, voluntad de rescate de los valores más prístinos de nuestra identidad desde la cultura, “actitudes que se complementan y se explican mutuamente”, tal como se valora en la Historia de la Literatura cubana (tomo II). Asimismo en esta obra se expresa que “algunos especialistas han insistido en calificar a esta revista de apolítica y esteticista, definiciones que en rigor no caracterizan el quehacer de sus páginas, uno de cuyos propósitos más altos era, en realidad, replantear el problema de la identidad nacional desde otra perspectiva”.

Los intelectuales cubanos cohesionados en torno a Orígenes  no asumieron la denuncia pública de los males de nuestra sociedad, sino que se posesionaron del camino de la tradición integradora, “que revela y rescate las esencias cubanas por un lado y conforme, por otro, un sentido unitario entre los términos vida y cultura”, según se lee en la propia obra antes citada.

Orígenes solo publicó materiales inéditos, tanto colaboraciones como traducciones, en ambos casos de destacados autores cubanos y extranjeros, y en sus páginas aparecieron cuentos, poemas, crítica literaria y teatral, trabajos sobre artes plásticas —en especial sobre pintura—, de estética, de filosofía del arte y música. Dio a conocer las últimas corrientes literarias europeas y en su sección  “Notas” se comentaban  las últimas publicaciones y se reflejaba el movimiento cultural cubano y extranjero.

La nómina de colaboradores, además de los mencionados, exhibe, entre otros muchos, los nombres de Alejo Carpentier, Roberto Fernández Retamar, Ángel Gaztelu, Fayad Jamís, Samuel Feijóo, Eugenio Florit, Enrique Labrador Ruiz, Lydia Cabrera, Virgilio Piñera, Pablo Armando Fernández y Cleva Solís. Entre los extranjeros se destacan Juan Ramón Jiménez, Aimé Cesaire, Paul Valéry, Vicente Aleixandre, Robert Altmann, Luis Aragón, José Bergamín, Albert Camus, Luis Cernuda, Alfonso Reyes, Paul Éluard, Gabriela Mistral y María Zambrano. Relevantes pintores cubanos como Amelia Peláez, Wifredo Lam, René Portocarrero y Carmelo González colaboraron con sus grabados, cuadros y viñetas. Paralelamente a la revista aparecieron las Ediciones Orígenes, en la que se publicó gran parte de la obra literaria de los que se agruparon en torno a esta revista. 

Orígenes, revista y grupo, fue una respuesta al vacío cultural de la República, representó una voluntad de búsqueda ante un total abandono de valores y es digna heredera de la tradición de revistas culturales cubanas que desde el siglo XIX signan la vida intelectual de Cuba.

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