Obama y la historia

Elier Ramírez Cañedo
1/4/2016

Pese a haber sido fuertemente criticado por varios mandatarios de la región en la Cumbre de las Américas en Panamá, en respuesta a su expresión de que había que olvidarse del pasado y concentrarse en el futuro, Obama vino a La Habana nuevamente con ese mensaje desacertado y hasta ofensivo: “

¿Cómo podríamos los cubanos olvidar la historia cuando aun los pilares básicos de lo que ha sido la política imperial de EE.UU. hacia Cuba, América Latina y el mundo, se mantienen latentes, aunque ahora se presenten con nuevas envolturas? ¿Cómo olvidar la historia cuando el propio Presidente estadounidense hace uso de ella mostrando grandes lagunas y visiones maniqueas?

El siguiente párrafo extraído de sus palabras, demuestra o un conocimiento muy superficial de la historia, o el uso de la misma como instrumento de manipulación: “Las aguas azuladas bajo Air Force One transportaron en su día los barcos de batalla estadounidenses hasta esta isla, para liberar pero también para ejercer control sobre Cuba. Esas aguas también transportaron a generaciones de revolucionarios cubanos hasta Estados Unidos, donde consiguieron apoyo para su causa. Y esa corta distancia ha sido cruzada por cientos de miles de exiliados cubanos, en aviones y balsas improvisadas. Exiliados que llegaron a Estados Unidos en busca de libertad y oportunidad, a veces dejando atrás todas sus posesiones y a todos sus seres queridos”.

¿Cuándo barcos yanquis —de su gobierno— llegaron a nuestras cosas para liberar la Isla? Asimismo, las generaciones de cubanos que fueron a EE.UU. desde las luchas independentistas del siglo XIX nunca lograron el reconocimiento y apoyo de Washington, aunque sí de su pueblo.

Por otro lado, ¿a qué exiliados se refirió Obama? Nada dice de las políticas diseñadas por EE.UU. para incitar la inmigración ilegal de miles de cubanos, politizando un proceso que debería ser natural. Tampoco de la Operación Peter Pan, organizada por el Departamento de Estado de los Estados Unidos, la jerarquía de la Iglesia Católica de Miami, la CIA y las organizaciones contrarrevolucionarias; uno de los peores engendros de la guerra psicológica contra la Revolución, que implicó que salieran de Cuba 14 mil 48 niños, muchos de los cuales nunca volvieron a encontrarse con sus padres. Soslaya también Obama, al referirse al tan politizado tema migratorio, a los torturadores, criminales, asesinos, malversadores que huyeron de la justicia revolucionaria en 1959 y fueron recibidos y protegidos por el gobierno de los Estados Unidos.

“Cuba, al igual que Estados Unidos, fue constituida por esclavos traídos de África; al igual que Estados Unidos, el pueblo cubano tiene herencias en esclavos y esclavistas”, dijo el presidente estadounidense en otro momento de su discurso. Como bien advirtió nuestro Comandante en Jefe, en su reflexión del 28 de marzo: “Las poblaciones nativas no existen para nada en la mente de Obama”.

El mandatario podrá olvidarse de la ilegal base naval estadounidense en Guantánamo y cómo ésta fue impuesta a la fuerza a la Isla, pero los cubanos no. Obama puede olvidar que Posada Carriles, el Bin Laden de Latinoamérica, y otros terroristas que han causado muerte y dolor al pueblo cubano aun viven sin ser molestados y juzgados en la nación cuyo gobierno se proclama líder en la lucha contra el terrorismo, pero los cubanos no.

Si hay un pueblo que tiene plena conciencia es el cubano. Sabemos el alto precio que pudiéramos pagar por la desmemoria. Pero también estamos muy conscientes que si hay un terreno que el gobierno de EE.UU. no ha abandonado, ni abandonará jamás, como parte de la guerra cultural contra el proyecto socialista cubano, es la historia, pues en ella se sintetiza nuestra más acendrada cultura de la resistencia.

No se trata de vivir aprisionado del pasado, sino de asumir las lecciones de este para enfrentar el presente y proyectar mejor nuestro futuro. Dicho sea de paso, esas lecciones no están solo en la guerra económica, intentos de asesinato a los líderes de la Revolución, invasión mercenaria, sabotajes y muchas otras variantes de la clásica política agresiva de EE.UU., sino también en la historia de diálogos, negociaciones e intentos por avanzar hacia una mejor relación entre ambos países, que precede a los anuncios del 17 de diciembre de 2014.

Sin duda, en su discurso el mandatario estadounidense trató de hablarle a la mayor cantidad de públicos posibles, pero al pronunciar tan infeliz frase, dejó fuera a los familiares de las víctimas del terrorismo y las agresiones norteamericanas contra Cuba durante más de 50 años que ha significado 3 mil 478 fallecidos y 2 mil 99 incapacitados. Para ellos y el pueblo cubano que los acompaña y apoya, jamás habrá olvido.

En otro momento, Obama expresó que, en los últimos años, el gobierno cubano ha comenzado a abrirse al mundo”, borrando en una frase lo que ha sido la historia de Cuba en los últimos 50 años. ¿Cuándo Cuba y su gobierno estuvieron cerrados al mundo? ¿Olvida Obama que fue su gobierno el que hizo todo lo posible —y lo logró parcialmente durante una etapa— por aislar a la Isla del mundo, lo que obligó al pueblo cubano a romper el cerco yanqui a fuerza de coraje e inteligencia, al punto que fueron los propios EE.UU. quienes terminaron aislados en el hemisferio occidental con su arcaica política hacia la Mayor de las Antillas? ¿Nos va a quitar ese mérito?

Asimismo, de manera solemne se adelantó en proclamar: “vine aquí para dejar atrás los últimos vestigios de la guerra fría en las Américas”. ¿Acaso EE.UU. abandonó ideas y concepciones anteriores como la del garrote y la zanahoria, el destino manifiesto, la doctrina Monroe, la fruta madura, el buen vecino y muchas otras que el tiempo solo ha actualizado de acuerdo a las circunstancias? ¿Acaso la ilegal base norteamericana en Guantánamo, Radio y TV Martí, los diversos programas subversivos, la criminal Ley de Ajuste Cubano, la política de pies secos y pies mojados, el programa Parole para incentivar la deserción de nuestros médicos de las misiones internacionalistas, así como las políticas injerencistas y desestabilizadoras contra los gobiernos progresistas y de izquierda en nuestra región no son incluso, más que vestigios, acciones notarias y actuales de guerra fría?

Llama la atención que el presidente Obama hubiese tenido tiempo para participar en programas humorísticos populares de la televisión cubana y no para responder algunas de estas preguntas que de haberse abierto el debate seguramente le hubieran hecho los representantes de la sociedad civil cubana que escucharon con respeto —pero sin ingenuidad— sus palabras.

Hubiese sido una oportunidad para el presidente Obama de exponerse a diferentes puntos de vista, a un debate abierto, a voces diferentes del pueblo cubano, muy distantes de las que escuchó en reunión celebrada en la Embajada de los EE.UU. con los asalariados de siempre. Esos que, al decir del ex jefe de la sección de intereses de EE.UU. en La Habana, Jonathan Farrar: “están más preocupados por el dinero que en llevar sus propuestas a sectores más amplios de la sociedad”.