Nueva y novísima fotografía cubana
21/1/2016
Si la generación de 1970 en la fotografía cubana fue un paso de transición para abrir el camino a la creación del movimiento artístico más importante de finales del siglo XX, es a partir de 1980 que se rompieron todos los esquemas establecidos y se mantuvo vigente durante todos esos años y continuó hasta el siglo XXI. Aquí se eliminaron tabúes y hubo una apertura en cuanto a criterios, conceptos y temas que hasta entonces nunca se pensó pudieran retomarse.
Foto: Leonel Fernández
Si entonces se afirmaba que la fotografía cubana se dividía en dos grandes tendencias: la fotografía documental (directa o testimonial) y la llamada fotografía conceptual (creativa o manipulada), hoy después de 30 años se puede asegurar, que la misma posee tres grandes tendencias muy marcadas: lo antropológico-etnológico, lo sociológico-crítico y lo experimental-creativo (manipulación, collage fotográfico, desnudo con fuerte tendencia a lo grosero, utilización de elementos semióticos y simbólicos, etc.), a partir del criterio de Magaly Espinosa.
Sin embargo, en las dos primeras (antropológico-etnológico y lo sociológico-crítico) sigue el ritmo de lo documental, pero con cierta diferencia una de la otra. En la primera se testimonian los hechos y acontecimientos de nuestro alrededor de manera antropológica, donde se incluye de alguna forma el fotoperiodismo, y en el segundo aunque sigue la influencia de lo documental —pero con una inclinación hacia la crítica social— eliminando lo bello y ensalzando lo grotesco, lo feo, lo irreverente, lo morboso, entre otras sensaciones, teniendo en cuenta un poco el rechazo a lo bonito. Sustituyendo lo bello por lo feo.
En cuanto a lo experimental se trata de enfatizar composiciones no clásicas, la producción se inclina mucho más hacia lo conceptual. Se observa un fuerte uso de los temas de autorretrato y desnudo, entremezclándose con símbolos y signos, también con lo irreal, lo surreal y las disposiciones ambiguas y creencias afrocubanas.
Los que fueron nuevos
A finales de 1970 irrumpió en la fotografía cubana la obra de Alfredo Sarabia Domínguez (1951-1992), dando un vuelco temático y conceptual a ésta fotografía documental contemporánea, con seguidores como Raúl Cañibano y Gonzo González, entre otros.
Foto: Alfredo Sarabia
Sin embargo, este fuerte binomio formado por Cañibano y Gonzo, persiste en imágenes sin rodeos y sin subterfugios del país donde residen, con sus aciertos y desaciertos, sus triunfos y sus errores, pero ante todo de su cubanía. Hay quienes los califican también como seguidores de la obra de Sebastiao Salgado. Han recorrido el país espontáneamente buscando esa imagen autóctona, brusca, real, fuerte y perecedera del cubano simple y desconocido; aunque Gonzo, se enfrasca en el quehacer de la mujer en su medio como lo demuestra en su serie Fidelísima; también en los jóvenes y niños, en sus series Maleconeros o La Edad de Oro.
Con anterioridad, ya estaban incursionando en estos parámetros Humberto Mayol, Rolando Pujol y Pedro Abascal quienes consiguieron perseguir al ser humano —impulsados tal vez, por el oficio periodístico— seleccionaron y tejieron con fino humor el instante preciso de una acción fotográfica espontánea y diáfana, sin llegar a lo vulgar, ajustándose a un humor sutil, elegante y al mismo tiempo muy cubano. Aunque a partir del siglo XXI Humberto toma como bandera una creatividad diferente, a partir de la imagen computarizada, manipulando sus obras anteriores o creando nuevas imágenes a partir de la moderna tecnología; Pujol abandona el blanco y negro y se centra en la fotografía publicitaria a todo color y Abascal se perfila con una tendencia más rebuscada: hacia un manejo artificial de la imagen directa.
Rolando Pujol y Pedro Abascal quienes consiguieron perseguir al ser humano —impulsados tal vez, por el oficio periodístico— seleccionaron y tejieron con fino humor el instante preciso de una acción fotográfica espontánea y diáfana, sin llegar a lo vulgar, ajustándose a un humor sutil, elegante y al mismo tiempo muy cubano.
De los 80 fueron los interiores y situaciones domésticas de René Peña, que a su vez, a finales del siglo tuvo un vuelco total en su producción, donde mezcla la estética visual con los ritos afrocubanos, a través de autorretratos. Utiliza elementos referenciales a partir del negro de su piel con útiles blancos, jugando con ellos, aunque en algunos casos usa la ambigüedad. En el segundo quinquenio del nuevo siglo se enmarca en rescatar objetos encontrados, elevándolos a la categoría de magnificencia con gigantografías a color.
Punto aparte merecen las obras, a finales de los noventa, de Marta María Pérez, Juan Carlos Alom, Cirenaica Moreira y Eduardo Hernández Santos al concebir sus series a partir de un examen conceptual, formal y estructuralmente diferente a todos los parámetros establecidos, pasando del expresionismo brutal a un marcado erotismo, con fuertes elementos místicos afrocubanos, en los dos primeros; pero entre todos tienen tendencias de experimentos plásticos y cierta escenificación teatral, aunque diferenciadas entre sí. Marta María fue la pionera del nuevo desnudo en Cuba, a finales de los 80, cuando el tema estaba espoliado en la plástica cubana.
Las imágenes de Eduardo Hernández son la más alta expresión escenográfica, en cuanto a fotografía se refiere. Aunque sigue centrando su atención únicamente en la desnudez del macho, y hace recordar, en algunos casos, imágenes helenísticas o romanas; pero todas ellas están plagadas de sensualidad homo erótica, creando imágenes únicas e irrepetibles. En casi todos los casos utiliza elementos externos fuera de la fotografía, de apoyatura como el metal y el cristal para dar sentido de volumen a las piezas bidimensionales, o dibujando algún rasgo que lo reafirme más.
La generación del 2000
De los más jóvenes exponentes del Proyecto Cultural Cubafoto (Fondo Cubano de la Imagen Fotográfica) y puntales en la generación que comenzó en el 2000, son las imágenes de Leisis Elisa Cordoví, Nadalito (Nadal Antelmo Vizcaíno), Leysis Quesada y Lissette Solórzano, entre otros. La primera se centra en autorretratos en blanco y negro (ByN), buscando las nuevas tendencias que circundan el universo visual. Se proyecta hacia lenguajes ricos en símbolos y significados que la ponen al nivel y escala de lo más nuevo de la producción cubana, al igual que Nadalito. En cambio éste último no empezó realizando autorretratos ni símbolos. Comenzó haciendo fotografía de reportaje a color —despreciaba por completo el ByN—, con énfasis en el tratamiento de temas intrascendentes e íntimos, vinculados a sucesos personales. Siendo todo lo contrario del resto de los artistas que le han precedido. Su temperamento hiperquinético junto al desarrollo técnico y espiritual lo han llevado a un desenvolvimiento plástico evolutivo. Series como Surcos del tiempo o Lecturas fotográficas, dividida en subseries que presenta por medio del uso del grafitis, con manipulación del negativo a partir de ralladuras y tratamiento pictórico a la emulsión, sugiere puntos a analizar por el público espectador. Su obra en general marca un tratamiento diferente y original a lo que al parecer viene desarrollándose esta nueva oleada en la fotografía contemporánea cubana. Últimamente su trabajo viene dado por el tratamiento de la manipulación digital sumamente marcado, apoyándose en el autorretrato y en el morbo de la erótico.
Otros nombres como Alfredo Ramos, Ernesto Javier Fernández, Alina Isabel, Arles Iglesias, Niurka Barroso, María Cienfuegos y Alejandro González junto a un grupo de pintores que siguiendo el camino trazado anteriormente por Arturo Cuenca y José Manuel Fors asumen la fotografía como medio de expresión como también Yaniel Montero de Camagüey, Alain Pino, Deborah Nofret, Antonio Gómez Margolles, Jacqueline Zerquera, Litzie Alvisa, Glenda León, Elsa Mora, Yoana Yelín y Sandra Ramos son nombres que enriquecen la plástica cubana y en especial la fotografía de principios del siglo XXI.
“Lo real maravilloso” carpenteriano, de esta joven fotografía, radica en la utilización de diversos estilos fotográficos (interiores, desnudos, paisajes urbanos, personajes callejeros, autorretratos, manipulaciones y hechos testimoniales).
“Lo real maravilloso” carpenteriano, de esta joven fotografía, radica en la utilización de diversos estilos fotográficos (interiores, desnudos, paisajes urbanos, personajes callejeros, autorretratos, manipulaciones y hechos testimoniales). En todo ello se puede observar un juego magistral de luz y sombras y, por supuesto, una elevada técnica de impresión, aunque haciendo más énfasis en el retrato ambiental, pero muy especialmente en el desnudo y utiliza mucho la composición escenográfica. Su mirada es más franca, tajante, y provocadora. En algunos casos con cierta ambigüedad, pero en todos se encuentran originales propuestas de fino sentido plástico, sin copiar las tendencias pictóricas.
A partir del 2000 se da a conocer una radical transformación a diferencia de la generación anterior hacia variadas filosofías, en busca de un nuevo héroe y con una nueva poética, que está dando un vuelco total a lo ya reconocido hasta entonces.
Muchos autores, anteriores a estas décadas siguen activos y muchos de ellos utilizan el color, para su proyección. Tal vez por la influencia de que solamente se venden materiales a color (por ser el más utilizado en turismo, por tener más demanda y por ser el más solicitado para la publicidad y la fotografía comercial). Aunque la mayoría añoran al ByN porque lo consideran más creativo y dramático.
En lo que va del siglo XXI podemos asegurar que de las dos expresiones con que se manifiesta la fotografía cubana (la asumida directamente y la influenciada con formación pictórica), sigue siendo la directa la más predominante por haber incorporado visiones más reflexivas.
Hay quienes plantean que la fotografía documental y la de prensa en Cuba prácticamente ya no existe o no son bien vistas en las galerías de arte y los museos. No se puede ser tan concreto en esta afirmación. El problema es que esa fotografía tuvo un volcán arrebatador en la década de los 60, que marcó pauta y estilo muy particular, creando escuela. También compite contra ella que la mayor parte de la producción de hoy en día se basa en otros conceptos y puntos de vistas más creativos (menos periodísticos) influenciado por las tendencias y gustos de la fotografía occidental. Pero se puede comprobar en las muestras de fotografía contemporánea cubana que circulan por el mundo, que todavía hay fotografía cubana para rato, donde cada vez surgen nuevos exponentes y tendencias de vanguardia. Lo que sí se puede afirmar es que hay fotografía buena o mala, sea de una tendencia o de otra.
Novísima fotografía cubana
A partir del 2010, hay una gran oleada de jóvenes talentos, que se dieron cuenta que la fotografía no solamente es técnica (el último modelo de cámara fotográfica o una colección novedosa de diferentes objetivos de distintas distancias focales, etc.) sino que además es necesario tener presente las reglas y las leyes de las artes visuales, aplicadas a la fotografía. Es entonces cuando aparecen una gran cantidad de artistas egresados de las escuelas de pintura o de la Academia de Fotografía y que se dedican única y exclusivamente a utilizar la fotografía como herramienta. Es la que llamamos novísima generación que está desplazando a los simples fotógrafos que anteriormente sólo les interesaba la técnica. Son los que en estos momentos están exponiendo su trabajo creativo en galerías y museos, de Cuba y el Mundo. Ya no se puede hablar de formación autodidacta. Son artistas visuales que han introducido a su currículo docente asignaturas como Historia del Arte, Géneros y Estilos, Composición, Apreciación Artística, Semiótica, Imagen Subliminal y Retórica de la Imagen, entre otras. Son los que emergen de la necesidad de expresarse o tal vez, influenciados por el empuje arrebatador de los cambios estéticos del postmodernismo que los anima a estudiar, con una fuerza creativa tal que arrastra y descontrola, todos los parámetros pre-establecidos.
De ésta última generación hay nombres como Alfredo Sarabia Fajardo (La Habana, 1986). Graduado de la Academia San Alejandro y del ISA. Trabaja la fotografía documental como fiel heredero de la obra de su padre. Prefiere el ensayo fotográfico para expresar preguntas del tipo: ¿Quién es?, en donde los individuos son desconocidos o invisibles visualmente y pueden ser cualquiera de nosotros. Busca un diálogo entre símbolo e imagen, al afirmar realidades, provocando análisis y reflexiones con temas irrepetibles.
Otro exponente es Arién Chang Castrán (La Habana, 1979). Graduado del Curso de Fotografía de la UNEAC. No sólo intenta documentar la existencia de la longevidad y los centenarios, también las mediaciones que intervienen en el fenómeno de la ancianidad: raza, sexo, procedencia social y hábitos, entre otras, como parte del complejo proceso de la vida. Son composiciones de sorprendente capacidad plástica y un admirable uso de las técnicas del color y del blanco y negro, así como las perspectivas, y los ángulos inusuales. Las imágenes tienen un alto valor comunicológico a partir de expresiones, gestos, juego de luces y un interesante manejo composicional.
Foto: Alain Cabrera
Sin seguir un orden cronológico seguimos con Alain Cabrera Fernández (La Habana, 1980). Graduado de Historia del Arte y del Curso de Fotografía convocado por el Proyecto Cultural Cubafoto. Su obra tiene un carácter netamente artístico aunque con fuerte proyección testimonial. Su fotografía evolucionó desde el naturalismo hacia la abstracción, marcada por las obras del pintor vanguardista neerlandés Piet Mondrian, fundador de la abstracción geométrica.
Lázaro Luis García del Campo (La Habana, 1966). Graduado del Curso de Fotografía convocado por el Proyecto Cultural Cubafoto y del Curso de Verano de la Academia San Alejandro. Comenzó en el 2002. Sus fotografías hacen reflexionar un poco más de lo real y cotidiano. Juega con las líneas, los colores y la yuxtaposición de éstas para dar un balance cromático de formas nunca vistas. Busca en situaciones comunes, angulaciones diferentes y expresiones distintas o inimaginables. Hace alarde del uso del gran acercamiento con elegancia, novedad y rebuscados elementos figurativos a espacios banales del entorno natural. Revela una especie de ensoñación figurativa, donde el erotismo es un juego entre formas e imaginación conjugado con el abstraccionismo.
Lisandra Isabel García López (La Habana, 1989). Graduada de la Academia San Alejandro y del ISA. Explora lo cotidiano, la intimidad y lo femenino, representando objetos de su entorno doméstico para destacar ciertos tipos de gustos, motivaciones, sensibilidades y reflexionar sobre la permeabilidad hacia el medio. Parte de la idea de que las cosas con las que uno convive dicen mucho acerca de uno mismo.
Foto: Rodney Batista
Rodney Batista Herrera (La Habana, 1988). Graduado de la Academia San Alejandro y estudiante del ISA. Su trabajo fotográfico se centra en retratar cadáveres en situaciones instalativas, que le han conducido a crear desde esta posición símbolos con sentido dramático, convocando a lo antropológico con estética y creatividad. No le interesa cualquier cadáver, sino los inundados en las cubetas con formol en las morgues, los que nunca han tenido su entierro y, por tal, aún siguen disputándole al tiempo la persistencia de su materialidad y eternidad. No juega con las piezas, las expone fuertemente con simbolismos. Son obras de fuerte dramatismo y sentido poético, con fuertes vínculos con lo antropológico y lo teleológico, como dijera el crítico Frency. En ocasiones hace posar a los cadáveres junto a diferentes objetos, o fragmentos de ellos, como son los muñecos. Lo interesante de esta relación de objeto-cadáver es que pertenecen de igual modo al plano de la muerte, aunque artificiales, ya que es producto de una muerte simbólica, consecuencia no de un proceso natural sino de la acción destructiva del ser humano: la mutilación de dichos objetos. Esta triple relación de vida-muerte-mutilación es llevado al plano del arte, concediéndoles una nueva existencia de lo estético.
Yanahara Mauri Villarreal (La Habana, 1984). Graduada en Historia del Arte en la Universidad de La Habana y del curso de Fotografía convocado por el Proyecto Cultural Cubafoto. Su obra se basa en mostrar a la mujer como gladiadora, en ocasiones desnuda con posturas o situaciones no usuales, desligándose de posiciones no tradicionales. Despoja a la mujer de ataduras milenarias, rechazando los miedos. Exorciza a la mujer a través de la violencia doméstica, hurgando en la vida cotidiana llevándola a lo absurdo. Descontextualiza e ironiza a cada modelo y a sus objetos que las han acompañado a lo largo de la historia. Cada imagen representa a mujeres diferentes con diversas posturas que la humanidad las había marcado con ataduras, pero ahora es burlada o superada, con astucia.
Eduardo Rodríguez Sardiñas (La Habana, 1982). Graduado de los Cursos de la Academia de Arte y Fotografía Cabrales del Valle. Su obra creativa tiene un discurso homoerótico, con marcada utilización de las luces de estudio. Trata de desmitificar algunos temas, presentando conflictos o abordando problemáticas, preocupaciones y comportamientos del ser humano. Aunque hoy, también, se ha especializado en retrato glamour y de moda.
José Luis Díaz Montero (La Habana, 1967). Graduado del Curso de fotografía convocado por el Proyecto Cultural Cubafoto. Comenzó en el 2005. Su obra se vale de los recursos del claroscuro, los contrastes cromáticos y las transparencias. Sin desprenderse de cierta melancolía o dramatismo (ya que el objeto deviene identidad)
Ofrece una experiencia visual dictada por el ojo y el alma, mediante composiciones que pueden ser cálidas o frías dependiendo del estado de ánimo. Todas sus obras son reflejos de sentimientos íntimos y sus características intrínsecas se personalizan. Intenta tocar la sensibilidad de quien observa para trasgredir el espacio del otro o proponer espacios en conjunto. Mira el entorno y las cosas desprejuiciadamente, como si se tratara de un escenario donde hay fugas visuales en todas direcciones.
Para no centrarnos sólo en la capital del país se recomiendan analizar los trabajos de Alvaro José Brunet Fernández (Sancti Spíritus, 1974), de Yunior Yanes Torres (Sagua la Grande, 1974) y Yanela Piñeiro Gutiérrez (Bejucal, 1998).
El primero arquitecto de formación y fotógrafo por vocación. Su obra constituye un ejercicio para la reflexión y la posibilidad imaginaria. Se fundamenta en el diseño gráfico, de manera minimalista con tendencias morfológicas y conceptuales. Como fotógrafo de estudio maneja con exquisitez la luz utilizando objetos despojados de su original significado, y señalándolos con múltiples lecturas, que denuncian problemáticas de la realidad. Son bodegones minimalistas, alejándose de alguna manera de la foto documental. Aunque parte de la foto directa, sus objetos las escoge, las analiza y las compone en el estudio, con sabio manejo de la luz y las sombras. Crea un surrealismo con historia.
El segundo (Yunior Yanes Torres) Graduado de los cursos de la Academia de Arte y Fotografía Cabrales del Valle. Se inicia en la fotografía en el 2012, con exposiciones en varias galerías cubanas y en la Fototeca de Miami, entre otros espacios. Seducido y fascinado por las señales, símbolos y misterios arquitectónicos que emiten las ciudades y los espacios públicos, intenta captar su espíritu y reflejarla en su obra, fundamentalmente tomadas en La Habana ecléctica. Busca despojar a estos lugares comunes y cotidianos de elementos superfluos y llevarlos a su forma más simple. En su obra sobresalen formas, colores, texturas, luces y sombras, que connotan las influencias del abstraccionismo e incluso del cubismo picassiano, como se proyecta en algunas de sus obras de edificios, escaleras y monumentos, para intentar sorprender al espectador. Utiliza encuadres y angulaciones que se distancian de la visión tradicional, para mostrar la realidad de una ciudad que se presenta descontextualizada, casi irreconocible, logrando resultados sorprendentes.
Por último y no menos importante se presenta Yanela Piñeiro Gutiérrez (Bejucal, 1998). Graduada de los cursos de la Academia de Arte y Fotografía Cabrales del Valle. Premio de las NNUU, 2011, primer premio del Concurso Contra la Violencia de Género, en Santiago de Chile, 2016, entre una veintena de ellos. Con 16 años expuso en el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana y en el Museo de Key West. Con sólo una cámara de aficionados se paseó entre galerías, concursos y exposiciones, desde los 9 años. Hasta el momento le interesa la fotografía documental, al querer captar las situaciones que se encuentra a su alrededor, con una impronta innata acorde a sus conocimientos de arte y su talento. Con sus series trata además de sensibilizar a los amantes de la fotografía, que hasta en lugares sencillos y pobres puede haber belleza plástica, con sólo tener presente el uso de la luz, las sombras y la composición orgánica de los elementos, que la conforman.
Ésta es una pequeña relación de algunos exponentes de la novísima fotografía en Cuba, quedan en el tintero varias docenas más por descubrir y describir. Sirva ésta como un punto de partida para historiar ésta novísima fotografía cubana.
No es Leonelito solo un gran fotografo.
Es un ser humano que Dios ha creado para todas las manifestaciones artisticas.
Absolutamente sensible, asi literalmente…y exquisito.
Te abrazo hermano mio.
Tony D Estefano
Gracias Tony D Estefano , Me alegro mucho leer tu comentario, Yo te admiro mucho por ser tan buen ser humano, amigo y sobre todo un gran artista que ha expandido su obra por el mundo Para mi es un gran orgullo que tu hayas escrito un comentario inspirado en lo que ves en mi obra y mi ser, Un abrazo para ti mi hermano
La niña en el campo con mariposa