Miguel Altunaga, de ida y vuelta

Jorge Brooks Gremps
20/2/2018

En el complejo y vasto mundo de la danza y sus interrelaciones personales, Miguel Altunaga ha sido un ser humano especial.  Puede ser referencia en las conversaciones en nuestros salones de Danza contemporánea de Cuba, allí se habla de su profesionalismo, su respeto, su entrega, y sobre todo, de su compromiso artístico.

Es frecuente que, al encontrarnos con coreógrafos, bailarines y presentadores del mundo, nos digan que conocen de la calidad de los bailarines cubanos, que han trabajado con uno muy especial, y el nombre que se menciona es el de Miguel Altunaga.
 

Miguel Altunaga
Miguel Altunaga es graduado de la Escuela de Danza Moderna y Folklórica en el 2001
 Fotos: Adolfo Izquierdo

 

Aun siendo estudiante ganó el Primer Lugar de Interpretación masculina en el concurso Solamente Solos con la pieza 2916, Bahía Street, una coreografía de Julio César Iglesias. Una vez graduado de la Escuela de Danza Moderna y Folklórica en el 2001, como bailarín y profesor de Danza, llegó a Danza Contemporánea de Cuba de la mano de Miguel Iglesias, a quien desde niño lo une una relación muy especial.  Pero en ese año, aún no finalizada su práctica pre-profesional, estrenó Oddy, del coreógrafo norteamericano Alfonso Zybine, junto a reconocidos bailarines de la compañía como Víctor Alexander, Maray Gutiérrez y Alain Rivero, entre otros.

En el 2002 el coreógrafo René de Cárdenas lo selecciona para Y sin embargo se muere, y a partir de este momento comienza su desarrollo como un intérprete imprescindible en las piezas de estreno y de repertorio de la compañía en la escena cubana.

El violín descalzo, de la coreógrafa Lídice Núñez, iniciará su aún recordada presencia en el año 2003 en el estreno de Compás, del coreógrafo holandés Jan Linkens…

…. Ogüere, ogüere, ogüereeeee/ la acampana a la sei/ tarezona en batey/y lo neeegroooo dotación/va a reza la oración…

…se van encimando a los bailarines y a la escena. Altunaga resuena el tambor rememorando a nuestros ancestros. Mayestático Santa Cruz, bebedor de la cultura yoruba, voz añejada con manzanilla y jengibre, a los…negros dotación va a canta…

Janutilizó las dotes histriónicas, el carisma y la excelencia técnica de Miguel Altunaga en la casi totalidad de los 90 minutos de la obra. El intérprete trabajó palmo a palmo cada escena, lideró, brilló, hizo poner al respetable público de pie y en la escena de las Africanas (improvisación) fue ovacionado. Tras largos tour de forcé, va desde el folklor a lo moderno, a lo contemporáneo, al solar, a los bailes de salón, para apropiarse al final del estilo del cine musical norteamericano de los años 50, con una trilogía musical que le da un cierre espectacular coreográfico con: Jungle Drums de Ernesto Lecuona, Caravan de Duke Ellington y Hawaiian War Chant de  Johnny Noble y Prince Leleiohoku. Por supuesto, Altunaga fue imprescindible en cada una de las escenas.

En el propio año 2003 Carlos Acosta llevó a escena su Tocoro, Fábula cubana, donde Altunaga brilló junto al propio Carlos, y un espectacular Alexander Varona, participando hasta el 2007 en las tournée del referido espectáculo. Ese es el camino que lo llevará a la Rambert Dance Company.

En el 2004 se estrena en Cuba la variación de Carmen, del coreógrafo sueco Kenneth Kvamström, allí el bailarín volvió a dejar su impronta en uno de los personajes, su interpretación es referente de los elencos que han venido después, y su presencia se grabó en la memoria del púbico de la época. En ese año Nayara, mira pero no toques, del coreógrafo argelino radicado en Alemania Samir Akika, en colaboración con los bailarines, dieron un vuelco a la escena cubana. Miguel en esa época había asumido compromisos condicionados por su espiritualidad, y muchos pensamos que limitarían su participación en la obra. Puso su credibilidad en función de la puesta en escena que podía durar hasta dos horas y media: tenía un solo, bailaba al compás del llanto de un bebé (Maili, quien también estaba en escena), gorra, medias y calzoncillo blanco, la escena del Teatro Mella completamente al descubierto, en bruto, el público lo admiró en un silencio sobrecogedor.
 

 Su compañía que se caracteriza  por su proyección neoclásica como parte de una estética contemporánea
 

Altunaga interviene en otras puestas en escena como Loca mierda, con coreografía de Samir Akika (2005); en El Dorado, coreografía de Cathy Marston, y en el   melodrama musical Habana Carnaval, puesta en escena del director norteamericano Tony Giordano, ambas en el 2006. En este mismo año estrena su trabajo coreográfico para Danza Contemporánea de Cuba, Añoranza por la conga, donde se avizora lo que será su estilo como creador.

George Céspedes crea para él La separación, y Julio César Iglesias y Osnel Delgado recurren a su interpretación en La lluvia cae por el viento y Noverre-ando respectivamente, en el 2007, año en que Miguel Altunaga decide presentarse a una audición a la Rambert Dance Company en el Reino Unido. Ya la convocatoria estaba cerrada, los nuevos aspirantes aceptados, pero Rafael Bonachela, quien había sido Primer Bailarín y Coreógrafo de esa compañía, le dijo al Board de Dirección “es un bailarín espectacular, si lo ven lo van a aceptar”. Y así fue y así ha sido.

De esta manera tan sencilla, Rafael prescindió de él para Demo-N/Crazy, y Altunaga comenzó a adaptarse a otras dinámicas en los salones de trabajo de la compañía británica Rambert Dance Company, la más antigua, considerada como la compañía nacional del Reino Unido. Fundada por la bailarina polaca de nacionalidad británica Marie Rambert en 1930, quien fuera discípula de Emile Jaques-Dalcroze e integrante de su agrupación a principios del siglo XX, luego bailarina y profesora de rítmica de los Ballets Rusos de Diaghilev y asistente de coreografía de Vaslav Nijinsky.

Desde entonces, Miguel Altunaga ha desarrollado su arte dentro de una compañía que se caracteriza por su proyección neoclásica como parte de una estética contemporánea, asumiendo con armonía y sin contradicciones las nuevas tendencias de las artes escénicas y los presupuestos creativos surgidos como consecuencia de la globalización cultural. Dentro de estas líneas, el cubano ha liderado coreografías de reconocidos creadores como Gary Stewart, Christopher Bruce, Itzik Galili, Siobhan Davies, Doug Varone, Barak Marshall, Shobana Jeyasingh y Merce Cunningham, entre otros.

Su trabajo de intérprete ha sido reconocido en tres oportunidades por el Círculo Nacional de Críticos del Reino Unido, dentro del Premio Nacional de Danza que se otorga cada año en ese país:

En 2014, nominado en la Décimo Quinta Edición del Premio Nacional de Danza que otorga el Círculo de la Crítica de esa especialidad en el Reino Unido, en la categoría de Joven estrella masculina emergente, por su actuación excepcional en Rooster de Christopher Bruce. Entre los cinco nominados se encontraba el reconocido AkramKhan en Dust.

En 2016, nominado en la Décimo Séptima Edición del Premio Nacional de Danza en la categoría de Estrella Masculina, por su actuación excepcional en Tranfigured Nigth, de Kim Brandstrup. Entre los cinco aparece nominado otra vez Akram Khan en Until the Lions, para la Akram Khan Company.

En 2017, nominado en la Décimo Octava Edición del Premio Nacional de Danza en la categoría de Mejor Bailarín, por sus actuaciones excepcionales en las temporadas del Rambert Dancer durante el año. Aparecen nominados junto a Altunaga estrellas del English National Ballet, Mariinsky Ballet, y del The Royal Ballet.

Ha sido comisionado por los prestigiosos London Coliseum para crear Memoria, interpretada por Carlos Acosta; y el Royal Opera House le comisionó Derrumbe para el referido bailarín. Su coreografía Don’t think about it, integra el repertorio de su compañía

Kevin O’Hare, director del Royal Ballet, le encargó una pieza para el Deloitte Ignite Festival 2014, Dark Eyel.  En el 2016-2017, el afamado museo Tate Modern presentó una retrospectiva de la obra de Wilfredo Lam, y le fue encargada una coreografía que se presentó a lo largo de toda la fecha expositiva. También ha colaborado con artistas visuales, documentalistas, y ha incursionado en el cine en Love Tomorrw, dirigida por Christopher Payne.

El sueño de la colaboración entre Danza Contemporánea de Cuba y Miguel Altunaga se fraguó en casi un año de trabajo: conseguir los fondos para la producción de la pieza, los pasajes aéreos, su estancia, buscar las fechas adecuadas para la Rambert Dance Company por sus compromisos de giras. Durante su estancia en Cuba sacrificaba su trabajo y no recibiría salario, afortunadamente se superaron todas las barreras en la medida de lo posible por ambas, sus compañías, y llegó a Cuba en la tercera semana de diciembre. Hasta el 10 de enero trabajó con los casi 50 integrantes de la compañía, mientras que iba madurando y transformando su idea inicial, pero ya era necesario pasar la etapa y llegar a una selección.

Hace poco armó su pieza, y volvió a volar desde Cuba a incorporarse a los compromisos de su compañía, encargando de la puesta en escena a Yoerlis Brunet y Miguel Iglesias, los trabajos de las luces (Fernando Alonso) y el vestuario (Vladimir Cuenca) estaban encaminados. Regresó a Cuba justo para llegar a su premier, solo con el tiempo para besos, abrazos y decirles “suerte muchachos, les regalo un sueño acariciado por años”.

Y se abrió el telón, y Penélope Morejón desató su pasión en la versión de Siboney,  de Ernesto Lecuona, interpretada por la norteamericana Connie Francis, y escenas  de  encuentros y desencuentros, soledades y añoranzas por ésta insularidad nuestra de cinco siglos, siempre mirando hacia afuera o desde afuera, pero con Cuba adentro, y al final de nuevo Ernesto  …Siempre en mi corazón  …/y en mi amarga soledad / el recuerdo de tu amor / disminuye mi pena, y Altunaga decide que es una canción muy bella para bailarla, que hay que sufrirla, compartirla con el público,  disfrutarla, y cae el telón.

Altunaga, Migue o Miguelito, las variantes con las cuales se le llama, es un hombre enfocado en la danza, entre dos islas, mirando las dos orillas, apreciando lo mejor de sus culturas, y siempre ha vuelto para abonar el polvo de un único camino, el de ida y vuelta.