Michel Chailloux: allá abajo, en lo profundo

Maikel José Rodríguez Calviño
29/6/2018

“El surrealismo es la sorpresa mágica de encontrar un león en el armario donde uno quería tomar una camisa”. Así resumió la pintora mexicana Frida Kahlo los presupuestos estéticos del movimiento vanguardista más alucinante de cuantos nos ha legado la historia del arte.

René Magritte recreó situaciones absurdas, misteriosas, que desafiaban las leyes de la razón y la gravedad, en su afán por subvertir la mirada del espectador, por cambiarle la forma de analizar la realidad. Marx Ernst fabricó un bestiario particularísimo, pletórico de seres grotescos, híbridos, melancólicos, que agonizan en su propia imposibilidad. Salvador Dalí solía aclarar que él pintaba, a mano, fotografías de sus sueños. La exageración de la perspectiva, la manipulación de la figura humana, el automatismo psíquico, las representación de obsesiones, fobias y neurosis hijas del inconsciente… El surrealismo abrió las puertas a un universo iconográfico lleno de extrañas uniones, de raros maridajes, alejados de la moral y la razón, que aun hoy nos siguen cautivando por su belleza y desfachatez, por el hálito maravilloso y terrible que destilan alrededor.


“Meridiano” (2018). Michel Chailloux. Fotos: Maité Fernández
 

Si debiera escoger una tendencia del arte para ubicar la obra de Michel M. Chailloux (Holguín, 1983) sería, sin lugar a dudas, el surrealismo figurativo. Basta con acercarnos a la muestra Apnea, que hasta el próximo 13 de julio acogerá la galería Artis 718, para comprobar la estrecha relación entre las pinturas de este joven creador y esa surrealidad, a medio camino entre lo consciente y lo inconsciente, que explora, hasta el delirio, los psicóticos amantes de la locura y el sueño.

El propio título de la exposición nos advierte que debemos tomar aire, retenerlo con esfuerzo y administrarlo sabiamente para sumergirnos en ese mundo atractivo e inquietante desplegado por Michel en sus pinturas y dibujos. Nos facilita la inmersión el gran tamaño de las obras, capaces de envolvernos rápidamente con su abrazo perturbador. Antes de notarlo, ya estamos al otro lado, cuya dinámica interna, según el crítico David Mateo, sigue tres principios básicos: la manipulación del tiempo y los entornos, la particular forma en que el artista moldea símbolos y figuras donde se entremezclan lo humano y lo animal, y  la dicotomía (cuando no conflicto) entre las posturas éticas de los personajes recreados.

Una vez aceptamos dichos principios, podemos iniciar el viaje, porque justamente eso nos propone la pintura de Chailloux: una odisea personal por una realidad otra que no necesita de lozas amarillas para conducirnos hacia lo desconcertante. Así, las imágenes, congeladas en un instante, hábilmente detenidas para la eternidad, se suceden unas tras otras, mostrándonos un prodigioso desfile protagonizado por un búho de rostro lunar que parece tallado en madera, un molusco gigante a punto de adentrarse en un campo de molinos de viento, una avestruz nocturna que ha salido a buscar pareja, inocentes conejitos descansando junto a enormes setas de textura rocosa, bestias acéfalas al asecho de jóvenes denudas, esculturas zoomorfas abandonadas en amplios pastizales, alces de imponente cornamenta que cruzan un rio o establecen silenciosos vínculos con los seres humanos, y una criatura amorfa que yace (¿muerta?, ¿dormida?) sobre las blancas arenas de una playa donde alguien construyó una mastaba con lingotes metálicos.

La imaginación de Chailloux explora y expone ese vasto mundo interior, que ruge y palpita tras la fina retícula de lo inconsciente, fomentando bizarras uniones, gestando raros noviazgos, tejiendo imposibilidades sobre el lienzo o el papel. Al final, el artista emerge de las aguas del misterio, ligeramente azorado por todas las cosas que ha visto, por el horror y la maravilla que presuponen una incursión en lo onírico, y nos muestra sus temores e impulsos insatisfechos, ahora transformados en dibujos y pinturas.

En mi opinión, Apnea constituye una primera y rápida mirada al cosmos visual de un joven creador que, una vez explore con mayor profundidad las prerrogativas técnicas y conceptuales presentes en su poética, nos ofrecerá nuevos y mejores recorridos por esa realidad paralela, suspendida entre el sueño y la vigilia, que él gusta recorrer mientras su cuerpo duerme.