Merceditas Valdés: Pequeña Aché

Leonardo Depestre Catony
10/6/2016

Pequeña Aché es el sobrenombre que don Fernando Ortiz otorgó a Merceditas Valdés cuando hacia el año 1944 se estableció entre ellos una relación de profesor-alumna devenida amistad, que enriqueció las clases de don Fernando. Merceditas lo contaría más de una vez: “Quiero hacer de ti —me dijo— mi intérprete por excelencia, quien ilustre mis conferencias sobre música folclórica. Vamos a trabajar juntos”.

Él la presentaría en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, con sus cantos y tambores. También la Sociedad Pro Arte Musical auspició una gira por el país para así ilustrar las conferencias. Casi sin ella darse cuenta —aunque sí los demás— Merceditas se estaba convirtiendo en “un documento etnográfico vivo”, puesto que así la caracterizó Ortiz.

De la Corte Suprema a Nueva York

Merceditas se nutrió en las procesiones del Cabildo de Regla y en otras fuentes de la cultura afrocubana, al tiempo que se iniciaba artísticamente, como aficionada, en la Corte Suprema del Arte, donde ganó el primer premio al interpretar Babalú, La negra Merced y El churrero, con sus escasos años de adolescente.

Nacida en La Habana el 24 de septiembre de 1922, los cantos yoruba y palo monte los incorporó prontamente e interpretó en la que fue su primera incursión como artista profesional, a través de las ondas de Radio Suarito, acompañada por la orquesta del maestro Obdulio Morales. Por ese conducto supo de ella don Fernando Ortiz y la llamó junto a sí.

De 1946 data su primer disco de larga duración, para la firma Panart: Toques de santos. Cuatro años después aparece Santero; más adelante, Mongo en La Habana, de 1959, acompañada por el percusionista Mongo Santamaría; y luego, Merceditas (Cantos y Rezos), en que canta con la orquesta dirigida por los maestros Adolfo Guzmán y Rafael Somavilla.

Trabajó en clubes y cabarets de la Playa de Marianao, junto al percusionista Silvano Sheug (El Chori), en tanto a Estados Unidos viajó con la orquesta Gloria Matancera. Entonces, en 1967, llegó lo mejor: el primero de una serie de álbumes que harán época en la discografía cubana: Aché I.

Merceditas Valdés fue, pues, de las primeras intérpretes en incorporar a las grabaciones los toques y rezos yorubas, con percusión batá, tumbadora y chekeré, desvelando al público los cantos y ritos identificativos del folclore de los pueblos de África. Actuó en radio, televisión (desde que surgió) y cabaret. En este último, por la década del 50, en la producción Zum-Zum-dambaé, presentada en Sans Souci; pero también Tropicana la acogió en los espectáculos Karabalí y Tambó. Compartió escenarios con su ídolo Rita Montaner, con Nat King Cole, Sarah Vaugham, Tito Puente y otras celebridades, y se le pudo escuchar en el filme Yamba-O, del director Emilio El Indio Fernández, así como en el corto musical Zamba. También hizo giras por Europa y América, incluido el Caribe nuestro.

El guaguancó, la guaracha, los pregones y cantos de cuna nutrieron su repertorio. Con Miguelito Valdés viajó a Las Vegas, Estados Unidos; también lo hizo con la compañía de Ernesto Lecuona, con Eliseo Grenet… Al exigente Carnegie Hall, de Nueva York, llevó los tambores batá acompañada por una orquesta de 80 músicos bajo la dirección de Gilberto Valdés, en lo que significó el primer concierto de música yoruba en ese auditorio. Era aquella una confirmación de las dotes extraordinarias de la artista.

Esta tierra cubana se nutre hoy de una savia legítima

La niña mestiza nacida en la calle Neptuno esquina a Hospital, barrio de Cayo Hueso, que en tal entorno aprendió con babalaos y santeros, llegó en verdad lejos, aunque para ello estudió hasta conseguir la maestría que hizo de su arte una expresión casi perfecta de conjunción de música y ritos afros.

Realizó giras por Venezuela, Colombia, Jamaica, Haití, Canadá, España, la Unión Soviética… La Academia Canadiense de las Artes y Ciencias de la Grabación le otorgó en 1993 su Premio Juno por el disco Spirits of Havana, y, semanas antes de morir, recibió en el Teatro Nacional de La Habana el Diploma de Mérito Artístico de la UNESCO y la Medalla de Oro Pablo Picasso.

La muerte de Merceditas, a los 68 años, el 13 de junio de 1996, nos privó de una cantante mayor (apkwon), de quien Miguel Barnet, en la despedida del duelo, afirmó:

“Mejor que nadie también tú sabes que la muerte es un azar. Y que los artistas como tú permanecen contra el olvido y la nada. Esta tierra cubana se nutre hoy de una savia legítima. Aquí nacerá una fuente que regará tu pequeño aché, como un regalo último que nos haces a todos”.

En Cuba, donde un viejo dicho afirma que “quien no tiene de congo tiene de carabalí”, aché es una voz yoruba que casi no requiere explicación: es el poder vital, la energía suprema que reciben los santos. Tener aché es poseer un don especial. En Merceditas Valdés se aunaron fama internacional y popularidad. ¡No puede negarse que tuvo mucho aché!

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