Mendoza, la revolución

Isabel Cristina López Hamze
30/5/2016

La Temporada de Teatro Latinoamericano y Caribeño Mayo Teatral, dedicada este año al teatro de grupo, brindó la posibilidad al público cubano de reencontrarse con colectivos imprescindibles del panorama escénico internacional. Sin embargo, también pudimos acercarnos a la obra de algunos que, por primera vez, visitan nuestra Isla. Tal es el caso del grupo Los Colochos, con cinco años de trabajo en México y una destacada trayectoria en el ámbito latinoamericano.

El espectáculo es una adaptación de Macbeth, de William Shakespeare, que ha tenido diversas giras a nivel nacional e internacional y fue ganadora del VI Certamen Internacional de Teatro Clásico Almagro Off, en España.Su director, Juan Carrillo, ya había visitado el país en 2015 para participar en el Evento Traspasos Escénicos organizado por el Departamento de Teatrología y Dramaturgia del ISA. En esa ocasión, impartió el taller Intervenciones III, y algunos ya conocíamos sobre su poética y sus aventuras creativas. En 2009 fundó la compañía Los Colochos, y luego de realizar varios montajes recibe la beca del FONCA, Jóvenes Creadores 2011. Con este apoyo enfatiza su trabajo investigativo a partir del modelo de intervención, una línea que se cristaliza en la puesta en escena Mendoza, que pudimos disfrutar en este Mayo Teatral.

El espectáculo es una adaptación de Macbeth, de William Shakespeare, que ha tenido diversas giras a nivel nacional e internacional y fue ganadora del VI Certamen Internacional de Teatro Clásico Almagro Off, en España. Está hecha para la intervención de público y espacios no convencionales, y puede ser presentada en teatros, foros, o plazas alternativas. Durante el proceso de montaje se realizaron ensayos en casas de gente común que no tienen relación estrecha con el teatro y se debatieron sus opiniones sobre la puesta.

Mendoza fue una de las obras que se esperó con mayor expectativa, por sus reconocimientos internacionales, por el interés que despierta siempre una versión de Macbeth, por la recontextualización del clásico en la Revolución Mexicana, por sus dos horas y cuarto de duración, o por el rumor de que en escena habría una gallina viva. La sala Tito Junco del Bertolt Brecht acogió al montaje y a un público entusiasmado que tuvo, al final, reacciones diversas de acuerdo con la expectativa creada.

Mendoza fue una de las obras que se esperó con mayor expectativa, por sus reconocimientos internacionales, por el interés que despierta siempre una versión de Macbeth, por la recontextualización del clásico en la Revolución Mexicana.La versión sintetiza personajes y relata sucesos que no aparecen en el original, como el encuentro amoroso de los protagonistas junto al río y otras escenas que le otorgan un matiz más humano a la obra. Lo más logrado de la puesta en escena es precisamente la adaptación de Macbeth al contexto mexicano de La Revolución. El valor de la adaptación no solo consiste en reescribir un texto cambiando los marcadores de tiempo y espacio, sino en reelaborar la historia a partir de lenguaje. Aun cuando los sucesos fundamentales del original no varían, sí existe un cambio total en el lenguaje como expresión de una cultura y una identidad que lleva consigo una historia propia.

Este importante hallazgo a nivel de lenguaje se traspasa a los actores de manera orgánica y veraz. El elenco asume la investigación usando su cuerpo y su voz como resorte fundamental del espectáculo. El público custodia la zona de representación por los cuatro costados creando una distancia propicia para obligarlo a centrar la atención en la escena. Una escena desprovista de escenografía y con mínimos elementos. Como ocurría en el teatro isabelino, donde las obras de Shakespeare eran representadas sin escenografía y con escasos decorados, Juan Carrillo apuesta también por el lenguaje como la fuerza para intervenir todos los espacios.

La versión sintetiza personajes y relata sucesos que no aparecen en el original, como el encuentro amoroso de los protagonistas junto al río y otras escenas que le otorgan un matiz más humano a la obra.Los actores trabajan con sillas de metal y una mesa que disponen en el escenario en dependencia de la necesidad dramática, más que de su utilidad como objeto. Aparecen otros elementos como máscaras, una tela blanca con múltiples funciones, instrumentos musicales y otros que no ilustran situaciones ni contextos, más bien los sugieren desde su teatralización. En el espectáculo se advierte un extraño contraste entre recursos y soluciones escénicas elaboradas y lo descarnado del lenguaje y la interpretación. Esta mezcla, sin dudas un camino asumido a consciencia por el director, me provoca choque de lecturas, un efecto que suaviza y artistifica la violencia y la desacralización de lo teatral que son, a mi juicio, de los mayores aciertos de la puesta.

Como Macbeth, el General José Mendoza recibe el vaticinio de su ascenso al poder. Las tres brujas de Shakespeare que ensalzan las tradiciones populares inglesas con las tres parcas o las moiras de la cultura clásica griega, son transformadas en una bruja mexicana. Acompañada de una gallina real como objeto mágico religioso, la bruja introduce la obra con un monólogo en el que utiliza la jerga característica de un México profundo, misterioso y legendario. Desde este mítico sitio que se construye en el imaginario del espectador, se discute también sobre el presente latinoamericano.

Como ocurría en el teatro isabelino, donde las obras de Shakespeare eran representadas sin escenografía y con escasos decorados, Juan Carrillo apuesta también por el lenguaje como la fuerza para intervenir todos los espacios.Es interesante seguir el camino de Macbeth desde su semilla tomando como eje la mezcla entre realidad y ficción. Son conocidas las fuentes del argumento teatral y la verdadera existencia de Macbeth, que fue rey de los escoceses entre 1040 y 1057. Shakespeare se basó en las Crónicas de Raphael Holinshed, quien a su vez tomó de Historia de los escoceses, escrita por Hector Boece e impresa por primera vez en París en 1527.

Juan Carrillo vuelve sobre la fábula y la transforma cambiando sus contextos, pero sin perder el espíritu de leyenda, de historia sobre el pasado convulso del pueblo mexicano. Sin embargo, en ese juego de ficciones y realidades, de presente y pasado, Los Colochos necesitan hablar desde el ahora. Es por eso que, en un momento de la puesta, realizan un conteo hasta 43, como protesta por la desaparición de los estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa en Iguala, en el 2014. También por esa necesidad de compromiso con los temas sociales y con el presente es que se construye la relación con el espectador, quien es incitado a participar en la obra de manera activa.

Es Mendoza una experiencia singular, una obra de excelentes actuaciones que apuesta por el lenguaje y la intervención. El espectáculo termina con una especie de fiesta en la que los actores cantan, acompañados por guitarras, la historia del General Mendoza. Luego de la intensidad dramática de más de dos horas, es un gesto final cargado de ironía y frescura que el espectador disfruta mientras bebe cervezas Sol.