Mayo, entre la lluvia y la tristeza…

Rubén Darío Salazar
23/5/2018

Dícese la palabra accidente y nos ubicamos inmediatamente en una circunstancia difícil y dolorosa. Haya sucedido el hecho en geografías cercanas o lejanas, tengamos o no un vínculo afectivo familiar, amistoso o de referencia social con las víctimas. El caso es que abate y estremece, con una fuerza que excede las leyes naturales de la vida, los tropiezos o alegrías cotidianas, el curso infinito que marca una y otra vez lo efímero de todas las existencias.

El pasado 18 de mayo toda Cuba fue presa de una potente sacudida, más fuerte que las características lluvias de la estación. Por alguna razón que implica muchos matices, los accidentes aéreos tienen siempre una connotación mayúscula. Tal vez los hombres y mujeres tengamos mayores lazos de conducta con la tierra y el mar, por donde caminamos, corremos, bailamos, pescamos o nadamos, que con el inasible aire, sitio casi desconocido, habitado por las aves, los ángeles y por esa osadía nuestra de inventar naves áreas y espaciales para conquistar lo que en algún momento se supuso inconquistable.

 Se hizo por parte de quienes corresponde todo lo que se debe hacer.
Foto: Granma

 

La noticia se extendió al mundo, también hubo pérdidas de personas nacidas en otros países, el propio avión estaba a cargo de una tripulación de origen mexicano. Con los detalles del siniestro también llegaron juicios, opiniones, sentires y hasta especulaciones que no regresarán a ninguno de los fallecidos. Ahora mismo en la Isla, principalmente en Holguín, y otras partes del mundo, las lágrimas se convierten en un lago interminable de tristeza. Se ha hecho por parte de quienes corresponde todo lo que se debe hacer. El país declaró luto oficial. Se estudian y analizan exhaustivamente las causas del terrible acontecimiento.

Todos hemos perdido a un ser querido, está dentro de lo inexorable de ser y estar. Duele que se vaya un ser humano, de cualquier edad, sexo, raza o procedencia, sobre todo de esta forma sorpresiva y fatídica. En la espera de tener más información sobre las indagaciones correspondientes, cada quien deposita de muchas maneras una flor por el alma de los caídos. Encendemos una vela orando por el descanso eterno. Es el momento en que los valores más hermosos salen a flote y convierten a una nación y al mundo en un solo sentir.

En medio de la tragedia, una menuda llama se va haciendo gigante. Nos aferramos a que las tres sobrevivientes del accidente, atendidas inmediatamente por nuestros médicos, puedan vencer la batalla por la vida y seguir hacia delante. En ellas abrigamos los rescoldos de esperanzas, tras este doloroso suceso.