Marcia Collazo: ¿historiadora o novelista?

Laidi Fernández de Juan
20/1/2016

En el mundo literario, es frecuente (y agradecible) el abordaje de asuntos históricos como tema narrativo. Son múltiples los ejemplos, de los cuales destacamos El siglo de las luces, de Alejo Carpentier y La fiesta del Chivo, de Mario Vargas Llosa, dos magistrales novelas que recrean dramas históricos, y sobre la  base del transcurrir de episodios reales más o menos conocidos, se erigen como obras autónomas. En ambos casos se trata de escritores que luego de minuciosas investigaciones son capaces de crear una ficción argumentada en fondos reales. Otro ejemplo a citar es el de Leonardo Padura, con sus múltiples novelas también erigidas en hechos comprobables en documentos, archivos, biografías, etc. No pueden faltar a esta mención, por pura justicia, La novela de mi vida y El hombre que amaba los perros.

Teniendo en cuenta que el país invitado a la próxima Feria Internacional del Libro de Cuba es la República de Uruguay, intentaré motivar al público lector a través de la reseña de un libro, que si bien no ha sido publicado en nuestros predios, fue escrito por una narradora que sí tendremos entre nosotros durante la feria. La uruguaya Marcia Collazo Ibáñez, abogada e historiadora, celebrará los cinco años de su debut como novelista precisamente en este 2016. Su monumental novela Amores cimarrones. Mujeres en la vida de Artigas, con la cual deslumbró a la crítica de su país y alcanzó ese gran premio que es la preferencia del público (Premio Revelación Bartolomé Hidalgo; Premio Libro de ORO), verá la luz en Cuba, gracias a la Editorial Arte y Literatura. Al respecto, ya hicimos comentarios en esta misma columna.

Hoy me adentro en su más reciente volumen de relatos A bala, sable o desgracia (Ediciones de la Banda Oriental, 2014). La reflexión acerca de los escritores que utilizan la Historia como material temático, y con la cual comencé esta suerte de reseña, se vincula con el estilo de la narradora uruguaya que traigo a colación. En este caso, se da el mismo fenómeno, pero a la inversa: Estamos ante una historiadora que luego de muchos años de ejercer la docencia en dicha especialidad humanística, se aventuró a ficcionar con los conocimientos que tanto y tan bien había aprehendido. El resultado es impecable, y dan fe de dicha aseveración no solo los premios y las distinciones que Collazo va cosechando en su breve pero indetenible carrera como narradora, sino la excelencia que descubrimos en sus libros cuando accedemos a ellos. Resulta muy placentero aprender de sucesos de épocas pasadas a través de una fluida prosa, que contiene el doble valor de la amenidad y de la exactitud histórica. Con su entrenada fidelidad a la materia que lleva más de 20 años estudiando y enseñando, Marcia construye universos propios. De esta amalgama entre Historia y Literatura nace una espléndida escritura. Para no repetir mis palabras dedicadas a Amores cimarrones, mencionaré ocho de los nueves cuentos de A bala, sable o desgracia, ya que el primero, “Tráiganme mi caballo”, está dedicado al instante de la muerte del protagonista de la novela que será lanzada en La Habana: Artigas. La figura del General Juan Antonio Lavalleja (1784-1853), quien fuera Capitán de Artigas, es la responsable de “El fantasma de la carabina”, la segunda narración de este libro. Como en un rosario de conocimientos novelados encontramos nombres fundamentales para la Historia de Uruguay (y esta sucesión de próceres nos obliga al estudio de dicha República): José Fructuoso Rivera (1784-1854), primer Presidente Constitucional del Uruguay; Luisa Tiraparé (la última cacica de los guaraníes misioneros); Venancio Flores (1808-1868) también Presidente, al igual que Máximo Santos (1847-1889); la matanza de indios charrúas ocurrida en 1831 en Salsipuedes, y Martina Silva, acusada del crimen de “La Ternera”.

Los cuentos “Un cajón de lata”, “El sobreviviente”, “La mujer de las campanas”, “El día de los cuchillos largos”, “La última bala”, “Abrazado a la reja” y “Una desgracia llamada Martina” nos brindan la oportunidad de estudiar sin darnos cuenta, de aprender a través de relatos cuya estructura cumple rigurosamente con las exigencias literarias para ser consideradas dentro de dicho género. Obviamente, todos los personajes recreados en este ramillete de cuentos están muertos, y los sucesos ocurrieron más de 50 o 100 años atrás: es la muerte el elemento que los enlaza, a modo de pretexto. Las voces narradoras pertenecen a amigos, amantes, vecinos o testigos de cuanto se describe, respetando el tono, el acento, el localismo de cada época, de cada estrato social. Así, la muerte como atracción y la autenticidad como garantía, hacen de este libro una joya, al igual que sucede con las anteriores entregas de Marcia Collazo, una autora, que, repito, tendremos la oportunidad de escuchar en días próximos.