Los intercambios académicos son importantes para el mejor entendimiento de los dos pueblos

Hassan Pérez Casabona
30/5/2018

Uno de los paneles que despertó gran interés durante el Congreso LASA 2018, en la ciudad de Barcelona, fue el relacionado con el devenir de los intercambios académicos desarrollados entre diversas instituciones de Cuba y Estados Unidos, a lo largo de varias décadas. 

El encuentro tuvo como aliciente adicional la presentación del libro Historia de los intercambios académicos entre Cuba y Estados Unidos, que tiene como compiladoras a Milagros Martínez Reinosa y Sheryl Lutjens, el cual sale a la luz bajo el sello de la Editorial de Ciencias Sociales.

Martínez Reinosa —uno de los pilares no solo del texto dado a conocer sino de múltiples proyectos llevados a cabo entre entidades de ambos países desde mediados de los años 70 de la centuria anterior— se refirió a la presencia creciente, a nivel global, que adquirió la modalidad de los intercambios académicos, como actividad con características específicas, con posterioridad al fin de la II Guerra Mundial en 1945. 

No somos ingenuos, los intercambios son portadores de mensajes; lo hacemos nosotros
y lo hacen los estadounidenses, ahí no radica el problema. Fotos: Internet

 

Luego de mencionar varias de las pautas sobre las que se han ejecutado estos acercamientos, la investigadora, miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), señaló que a partir de la llegada a la Casa Blanca del presidente Donald Trump estos encuentros se han reducido de manera ostensible. “La revista Science, por ejemplo, califica el ambiente que reina en este campo como ‘atmósfera tóxica’, mientras que otros expertos utilizan el término de ‘apagón académico’. No queda otra opción a las comunidades relacionadas con las universidades, centros científicos, culturales y de investigación en otras áreas, que involucrarse de manera práctica para que todo lo que se cimentó con tanto esfuerzo, desde las dos partes, no desaparezca. Hay que poner en práctica el tipo de trabajo que William Leo Grande denomina ‘activismo académico’, lo cual implica tocar las puertas que sean necesarias. No podemos cruzarnos de brazos. Debemos tomar en cuenta de forma especial a los jóvenes. Es vital que reflexionemos colectivamente y elaboremos recomendaciones”, añadió.

La doctora Ana Cairo Ballester, Premio Nacional de Ciencias Sociales y una de las intelectuales cubanas con mayor experiencia en cuanto a las relaciones de trabajo con centros docentes y de investigación estadounidenses, se refirió con amplitud al texto Historia de los intercambios académicos… “Este es un libro muy importante. De igual manera el que saldrá en las próximas semanas sobre los doctorados Honoris Causa, otorgados por la Universidad de La Habana. Este que ahora tenemos en nuestras manos es un punto de partida para otros empeños. Resulta impostergable que se elabore una segunda parte, donde se amplíe sobre la colaboración alcanzada en varios ámbitos. Hay que continuar rescatando una historia que se encuentra dispersa. Otras instituciones deben sumarse”, precisó.

Refiriéndose a la estructura de la obra, así como a varios de los trabajos que en ella aparecen señaló: “El ensayo introductorio de Milagros Martínez es verdaderamente erudito. A través del mismo se brinda un amplio itinerario de lo que ocurrió. Milagros no deja que la memoria le tienda trampas, por eso, además de su facilidad para recordar con exactitud los hechos, se enrola en el cotejo de numerosas fuentes. El de la profesora Sheryl Lutjens está también en esa línea. Diría que ambos artículos son los pórticos del texto”.

A sabiendas de que se trata de un libro de consulta obligatoria para todos aquellos que se adentren en la temática, y para un público amplio motivado por conocer la intríngulis de las relaciones entre los dos países en diversas esferas, la reconocida profesora de la Facultad de Artes y Letras de la UH expresó: “Es una obra que puede leerse de múltiples maneras. Las entrevistas que se le realizaron a Josefina Vidal, en ese momento encabezando la Dirección General de Estados Unidos del Ministerio de Relaciones Exteriores, y a Jeffrey DeLaurentis, al frente entonces de la Embajada de Estados Unidos en La Habana, enriquecen este material. Pienso que ellas no deben aparecer al final del texto, sino a continuación de los trabajos de Milagros y Sheryl, para resaltar el valor que poseen. De igual forma me parece muy útil el trabajo de Lisandro Pérez, uno de los puntales de la conexión entre universidades de los dos lados”, acotó.

En el resumen de sus palabras puntualizó: “Este no es un libro de ocasión. Hay toda una galería, que desborda incluso en oportunidades el eje central que lo origina, lo cual es también a la larga otro de sus méritos. Está concebido para cumplir la función de la memoria original.  En la sociedad cubana sabemos hacer las cosas pero, muchas veces, no sabemos contarla. Hablé al principio del libro sobre los doctorados entregados en el Aula Magna, pues en él se hace patente la voluntad que siempre tuvieron académicos cubanos de reconocer a importantes personalidades estadounidenses, desde 1929. Me alegra muchísimo que circule este texto, reflejo a la vez de la trascendencia que reviste dicha temática”, concluyó.

Hermes Moreno, director de la Editorial de Ciencias Sociales, abordó el trabajo desplegado para brindarles a los lectores una amplia gama de textos correspondientes a diversas disciplinas. “El Instituto Cubano del Libro, en sus 51 años de creado, acumula gran experiencia en publicar obras de relieve universal. En el caso de nuestra editorial, más allá de sentirnos siempre insatisfechos, experimentamos legítimo orgullo por divulgar estudios históricos, económicos, sociológicos, politológicos, antropológicos y de todas las ramas de las ciencias sociales de enorme valía. En sentido general buscamos en nuestros planes un balance, en cuanto a las áreas geográficas. Los autores estadounidenses son de los más publicados, un ejemplo real de que nunca hemos estado al margen de las investigaciones realizadas en cualquier parte del mundo. Desafortunadamente esa no ha sido la política con los especialistas que viven en nuestro archipiélago, a los cuales le es muy difícil dar a conocer sus trabajos en la vecina nación norteña”, argumentó.

En relación con el catálogo  que exhiben diversos sellos editoriales acerca de la temática de las relaciones Cuba-EE.UU., dijo: “En los últimos cuatro años hemos publicado 14 libros sobre este asunto; ocho de autores cubanos, cuatro de estadounidenses y dos de colectivos de ambos países. La editorial que represento es la responsable de nueve de ellos.[1] En este congreso se presentó además el libro Relaciones Cuba- Estados Unidos ¿Qué ha cambiado?, preparado por la Editorial Oriente, del destacado intelectual canadiense Arnold August. [2]No olvidemos que durante dos años consecutivos, en la parte final del gobierno de Barack Obama, en ocasión de la 25 y 26 Feria Internacional de Libro desarrolladas en nuestro país, se produjeron fructíferas reuniones entre editoriales cubanas y estadounidenses. Existen muchas posibilidades de cooperación que debemos continuar explorando, con independencia de las decisiones arbitrarias que ha adoptado la presente administración”, remarcó.

Se debe tener paciencia y firmeza

 El intercambio académico hace una contribución valiosa a la normalización de las relaciones
entre Cuba y los Estados Unidos

 

Lisandro Pérez enfocó sus comentarios al futuro, desde la perspectiva de las experiencias que acumuló como director del Instituto de Investigaciones Cubanas (CRI, por sus siglas en inglés) de la Universidad Internacional de la Florida (FIU) entre 1991 y el 2003. En sus palabras, el actual profesor del Departamento de Estudios Latinoamericanos y Latinos del John Jay College, de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, resaltó que: “Para llevar a cabo un programa de intercambio entre instituciones cubanas y estadounidenses hay que ser transparentes. No puede existir una agenda no visible. Los contactos personales son decisivos. Hay que tener paciencia y firmeza”, aseguró.

El doctor José Luis Rodríguez, asesor del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM), narró parte de sus vivencias durante la visita que una veintena de profesores de la UH realizó, en abril de 1980, a la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados (School for Advanced International Studies, SAIS) de la Universidad Johns Hopkins en Washington. Desde la posición de formar parte de la directiva de aquella delegación (junto a los profesores Armando Entralgo, Esteban Morales y Elena Díaz), Rodríguez recreó el contexto en que la misma se produjo (coincidiendo con los sucesos en la Embajada del Perú a partir del 5 de abril de 1980, que desembocaron en la emigración por el puerto del Mariel) y el papel de la contraparte estadounidense dirigida por los profesores Riordan Roett, Bruce Bagley y Piero Gleijeses.

“Lo más destacable fue el enorme desconocimiento de la realidad cubana y la sorpresa al enfrentar a una delegación propensa al diálogo y el debate, frente a una visión estereotipada de los profesionales cubanos como personas fanáticas, cerradas a toda confrontación, algo que se repetiría a lo largo del tiempo en otros intercambios”. El destacado economista, quien se desempeñaría desde comienzos de la década de los 90 hasta el 2009, primero como ministro de Finanzas y Precios y luego como titular de Economía y Planificación, resaltó la significación en el debate entre profesionales de los dos países que asumió la Latin America Studies Association, LASA, mediante sus diversos congresos. “Tengo muy gratos recuerdos de la productividad de aquellos encuentros, en las citas en las que participé en México (1983), Washington (1991) y Los Ángeles (1992)”. 

Kimberly Stanton, quien durante años trabajó como Jefa del Programa de Paz y Cooperación Internacional de la Fundación John D. y Catherine T. MacArthur, y estuvo a cargo de la Iniciativa Cuba, hizo énfasis en le necesidad de cumplir lo que se establece como parte de los intercambios. “Hay que leer bien las reglas. Tenemos que buscar nuevos caminos. Cuba tiene una gran experiencia. Los medios sociales han transformado el mundo. Antes utilizábamos el fax, instrumento que creo desapareció. Ahora se trata de Internet, Facebook, Twitter y el resto de las redes sociales. Es un campo que debemos aprovechar”.

Tal como plantea en la entrevista que Sheryl Lutjens le realizó para el libro, apuntó que: “El intercambio académico hace una contribución valiosa a la normalización de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, un proceso que se ha iniciado pero que claramente está aún por terminar. Las medidas que tomó el presidente Obama en diciembre del 2014 fueron medidas recomendadas en los años noventa. La principal sorpresa siempre ha sido que se esperara tanto para tomarlas —realidad que se debe al peso de la comunidad cubanoamericana de primera generación en la dinámica de la política interna de los Estados Unidos—. Aun así, las medidas no son irreversibles, por un lado y, por otro, no llegan a constituir una normalización plena. Desde la perspectiva de seguir el fomento de la normalización de relaciones, se debe continuar la promoción del intercambio académico. Pero hay otra razón: apenas se han abordado algunos temas en los que a través del intercambio entre Cuba y los Estados Unidos se podría avanzar en el conocimiento humano. La isla tiene una historia tan rica, una realidad tan compleja, y avances en asuntos en los que el intercambio académico podría avanzar en el conocimiento científico y social”.[3]

Rafael Hernández, director de la revista Temas y politólogo con vasta experiencia en este campo, se refirió a las posibilidades que están al alcance cubano, tomando en consideración el aspecto cultural. “Es una dimensión en la que no somos menores, por el contrario tenemos un desarrollo colosal”.

Hay que definir objetivos y prioridades

En el libro Historia de los intercambios académicos… aparecen además de los trabajos mencionados, por la parte estadounidense, artículos de Margaret E. Crahan, Franklin W. Knight, Carmen Diana Deere, Jorge I. Domínguez, Louis A. Pérez Jr., Lisandro Pérez, Sonia Rivera, Carollee Bengelsdorf, Peter Kornbluh, Mario Bronfman, Andrea Panaritis, Carmelo Mesa-Lago, Iraida H. López y John Coatsworth. Del lado cubano se incluyen además reflexiones de Esteban Morales, Aurelio Alonso Tejada, Julio Carranza Valdés, José Luis Rodríguez, Antonio F. Romero Gómez, Jesús Arboleya Cervera, Nancy Morejón, Alfredo Prieto, María Isabel Domínguez, Sergio Jorge Pastrana, Agustín Lage Dávila y Elier Ramírez Cañedo.

En la citada entrevista a Josefina Vidal, quien dirigió el equipo diplomático cubano que alcanzó el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Estados Unidos (proceso que se consumó con las ceremonias de izar las enseñas nacionales respectivas en Washington, el 20 de julio, y en La Habana, el 14 de agosto del 2015, contando con la presencia del canciller Bruno Rodríguez en la capital estadounidense y del entonces secretario de Estado John Kerry en el recinto enclavado junto al Malecón habanero) se definen varias pautas que deben caracterizar los nexos en este ámbito.

“En principio quiero dejar sentado que los intercambios académicos siempre son beneficiosos. No obstante, en el caso de Cuba, creo que para que verdaderamente tengan un beneficio óptimo, las instituciones que se involucran pudieran aprovecharlos más, pero para ello es necesario que esas instituciones tengan una estrategia muy clara de qué buscan con los intercambios, tienen que tener una visión, una jerarquía de lo que se quiere alcanzar, definir objetivos y prioridades. Esa es la única manera de lograr los beneficios que se persiguen con los intercambios. De no ser así, se corre el riesgo de que te pierdas en cosas irrelevantes y que no logres obtener todo lo que pudieras de un intercambio. Esto es válido para el desarrollo de intercambios de una institución con sus contrapartes en cualquier lugar del mundo”.

En otro momento de su análisis, la experimentada diplomática —actual embajadora en Canadá y quien por cierto comenzó su vida laboral en 1984, y permaneció hasta 1990, en el entonces Centro de Estudios sobre Estados Unidos (CESEU), de la Universidad de La Habana, hoy Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU)— afirmó: “Nosotros no tenemos que temer al intercambio, es normal que lleguen de los Estados Unidos propuestas para hacer investigaciones en Cuba. En realidad Cuba es un caso sui géneris en el mundo, por lo que, repito, es lógico ese interés. Claro que las contrapartes aquí en Cuba tienen que discernir cuál es la investigación puramente académica y cual es aquella que pueda tener segundas intenciones. (…) Como ya dije, es muy importante el hecho de que los estudiantes y académicos estadounidenses vengan a Cuba y los nuestros vayan a los Estados Unidos. Esto ayuda a conocernos mejor y definitivamente es, en mi opinión, una de las mejores vías para que de ambas partes se cambien estereotipos y prejuicios; es obvio que esto puede ayudar mucho a un avance en el proceso de normalización”.

Ante la interrogante de cuales consideraba los principales obstáculos que afectaban el desarrollo de esos intercambios, respondió “El principal obstáculo está en que la administración Obama ha mantenido los programas que pretenden provocar cambios en el orden político en Cuba y eso es sencillamente inadmisible. (…) No somos ingenuos, los intercambios son portadores de mensajes; lo hacemos nosotros y lo hacen los estadounidenses, ahí no radica el problema. La cuestión es, y repito, si el programa en cuestión tiene un propósito de subversión”.

De igual manera dejó claro que “…no puede existir un exceso de burocracia; no puede valorarse igual la participación de un profesor en un evento, que aprobarse una investigación conjunta. (…) En fin, es desterrar la vieja mentalidad y ser conscientes de que hay que tomar decisiones y, una vez más, hay que perder el temor a equivocarse. Nadie quiere equivocarse, pero no puede existir un temor paralizante que no nos permita trabajar. Hay que asumir los riesgos con los pies firmes en la tierra y, a la vez, trabajar para aprovechar las oportunidades y mantener los intercambios académicos que fueron, son y serán importantes para el mejor entendimiento de los dos pueblos y con ello, sin duda, se contribuiría de manera significativa al proceso de normalización de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos”. [4]

Como parte del Congreso LASA 2018 se entregó el “Premio a la Excelencia Académica en los Estudios sobre Cuba” a Emilio Cueto. El jurado estuvo integrado por los doctores Julio César Guanche, Jacqueline Laguardia Martínez, Lisandro Pérez, Ada Ferrer y Ana Cairo. Este galardón se le otorgó antes a Miguel Barnet (1998), Louis A. Pérez Jr. (2004), Rafael Hernández (2006), Roberto Fernández Retamar (2007), Helen Safa (2009), Jorge I. Domínguez (2010), Nancy Morejón (2012), Aurelio Alonso (2014), Carmelo Mesa-Lago (2015), Ambrosio Fornet (2016) y Pedro Pablo Rodríguez (2017).

Notas:
 
El autor es Profesor Auxiliar del Centro de Estudios y sobre Estados Unidos (CEHSEU) de la Universidad de La Habana.
 
[1] Entre los textos publicados durante la última década por Ciencias Sociales relacionados con este cuestión —y con la historia de los Estados Unidos y el funcionamiento de su sistema político, económico y militar en general— se encuentran, sin que constituyan la totalidad de los materiales dados a conocer, Estados Unidos hegemonía, seguridad nacional y cultura política (2010), de Jorge Hernández Martínez;De la confrontación a los intentos de normalización(2014), de Elier Ramírez Cañedo y Esteban Morales, el cual ha sido reeditado; El espectáculo electoral más costoso del mundo (2014), de Ramón Sánchez-Parodi; Cuba-Estados Unidos. Cronología de un historia (2015), de Jane Franklin;  Diplomacia encubierta con Cuba. Historia de las negociaciones secretas entre Washington y La Habana (2016), de William LeoGrande y Peter Kornbluh; El sistema financiero de los Estados Unidos (2016), de Francisco Soberón Váldes; Ser cubano. Identidad, nacionalidad y cultura (2016) y La estructura de la Historia de Cuba. Significados y propósitos del pasado (2017) de Louis A. Pérez Jr., y El mundo según Trump (2017), de Michel Collon y Grégoire Lalieu.
[2] Sobre esta obra escribió Jorge Ángel Hernández: “… es un libro de marcha y desafío, un llamado al riesgo de la opinión inmediata y de participación en los acontecimientos. Sus opiniones, análisis y predicciones, no provienen, como suele ocurrir en los tópicos de dominación que se proclaman democráticos, de patrones de uso general. Sino de un desafío a la opinión dominadora, de reto y desmentido de la ideología que la clase dominante impone en el planeta del siglo XXI. Un desafío que gana en argumentos y un reto que eleva las expectativas de quienes recorren sus polémicas páginas”. Luis Toledo Sande, por su parte, reconoce que: “Este libro aporta luz sobre la permanencia esencial del imperialismo como sistema afanado en dominar el mundo, ya acuda –no solo si de Cuba se trata- a rejuegos engañosos, como la línea representada por Barack Obama, o a la desfachatez con que Donald Trump encarna la vertiente más groseramente agresiva”. 
[3]Historia de los intercambios académicos… p. 339.
[4] Entrevista realizada a Josefina Vidal por Milagros Martínez y Carlos Alzugaray. Ver en: Ibídem, pp. 345-350.