El pronunciamiento de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA) sobre Cuba da mucho que pensar. No es la primera vez que en los congresos de este agrupamiento académico internacional las tensiones políticas sobre el tema cubano salen a relucir. Nadie debe llamarse a engaño: ninguna academia se halla a salvo de las pasiones, las tendencias, los posicionamientos ideológicos y el contexto en que desarrolla su actividad, menos aún las mujeres y hombres asociados a ellas.
En este caso la mención a Cuba llama la atención por tratarse de una posición forzada por elementos claramente alineados con los instigadores y protagonistas de una escalada desestabilizadora que pretende echar abajo el ordenamiento constitucional e institucional del país y restaurar el capitalismo.
En un claro forcejeo, el pronunciamiento no llegó a ser lo que unos cuantos quisieron imponer antes del Congreso —efectuado en un escenario virtual entre el 26 y el 29 de mayo. Hubo intensos cabildeos para arrastrar a los participantes en el foro a un terreno en el que Cuba debía ser objeto de criminalización como una nación gobernada por un régimen violador de los derechos humanos y represor de las libertades.
Desde una narrativa estólida y sin el más mínimo argumento probatorio, intentaron que la membresía de LASA viera “con horror casos de arrestos domiciliarios de facto, secuestros e intimidación constantes, aislamiento, tortura psicológica, amenaza y violencia física para impedir la libertad de palabra, de pensamiento y de creación”.
Cuando se revisan los firmantes de lo que calificaron como una “exigencia” y no una petición, se hace notar cómo entre los propugnadores de la declaración que nunca cuajó se cuentan varios de los que meses atrás, al calor de las fracasadas provocaciones de los grupúsculos de San Isidro y el 27 N (promotores de un chantaje inadmisible que torpedeó el diálogo con las autoridades culturales), circularon una larga y farragosa declaración para nada diferente a la que llevaron a LASA. El tiro, entonces y ahora, salió por la culata, como se desprende de la rabieta de unos cuantos que gritan a los cuatro vientos su renuncia a la membresía de la Asociación.
Quedó entonces en pie el pronunciamiento de marras. Al bloqueo de Estados Unidos contra Cuba lo llaman por su nombre —¡faltaría más!—, y está muy bien por ética deplorar “la continuación de las sanciones impuestas por Estados Unidos en su intento de derrocar al gobierno de una nación soberana”.
“El tiro, entonces y ahora, salió por la culata”
Sin embargo, por muy maquillado que parezca, no deja de ser lépero el encabezamiento: “El trato que reciben académicos y académicas, intelectuales y artistas en Cuba es motivo de preocupación para un gran número de miembros de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA)”. ¿Qué quiere decir esto? ¿Persecución, censura? En la cuenta de Twitter de la Sección Cuba de LASA se dice que el pronunciamiento es suscrito “por la directiva de LASA” y focaliza el tema a “los derechos humanos”.
Si, según los objetivos prioritarios de la sección Cuba, se trata de fortalecer las relaciones académicas entre Estados Unidos y Cuba; proporcionar una estructura para la asociación de académicos cuyas investigaciones se centralicen en Cuba y las relaciones entre Estados Unidos y Cuba; y facilitar la integración de los académicos cubanos y los estudios sobre Cuba en la programación de los Congresos de LASA, ¿por qué la directiva omite la preocupación actual de tantísimos intelectuales por los derechos humanos en Estados Unidos? Ello a partir de situaciones concretas, y muy graves, que las hay.
Yo también tengo la esperanza de que los valores de los derechos humanos y de la no intervención puedan ser mejor comprendidos y honrados… pero de verdad.