Leer a Xi Jinping

Pedro de la Hoz
13/2/2018

Todo lo que dice y escribe Xi Jinping, como era de esperar del líder de una superpotencia, se compila y publica. En ningún caso es letra muerta. Bajo el título La Gobernación y Administración de China, un  primer volumen con 79 discursos, conversaciones, instrucciones y entrevistas salió en 2014 y vendió, hasta diciembre pasado, 6,6 millones de copias en más de 160 países, en 24 idiomas en todo el mundo. Impreso en español en 2017 por Ediciones en Lenguas Extranjeras de China, los textos abarcan el plazo que medió entre el 15 de noviembre de 2012 y el 13 de junio de 2014, todo ello profusamente ilustrado.

El segundo tomo resultó un suceso editorial el último noviembre, en sus páginas se recogen 99 documentos. Se halla disponible en mandarín e inglés, pero en las próximas semanas saldrá  en francés, ruso y español. Son datos frescos, aportados por la Administración Estatal de Prensa, Publicaciones, Radio, Cine y Televisión de China, en La Habana, donde el gigante asiático es el País Invitado de Honor a la Feria Internacional del Libro 2018.

Justo en la Fortaleza de La Cabaña,  a la entrada de la bahía habanera, estas obras de Xi —una en español y la otra en inglés— concitan la  mirada de los miles de concurrentes al Pabellón de la República Popular China.

Pudiera pensarse que el interés por las palabras del Presidente de la nación nace del posicionamiento de esta en la correlación mundial de fuerzas y la dinámica que Xi ha aportado a la política exterior de la superpotencia.

No es un secreto para nadie el contrapeso que desempeña China en el precario equilibrio de un planeta donde el gatillo nuclear a todos nos amenaza. Frente a la hegemonía occidental, encabezada por Estados Unidos que en la era Trump, trata de imponer las reglas del  fuego y la furia, Beijing aumenta, bajo el liderazgo de Xi, un poder disuasorio.

En los últimos tiempos, los espacios en blanco que deja la errática actuación de la Casa Blanca son inmediatamente ocupados por China. Ante el proteccionismo excesivo, la tendencia a la globalización; ante la tónica vociferante y la guapería para resolver conflictos, el llamado al  entendimiento y el diálogo; ante el desprecio hacia África, mayor inversión en ese continente; ante la hostilidad subversiva aplicada a Venezuela, la implementación de 790 proyectos en  las áreas energética, minera, agrícola, científica y tecnológica.

China ha desarrollado su potencial militar con carácter estrictamente defensivo. No posee bases militares en el extranjero, salvo pequeñas estaciones de control y protección de la ruta marítima de sus tanqueros  desde el Golfo Pérsico hasta su territorio. La última aventura militar data de 1979 cuando invadió a Vietnam.

Se hace evidente el deseo de construir un nuevo orden económico y político internacional, para lo cual predica el respeto mutuo a la soberanía y la integridad territorial, la no agresión, la no intervención en asuntos internos,  y la igualdad y beneficio recíproco en los vínculos bilaterales.

Los tiempos de la confrontación con Rusia —rémora del choque de la Unión Soviética de Jruschov y Brezhnev con la China de Mao Zedong— parecen haber quedado atrás. En noviembre pasado los primeros ministros Dmitri Medvédev y Li Keqiang, rubricaron 20 acuerdos bilaterales entre los que se cuenta uno de financiación de infraestructuras por valor de 3 000 millones de dólares. “Nuestras relaciones están a un nivel sin precedentes y pasan por el mejor momento de la historia secular de los vínculos bilaterales. Funcionan todos los formatos de consultas intergubernamentales y tenemos resultados sustanciales en todos los campos", declaró en Beijing el premier ruso.
 

 A ontológicas incógnitas acerca de los derroteros políticos de estos tiempos se acercan los textos del líder chino
 

Pero  a los lectores cubanos de las compilaciones de Xi les interesa más el manejo de la política doméstica en la lejana nación. Las grandes interrogantes que se formulan y esperan encontrar en los textos del líder chino, son las siguientes: ¿cómo construir el socialismo sobre bases cada vez más expandidas de la economía de mercado?, ¿es posible borrar las graves brechas sociales persistentes?, ¿cómo armonizar la hegemonía del Partido Comunista con la heterogeneidad de criterios y actitudes de una sociedad superpoblada en una impresionante vastedad territorial?, ¿dónde queda la tradición socialista, dígase el Mao Zedong  anterior al desenfreno de la Revolución Cultural, y el Deng Xiaoping que rectificó errores y desató el renacer de aplastadas fuerzas productivas, en la ideología que debe acompañar la idea de la prosperidad y de un socialismo con particularidades chinas?

Al analizar los textos de Xi, el politólogo argentino Jorge Castro observó:

El pensamiento que guía la construcción del camino chino es el marxismo, que afirma que en todos los casos hay que buscar la verdad en los hechos y a través de ellos, sobre la premisa de que la realidad tiene siempre razón. El pensamiento chino no es pragmático, sino hiperrealista. La concepción de Xi Jinping es eminentemente político–estratégica, como era la de Mao. Significa que hay que distinguir en todos los casos lo esencial de lo accesorio y concentrarse en lo principal.

Lo sabe bien un hombre que cuenta con una experiencia política desde la base, desde los días en que trabajó bajo durísimas condiciones en una comuna bajo las normas de los guardias rojos de la Revolución Cultural. Comenzó ocupando un modesto puesto en la administración municipal de Xiamen y ascendió paso a paso por una escala de responsabilidades hasta su elección al máximo cargo partidista en 2012.

Si en el plano internacional Xi Jinping ha asumido con entereza decisiones que tienen que ver no solo con el destino de sus compatriotas sino con el del resto de los seres humanos, el líder ha cobrado conciencia de que lo anterior no es posible sin una China fuerte, unida, desarrollada y en la que a todos y cada uno de sus habitantes cifren esperanzas o al menos divisen luces al final de la ruta.

Es por ello que aguza su mirada crítica interior cuando advierte: “El carácter vanguardia del Partido y su estatus de gobernante no se consigue una vez ni es inalterable. Haber sido vanguardia en el pasado no significa serlo ahora, ni serlo ahora equivale a serlo por siempre.(…) Los peligros de la fatiga espiritual, la falta de capacidad, el divorcio de las masas populares, la pasividad y la corrupción, entre otros, se plantean más agudamente ante todo el Partido. En el seno del Partido existe un cúmulo de problemas referentes al divorcio de las masas, algunos bastante graves, como los cuatro hábitos malsanos del formalismo, el burocratismo, el hedonismo y la tendencia al derroche y la suntuosidad”.

No es una catarsis moral, sino una razón ética imprescindible que debe prevalecer en la práctica política.