Las Damas de Social

Rolando López del Amo
15/1/2016

Hace unos pocos años comenzaron a ser publicados gruesos volúmenes contentivos de abundante correspondencia sostenida por el Dr. Emilio Roig de Leuchsenring —Emilito para sus amigos—; Historiador de la ciudad de La Habana, cargo en el que se desempeñó hasta su muerte, dejándonos la útil herencia de una copiosa y esclarecedora bibliografía, con obras fundamentales sobre la historia de Cuba, a la que debe sumarse su empeño en la preservación del patrimonio histórico material de nuestra capital en tiempos en que imperaba la depredación más voraz.

La preparación de aquellos volúmenes de correspondencia fue una labor de espíritu arqueológico, excavando archivos con perseverancia para luego revisar cada hallazgo y valorarlo, ordenarlo y clasificarlo antes de ponerlo a la disposición del público.

Esa labor tan meritoria fue obra de dos mujeres: Nancy Alonso y Grisel Terrón. Pero lo que parecía terminar allí fue, para la primera, el comienzo de una nueva aventura de investigación. No hay que olvidar que Nancy es bióloga de profesión, familiarizada con la búsqueda microscópica y capaz de descubrir lo que para otros pasa inadvertido. Fue así que en la manipulación de la correspondencia recibida por Roig, encontró una carta de Aurelia Castillo de González que le sugirió emprender un nuevo empeño relacionado con la revista Social, dirigida por Conrado Massaguer, publicada mensualmente desde enero de 1916 hasta 1938 con una interrupción de dos años entre 1933 y 1935, y de la que Roig fue su redactor en jefe. Aquella carta trataba sobre la publicación de un número especial dedicado a la mujer, en el que todos los artículos fueran escritos por mujeres. El número fue hecho y publicado en el mes de junio de 1919.

Desde el comienzo, las páginas de Social estuvieron abiertas a las colaboraciones femeninas, entre ellas, una sección para las poetisas. A partir de esta base, Nancy pensó en la posibilidad de hacer una selección de colaboradoras, no solo aquellas incluidas en el número especial, sino de todas las que lo hicieron desde la fundación de la revista hasta su desaparición. Así nació la idea de escribir este libro titulado Damas de Social. El empleo del sustantivo damas en lugar de mujeres surgió a partir de que en la convocatoria hecha por Massaguer para la preparación del número especial utilizó la expresión inglesa “For ladies only”, o sea, solo para damas. Valga añadir que, hasta finales de la década de los 50, en los anuncios del costo de la entrada a los bailes públicos que organizaban ciertas sociedades como el Centro Gallego o el Asturiano, aparecía escrito: Caballeros un peso, damas por invitación, lo que demuestra el uso que se hacía entonces de este término para referirse a las mujeres.

Desde el comienzo, las páginas de Social estuvieron abiertas a las colaboraciones femeninas, entre ellas, una sección para las poetisas.

Nancy enroló en la aventura a su amiga Mirta Yañez, bien conocida escritora e investigadora. A partir de la idea original vino la elaboración del proyecto para la obra final. Solamente aparecerían en la selección de Damas las cubanas y no otras ilustres y conocidísimas escritoras extranjeras. Solo se exceptuaron tres que, aunque no nacidas en Cuba, vivieron en ella y sintieron por ella como la patria propia. ¿Cómo no incluir entre las cubanas a aquella boricua que dijo que Cuba y Puerto Rico eran las dos alas de un mismo pájaro, o a la que escribió un emocionado libro El Martí que yo conocí, o a la gallega que tanto aportó a los estudios de la música coral en Cuba, género que goza hoy de una excelencia reconocida internacionalmente?

Así quedaron un total de 28 damas. Cada una de ellas presentada con su retrato y una breve ficha bibliográfica junto a una selección de algo escrito por ellas y publicado en Social. Hasta aquí todo hubiera sido un justo tributo a las “Damas de Social”, pero las autoras fueron por más y tuvieron la ingeniosa idea de buscar un número igual de  “damiselas” contemporáneas, para que cada una de ellas escribiera lo que se le ocurriera acerca de una de las damas seleccionadas. De modo que entre damas y damiselas suman un total de 56 ilustres cubanas de varias generaciones, a las que habría que añadir las dos “damiselas” autoras de este libro. Debo advertir que los lectores podrán encontrar entre las damiselas a una madre y a su hija y a profesoras y sus alumnas, de modo que el término de damiselas no nos lleve a creer que se trata de adolescentes, pero sí son todas destacadas y valiosas intelectuales cubanas.

Todo lo que hasta aquí va dicho, y más, lo encontrará el lector en la Nota Introductoria al libro redactada por Nancy Alonso.

El volumen cuenta además con un epílogo de Mirta Yáñez titulado “Social, sus Damas, mi Álbum de Apuntes”. En realidad este podría leerse como un prólogo que nos da una valoración muy esclarecedora y precisa de la época en la que se publicó la revista y de las características de la misma. Esta evaluación se refiere a la situación de la mujer y sus luchas, no solo en Cuba, y a las corrientes artísticas predominantes en el mundo occidental que influían en el aspecto formal de Social, particularmente en sus ilustraciones. En estos Apuntes encontraremos una esencial caracterización de cada una de las Damas incluidas en esta selección. Las caracterizaciones se cierran con ingeniosos y ajustados epítetos.

Este Álbum de Apuntes es un excelente ensayo histórico sobre aquellos años de nuestra incipiente república y la contribución femenina a nuestra nación en el orden cultural.

Para información de los lectores, les diré que la primera de todas las damas era ya una figura relevante en el siglo XIX, una contemporánea de Gertrudis Gómez de Avellaneda, quien tuvo a su cargo la coronación de la ilustre camagüeyana en los grandes festejos que se hicieron en su honor en la ciudad de La Habana en 1860. Me refiero a Luisa Pérez de Zambrana, cuya poesía fue tan elogiada por José Martí por su finura y delicadeza. La última de las damas incluidas es también otra poetisa extraordinaria: Serafina Núñez, tempranamente elogiada por Juan Ramón Jiménez y Gabriela Mistral y que alcanzó a vivir hasta los primero años de este siglo.  

Este Álbum de Apuntes es un excelente ensayo histórico sobre aquellos años de nuestra incipiente república y la contribución femenina a nuestra nación en el orden cultural.Otras figuras muy relevantes integran la selección de damas incluidas en este libro. Si las Damas de Massaguer y Emilito fueron mujeres que enriquecieron con su obra y sus acciones a Cuba en el primer tercio del siglo XX y fueron precursoras de logros fundamentales ulteriores; las damiselas de Nancy y Mirta son todas contribuyentes destacadas al desarrollo de nuestra cultura nacional en la segunda mitad del siglo XX y lo que va del actual.

Aunque de las damas no tuve la posibilidad de ser persona cercana, si lo he podido ser de muchas de las damiselas, por lo que podría dar testimonio adicional al conocimiento de su obra. A todas las admiro, además de por su inteligencia, por la vocación de servicio a su pueblo, por su fidelidad a la defensa de los valores más altos, por su decisión de superar obstáculos y vencer retos que la vida impone, sin que se dañe la calidad humana, con limpieza de espíritu y suficiente amor y humor para que no muera la sonrisa que le dice sí a la vida, la Vida con mayúscula, la que no existe sino siendo parte del todo en el eterno bregar por la felicidad que se logra con el bien común.

Mencionar un solo nombre de las 28 y no mencionar el resto engendra riesgos. ¿Cómo explicar la mención de una y no de las otras? En el índice de colaboradoras que aparece al final del libro, se encontrará una nota biográfica de cada una de ellas. Se hallarán profesoras universitarias, ganadoras de premios literarios nacionales e internacionales, investigadoras y críticas de arte y literatura, narradoras, poetisas, ensayistas, directoras de revistas, y algunas capaces de leer a Homero en su lengua original o a Virgilio en la suya.

¿Pero, alguien podrá censurarme porque aproveche esta ocasión para confesar mi admiración por Maria Teresa Linares o Graciela Pogolotti de quienes la vida me permitió estar muy cerca en época de fundación y refundación?

En algunos casos, las damiselas  conocieron y trataron personalmente a las damas sobre las que escriben y eso resulta muy útil en el caso de aquellas cuya actividad principal no quedó en obra literaria impresa, sino en un quehacer del que solo pueden recogerse testimonios. Tal es el caso de Flora Díaz Parrado, que ejerció la diplomacia como profesión y de quien Graziella Pogolotti, con su extraordinaria capacidad de síntesis, en unos pocos trazos ofrece una diáfana caracterización. Pero quisiera detenerme en lo que sobre María Muñoz de Quevedo escribe Maria Teresa Linares. En esas páginas que destacan la actividad de María Muñoz en el campo de la música en Cuba tenemos un ensayo valiosísimo sobre el quehacer musical en la Isla y el papel que en él desempeñaron personalidades e instituciones culturales de entonces para mantener a Cuba como parte de la creación de la vanguardia  musical de la época.

En torno a María Muñoz aparecerán los nombres de Amadeo Roldán y Alejandro García Caturla, de José Ardévol y Harold Gramatges. Pero no solo serán músicos, sino figuras fundadoras de la danza como los hermanos Fernando y Alberto Alonso y  Alicia. Además de la actividad coral que María Muñoz apoyó decisivamente, su patrocinio se extendió al campo del folclore y la actividad que en ese sentido realizaba Don Fernando Ortiz, proseguida por Argeliers León.

Lo que aquí escribe María Teresa Linares se convierte en sintético panorama de la música en la primera mitad del siglo XX cubano y su vínculo con lo que se hacia entonces en Europa y EE.UU. Es el testimonio excepcional de una protagonista que, además, es una reconocida investigadora y profesora a quien mucho debe el quehacer cultural cubano.

En algunos casos, las damiselas  conocieron y trataron personalmente a las damas sobre las que escriben y eso resulta muy útil en el caso de aquellas cuya actividad principal no quedó en obra literaria impresa, sino en un quehacer del que solo pueden recogerse testimonios.

Este nuevo libro de la editorial Boloña (que lleva el nombre del genial impresor a quien el poeta Eliseo Diego rescató del olvido), que acostumbra a entregarnos libros de alta calidad, no podía ser una excepción. Su diseño e impresión, la calidad de las ilustraciones a color, los índices de colaboradoras femeninas de la revista Social, de ilustraciones de Social y un índice onomástico confirman la fama de la editorial. El lector quedará siempre agradecido a Nancy Alonso y Mirta Yánez, a la editora Vitalina Alfonso, a la diseñadora Themis G. Ojeda y a todos los que intervinieron en la publicación de este libro y el regalo de los textos de estas 58 escritoras cubanas.

Su lectura nos proporciona una recuperación de la memoria histórica de Cuba más allá del aporte femenino, aunque parta de él.

Cuanta razón tenía José Martí cuando escribió en su artículo titulado “De las damas cubanas”, publicado en el periódico Patria el 7 de mayo de 1892, que concluye así: “…Las campañas de los pueblos sólo son débiles, cuando en ella no se alista el corazón de la mujer…Cuando la mujer culta y virtuosa unge la obra con la miel de su cariño la obra es invencible”.