La saga de Basilio Cueria (II)

Norberto Codina
5/8/2020

Basilio Cueria Obrit era, como algunos lo describen, un negro alto y fornido. Medía cerca de seis pies y era de fuerte complexión, pues pesaba casi noventa kilos, acotejados en la ancha caja de un cuerpo que recordaba el biotipo propio de un cátcher, lo que seguro hacía lucir más imponente su figura. Nacido el 14 de junio de 1898 en Marianao, falleció tempranamente cercano a cumplir sesenta y un años en la ciudad de Nueva York, el 8 de mayo de 1959, y fue enterrado en el Cementerio Nacional de Long Island. Según cuenta Nicolás Guillén, su madre era negra y su padre asturiano, el poeta resume en ese mestizaje la rebeldía ante la injusticia de su compatriota. Basilio “[…] nació muy cerca de La Habana, en Marianao, hijo de los padres que se ha dicho, hace poco más de cuarenta años. Desde niño, mostró mayores aptitudes para el beisbol más que para otra cosa, y en ese deporte llega a ser realmente una estrella de soberana magnitud”.[1]

Marianao, campeón 1922-23. Fotos: Cortesía del autor
 

Según recoge una breve ficha sobre su persona en el tomo tres, aún inédito, de la “Enciclopedia biográfica del beisbol cubano”[2], “Cueria participó en dos torneos de las Ligas Independientes de Color, o Ligas Negras norteamericanas, con el All Cubans (1921) y el Cuban Star West (1922). En ese circuito actuó como jardinero y lanzador para, con 9 hits en 12 desafíos y 36 veces al bate, alcanzar promedio de 250, con un doble, un triple y slugging de 333”. No es mucho lo que arrojan los récords que de él poseemos. Seguramente incompletos, solo registran de forma oficial dos temporadas en el bienio 1921-1922 en los torneos de las ligas negras, como jugador derecho que se desempeñó en primera y segunda base en los equipos mencionados, y todo parece indicar que pasó la mayor parte del tiempo en el banco. Y algo parecido le ocurrió en el campeonato de la liga cubana correspondiente a 1922-1923, donde se da a conocer vistiendo la entonces franela gris del ese tiempo club emergente del Marianao, quien ganara en el año de su debut el primer trofeo de los cuatro que conquistara durante sus intensas cuatro décadas de existencia. Se puede considerar que, al integrar la nómina de los campeones de aquella serie, debe algo de su popularidad y los elogios a sus condiciones naturales y de versatilidad, pues estos no guardan correspondencia con las oportunidades que le dieron, con el resultado de un modesto score que seguramente no le hizo justicia.

La mencionada enciclopedia beisbolera refiere que Cueria fue soldado del Ejército Constitucional de Cuba, tal vez una manera de tener seguro el sustento como tantos otro atletas de la época por lo magro que podían entonces ser los ingresos como jugador rentado. En busca de nuevas oportunidades había llegado a Estados Unidos en 1921 para jugar con el equipo del conocido promotor criollo Abel Linares. Después sería su breve tránsito por la pelota cubana, lo que lo llevaría a ser partícipe del triunfo del Marianao, y como él mismo lo recuerda, regresaría definitivamente al norte: “Cuando dejé la pelota en Cuba, me fui a vivir a Estados Unidos. Permanecí tres años en Jacksonville y en 1926 subí hasta Nueva York, comenzando a trabajar en Long Island, en una fábrica de aparatos de calefacción. Pero al poco tiempo volví al beisbol, para jugar en el Havana Red Sox… con otro club recorrí Canadá…”[3]. En 1928, cumplidos los treinta años, abandona su actividad como pelotero profesional, aunque de una forma u otra siempre se mantuvo vinculado con el deporte que tanto lo apasionó. Consecuente con la comunidad de compatriotas emigrados con los que se relacionaba, se sumó al movimiento que contra la dictadura de Gerardo Machado promovían los revolucionarios exiliados, entre los que destacaba su amigo, el intelectual antiimperialista Leonardo Fernández Sánchez.

Según Gary Ashwill, famoso investigador de beisbol y copropietario del Boletín de Beisbol The Outsider, quien es uno de los grandes expertos de las llamadas ligas independientes de color, “puede que Cueria no haya sido un gran jugador de beisbol, pero fue un ardiente oponente de dictadores y aspirantes a dictadores. […] luego se involucró con emigrados cubanos que se opusieron a los gobiernos autoritarios de Gerardo Machado y Fulgencio Batista. […] terminó más o menos exiliado de Cuba durante la mayor parte de dos décadas. Después de retirarse del beisbol profesional, organizó un equipo de aficionados en Harlem llamado Club de Beisbol Julio Antonio Mella […]”.[4]

Con independencia de su afición de toda una vida por la pelota, de la que es una autoridad en sus estadísticas, Ashwill tiene como otra de sus pasiones —aunque pueda parecer paradójico— el conocimiento de la Guerra Civil española, especialmente lo relacionado con los voluntarios internacionales que lucharon en ambos lados. Debido a eso, su juicio sobre el atleta habanero se entronca en ambas vertientes. Por un lado nos deja su retrato del pelotero, al que describe que “…era grande y poderoso, un exsoldado que había sido un prodigio del beisbol desde la época de su infancia en Marianao, un suburbio de La Habana. Era un jugador versátil, un receptor que también podía jugar en el jardín y la primera base, e incluso completaba en segunda y tercera ocasionalmente. El propietario de uno de sus equipos, el promotor Syd Pollock, incluso lo promocionó como ‘Babe Ruth Cueria’, pero a pesar de su potencial, nunca golpeó lo suficiente como para hacerlo más que un calentador de banco con varios clubes cubanos en los Estados Unidos durante el 1920 […]”[5], lo que simultaneaba con su condición de obrero en Long Island.

Gary reconoce cómo el interés por el cubano, en síntesis un hombre de condición humilde y con una discreta trayectoria como deportista, se debe a su ejecutoria como revolucionario, de lo cual dan testimonio escritores de primera línea como Guillén, Hughes o Novás Calvo, cuando lo conocen como miembro de la Brigada Internacionalista “Abraham Lincoln”, integrada por voluntarios estadounidenses. Cuando cae la dictadura de Machado, Cueria no regresa a su patria, se queda en Nueva York que era todo un hervidero de ideas progresistas, y de allí parte para sumarse a la causa del pueblo español. Se incorpora tempranamente a la lucha. En enero de 1937 llega a Francia a bordo de la SS Berengaria, y cruza de manera clandestina a España. Desde los primeros momentos combate en las trincheras republicanas y participa en eventos cruciales como la Batalla de Jarama y sobrevive a la artillería y a los bombardeos aéreos en Brunete. “Pasó a las órdenes de su compatriota el comandante Policarpo Candón.…‘Me hicieron teniente y, ahora, con motivo de la toma de Quijorna, me han ascendido a capitán’. Susurró: ‘Si no me matan, volveré’”.[6] Posteriormente es trasladado de unidad, ya ascendido a capitán de artillería, bajo el mando del famoso general Valentín González, conocido como “El Campesino”.

Su brazo privilegiado como atleta lo convertía para sus jefes en un excelente lanzador de granadas. El apasionado cronista que es Víctor Joaquín Ortega, uno de los poquísimos periodistas deportivos del patio que ha escrito sobre Cueria, cita lo que en el verano de 1937 publicó, en la revista marxista cubana Mediodía, James W. Ford, entonces dirigente del Partido Comunista de Estados Unidos y corresponsal del Daily Worker en la contienda española, celebrando las virtudes del pelotero devenido en combatiente: “Mucho antes de salir para España, pues, Basilio Cueria era un lanzador de granadas en potencia. Hoy su arte lo ha puesto, de todo corazón, al servicio del pueblo español y de la democracia mundial. Fue de esta manera que el pelotero pudo convertirse en líder de los cubanos al caer Rodolfo de Armas. Al morir este, su lema fue transformado. El grito que dio Rodolfo era un grito sin odio: ‘Adelante’. El de Cueria fue ‘Venguemos a nuestro hermano’”.[7]

I wonder as I wander. Langston Hughes.
 

Langston Hughes recordaba a Basilio como alguien de buen porte, ya cercano a los cuarenta años, que hablaba bien el inglés y popular entre la tropa por su simpatía, sus dotes como soldado, y como antiguo jugador de beisbol que en sus ratos libres se dedicaba a enseñarles los rudimentos de este deporte. “Los hombres de Cueria eran los mejores jugadores de pelota en todo España, nos dijo El Campesino. Cueria les había enseñado el juego […] En el comedor de Campesino disfruté de la mejor comida en España. ‘¿Cómo logran conseguir tan buena comida?’, le pregunté. ‘¿Cómo crees, chico?’[8], me dijo tuteándome como si nos conociéramos de siempre. Sonriendo, descolgó una granada de su cinto y me dijo: ‘Siempre consigo buenas raciones. Cuando me van llegando los de intendencia, enseguida empiezan a llenar mis camiones, antes que me ponga a jugar pelota con esto’”.[9]

Al finalizar la guerra cruza la frontera como tantos otros sobrevivientes del bando republicano, y padece los llamados “campos de refugiados” franceses, que no eran más que de retención (se reconocerían de “concentración”), donde fueron confinados los hasta ayer defensores de un gobierno legítimo. Pudo regresar a Nueva York, y dos décadas después sería enterrado en el mismo Long Island que le conoció como promotor del beisbol y obrero emigrante. Como me comentaría Félix Julio Alfonso López, un laborioso investigador de la historia de nuestro beisbol, cierto que sus números como atleta fueron poco relevantes, pero es indudable que su personalidad ejerció gran fascinación entre los que lo conocieron.

Un tributo postrero a su memoria lo constituyó que los curadores de una muestra sobre la narrativa “hispanohablante” en la gran urbe, titulada “Nueva York: 1613-1945”, auspiciada por la Sociedad Histórica de Nueva York, y que se exhibiera en el Museo del Barrio, fondo principal de la herencia latina en esa ciudad, al finalizar la exposición con la Guerra Civil española, “mostró cómo la guerra reunió en común a muchos de los diferentes grupos nacionales de hispanos que se habían establecido en Nueva York en el siglo xix y principios del siglo xx. Uno de los objetos exhibidos en los paneles finales de Nueva York fue este fascinante artículo escrito por Langston Hughes sobre el jugador de beisbol afrocubano y residente de Harlem, Basilio Cueria”[10].

Notas:
 
[1] Nicolás Guillén. «Un pelotero, capitán de ametralladoras». Prosa de prisa, Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1976, t. I, pp. 107-110.
[2] Juan A. Martínez Osaba, Félix Julio Alfonso y Yasel Porto. “Enciclopedia biográfica del beisbol cubano”, La pelota del siglo xx». t.3. (Editorial José Martí, en proceso de impresión.)
[3] Víctor Joaquín Ortega. “Dos peloteros cubanos en defensa de la República española”. (Sitio digital Radio Coco, deportes, 27 de marzo de 2019).
[4] Gary Ashwill. “Basilio Cueria y la Brigada ‘Abraham Lincoln’”. Bloc Agate Type (www.agatetype.typepad.com)
[5] Ibídem.
[6] Víctor Joaquín Ortega. “Dos peloteros cubanos en defensa de la República española”. Ob. cit.
[7] Ibídem.
[8] En español, en el original. Nota del editor.
[9] Langston Hughes. Wonder As I Wander: An Autobiographical Journey. (Rinehart & Company, New York, 1956. Primera edición, 405 pp.), p. 356.
[10]James D. Fernández. «Nueva York (2): Langston Hughes on Cuban Lincoln volunteer BasilioCueria». (The volunteer, Founded by the Veterans of the «Abraham Lincoln» Brigade, 7de marzo de 2011).