La libertad entre nosotros, aunque no vaya a LASA

Mauricio Escuela
22/5/2020

El evento académico de las ciencias sociales más grande del hemisferio, LASA, que este año funcionó mediante un foro virtual, acaba de concluir con un reducido número de participantes cubanos. El poco cuórum no ha sido voluntad del grueso de los estudiosos e intelectuales de la Isla, sino producto de las condiciones que la actual pandemia impone desde el confinamiento, en un mundo que deberá pensarse otras dinámicas de cara a un futuro inmediato. Está, también y más que nada, pesando como una sombra sobre Cuba y sus científicos el bloqueo que padece, uno que, en su naturaleza múltiple, pretende no solo el ahogamiento económico, sino el silencio cultural, la censura y la criminalización de la vida creativa y de los aportes y enfoques que pudiéramos brindar al mundo. En la batalla contra el socialismo, que llevan adelante los últimos dinosaurios de la Guerra Fría, todo medio y arma culturales, toda asimetría, toda treta, resultan igualmente válidos.

Fotos: Internet
 

En el centro del debate en torno a LASA y Cuba ha estado por mucho tiempo el tema de los derechos humanos, un tópico sobre el cual, supuestamente, no queremos discutir nosotros los cubanos. Sin embargo, un abrumador número de las ponencias de cubanos residentes en Cuba, aprobadas para esta edición, abordaban diferentes aristas del asunto, desde la inserción de las diversidades sexuales hasta los enfoques de género y el trabajo con la mujer.

Paradójicamente, la inmensa mayoría de los proyectos académicos relacionados con temas de derechos humanos, no fueron aprobados para Cuba, y algunos de ellos, que sí recibieron el visto bueno, no se presentaron porque sus ponentes no pudieron pagar la cuota de inscripción, ya que, debido al bloqueo, desde la Isla no pueden realizarse transacciones financieras hacia los Estados Unidos. Este año, y como consecuencia de las limitaciones descritas, solo aquellos investigadores a quienes amistades o instituciones extranjeras dieron su ayuda desde cuentas en el exterior, pudieron concretar su participación en LASA, además de un limitadísimo número que fue respaldado por becas del propio Congreso. De este modo, una amplia y preciosa gama de contenidos sobre (y pensados desde) Cuba se quedó fuera, aun cuando varias instituciones cubanas estaban dispuestas a sufragar los gastos correspondientes, tal como lo han venido haciendo para las últimas ediciones del evento.

Acusar a un país de que silencia determinados foros, y luego excluirlo mediante prácticas como esta, relacionadas con el bloqueo, resulta de una mezquindad alarmante. Cuba tiene mucho que aportar a la comunidad científica internacional, siendo como es uno de los países de mayor inserción en el área en cuanto a vida académica se refiere, con muchos profesionales en estudios de posgrado en prestigiosas universidades del orbe, y otros tantos que ejercen la docencia y la investigación desde las cátedras isleñas. No obstante, para LASA 2020, si bien se habilitó una plataforma digital para que acudiese el grueso de las ponencias, dicho video chat está bloqueado para Cuba, también como medida resultante de la mencionada política hostil.

No existe espíritu democrático sin disenso, no hay desarrollo sin la dialéctica necesaria del otro, y LASA se constituye precisamente sobre la base de esa diferencia, un espacio donde los cubanos han tenido voz desde lo más disímil de la sociedad civil. El respeto al pluralismo que enarbola el evento debió estar presente desde el momento en punto en que se eligieron los canales de diálogo, díganse equitativos, díganse legales, accesibles. En cambio, los ponentes de esta edición que recién concluyó debieron usar un proxy extranjero para acceder a la plataforma web seleccionada, en una operación más cercana a un salvataje de piratería que a un evento de ciencias.

Cuando el coronavirus ha creado unas condiciones que nos llaman a ser más equitativos, tenemos el deber de que la vida académica beneficie a la creación, que respete la diferencia, y no a que promueva una univocidad del paradigma bonsái y rastrero de la idiotez y la fuerza. Los cientistas sociales cubanos tienen el deber, y el derecho, de socializar una verdad que no puede ser solitaria.

Igualmente, se hicieron para este evento unos esfuerzos ingentes desde la institucionalidad, con manejo no solo de la destreza académica, sino de la coordinación de resultados y figuras científicas. Allí está, como ejemplo, el panel “Cultura, poder y subjetividades políticas. Prácticas de participación y consumo cultural en la Cuba actual. Nuevos escenarios culturales”, cuya finalidad era exponer ante el mundo la nueva dinámica del entramado colectivo de la Isla, unos aportes en torno al tema que de seguro hubiesen impactado en la comunidad científica. Serían abrumadores los ejemplos de la riqueza conceptual, enfoques, metodología y crítica contenidos en los talleres y paneles que no pudieron asistir a esta edición del evento. El mundo investigativo del hemisferio pierde importantes nociones cuando Cuba no puede hacerse representar fehacientemente en LASA, sobre todo si consideramos que no es la primera vez que esto sucede y ya se vuelve comentario recurrente en los pasillos de la propia institución anfitriona.

 

De los 27 trabajos propuestos y aprobados desde Cuba, solo 11 lograron franquear el valladar financiero. Quedaron fuera, justamente, varios de aquellos temas en los que la voz de Cuba se silencia para luego criticar dicha ausencia mediante la maquinaria propagandística del discurso macartista imperante. Gracias a este nuevo escollo, siete paneles, un taller y ocho ponentes individuales quedaron fuera de la justa. Los aprobados, por su parte, bregaron a merced de variables tan extracadémicas como la destreza informática y la habilidad para la activación de un proxy extranjero.

LASA suele ser un evento codiciado por muchos en el continente, aun cuando la mayoría de los interesados no pueda pagar los gastos requeridos. En cambio, Cuba y su probada disposición institucional para sufragar traslados, cuotas de inscripción y sustento de sus investigadores, debe sufrir el ahogamiento y la discriminación también en este campo cultural de la ciencia más avanzada. Este año, una vez más, se priorizó la asimetría, la dominación y el silencio por parte de un sistema financiero neoliberal que desprecia a la alternativa y genera artificiosas marañas que aporten algo de oxígeno a su maltrecha ideología. Todo esto sin contar que ahora los tontos útiles, leales al poder, obviando la evidente y bestial maquinaria de censura que sus amos sostienen sobre la Isla, volverán predeciblemente a gritar en las redes sus criterios fáciles y falaces, aun cuando la conciencia del bien, la martiana luz del progreso y el conocimiento, flote sobre el oprobio y la mundanal contienda. La libertad, como cualquier producto de la cultura de la emancipación, ya lo dijo Isaiah Berlín, es una ciudadela infranqueable de la mente, donde somos auténticos ciudadanos del más amplio derecho. Y esa libertad de los cientistas sociales está hoy entre nosotros, aunque no concurra a LASA.