La Habana recuerda a Emilio Roig en el Día del Historiador Cubano

Elaine Caballero Sabugueiro
1/7/2020

Cada 1ero de julio, Cuba recuerda al primer historiador de La Habana, el abogado, periodista y etnólogo Emilio Roig de Leuchsenring, nombrado en 1935 con este cargo a la edad de 45 años. La capital tuvo entonces un hombre de pensamiento que veló por mantener viva a la ciudad en cuanto a sus tradiciones y la raíz profunda de su cultura, porque sabemos que una región sin memoria se convierte en un sitio destinado al olvido.

Emilio Roig de Leuchsenring (1889-1964). Foto: Tomada de Granma
 

En honor a Leuchsenring, la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC) instituyó esta fecha, en la que también se reconoce el quehacer de los historiadores de la Mayor de las Antillas, como sucedió en la mañana de hoy miércoles en la pequeña necrópolis adjunta al Convento de San Francisco de Asís, donde descansan los restos de Roig y su esposa, María Benítez. En ese sitio tuvo lugar un acto conmemorativo a propósito de la efeméride, organizado por la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana (OHCH).

“El pasado tiene una función social y la capacidad de mirar hacia adelante la confiere conocer los orígenes, quiénes nos antecedieron, qué hicieron y cuáles fueron los valores que guiaron sus comportamientos, para así poder vivir en consecuencia con ese trayecto y trascender en él”, explicó María Caridad Pacheco González, miembro del Secretariado Nacional de la UNHIC en un mensaje emitido por la institución.

Cronista de la época en que vivió, Roig fue uno de los intelectuales más prestigiosos de su generación, amigo de Julio Antonio Mella y Rubén Martínez Villena, además de ser considerado el “mentor espiritual” del Grupo Minorista. El habanero nacido en 1889 en el corazón de la parte más antigua de la ciudad, dedicó su vida por completo a implementar un sistema de trabajo que perfeccionaría, años después, el Doctor Eusebio Leal Spengler, quien lo sucedió en la desafiante misión de conservar el patrimonio edificado y el legado espiritual de la villa fundada en 1519 a la sombra de una ceiba.

“Mi predecesor de feliz memoria”, así recuerda Leal Spengler a Emilio Roig. Como parte del acto, el historiador adjunto a la Oficina, Félix Julio Alfonso ofreció unas palabras en las que rememoró, entre otras cuestiones, la situación política que vivía el país cuando Roig fue elegido historiador: “El año 1935 fue decisivo en el desenlace —contradictorio para las fuerzas populares y progresistas— del proceso histórico de la Revolución de los años 30, marcado por el fracaso de la huelga de marzo y el asesinato del líder de la Joven Cuba, Antonio Guiteras, en El Morrillo; y comenzó para Emilio Roig con una causa judicial, en la que se vio envuelto por su colaboración con la revista Masas”.

“Desde el año anterior”, continúa Félix Julio, “Roig había empezado a publicar en las páginas de dicho mensuario, órgano de la Liga Antimperialista de Cuba, entre cuyos directivos estaban los intelectuales comunistas Juan Marinello, Regino Pedroso y José Manuel Valdés Rodríguez (…) La causa del antimperialismo fue siempre uno de sus grandes temas como historiador y hombre público”.

De igual forma, en la misma fecha de su nombramiento, publicó su libro Historia de la Enmienda Platt. Interpretación de la realidad cubana, exhaustiva investigación sobre el polémico apéndice constitucional que deja a Cuba con una libertad a medias. Otro de sus grandes trabajos fueron los Cuadernos de Historia Habanera, reeditados en ediciones anteriores de la Feria Internacional de Libro, que permiten adentrarse en las venas del período republicano y desentrañar la ciudad que habitamos.

“Dichos cuadernos salían en pulcros breviarios con una extensión variable, entre 80 y 200 páginas, una tirada de mil ejemplares y se distribuían gratuitamente. El primer cuaderno en ver la luz fue Homenaje al Ilustre Habanero Pbro. D. José Agustín Caballero y Rodríguez en el Centenario de su muerte. 1835-1935, escrito por Roig en colaboración con Francisco González del Valle; a los que seguirían el estudio de Emilio Roig, La Habana Antigua: La Plaza de Armas, y el cuaderno de Nicolás Guillén, cercano colaborador y amigo de Roig, además de Claudio José Domingo Brindis de Salas. El Rey de las Octavas, Apuntes Biográficos”, refiere Félix Julio en su intervención.

Entre sus misiones estuvo también sacar de las sombras los inconvenientes con los nombres de las calles capitalinas, acerca de lo cual se refiere el primer historiador de La Habana: “Significaba un verdadero problema para el Municipio, tanto en el orden administrativo como en el urbanístico, el desbarajuste existente en la denominación de las calles de este término municipal”.

Para ello, propuso al alcalde del momento, Guillermo Belt, cambiar los nombres antiguos, tradicionales y populares de las arterias citadinas. Así lo confiesa el también profesor universitario y panelista del programa Escriba y Lea: “Sugería además suprimir otros calificativos, heredados del pasado hispánico, pues simbolizaban el despotismo colonial y herían los sentimientos patrióticos de los cubanos, y propuso que ninguna calle llevara el nombre de una persona viva y esperar como mínimo diez años en caso de poner el nombre de una persona fallecida. Asimismo, en los casos de las calles con nombres de patriotas, que debían suprimirse por tratarse de una vía con una denominación antigua, estos se asignarían a arterias innominadas”.

En resumen, hombres de valía ha visto nacer la ciudad de las columnas, como nombrara Alejo Carpentier a la capital de Cuba, uno de ellos es Emilio Roig de Leuchsenring, quien merece recordarse en cada obra del patrimonio habanero, porque allí también habita su pensamiento. Su ideario ha sido prestigiado por el Doctor Eusebio Leal Spengler, con el centro histórico que ha restaurado y puesto a disposición de todos como el más valioso de los tesoros construidos.