La Gaceta de Cuba y el periodismo cultural

Marilyn Bobes
28/4/2017

 

Aun cuando su director, Norberto Codina, califique al consejo editorial de La Gaceta de Cuba como un ente semi-fantasma, confieso que me siento orgullosa de pertenecer a él dada la calidad y el interés que esta revista despierta, al menos, entre los artistas y escritores cubanos.

Si tuviera que referirme a un ejemplo del buen hacer del periodismo cultural de los últimos 20 años en Cuba, no dudaría en situar a la vanguardia del mismo a esta publicación de carácter bimestral, cuyo poder de convocatoria a sus presentaciones constituye un fenómeno que valdría la pena analizar.

Fundada en abril de 1962 por nuestro gran poeta Nicolás Guillén, La Gaceta de Cuba es una revista institucional de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, aun cuando su gran autonomía y el sostenido y armónico diálogo con los directivos de esa organización le permitan abordar la actualidad más candente del mundo artístico y literario cubano y, en ocasiones, temas sociales complicados y controvertidos, siempre con responsabilidad y sin espacio para los panfletos de cualquier signo ideológico.


Portada del número Julio-Agosto de 2016

Creo que si hoy La Gaceta es lo que es, se debe sobre todo a la dedicación del poeta y ensayista Norberto Codina, quien apoyándose primero en Leonardo Padura y luego en Arturo Arango como jefes de Redacción, ha sabido maniobrar para mantener un espíritu constructivo en la función crítica de la revista desde que en 1988 asumiera su dirección.

Si bien La Gaceta nació con esa vocación de potenciar el mejor periodismo cultural en los 60, no hay que olvidar que en el llamado Quinquenio Gris, o más bien Decenio Negro, bajo el nombre de La Nueva Gaceta, la revista traicionó sus principios fundacionales para potenciar el farandulerismo y difundir autores menores del antiguo campo socialista, lo que devino en una franca decadencia que solo culminó cuando en 1986, Lisandro Otero llamara a un grupo de valiosos jóvenes a hacerse cargo de esa publicación.

Ahora La Gaceta es quizás la revista cultural que congrega a una mayor cantidad de lectores, y cada una de sus presentaciones se convierte en suceso cultural gracias a sus interesantes dossiers y a la profundidad con que sus colaboradores acometen la crónica, el artículo o los géneros híbridos con la calidad que Codina exige a todos sus colaboradores.

Abierta también a los autores de provincia, es frecuente encontrar entre sus páginas a escritores de todo el país, dígase, por ejemplo, desde Camagüey a Luis Álvarez Álvarez, o desde Villa Clara a Ricardo Riverón, Arístides Vega y Yamil Díaz; en Matanzas a Leymel Pérez y Alfredo Zaldívar, o en Santiago de Cuba a Yunier Riquenes.

Con carácter bimestral y una tirada de cinco mil ejemplares, la publicación está abierta a todos los miembros de la UNEAC, aunque es imprescindible que la calidad presida cuanto se publica en ella porque Codina y Arango son muy vigilantes en ese sentido, y esa exigencia, en mi opinión, es la que les permite sus satisfactorios resultados.

Según Codina, uno de los principales objetivos es potenciar el periodismo cultural, cuyo rostro en nuestro país no es demasiado agradable. Esto responde a revivir el espíritu de sus mejores tiempos, los años 60, cuando se reunían en las revistas las más importantes firmas de la cultura nacional.

La Gaceta atravesó por una gran crisis en los 90. Y dejó de salir un año, hasta que con la ayuda de organizaciones internacionales solidarias con Cuba, renació quizás con más esplendor que nunca en 1991.

La publicación es, además, convocante de importantes premios literarios de poesía y cuento que han dado a conocer a un gran número de jóvenes a cuyos intereses siempre se ha mantenido fiel.

El misterio por el cual muchos la consideran la más seguida y leída de su tipo en el país, está en que mantiene un ojo bien avizor a todos los debates no solo culturales que tienen lugar en la Isla, sino también a algunas aristas fundamentales de la política no solo cultural.

Historiadores y académicos contribuyen a la seriedad de dichas controversias, aun cuando en los últimos tiempos, hay que decirlo, han disminuido las opiniones diversas sobre un mismo asunto que de manera tan adecuada se vieron en sus páginas en la década precedente.

Al cumplir sus primeros 55 años, esta publicación de la UNEAC merece respeto por su sostenida labor a favor de la cultura cubana. Ojalá siga contando con esa gran cantidad de lectores y que su difusión se extienda más allá del reducido círculo de escritores, artistas y críticos que cada dos meses colman la sala Villena de la UNEAC, en espera de lo que trae La Gaceta. Siempre amena. Siempre a favor del periodismo cultural en Cuba.