La Feria del Libro en Santa Clara (II y final)

Omar Valiño
21/4/2017

 

Ahora que la 26 Feria Internacional del Libro es historia, pues culminó en Santiago de Cuba la semana pasada, puedo volver mejor a las disquisiciones que provocó en mí la estación de dicho evento en Santa Clara, no ajenas al contexto mayor de un hecho que, en secuencia, se extiende por toda la Isla y alcanza una inusitada repercusión cultural, social y política.

Si un mérito tiene la Feria en Santa Clara, ¡vaya reafirmación y no paradoja!, es que su centralidad es el LIBRO. Y de su mano, el encuentro entre autores y lectores, que convierten en verdaderos foros la cascada de presentación de títulos. De su mano, acompañan las revelaciones de la música, el teatro, la danza, pero dejando el brillo principal al libro. Las necesarias ofertas gastronómicas o de ventas de otros artículos no roban espacio al despliegue de coloridas carpas que funcionan como librerías, ora más concurridas, ora más despejadas.


Foto: Internet

Asistí a intercambios entre competentes escritores y especialistas con el público, de verdadera repercusión en torno a los desafíos de nuestra sociedad, tanto en lo inmediato local como a nivel de todo el país. Recuerdo, entre otras, la ejemplar conversación generada por la presentación de Cambiando la mentalidad… empezando por los jefes, del profesor Manuel Calviño, a cargo del psicólogo y comunicólogo Kirk Díaz Guzmán. Ocurrió dentro del programa ConCiencia, con sede en el Museo de Artes Decorativas. Pero algo similar puedo decir del diálogo entre Lorenzo Lunar y Otilio Carvajal en el Aula de Poesía de la Ciudad, un proyecto de los últimos años dentro del Preuniversitario Osvaldo Herrera, con estudiantes del plantel como sus ideales destinatarios.

Necesito graficarlo para no santaclareños: del Museo al Pre no hay más que unos pasos, simplemente cruzar el Parque Vidal, vórtice absoluto de la vida de mi ciudad natal. Y lo mismo sucede si te diriges a otros recintos, la inmensa mayoría rodea el parque y facilita tanto el desplazamiento como vivir el ámbito de la Feria, ser acunado por ella.

En definitiva, la Feria en Santa Clara aprovecha su vieja historia y su fuerza intelectual particular. Para mí, ese es el camino si queremos salvar un gran evento de tanta connotación, que exige a gritos un cambio de modelo.

Creo que algo así necesitamos en La Habana, un centro citadino, y no aislado o distante, con la posibilidad de multiplicarse en espacios que lo rodeen de manera natural, capaces de acoger los distintos programas, al tiempo que esas coordenadas creen un ámbito, y perdonen que repita, pero no se me ocurre mejor término para describir lo que deseo expresar. Ni se me ocurre, por ahora, otro que no sea la Habana Vieja.

Hace tiempo que La Cabaña perdió esa capacidad, si alguna vez la tuvo (yo creo que sí), y hoy es visitada más como lo que debe ser de manera natural y legítima todos los días del año, un gran espacio de esparcimiento para la ciudad, donde vayamos a pasear (¿por qué no?) en familia o como queramos, y donde pueden estar los libros como presencia permanente.

En definitiva, la Feria en Santa Clara aprovecha su vieja historia y su fuerza intelectual particular. Para mí, ese es el camino si queremos salvar un gran evento de tanta connotación, que exige a gritos un cambio de modelo. Que la secuencia nacional libere más a las ferias en cada sitio para un diseño propio que no tiene por qué obedecer al “nacional” de La Habana, “modelo” mismo más en crisis que otros, como trato de explicar aquí.

Con la conciencia de cuánto nos cuesta cambiar en Cuba algo que ha estado presente por años, aunque sepamos que ya no da más, lanzo la flecha de todas maneras.