La escultura es mi pasión

Estrella Díaz
12/8/2020

Cuando en la Isla se anunciaron las medidas de aislamiento social a causa del Coronavirus, Gabriel Cisneros se encontraba inmerso —junto al también escultor José Villa Soberón, Premio Nacional de Artes Plásticas— en la realización de una escultura consagrada a Dante Alighieri, reconocido poeta, prosista, teórico de la literatura, filósofo y pensador político italiano. La escultura, encargada por el doctor Eusebio Leal, Historiador de La Habana, será emplazada en un “lugar de privilegio”, según comentó a esta reportera el joven artista.

El escultor Gabriel Cisneros prepara el emplazamiento de una escultura frente al Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana. Fotos: Cortesía del artista
 

¿Cómo nacieron estas hermosas esculturas?

Se trata de un proyecto en el que llevamos tiempo trabajando. La escultura de Dante será colocada junto a otras que ya hemos emplazado en el mismo lugar. El doctor Leal nos había encomendado la labor de realizar varias esculturas de poetas y escritores para colocarlas frente al Colegio Universitario de San Gerónimo, sede también de la Academia Cubana de la Lengua, y enclavado muy cerca de la emblemática Plaza de Armas, en la parte antigua de la ciudad. La escultura de Dante es la tercera que realizamos para este conjunto.

Dante es considerado uno de los padres fundadores de la lengua italiana.
 

Inicialmente, en el sitio se encontraba colocada una escultura de Luis Vaz de Camoes, uno de los más grandes poetas portugueses del siglo XVI. Así, surgió la idea de completar toda la calle con escritores de otras lenguas, al estilo de los paseos florentinos: una verdadera galería a cielo abierto.

En lo personal, es algo que estoy disfrutando mucho, sobre todo por el estudio previo que debemos hacer de cada personaje: su época, su vestimenta, su obra, así como la relación y la dinámica existentes entre las esculturas y el espacio donde son instaladas.

Hasta el momento hemos concebido una escultura de Miguel de Cervantes, otra de William Shakespeare y, por último, la de Dante. Tras las medidas de aislamiento social debido a la Covid-19, nos hemos visto obligados, como muchos otros, a detener los trabajos.

La escultura ya está realizada en resina y se encuentra lista para ser enviada a Santiago de Cuba, donde se fundirá en bronce, material del que están hechas el resto de las piezas emplazadas. Todas tienen poses distintas, intentando caracterizar al personaje con atributos propios de su vida y obra. En cuanto la situación mejore y el país regrese a la normalidad, retomaremos el trabajo.

Tienes prevista —por el momento detenida a causa del Covid-19— una exposición personal para NG Art Gallery, una galería panameña con la que trabajas. ¿Cómo se llamará la muestra y cuántas piezas incluirá? ¿Cuál será el planteamiento o la tesis que defenderás con esas piezas?

La exposición para NG Art Gallery se llamará “El prestidigitador” e incluirá cinco obras: cuatro de mediano formato y una figura de tamaño natural. La exhibición está prevista para noviembre de este año. Es habitual en mis obras —y lo será también en este evento— un regodeo formal que se nutre de las estéticas academicistas de finales del siglo XIX.

“Heraldo” (2019).
 

A inicios del siglo XX, este tipo de arte fue repudiado por las vanguardias y, más adelante, menospreciado en la contemporaneidad. Por esta razón y por un gusto personal, me resultan atractivas estas circunstancias para mi propuesta escultórica. Valiéndome de estas prácticas del pasado, pretendo reformular la forma de ver y entender estas estéticas, recolocándolas y transmutándolas en escenarios y situaciones distintas a las de hace siglo y medio. Dicha atmósfera, inevitablemente, derivará en nuevas y renovadoras lecturas, encaminadas en gran medida a puntuales cuestionamientos en torno a problemáticas presentes.

El Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana está preparando una exposición colectiva de escultores y tú has sido convocado, ¿con qué sorprenderás? 

Las obras que tengo pensadas comparten los mismos tópicos que las de NG Art Gallery, pues indiscutiblemente es una zona que me interesa mucho, y que necesito explorar. En este sentido, el Museo Nacional es el escenario ideal para la concreción de mis inquietudes. Las dos piezas que mostraré serán a escala real, es decir, más grandes que las que exhibiré en NG Art Gallery. Sin duda, este hecho representa una oportunidad que me entusiasma grandemente, por compartir con colegas del gremio a los que respeto mucho y por tratarse de un intento por parte de la institución de rescatar y fomentar, al interior de sus salas, un espacio evidentemente deprimido para la escultura.

 “El salto” (2019), obra que obtuvo el segundo premio durante la sexta edición del Concurso Post-it.
 

Por el momento, estoy a la espera del pronunciamiento de los organizadores de la muestra, pues con las actuales circunstancias muchos cronogramas de exposiciones se hallan sujetos a cambios, si bien la cita estaba prevista para noviembre de este año.

Te graduaste del ISA, Universidad de las Artes, en el año 2015, y desde entonces te has mantenido cerca de la institución como docente. En el orden personal, ¿cuánto te aporta ser maestro? ¿No roba la docencia demasiado tiempo a tu obra?

Actualmente no estoy en el ISA. Este curso decidí dedicarlo enteramente a la obra y al taller, pero mi lazo con la Universidad de las Artes y con la enseñanza se mantiene vivo desde el estudio-taller, ubicado en Cuba y Teniente Rey. Allí, con gusto, recibimos a algunos alumnos de la escuela, interesados en la escultura, y también los hay de la Academia de Artes de San Alejandro. Este año, un estudiante de último curso realiza su trabajo de culminación de estudios con nosotros.

Todavía el taller no posee las mejores condiciones, pero en un futuro tanto José Villa Soberón como yo deseamos impartir pequeños talleres, no solo para alumnos del ISA, sino también para estudiantes de San Alejandro y de la Escuela Taller Melchor Gaspar de Jovellanos, de la Oficina del Historiador. Me place muchísimo la retroalimentación con los alumnos, sobre todo porque considero que mis años de formación no han terminado aún: me gradué del ISA hace solo cinco años y es muy gratificante compartir y debatir inquietudes con jóvenes que, más que alumnos, son colegas.

Todas las obras salidas de tus manos poseen un fuerte contenido conceptual y tienen siempre un inteligente cuestionamiento detrás. Sin embargo, modelas con gran exquisitez y depuración, ¿qué consideras más importante, la obra de arte como tal o el concepto que la avala?

No me gusta hacer esa distinción, ya que una cosa no existe sin la otra. Se trata de una simbiosis que persigue un fin otro, el cual, a mi entender, es el de sensibilizar. Lo que esté más potenciado en la obra —formalidad o concepto— no importa. Lo significativo es la forma en la que determinado fenómeno artístico afecta o mueve algo en nuestro interior. No interesa si la mira apunta a la visualidad o al intelecto. No nos distraigamos ni nos dejemos timar: su blanco es la sensibilidad. En mi opinión, para que sea arte, este debe conmover y llegar al espíritu de una forma más directa e inmediata que el conocimiento racional. Mi selección, mi alquimia entre idea y forma, es mero gusto, una preferencia que permite que lo que hago sea disfrutable, pues el espectador primigenio de toda obra es el propio artista.

Tu carrera como escultor es aún corta, pero desde la primera pieza, “Sin razón, sin aliento y sin nada”, la factura de tu obra ha sido verdaderamente impecable. ¿Te interesa ir más a la sensibilidad y al terreno de las emociones que al intelecto?

“Sin razón, sin aliento y sin nada” (2015) es un autorretrato que constituyó el ejercicio de tesis de Gabriel Cisneros.
 

Quizás la pregunta anterior responde en determinada medida a esta otra. Creo que en el caso de obras que tienen un enfoque más racional, el fin último sigue siendo la sensibilidad: la racionalidad es solo un medio para llegar a un fin. A los humanos nos gusta descubrir cosas, deducirlas, resolverlas, pero detrás de esta necesidad intelectual  existe una recompensa emocional.

Piensa en un acertijo. Tu interlocutor te da ciertas pautas y tú, por medio de asociaciones y de la racionalidad, llegas a una repuesta. Si es errada será frustrante, si es acertada será satisfactoria: frustración y satisfacción pertenecen al campo de lo sensible, no de lo racional.

Ahora piensa en un cuadro abstracto —la abstracción también puede llegar a ser un recurso de un arte más conceptual—, donde por lo general, no hay nada que deducir: son colores sobre un lienzo. En este caso el artista llega al espíritu de forma más directa, sin mediación de la racionalidad. Esta última es una forma que me gusta mucho, pero mi obra no opera precisamente así. Mis piezas se valen de la formalidad, de la exquisitez en los acabados, y es con mediación de la racionalidad que alcanzan su mejor lectura. No te voy a negar que en ocasiones haya intentado desprenderme de esta ecuación, pero me resulta difícil desaprenderla. Está muy incorporada a mi oficio, que no solo se limita a lo manual, sino también a lo intelectual, dado que es ahí donde se concibe la obra.

Hace unos días fue emplazada la escultura dedicada a Enriqueta Faber, una mujer suiza que llegó a la oriental ciudad de Baracoa vestida de hombre y que bajo el nombre de Enrique Faber ejerció allí con éxito la medicina. El reconocido cineasta Fernando Pérez la perpetúa en su película “Insumisas”.  Para este proyecto, que compartes con José Villa Soberón, ¿en qué rasgos de la personalidad de la Faber se apoyaron? ¿Por qué ha sido elegido este sitio para su instalación?

Sin duda, la escultura de Enriqueta ha sido sumamente interesante. Representó un reto para nosotros, en primer lugar por la escasa información visual del personaje, y en segundo, por tratarse de una mujer travestida. Cómo hacerle entender al público que se trataba de la escultura de una mujer, cuando el conflicto principal de Enriqueta y su necesidad primigenia eran aparentar ser un hombre.

Escultura de Enriqueta Faber, considerada la primera mujer que ejerció la medicina en Cuba.
 

A Fernando, que es cineasta, la narrativa cinematográfica le permite mostrarnos al personaje en su más desnuda intimidad. Para nosotros como escultores representó un desafío mostrar esa misma historia, esa misma intimidad, con una sola imagen. Nuestro recurso fue dotar a la obra de una androginia que develara su conflicto; de una rareza en el plante y en el ímpetu que exhibiera su lado femenino, pero que a la vez resaltara su fuerza y su vigor para enfrentarse en su condición a una época mucho más hostil que la nuestra. También nos auxiliamos de ciertos objetos que funcionan como códigos y que otorgan a la escultura una identidad profesional y sentimental: un maletín de médico en su mano izquierda —dada la profesión y mayor pasión de Enriqueta—, una rosa, y un anillo en el que se lee Juana, el amor perdido y motivo de su enjuiciamiento y encarcelamiento por parte de las autoridades de la Cuba colonial.

La escultura fue realizada por iniciativa de Julio César Pagés —historiador, investigador y autor del libro Por andar vestida de hombre—, y con fondos de la Embajada Suiza en Cuba.  Inicialmente, se plantearon tres ediciones: una para Baracoa, escenario de su labor y romance; otra para la Iglesia de Paula, lugar donde se encontraba el hospital de beneficencia y cárcel de mujeres donde cumplió parte de su condena, y otra para Suiza, país de procedencia de Enriqueta. Hasta la fecha solo hemos completado la que se encuentra emplazada en la capital.

Casi desde el comienzo de tu carrera te has vinculado a Villa Soberón, ¿cuán fructífera ha sido esa relación para tu desarrollo como escultor? ¿Cómo te distancias de la influencia que puede tener su obra sobre la tuya?

Villa es profesor en el ISA y además, fue oponente en mi discusión de tesis. Casi finalizando mis estudios me propuso colaborar con él en algunas esculturas conmemorativas por encargo. La primera obra en común fue una pieza de José Martí, de la cual realizamos dos ediciones: una se encuentra en Santiago de Chile y la otra, en la embajada cubana de Estados Unidos. Nuestra relación de trabajo se inició en julio de 2015, justo después de graduarme, y desde entonces hemos laborado juntos en doce obras conmemorativas. Hace dos años, junto al resto de nuestro equipo, creamos en el taller de Cuba y Teniente Rey, donde no solo nos dedicamos a la obra que hacemos en conjunto, sino también a nuestros proyectos personales. En el caso de Villa, su obra abstracta es ampliamente conocida, y la ha desarrollado a lo largo de toda su carrera. En mi caso, la obra posee un carácter más figurativo.

“El artificio” (2018).
 

Independientemente de las evidentes diferencias formales entre ambas obras, creo que compartimos sensibilidades similares y el mismo amor por la escultura. En diciembre pasado participamos en una exposición bipersonal en la sede de NG Art Gallery, aquí en la Habana, en la que por primera vez convergieron nuestras propuestas personales. Me alegra decir que el diálogo entre las obras fue muy saludable e interesante. Sin duda, es una relación muy fructífera en ambos sentidos, porque desde su experiencia encausamos las energías de mi juventud en una dirección afín: la escultura. Eso sin mencionar el apoyo que nos brinda a todos en el plano personal. Puedo decir que más que una relación profesional es personal; más que colegas somos amigos.

Como alternativa al bronce, que es sumamente costoso, has apostado por el uso de la resina, logrando una altísima factura en el modelado de algunas piezas como “Forastero en tierra extraña”, “Heraldo” o “El salto”. ¿El metal y la piedra no están dentro de tus intereses como escultor?

Si te soy totalmente sincero, a la piedra le tengo mucho respeto, pero el metal —específicamente el bronce— es mi ambición más inmediata. Aunque ya tengo la experiencia de la fundición con las obras realizadas junto a Villa, espero muy pronto contar con el material dentro de la ficha técnica de mis obras.

“Forastero en tierra extraña” (2017).
 

La resina poliéster ha sido hasta el momento mi soporte predilecto, por adecuarse muy bien a mis necesidades escultóricas y por ser, dada su versatilidad, un material muy difundido en los talleres de escultura de todas partes del mundo. Aun contando con la posibilidad del bronce, te puedo decir —con toda seguridad— que la resina es un material que no pienso desechar por el momento.

El envejecimiento a partir de pátinas es un recurso que has empleado en tus obras. ¿Qué le aporta a tu quehacer esa sensación de paso del tiempo?

Quizás está dada por mi necesidad de asemejarla a las técnicas más tradicionales de la escultura. Como ya te he comentado, es mi interés probar la validez de estas maneras, dentro de las prácticas expresivas de nuestro momento.

¿Cuán engorroso, complejo y difícil es el trabajo de un escultor? ¿Es práctico y viable dedicarse hoy, en Cuba, al tipo de escultura que realizas?

Los procesos de la escultura son engorrosamente complejos. Los presupuestos de realización y transporte son altos. Si quieres una producción numerosa, inevitablemente necesitarás del apoyo de otros profesionales —en mi caso, ayudantes, moldeadores y fundidores— quienes hacen la carga más llevadera.

“Sílfides” (2018).
 

La técnica que uso consta de varios procesos. El modelado es la parte que me toca, y luego el moldeado y la fundición en resina, donde se involucran otros técnicos. Si se va a fundir en bronce, se necesita una fundición que involucra a un sinnúmero de especialistas, dada la complejidad técnica de los vaciados en bronce. La escultura no es —en lo absoluto— trabajo de uno solo.

Cada obra que encontramos en el contexto citadino depende no solo de la labor del artista, sino del sudor de un gran número de personas, que desgraciadamente casi nunca trabajan con el mínimo de condiciones.

¿Práctico y viable? Creo que no, pero a veces no se trata de lo que es práctico y viable. La escultura es mi pasión y, por suerte, la de muchos otros. Es el camino por el cual he decidido encauzar mi carrera. Sus desventajas las conozco bien, apartarlas no es más que un gaje del oficio.