La cultura se desmitificó, se llenó de pueblo y se fundió con él

Eduardo Torres-Cuevas
1/7/2016

 

Hace 55 años, en una fecha como la de hoy, 30 de junio, y en este mismo local, Fidel Castro concluía una reunión de tres días en la cual un grupo importante de intelectuales debatió sobre el proyecto revolucionario cubano, el lugar de los intelectuales en él y los retos que para la creación algo más que artística y algo más que literaria, planteaba la profunda remoción de la sociedad cubana que se había iniciado desde el 1ro. de enero de 1959.

A la distancia de más de medio siglo dos cosas pueden resaltarse. Aquel acto que pudo ser coyuntural se convirtió, no por mando y acato, sino por tocar las fibras más sensibles de la creación y del espíritu cubano, en un cuerpo de ideas que en su permanencia ha contado con remociones, profundizaciones y definiciones siempre superadoras, pero fieles al espíritu inicial de aquel extraordinario movimiento que nace de un debate de ideas y de un diálogo, más que un discurso, de Fidel con los creadores, que dejó sentadas esas bases que durante todas estas décadas han estado como aliento, impulso, renovación y libertad creativa.


 

No sería posible entender el espíritu de esa época, los hombres y mujeres de la juvenil Revolución cubana, reunidos en este local, sin entender todo lo que ardía y centelleaba desde el subsuelo de nuestra sociedad en transformación a los espacios abiertos que necesariamente requerían pensarse y recrearse. Impregnaba toda la época un fervor revolucionario que nacía no de palabras, sino de hechos, y en cuya ejecución participaba todo el pueblo. Si 1959 fue el año del triunfo revolucionario y de la Reforma Agraria, le continuaría la nacionalización de las riquezas del país y, sobre todo, una intensa campaña para crear un hombre nuevo capaz de crear una sociedad nueva. Pero 1961, quizá necesitado de un estudio más profundo, fue un año de definiciones trascendentes. Desde comienzos de año se inició la Campaña de Alfabetización, que movilizó jóvenes estudiantes de todas partes para otras regiones del país. La brigada alfabetizadora Conrado Benítez, formada por esa muchachada menor de 18 años, cerca de 100 mil, unió a campesinos y estudiantes. En diciembre de ese año, congregados los alfabetizadores en la Plaza de la Revolución, aquellos jóvenes enarbolaban el lema: “Fidel, Fidel, dinos qué otra cosa tenemos que hacer”. Y con esa visión cultural de la Revolución, el líder revolucionario respondía: “estudiar, estudiar”. Ello ocurría justo frente a esta biblioteca, que tenía inscrito en su fachada la frase “la Revolución no te dice cree, la Revolución te dice lee”, como la expresión antidogmática de una revolución juvenil, martiana y socialista.

Un recuento hoy pudiera encontrar a esos jóvenes estudiantes entre los científicos, intelectuales, profesores, militares y dirigentes que han sostenido e impulsado la Revolución en estos 55 años. Otro hecho marca a esa reunión de intelectuales a la cual se dirigió Fidel. Algo más de dos meses antes se producía el ataque mercenario de Playa Girón. En 72 horas eran derrotadas las fuerzas invasoras. Pero algo muy significativo había ocurrido en el entierro de las víctimas del bombardeo a los aeropuertos cubanos. Ante la batalla que ya se aproximaba y ante la multitud miliciana, Fidel proclama el carácter socialista de la Revolución. Los que cayeron en Girón lo hicieron defendiendo la construcción socialista.

Y en aquel momento crucial se produce la reunión de intelectuales y artistas que debían debatir, ya bajo el signo del Socialismo, el papel de los creadores en una nueva dimensión de la sociedad cubana. Palabras a los intelectuales, de Fidel, leída despaciosamente, forma parte, como pieza trascendente, del proyecto revolucionario cubano. Tomaba distancia de los cerrados esquematismos y de las ideas censoras que lamentablemente predominaban bajo el muy discutido nombre de “realismo socialista”. Lo que acaparó la atención de todos, lo que creó un entusiasmo creador, fue que el mensaje del líder revolucionario era portador de una fuerza, y cito a la Doctora Graziella Pogolotti, “de vitalidad, de afirmación de nosotros mismos, de autorreconocimiento, que en sí mismo constituía, también, una afirmación profundamente revolucionaria”.

Palabras a los intelectuales forma parte del conjunto creador de la Revolución cubana. Colocó a la cultura como la línea de defensa de la Revolución cubana auténtica y necesaria. Era un discurso nacido de la originalidad cubana, de la tradición revolucionaria y cultural cubana, de sus raíces más profundas, de la siembra de los hombres de 1868, 1895 y 1933, y todo ello, como fuerza creadora para los hacedores de la cultura naciente de una nueva sociedad construida desde la tradicional cultura de la resistencia al colonialismo, al neocolonialismo, al injerencismo y al imperialismo. No hay otra cultura posible en Cuba que la de Félix Varela, José Martí, Julio Antonio Mella, Nicolás Guillén, Alejo Carpentier y Lezama Lima. Cultura del descubrimiento de nosotros mismos y cultura de la resistencia a las fuerzas disolventes, nacionales o extranjeras. Ese es el punto de partida, ese es el contenido, ese es el legado que recoge en sus palabras Fidel y que pueden constituir punto de debate, pero punto de debate creador y punto de surgimiento de una proyección que da en sí lo que fue la cultura literaria, popular, científica y espiritual de la Revolución cubana. Recuerdo aquí las palabras de José Martí: “Crítica es el ejercicio del criterio. Destruye los ídolos falsos, pero conserva en todo su fulgor a los dioses verdaderos”.

Palabras a los intelectuales forma parte del conjunto creador de la Revolución cubana. Colocó a la cultura como la línea de defensa de la Revolución cubana auténtica y necesaria. Barrera irrenunciable e indestructible que es la garantía de nuestra propia existencia. Ha sido, en estos 55 años de creaciones, una etapa en la que la cultura se desmitificó, se llenó de pueblo, leyó en el pueblo y se fundió con él. Nación, Patria, Revolución, recuperaron, en la obra de nuestros intelectuales, el discurso, y en la obra de nuestro pueblo, la construcción de una sociedad nueva, sin que ambas cosas puedan mínimamente separarse.

La fuerza de Palabras a los intelectuales se demostró en menos de dos meses, cuando surgió, orgullosa y joven, por la edad de la mayoría de sus integrantes, la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

Hoy, siento la emoción de estar sentado en el local en que Fidel habló a los intelectuales, en nuestra querida Biblioteca Nacional de Cuba José Martí. En aquel entonces nacían algunas de las múltiples instituciones artísticas y culturales que llenan con calidad y plenitud nuestro país. La Biblioteca Nacional, catedral de la cultura cubana, siempre llevará con orgullo que fue partera de ese amplio movimiento que ocupa todo el país. Al visitar la institución, previo a sus palabras, Fidel constató la importancia que tenía la Biblioteca Nacional: “la Biblioteca Nacional por su parte está desarrollando una política en favor de la cultura, empeñada en despertar el interés del pueblo por la música, por la pintura. Ha constituido un departamento de pintura con el objeto de dar a conocer las obras al pueblo. Un departamento de música, un departamento juvenil; una sección, también, para niños (…) El trabajo que se está allí desarrollando y los adelantos que ha logrado la Biblioteca Nacional constituye un motivo para que el Gobierno le facilite los recursos que necesite para seguir desarrollando esta labor”.

Pude iniciar mis palabras con este recordatorio y con este mensaje. El 13 de agosto el siempre joven —juventud de ideas—, nuestro querido Fidel, cumple su 90 aniversario. Con qué orgullo hoy podemos decirle: “Tus palabras nunca han caído en el vacío, vivirás siempre, no solo en el corazón, sino en las ideas y conceptos que defendiste”. Hoy, todos aquí te sentimos presente.

Nota: Palabras leídas en el acto por el 55 aniversario de Palabras a los intelectuales en el teatro de la Biblioteca Nacional José Martí. 30 de junio de 2016.